martes, 23 de septiembre de 2025

Viaje alrededor del ombligo.

 










—Entonces de verdad, que no vendrás conmigo estas vacaciones. Preguntó Rodolfo, sin creérselo y continuó con aquel tipo de interrogatorio banal con preguntas de respuestas conocidas. 

—Lo dices en serio Margarita. Vamos a separarnos durante un mes, cuando siempre hemos viajado cosidos. Sería la primera vez en el tiempo que llevamos juntos que cada cual tira por su lado. Lo has pensado. Le dijo Rudolf a la guapa Margaret.

—Claro que lo digo en serio, y que además muy convencida. No me apetece nada ir a ese país remoto del demonio. Eres muy tozudo y yo, no estoy dispuesta a sufrir, porque a ti te dé la gana. No voy. Seguro que no. Siguió apostando.

—Me marcho con mi hermana a la Costa Brava. Ella, la pobre está intentando salir del disgusto de su divorcio y estaremos en su casita las dos.

—¿Quizás lo haces por ahorrar? Aunque no creo. Igual te debe haber dado una vena, o por fastidiar. Crees que en la playa no se gasta. Ya me lo dirás cuando regreses, verás como a veces es mejor salir del país y conocer nuevos horizontes. ¡Vamos si es verdad, lo que me estás confirmando! 

—Pero que dices Rudolf, para ya. Por favor. No conoces al completo tu región, y te quieres ir a sufrir con los mosquitos, los lagartos y arañas. Estás medio loco. ¡Medio no! ¡Completamente loco!

—Loco no estoy. Creo que te lo pierdes si no vienes. No vivirás las mismas sensaciones que yo y tendré que contártelo.

—Pues al tanto, tu sabrás lo que haces. Lo cuentes o no lo cuentes, es un riesgo bastante previsible, ir a lugares a los que no tenemos costumbre, además ni siquiera estamos vacunados contra esos microbios que pululan en el aire. ¡Ya te digo! No tengo ninguna ganita de padecer. ¡Lo siento!

—Fíjate que veo raro que no me pongas más trabas, y me dejes marchar solo, sin más impedimento. ¡Qué hay del control al que me sometes durante el año!

—Eso tú sabrás. Aunque sabes muy bien lo que opino. Después de todo este tiempo juntos soportándonos, lo que sea sonará. Se detuvo para respirar y arrancar con más rabia y desprecio.

—Estoy un poco harta de ser la cenicienta. Mientras los demás disfrutan, y mira que digo los demás, por no personalizar en ti. Respiró y tomó energías para seguir dando caña al guapo de su Rodolfo.

Yo sigo en la cocina, lavando y fregando. ¡Desbordada de soportar! Pretendo descansar en la playa, leer y comer a placer lo que me venga en gana, pasear y consumir helados de nata, y alguno de esos cocteles del cañero y rocoso bareto de Jimo. Tirada en la arena de la playa medio en pelotas y dormir. ¡Dormir a placer hasta las tantas! Esperando la respuesta inmediata, aguantó erguida. 

—Entonces, estas decidida a dejarme ir solo sin más. Mira que el recorrido que tengo previsto te gusta. Siempre me decías que te encantaría pasar unas semanas donde quiero y pretendo ir. Iniciando la trayectoria del viaje en Tailandia, sigo por Camboya y recalo en la isla de Sumatra. Acabando viaje en Indonesia, para regresar a Madrid.

Se quedó pasmado viendo la negativa de Marga, y sin sospechar cual era el motivo real por el que no quería viajar. Insistió por última vez, por si reflexionaba.

—Piénsalo Margara y me lo dices una vez lo sazones. Que sepas que esta tarde hago la reserva del avión y hotel. Estás a tiempo de venirte. Hasta mediodía espero tu deseo, y te incluyo en el tour. 

