Eran tiempos, en el que comenzar a fumar, sin los permisos de los padres, y
hacerlo a hurtadillas, te daba una importancia varonil de la que realmente
carecías. El viajar de cuando en vez en el metropolitano para desplazarte por
Barcelona, daba aquella enjundia, que se disfrutaba sin igual. Las piruetas con las niñas y ese
comenzar a la vida daban alas.
Las clases en la Escuela Industrial, podían encumbrar al mejor de los
alumnos y disimular el orgullo del peor discípulo. Cada día era una nueva
historia, y un aprender diverso y distinto, que demostraba a cada cual como se
presentaba ese futuro tan cercano y asequible que se manifiesta en la
adolescencia.
Una felicidad, que después en el paso de los años se busca y se halla en
contadas ocasiones. Por mezclarse sin sabores y nostalgias y otros inventos
más. Se dice: que el tiempo va colocando
las cosas en su sitio. Igual, se colocan ellas mismas dadas las decisiones
que tomamos en cada ocasión.
Apurabas la semana, escuchando consejos, recibiendo modelos gratuitos. Esos
que tan mal se llevan a edades tempranas. Siempre, constantemente viendo presumir
a los amigos mayores, en sus ejemplos relatando las aventuras, y grandezas descriptivas vividas en el ateneo, en
el bareto o, en el club de la ciudad. Se tendía a exagerar y a presumir con historias
suscitadas siempre relativas a conquistas de muchachas, fechorías de faldas infundadas,
pero era de ser un “Tío grande”, el llevar aquellas imaginaciones
calenturientas y no reales al siempre agradable y fantástico tapete de la
conversación, para dejar boquiabiertos a los que aún estaban por disfrutarlas.
Mientras Antonio Machín; ya en su declive cantaba “Angelitos negros “, o “Corazón Loco “, quizás Rudy Ventura, con
su trompeta, interpretara “El sonido del
silencio”. José Guardiola y sus “cien
mil toneladas”. El gran combate de boxeo entre: Cassius Clay y Sonny Liston
en la gran Miami Beach; Florida. Ya existían los Heat Parades y las listas de
los principales. La música en la juventud siempre ha estado presente, ha sido
hilo conductor.
Era tiempo de aprender, de asimilar, de comprender, de que te enseñaran,
de engullir información y desenvoltura,
de experiencia, de ganas de practicarlo, para ti, en forma de amontonar esa
miga, que a la postre darían algún día sus frutos. Para ese entrenamiento, ese
rodaje, ese concurso y para que los demás lo reconocieran; era mayor el premio que alguien te dijese, esa frase tan sencilla: “…te
felicito, lo has hecho muy bien”. Que a veces el propio sueldo, el salario, que
como lo habías de entregar en casa, aún no le dabas esa relevancia que tenía.
Cuando llegaba el sábado por la tarde, que es cuando comenzaba la fiesta,
al salir del trabajo, la madre, esperaba que llegases y recogía el llamado “sobre
marrón”, que ella guardaba en ese bolsillo grande del delantal floreado que siempre
lucía. Entonces las madres siempre vestían ese uniforme de cocina.
Con suerte ponía en tus manos cinco duros, para que pasaras el fin de
semana con tus amigotes. Entiéndase cinco duros, por veinticinco pesetas, o sea
0,41 céntimos de euro. Una birria comparado con la actualidad, los jóvenes por
regla general, se quedan con el salario completo, (los que trabajan), comen en
la casa paterna, hacen el gasto normal de uno más de la familia y nunca tiene
dinero para emprender sus propias necesidades. (No todos son iguales, las
reglas tienen siempre excepciones).
Acto seguido, te recordaba que te lavaras las manos, que la comida estaba
preparada, tampoco preguntaba que te apetecía. ¡Nada de eso! Si había en el puchero
garbanzos, pues eso es lo que comías ¡y gracias! Ni teléfonos móviles, ni ordenadores
portátiles, ni wasap, ni mucho menos. ¡Nada! de lo que se dice ¡Nada!
No se conocía la “Generación de los Ni-Ni”
impensable en aquellos años, que no había automatismos, ni máquinas,
donde todo o casi todo era manual y artesano. Unas ganas tremendas de agradar y
poder disfrutar con lo poco, que entonces te ofrecían los tiempos.
Los padres eran los controladores de todo lo que te convenía, ¡Menuda
leche! Cuantas veces se equivocaban lo pobres. Un tiempo rancio y sin atalajes,
todo prohibido, excepto la misa de doce los domingos, la gula en Semana Santa,
la música Sacra en Viernes de Dolor, y el respeto a los mayores. Todo olía a
incienso y a pecado. No se les ocurría llamar a su padre: tronco o colega.
Podía caerte una ostia de las gordas. Y no había posibilidad de interponer una
denuncia judicial por parte de nadie. La educación era una e indivisible.
Los payasos, las novelas de la radio, los vecinos rodeando en sus sillas la
puerta de la casa, el festival del Mediterráneo, la abuela haciendo calceta en
la esquina, el repartidor del hielo, el pago del recibo de los muertos, poco
antes de comer los domingos y el sereno. Un tiempo que quedó en la memoria.
Ahora imaginarlo, es cosa de trasnochados o de caducos.
Realmente, echas la vista atrás, y recuerdas fragmentos de aquellos períodos,
los pequeños detalles los olvidas, las realidades banales las pasas por alto,
lo menudo ha dejado de ser importante.
Si el pobre come gallina: o está malo el pobre, o está mala la gallina.
Cuanta miseria marrana, cuanta sordidez, cuantas desilusiones y cuanta mierda.
Todo debía tener una coartada, a veces muy a menudo; lo que dijese el cabeza de
familia, se hacía, sin más atenuante. Aunque no fuese lo mejor. Si él lo
decidía, iba a misa. Ya podías justificar, ya podías demostrar, que a falta de
preparación no les ganabas, y esas condiciones les hacían ser más analfabetos
todavía.
Hoy mismo, estoy aprendiendo, al cabo de tantos años, me fijo, y descubro,
que estoy siendo de nuevo meritorio, y tengo la misma ambición por saber, por
conocer, por disfrutar, como cuando imberbe iniciaba mis primeros pasos en el auténtico
mundo, el real. Una vez concluías y salías del cascarón de la ilustración,
cuando incluso comenzabas a pensar por ti mismo, y tener ya tus propias opiniones,
que con la ayuda del hábito ayudó a edificar la zona oficial del intelecto.
Dar gracias a la vida que algo ha cambiado. Quizás siempre haya sido más
sencillo ¡De cambiar nada! solo las personas son las que son desiguales y
diferentes, con más variedad de tonos y a lo mejor más humanos e inmediatos.
1 comentarios:
E X C E L E N T E !!!!!!!!!!!!!!!
Pd, A nusttra edad no se puede dejar de leer y leer sabiendonos allí en el texto.
TE FELICITO Y
GRACIAS POR ENTENDER QUE DESPUES DE LOS 55, TAMBIEN TENEMOS CORAZÓN.
Publicar un comentario