viernes, 26 de septiembre de 2025

Intuyendo compasión.

 






Pertenecía a la lista de afamados. Componía del elenco de los cientos de autores literarios que existen. Jeremías, como a más de uno le ocurre, creía ser un super plumilla, y le molestaba compartir cualquier detalle. La más mínima de sus ideas, antojos e impresiones, y mucho menos sentimientos con sus colegas.

En el mundo de la literatura era un destacado novelista, al que le encantaba ser reconocido por todos, y cuanto más ruido se hiciera con sus triunfos, tanto mejor. Entrevistas de prensa, publicaciones en gacetas del corazón, invitaciones a sucesos literarios, emisiones de televisión y radio, y absolutamente cualquiera de las demás difusiones gratuitas que le pudieran ofrecer y otorgar.

 

Por participar en cualquiera de los eventos que le proponían, cobraba una tasa de famoso, y debía ser colocado en el centro de los estrados para que la gente lo distinguiera muy mucho. Dentro del ranking de los acreditados y famosos, quizás ocupaba una segunda fila muy merecida. No muy por debajo de los excelsos y gloriosos ensayistas actuales y de los escritores lejanos, que dejaron profunda huella y obras esenciales.

El trato que tenía con sus lectores era gentil, atrevido y distante. Nada afectuoso ni cordial. Jamás le interesaba conocer el porqué de aquellos admiradores le seguían, se incumbían por sus libros y adquirían sus relatos. Nada que decir de la camaradería con sus colegas. Pocas bromas, escasas confianzas, y desplantes fuera de tono.

Entrar a conocer los modos, las técnicas de los demás, aunque disimulaba ese gesto de forma grosera. ¡Sí! Estaba interesado.

A hurtadillas procuraba saber de las tendencias de los demás, en que estaban metidos, que argumentos meneaban otros escritores ajenos a él, por si podía machacar esas tendencias adelantándose con sus divulgaciones pendientes y futuras. Exprimiendo si podía el concurso de sus trabajos por costumbre, pero ansiando tener para él solo la llave de la fama.

Tampoco lo aireaba ni pretendía. En demostrar su interés por aquellas trazas ajenas ni que la gente supiera, qué clase de condiciones y estados de ánimo le llevaba a generar sus novelas.

Normalmente hurgaba donde nadie podía imaginar. Bastante a menudo lo hacía, sabiendo que se extralimitaba de lo que se llama lícito. Narrando con su desparpajo y su osadía en tono criminal. Violento como en realidad era Jeremías. Simulando a sus protagonistas en las violaciones descritas. En el remordimiento del agresor, el tono con que cometía el crimen, y la violación afinada y tan real que describía. Como si gozara explicando una situación que en su día llevó a cabo.

Lo que ahora se le conoce vulgarmente, como novela negra. Jeremías la magnificó desde sus inicios. Como si no existiera en el mundo más que la maldad y el castigo. No siempre, para los que están fuera de la ley. Pagando condena y desprestigio alguno que carece de infracción.

En realidad era un tipo especial. Muy singular y poco afectivo. Con unas condiciones personales no conocidas, y bastante únicas, de las cuales tenía mucho cuidado en que los ajenos a él, las averiguaran y con ellas, poder hacer leña de aquellas circunstancias.

Su agente literario, le llevaba temas tanto personales como profesionales, manteniendo su agenda activa y renovada. Conociendo de que pie cojeaba, tenía sumo cuidado en no “empotrar la zanca” con detalles, que sabía de antemano no registraba nada bien el anómalo Jémico, o sea el muy distinguido e ínclito de Don Jeremías Miñona Corrientes. 

Estaba situado entre los mejores novelistas del país, de entre los cuales era el número uno de los estúpidos y engreídos. De las docenas de novelas de éxito que poseía y tenía editadas, en ocasiones alguna de ellas se versionaba para rodajes cinematográficos. Con las cuales y aprovechando la tendencia la televisora Flowers Too Much, más conocida por FTM, escogió la más adecuada del momento, para rodar una vez hecha las adaptaciones y escogidos los actores. La crítica auguraba que sería la serie destacada de la temporada.

Un serial de intriga. Con la novela social que había publicado hacía más de dos años, y correspondía en secuencia a su octavo trabajo serio. El suspiro de la insensatez.

Los críticos y entendidos elucubraban y se admiraban por la capacidad que tenía Jémico, en forjar fantasías tan escrupulosas, interesantes y frecuentes. Que tan solo un superdotado autor, pudiera conseguir.

Además de viajes para presentaciones, eventos y festivales dramáticos, y la cantidad de tiempo y espacio que le ocupaba su fructífera vida social.

