martes, 26 de marzo de 2013

Melodía póstuma


A pesar de tener 83 años, nuestro amigo supo siempre dar la amistad a los que le rodeaban, que por cierto eran bastantes, por no decir muchísimos, que le respetamos y le añoramos. Dios le tenga ne la Gloria.
De ahí que este poema póstumo, sea en su memoria.




¿Comienza un tiempo de amargura?
Es una pregunta que hago.
No veo, que nadie responda
Por ello, sigo apenado 

¿Tanto noto las ausencias?
Tus huellas, dejaron rastro
y no se diluyen con dudas
De ahí que te añoro tanto. 

¿Es resultado normal?
¿Cosechar abandonos forzados?
Años tantos, voy muriendo con cuidado.
Recuerdos componen, los que han marchado.  

Ahora descubren mi daño,
Más que reconociera antaño.
Estoy más afligido y desolado.
Es páramo que cruzo angustiado. 

Otro amigo nos dejó.
Se escapó con su bagaje.
Sello original. ¡Injusto!
Enfermedad infame. 

Destacó por sencillez,
en esta tierra salvaje.
Donde y por no presumir,
costó pagar su peaje. 

Era un hombre como tal.
Valía la suya, apreciable,
exigua talla corporal,
que regía sin ambages. 

Discreto, sereno y plural.
Callaba si no le venía el traje,
¡Ese que a medida!
Solo confecciona el sastre. 

Nació para servir al presto
a todo el que quisiera mandar
desde el familiar imperfecto,
al insigne del lugar 

Veraz, culto y sereno
Educado y buen mancebo.
 Proles y parentelas,
¡Supieron sacarle el sebo! 

Nadie le otorgó ternura,
mendigó migajas de apego.
Tanto afecto como regaló,
Acabó solo y sin consuelo. 

Nacido en otra estirpe,
en una familia, con distinto concepto.
Hubiera sido feliz, ¡tanto!
¡Lo sé bien cierto! 

Calló su enfermedad, mientras pudo.
No quiso ser popular, ni molesto.
Su gesto, fue de aceptarlo.
¡Muy honesto! 

No tengo lágrima fácil
Ni sé engañar a nadie.
Cuando me enteré de la noticia…
Era tarde. Se detuvo la prisa. 

Esa pena, ya la tengo… ¡por siempre!
No estuve en su sepelio.
Ausente por lejanía,
Aunque distancia, no había. 

Algo escribí sobre ti
Con mi amistad por delante.
Tanto énfasis proveí.
Con lo que pudiste enseñarme. 

Sólo tú, Dios y yo,
sabemos lo que explicaste.
Esto queda entre nosotros,
Que ya nadie tome parte. 

Tan sufrido como siempre,
Ya te consumía el cáncer.
Jamás quisiste alertarme,
en los siete años de alcance. 

Mi lágrima no se hundió en la arena,
tampoco se la llevó el mar.
No necesito encontrarla
Aún la tengo que echar. 

Entre tanto… Si te olvido
que eso, no se podrá dar.
En mi mente estás presente
y eso no ha de cambiar. 

Que digan los incrédulos,
Los que dudan de la amistad,
voy a echarte mucho en falta
¡Eso ya no podrá cambiar! 

Y si… allá donde te has ido,
crees que has de reservar lugar,
habla con quien creas conveniente
que los demás hemos de llegar. 

De lo que presumía hace poco,
que mi lágrima, aún tengo que echar.
Estoy llorando amargamente de pena.
¡No hay nada que me reconforte más!

 

 

 

 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, emotivo y cierto
Un abrazo,
Lili

Publicar un comentario