En el capítulo anterior...
Quedó callado Martín sentado en la silla de la farmacia, en un rincón del perímetro de atención al público, justo en un lateral del mostrador. Mientras no dejaba de observar a la doctora Cecilia, como despachaba a los pacientes que esperaban recoger sus pócimas y recetas. Ella calculaba mentalmente el tiempo que necesitaba para poder administrar de nuevo la medición al ....
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hipertenso, placentero que esperaba sin perderse detalle.
Sin dejar de notar ciertas anomalías en su estado de persuasión. Parecía no
transcurrir el tiempo y Martin embelesado apuraba cada segundo consumido, hasta
que de nuevo volviese Cecilia, le colocase en su brazo izquierdo, la manga
opresora ajustable del equipo medidor y a su vez volviera a palpar su piel con
sus diminutas manos.
En la botica, entraban y salían clientes que eran
atendidos por los diferentes empleados del centro de específicos los cuales no
percibían lo que estaba sucediendo entre Martín y la boticaria.
Cecilia se acercó a Martin indicándole presentara el
brazo, como él mismo había supuesto, para dispensarle el control, sentándose en
silencio frente a él, una vez colocado el manguito y apretando aquella pera que
llenaba de aire el conducto de las gomas de transmisión del equipo. Al pronto
comenzó a escucharse el sonido del aire producido por el inflado del
tensiómetro, presionando cada vez más el ante brazo y haciendo la presión sobre
la piel, mientras las agujas del aparato se volvían locas buscando interpretar
la exacta presión hallada. El sonar de aquellos corazones palpitaban al
unísono. El tic de Martín combinaba con el tac de Cecilia y entre tanto se
mezclaban ambos en un suceder de sonrisas indispensables. Sus manos palpándose
y el placer del momento se hacía dichoso.
_ ¿A que se dedica usted señor? Preguntó Cecilia, mientras favorecía aquellos
palpes en el brazo del paciente.
_ Martín me llaman. Mi dedicación; es una buena pregunta
hecha a estas alturas y por una doctora
tan amable_. Prosiguió hablando sin dejar de mirarla y encontrándose a
gusto mientras ella se mantenía asida a su brazo y sosteniendo su codo para la
mejor auscultación_. Acabo de recalar como el que dice a este simpático país.
Huyendo del mío por mi mala cabeza y por indicación divina de mi nuevo teléfono
que me ha indicado entrar en su farmacia para que usted me asistiera. He
sufrido unas palpitaciones muy enérgicas y no he tenido más remedio que
solicitar ayuda en esta botica. Le juro a usted señora, que no se qué me
ocurre, tanto es así que estoy convencido que voy a morir en poco tiempo. Estas
reacciones tan dolorosas de mi cuerpo jamás las había padecido.
_ Martín; y tú_, ya tuteando y perdiendo aquel riguroso
protocolo entre licenciada y enfermo, le volvía a preguntar de nuevo_. ¿Por qué
me cuentas todo esto? Realmente es raro, no puedo recordar en tantos años de
profesión, dispensando atención a pacientes de todo tipo, un caso semejante,
tan inusual. Que tuviera que recibir_, continuó la titulada_, a un hipertenso
tan al límite y que ni siquiera haya perdido la noción del tiempo. ¡Estás súper
alto! ¡Más que eso! ¡Altísimo! Sin
embargo en tu rostro se refleja cierta suspicacia. Tu pulso es extrañamente
rápido, como si estuvieras sufriendo un ataque, que no padeces y, tus ojos
reflejan una dimensión bonita.
He de confesarte, que hace diez minutos, mi celular, el
nuevo Trinaphone, me ha informado de cierto encuentro feliz, que al recibirlo
no he sabido comprender, por ser algo que siempre había imaginado pero, que
jamás lo había explicado a nadie, era una reflexión muy mía, que incluso no sé
ni por qué te lo estoy contando a ti. Detalles que han sucedido en estos
últimos minutos y sensaciones que no me ocurrían desde una vivencia muy grande
que tuve hace muchos años y que de una forma simple me llena de ilusión, como
lo estuve en aquellos momentos_. Finalizó su comentario la farmacéutica
observando que el registro del tensiómetro, como del pulsímetro habían vuelto a
lo normal de un hombre de la edad de Martín_. ¡Ya ha pasado todo! Ha sido un
susto, pero vuelves a tener las constantes normales establecidas.
