De ningún modo había vivido tan de cerca una
experiencia semejante, a pesar de estar al corriente de las costumbres de la
zona. Nunca mejor que vivirla en directo sin zarandajas previas ni imaginaciones
exportadas desde las opiniones ajenas, algunas partidistas, las cuales en
ocasiones solo hacen que confundir y desorientar. No es que el reportero que
firma esta crónica sea un beato descendiente de Relicto, que es el nombre que
llevaba San Cristóforo, (Portador de Cristo sobre sus hombros), antes de su
bautismo, pero si puede comprenderse cuando las tradiciones del pueblo tienen o
no, rutina, consecuencia y esplendor. Las cuales hemos de respetar como si fuese
mandato devocional o, mejor aún, usanza y practica del municipio.
Al sonido de una jota, en romería hasta el
lugar, llevando a la parroquia tras de la peana del Santo que procedente de la
Iglesia Santa María la Mayor, todo feligrés interesado perseguía en procesión
hasta el lugar pertinente y más adecuado.
Uno de los carriles de la carretera, queda
controlado por las fuerzas del orden y en la acera, se colocan los procesionarios,
alojando la figura del Bendito en la sombra, mientras que el cura con el hisopo
mojado en agua loada iba mojando a todo
motor, (humano y mecánico), que se
detenía frente a la peana. Mientras los hermanos mayores de la institución te
ofrecían un detalle: ramilletes de espliego y unas bolsitas con trocitos de “pan
bendito” a medida que van pasando los automóviles, carromatos, bicicletas, y
viandantes, permutándose por un auxilio o donativo para la congregación.
Llevo un ramillete de espliego en mi vehículo,
por ello desde estos manojos de lavándula angustifolia, que serán los que piloten
mi caminar durante el próximo periplo del año, os hago llegar toda la ilusión
que puedan depararme en mi deambular. Deseando para vosotros el placer de la
salud y del sentir de esa felicidad que no se llega a percibir mientras la
poseemos.
El pan bendito, me lo he comido, ya que a estas
horas el querer compartirlo hubiese sido tarea ímproba, por haber quedado muy
duro y la bendición se hubiese florido.
Tradiciones de un pueblo precioso, cargado de
historia, abolengo y de hidalguía, que bañado por un río de aguas claras, ayuda
a lavarnos el alma.
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