Es una tradición que si me atreviera a datarla, con seguridad,
podría confundir, por lo que de hábito tiene y años que se hace. Lo cierto es
que puede remontarse al final de los años cincuenta. Cuando la práctica se
inició para establecerse a medida que pasaban los años como fija. Los mozos que
se encontraban en “quintas” para
realizar su Servicio Militar obligatorio, eran los protagonistas y como es
costumbre que al mocerío, siempre les cortejen las mozas, se les otorgó el
completo protagonismo, ya que eran de la misma añada. Se acertó en darles
título de “Reinas y Damas” para ensalzar la fiesta, que por otra parte
coincidía con la llegada del verano, el final de la siega y las fiestas
patronales.
Los mozos reelegían aquellas señoritas de su tiempo, de su
entorno, de su pueblo, para que una vez deliberado entre ellos, optaran por la
más guapa, femenina, y destacada entre las demás; quien debía presidir las
fiestas, como Reina de todos y el resto de doncellas, serían las damas de
honor. Acompañando cada una a los distintos muchachos que debían marchar en
breve a servir a su ejército, en nombre de la Patria.
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Las lozanas damiselas en ese tiempo, cumplían los 18 años y
era más o menos como una puesta de largo, una presentación a la sociedad de la
villa, donde toda la población podía participar de ese encanto y agasajo. Las
familias hacían el esfuerzo y el gasto, el sobrellevar la carga y el dispendio
en vestidos para sus hijas y la recepción de todos los vecinos que se acercaran
a la casa, granjeándoles esas pastas y ese vino bueno que reservado para esas
ocasiones reposaba en las alacenas.
Al mismo tiempo, aquellos “Reclutas” que eran sorteados en
aquellas fechas, ya sabían donde debían cumplir con ese periodo obligado que el
país tenía establecido. Unos con más suerte disfrutarían de la proximidad y les
sería más asequible ver a sus familias por cercanía y otros con menos fortuna
desde la lejanía del destino, podrían vivir más en solitario y defenderse en
solitud esperando el permiso anual de rebaje de funciones.
Han ido pasando generaciones, una tras otra, reinas y damas
disfrutando y saboreando de su paso, por ese lujo esplendoroso de haber sido
elegida por todos los muchachos del pueblo, como las más destacadas y femíneas.
Cada anualidad ha ido mejorando la fiesta en calidad,
colorido y boato. Ahora las cosas han cambiado algo y ya no es obligatorio, que
los chavales cumplan con el servicio de
milicias, sin embargo, se sigue festejando todo lo que envuelve a las reinas, y
esos afortunados siguen acompañando a esas jovencitas que ilusionadas, presumen
con sus vestidos y sus peinados. Esas bellezas serenas que arrastran sus
ilusiones, como ha sucedido siempre y que apostamos para que cada mes de julio,
se cumplan esos acontecimientos.
Felicidad desde aquí para todos y que la Reina Elegida este
año, tenga un mandato precioso, lleno de alegrías y de ilusiones cumplidas.
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