_ Cusetta; ¿Estás segura? Respondió Martín sin haberse
incorporado del reclinatorio de su taburete.
_ ¿Por qué me nombras con ese sustantivo? Quién te ha suministrado… ¿Ese detalle es muy íntimo? ¿Quién eres? y
¡Qué quieres!
Entretanto en la farmacia los clientes eran atendidos por
los mancebos y era una práctica habitual que la jefa, atendiera personalmente a
alguno de los pacientes conocidos, detalle que a nadie alertó por la costumbre
de la buena praxis de la licenciada.
_ Soy Martín Valleros, vengo de Venezuela, y no me
preguntes cómo pero parece que te conozco de toda la vida_. Convencido y legal,
le hablaba con aquella convicción y agrado que ella misma percibía, sin
menoscabo_. Te he llamado “Cusetta” por una clarividencia, una provocación que
me ha suministrado mi cabeza sin poder frenar. En el pasado, alguien que te amaba,
te nombraba Cusetta. ¡Quizás fui yo! Alguien que ni conociste, pero que bien
sabes a que me refiero_. ¡Íntimo dices que es el detalle! _, siguió
argumentando sugestionado_. Tú conoces pasajes de mi vida, que nadie te ha
revelado. Que es lo que me ha ocurrido, lo desconozco, pero de lo que estoy
seguro, es de que tú eres lo que estaba buscando, aquello que era incapaz de
atinar, mi espejismo esperado. Creo que nos entenderemos, congeniaremos y,
cuando menos estamos destinados, a por lo pronto escucharnos.
_ No me llamaban así: Cusetta, desde hace muchos años, era
un nombre cariñoso que me regalaron, sin pedirlo pero que me hacía mucho bien,
todo en la distancia real de la lejanía, un sueño que no pudo consolidarse, todo
se esfumó. ¡Igual, fue por mi exceso de carácter! Por no saber adaptarme a las
circunstancias del momento. Fue un tiempo, que me sentí realizada, una
temporada mágica. Estaba radiante de cariño, la vida me sonreía, la música me
envolvía y me llevaba a vivencias preciosas. Nadie supo de estos detalles tan
personales, ni siquiera mis hijas, ¡Nadie!
Más que él y yo, por ello no comprendo como el destino y mi gran Señor
de los cielos, me pone estas pruebas claras y traídas por alguien que aún y no
sabiendo quien es, ya estoy comenzando a prendarme. Poseo numerosos detalles
como para intuir, que puedes ser el amor que esperaba. Conozco de tus problemas
con el Fisco, por ello huiste de tu país, y todos los desaguisados que te han
adornado a lo largo de tus correrías. Sin embargo, en la vida siempre queda
tiempo para remediar los errores y es un camino que si quieres podemos andar
juntos.
La empresa promotora del invento Makinword Electric, en su
test de probaturas había llegado con sus amplios tentáculos a Nicasio y a
Virginia. Él; español de la zona mediterránea, ella brasileña tocando a la
frontera de Bolivia. Ambos residían en Mallorca, jamás habían coincidido a
pesar de caracterizarse por su afición
al baile de salón. Aquella noche Nicasio, recibió una llamada de un tal
YSYP, y a pesar de que jamás contestaba
a personas desconocidas, el dedo fue directamente al botón verde de levantar la
llamada, indicándole donde debía estar en veinte minutos. La persuasión debió
ser mayúscula, puesto que sin más preámbulo, dirigió sus pasos hacia aquel
lugar, que preciso le indicó su desconocido comunicante, aquel satélite que ya
estaba trabajando a oscuras y sin que la gente pudiera detectar.
Nicasio un redomado y creído guaperas de barrio, sin
llegar a serlo. Un aceptable mequetrefe, sin oficio ni beneficio, que se
machacaba los brazos en el gimnasio, y que a base de ...
Seguirá
en el próximo capítulo
To be continued....
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