—Por mi parte está decidido, añadió Margaret. Mirándoselo con desdoro por la decisión que tomaba, nada conciliadora con su deseo, y que añadió con escarnio

—Puedes hacer lo que te plazca, ¡Eso sí! Lleva mucho cuidado donde te metes, que es lo que comes, donde frecuentas y a que te atreves. De ocurrir algo físico tendrás que arreglártelas solito. Yo no viajo a esos lugares desconocidos a socorrerte. Solapó su respiración y añadió.

—Eres demasiado temerario. Lo refiero porque te conozco, y aunque sé que no te sabrá demasiado bien. Te lo diré. Crees que exagero, y lo que digo no es cierto, sin embargo te veo viejo para liarte con esos tiros. ¡Que lo sepas!

—Anda, y luego dices que me enfado. Si es que me disparas con balas de pólvora explosiva. Paso de tus memeces. No lo tomes a mal, pero si cambias de opinión, tienes una plaza a mi lado. 

El paradisiaco viaje al maravilloso desconocido se inició. Margarita, no dio su brazo a torcer declinando el viaje. Por lo que Rudolf concertó con la empresa de trávelin que trataba aquel viaje soñado. Viajaría solo, sin amigos ni conocidos. Se buscaría la vida como pudiese, ya que pretendía fuera un trayecto para conservar en su recuerdo.

Con tiempo se preparó en inyectarse las vacunas necesarias para evitar las enfermedades de las que pudiera contagiarse. Además de comprar los ungüentos y pócimas para evitar picaduras de insectos portadores de toxinas virológicas.

Rodolfo es un tipo duro, guapetón y resultante a las personas, amable y sensitivo con las mujeres de todo tipo. Atractivo y chulón, que dado al empleo que defendía de visitador médico de farmacia, solía tener don de palabra para polemizar con el mismísimo Séneca de ser preciso.

Necesario para tener respetables comisiones en sus ventas en las apotecas. Estaba pasando una época de rearme al estar entre los cuarenta y cincuenta años, que es donde algunos hombres encuentran diferencias en sus complejos físicos, y pretendía hacer aquel viaje para disfrutar, pero a la vez medir su capacidad. 

Había conocido a Margaret, su ahora tercera pareja en los laboratorios Detengèímer. Innovadores en los medicamentos de capacidad mental, y retardo del Alzheimer. Con la que llevaba unido casi tres años.

Anteriormente estuvo liado junto a una cantaora flamenca y por celos de la artista, partieron peras y limones, quedando liberados sin más.

Motivado por acercarse demasiado a la esposa de su antiguo jefe, hasta que la conquistó, dejando a la artista con sus bailes y sus desconfianzas.

Con Amarilda, la brasilera que sustituyó a la bailaora, vivió durante cinco años magníficos. Viajando por el circuito europeo, y gastando lo que tenían y más. Hasta que la compañera, quiso quedarse en estado, y el liberado Rudolf se negó de plano. Aduciendo, que no había nacido para ser padre ni marido ni un tipo dócil. Distanciándose de la bellísima Amarilda para entrar en breve, en la cama de Margarita que en un principio creyó que lo domaría. Consiguiendo de él, fuera un perfecto marido, ayudando incluso en las labores domésticas del hogar.

Se conocieron en la Parroquia de San Francisco Javier, un domingo en el bautizo de un sobrino. Un niño hijo de Raquel, realmente hermanastra de Rudolf. A la que le tenía un cariño profundo.

En el banquete Raquel, le presentó a su amiga Margaret, una chavala de muy buen ver, y vestir a la moda.

Muy practica y desenvuelta que en aquella misma tarde lo invitó a sus dependencias personales. Librándose ambos de sus respectivas parejas y viviendo un fin de semana inglés de excitación, alegrías y dulzuras sexuales. Tanto se entendieron aquellos desquiciados, que rompieron con sus relaciones amorosas vía teléfono. Sin el mínimo remordimiento.

Punto y final, significa fin del trayecto.

Compartiendo mesa mantel y sábanas Margarita y Rodolfo, desde ese instante y siempre con la realidad por bandera. Aunque aquel varón muy pronto le puso las cosas claras a Margaret, la que con su genio y su porte, lo estaba soportando, supuestamente hasta que tropezara con su perfecto modelo de hombre. Ese sincero y callado que pudiera domeñar.