Cuando los días siguen siendo normales. Si le restas un mínimo de cinco horas para dormir, y algunas más por necesidades obligadas, quedan once horas de trabajo. No es posible estirar más el brazo, mi mojar la brocha. Con lo que las cuentas no cuadraban en la dedicación que arrojaba llegado diciembre.

Aquel dramaturgo solía publicar entre tres y cuatro novelas cada año, número extraordinario, para la única producción de un solo prosista.

El que mantenía en severísimo secreto, que todo no estaba escrito por su pluma, ni todo era de su autoría. Sin que ese dato lo conocieran los críticos literarios, ni sus detractores, aunque alguna sospecha había.

Tampoco conocían el dato sus muchos adeptos y simpatizantes. Pagando honorarios a varios escribidores anónimos y discretos. Dedicados a inventar cuentos, husmear en la vida de políticos y empresarios por si revelaban detalles que produjeran un relato. Corregir y originar leyendas que llevarían la rúbrica y autoría de Jeremías Miñona Corrientes.

Su espacio, su vitrina y su apellido. Detalles que guardaban celosamente el gran equipo de disponibles, que comían y vivían detrás de los menesteres de lo que se expedía con el nombre de Jémico.

Comandados por su jefe de prensa que era otro artífice de cuanto se publicaba, y responsable de un porcentaje muy alto del éxito, que generaba aquella industria propiedad del presumido Jeremías.

Su último trabajo, el novísimo título en librerías, que se estaba vendiendo como churros con chocolate, le estaba dando una fama incluso, fuera de las fronteras. Aquella historia con los derechos vendidos para filmarla en una serie, rompía con las previsiones de venta prevista.  

Había penetrado dentro de la sensibilidad del lector. Trataba del miedo a lo inexplorado, la angustia y zozobra de muchos individuos, que mueren sin llegar a saber para que llegaron a este mundo. Agonizando sin comprender lo aportado por ellos a la sociedad. Despechados de familia y amigos, por lo no acaecido en su propia carne.

En menos de dos meses de haberse puesto en librerías, ya se estaba imprimiendo la cuarta edición. Un laurel completo. 

En ocasiones el éxito cuando les llega a según que sujetos, no lo saben digerir y los transforma a ellos mismos en seres desquiciantes, que incluso en ocasiones no los soporta ni su propia familia.

Algo parecido le estaba sucediendo a Jeremías. Aquel muchacho que comenzó escribiendo poemas y poesías a las niñas de la clase de sexto de bachillerato, cuando compartían risas y codicias en aquel instituto de la franja valenciana. En especial a Noelia Elisenda y Picaporte, con la que en su mocedad inició una especie de pasión juvenil, y que en gran manera fue la impulsora del incipiente escritor.

Siendo ella y su intelecto, la que le descubrió su vena literaria. Apoyándolo durante muchos años, con los consejos de una dulce amante, que estaba interesada en que Jeremías llegara. Dando oportunos consejos y opiniones literarias, agasajos, caricias y un poco más.

Noelia estaba enamorada de Jeremías y a la par llegó a ser una filóloga reconocida. Algunos años mayor que él, y apasionada del mundo de las letras. Nieta del cronista de aquel pueblo de la ribera del Júcar. Impulsora de aquella promesa.

Hasta que recaló en Madrid, con la mentira de volver a buscarla en cuanto pudiera ocupar la plaza ganada como funcionario de Correos, y publicara aquellos guiones que presentaría a las editoras.

Cuando regresó a Beniparrell, a saludar a su familia, ya era casi aclamado por sus seguidores literarios. La fama y el reconocimiento hacía mella en su egolatría.

No se acordó de la señorita Noelia Elisenda, ni de sus atenciones personales. Olvidándola de un modo descarado.

Únicamente atendía al boato que le proporcionaba su egoísmo y ninguno de los amigos y compañeros de la juventud, entendía como un autor tan renombrado y prolífico en letras, y pensamiento, olvidara sus inicios. Sus comienzos y sus raíces.

Pasó su presencia por la localidad como una exhalación. Sin llegar a interesarse por nadie de los antiguos colegas, amigos y conocidos. Incluso borró de su memoria a la joven que en su tiempo lo había acariciado, y cubriendo su ego con su piel femenina, yacieron mimándose entre poemas y amor.

Desde que se ausentó, las únicas noticias de Jeremías que llegaban a la zona del Turia, era por la repercusión y la fama que iba recalando por su gloria. Su idiosincrasia y por títulos de novela insospechados, que nutrían el egoísmo del autor.