 

Aquella noche Rudolf volvió a preguntar a su pareja si se decidía a acompañarlo al viaje asiático, y esta nada más lejos de lo que pretendía, el que de momento la ensamblaba, declinó viajar, advirtiéndole de nuevo.

—Me darás la excusa que quieras. Que has estado ahorrando toda la vida para hacer este viaje, y yo lo veo muy peligroso. No te das cuenta que ya no eres un niño y lo puedes perder todo.

—Aún perder más, pues ya no sé. Lo que está más en la cuerda floja y puedo quedarme sin ello, eres tú. Te lo digo porque ya me estás enviando mensajes subliminales que recojo. De otro modo vendrías conmigo y no te lo planteas. No puedo obligarte y lo sabes. Si te dijera que no lo esperaba, te mentiría, has sido siempre una paloma embajadora de la buena vida y del gozo, y cuando no lo hayas te desprendes del problema y a otra cosa. ¡Yo me voy! 

Llegó el momento, la fecha de vacaciones y el caballero se fue a su viaje y Margaret a la playa, como le había advertido.

Rodolfo por un lado y Margaret por otro. Él volando a Tailandia, y ella a la Costa Brava, directa en su propio vehículo.

Dos horas y media de trayecto y llegando a Cadaqués, se encontró con Lidia, su hermana, que pasaba por un momento difícil. Del que iba saliendo a poquitos.

—Al final no has ido con Rudolf. Le has dejado ir a su aire. ¡Ya sabes nena, qué te puede pasar. No voy a descubrirte América, pero tienes todos los números de la rifa para quedarte sin él.

—Bien que lo sé, pero ya no me importa. Lo nuestro hace aguas desde hace meses y no quiero aguantar a un fresco a mi lado. Él lo sabe bastante bien y lo tiene muy claro. No soy mujer de soportar a nadie, que no cumpla con lo pactado. Y si no, mírate tú. Para que te ha servido dar tanto cariño a un tipejo que te ha cambiado por la primera morena que se le ha puesto por delante.

—No seas cruel, que yo también he tenido culpa de lo que ha pasado, no le hacía puto caso, y en cuanto llegó una tía guapa que lo escuchaba, tardó dos días en poner sus labios en su boca y sus pies en polvorosa. No se ha llevado nada material pero me ha dejado sola. Si pudiera volver atrás no actuaría igual. Lo retendría a mi lado. Sin él me falta algo.

Ahora ya es tarde. Tengo que joderme por mi falta de paciencia y de tacto. ¡Lo lamento tanto, que me daría de bofetadas! Siempre he sido una engreída estúpida y ahora he de pagarlo.

—Dices tarde, muy tarde. Nunca es tarde querida Lidia. Siempre hay una solución, solo hay que buscarla. Le propuso la hermana, sin convencimiento y agregó.

—¡Nada más! La vida es una, y paga o te cobra el peaje que mereces. En dos días te habrás olvidado de Jesús, y lo habrás cambiado por otro, y después por otro, hasta que acabes con aquel otro.

Aquellas vacaciones prometían. Las dos mujeres ya estaban establecidas en pleno centro de Cadaqués. Comenzaban a tomar las irradiaciones del sol, y a broncearse con las sales del mar y los aires cargados de lujuria.

Los días eran diáfanos entre las gentes, y sobre todo los hombres vistosos no se les despistaban ni a Lidia, ni a Margaret. Que en realidad iban buscando las dos, algún plan duradero donde recalar aquel amor que a borbotones repartían.

Rudolf jamás volvió a buscar a Margaret, ni ella perdió el tiempo recordándolo, porque en Cadaqués, encontró una nueva relación que podría ser prometedora. Lidia, buscó a Jesús y le confesó su amor. Ahora están de nuevo enamorados como dos idiotas.









Autor : Emilio Moreno
23 de septiembre 2025

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