Una tarde debía presentar en Valencia una de aquellas novelas que había escrito un pasante de los suyos. Un desconocido. Otro de los tantos que cobraba un sueldo por libreto y punto. Quedando los derechos de autor para la firma Jémico.

Una historia de las muchas que el propio Jeremías ni tan siquiera había tenido en sus manos. Un relato profundo, repleto del rigor de una pluma exquisita. Sin que llegara a leerla. Tan solo la hacía suya, al pagarle a un ajeno, la tasa que estaba establecida. Se suscribía con su nombre desde la editorial, como hacía con tantas producciones que su jefe de prensa ponía en las rotativas de edición.

El argumento de la dolorosa narración causó escándalo por lo real del recado y por la verdad emanada. Eso no hizo bajar la venta. Todo lo contrario, la gente quería saber. Conocer la verdad.

El disgusto de los afectados y el horror de perder la vida ahogados por una avalancha venida desde el cielo. Con la brutal lluvia desmedida y transportada por el propio río que en ocasiones les ofrecía un placer que no compensaba. Regalando dolor y muerte a cambio de nada.

Un drama escrito con el dolor de quizás, algún afectado de aquella tragedia. Enredado en sus pasajes con lo sucedido aquel veintinueve de octubre del año dos mil veinticuatro.

La dolorosa y nefasta DANA, La causante de la excesiva muerte en aquella comunidad. Dentro del horror de la oscuridad de la noche más negra de octubre.

La que dejó cicatrices visibles y de dolor inolvidable. Aquella que se llevó vidas humanas, sin que pudieran defenderse.

El recinto de la presentación escogido vibraba por el gentío que lo abarrotaba. Aquel Ateneo estaba de bote en bote.

El falso autor de la novela presentada, era originario de la zona. La narrativa que se presentaba en formato novela, era un éxito en medio mundo. Anunciada a bombo y platillo, con el mismo slogan que titularon la novela. Dana vil despecha mi vida. 

En el estrado tan solo estaba Jeremías Miñona Corrientes, presumido hasta en condiciones impensables. A su derecha y fuera de la tribuna, un empleado de la editorial, con una cantidad de libros, esperando finalizara la charla para ser firmados por el que constaba como autor de la historia. Nunca por quien la escribió.

Se hicieron los honores de la presentación de alguien que todos conocían, pero por seguir el protocolo y para darse aún más realce Jeremías, no quiso que a su lado en el escenario hubiera nadie. Pretendía ser el único protagonista de un trabajo que no había creado, ni tan siquiera conocía.

Comenzó haciendo una síntesis de la historia, pero hablaba y refrendaba los sucesos acaecidos más por las noticias que se habían publicado por la prensa, que por lo que desgarraba la realidad y la narración de la novela.

La tensión en el ambiente se notaba, la rabia de la impotencia prevalecía entre las gargantas de los presentes. Mucho drama en la sala, con personas que habían perdido alguno de sus seres queridos.

Otros tan solo perdieron incumbías materiales ineludibles para su hábitat, y el resto la mayoría de sus pertenencias. Se quedaron sin techo que les albergara. Sin su morada, la que fue su propiedad hasta ese instante del suceso.

Las promesas hechas por los responsables políticos, aún no habían llegado y tenía trazas de tardar.

Había llegado el instante de las curiosidades y preguntas de los escuchantes, que atestaban la sala. Con el requerimiento de decir su nombre y formular tan solo una cuestión, para que pudieran participar muchos asistentes. Se rogaba ligereza y educación democrática.

Apareció una especie de presentador que portaba un micrófono en la mano para repartirlo a los que formularan consulta, y miró al azar para ver quien se atrevía a romper el hielo, y tenía la mano alzada. Preguntando.

—Alguien quiere iniciar las preguntas.

Enseguida se levantaron las manos y el speaker, a la más cercana concedió el micro.

—Buenas tardes, me llamo Amparo Luchana. Perdí a mis suegros y a mi marido, y por mucho que me den, que lo dudo bastante sea así. Quisiera saber con qué emoción. La más fuerte, se enfrentó para poder escribir esta obra. Tan llena de verdades y de daño.

Jeremías con cara de tristeza, sin saber por dónde atacar, puesto que no tenía ni idea comenzó a descifrar un dolor falso y enlatado.

—La emoción más dura, fue la de la importancia. No se puede luchar contra la fuerza de la naturaleza. Dijo compungido.

—Ha sido una tragedia y tardaremos mucho en olvidar. Acabó con respuesta que por poco convincente, no dejó feliz a nadie.

En quince segundos se quitó a la primera curiosidad de encima. Como el que se desprende de una camisa y la deja en el lavadero. Permitiendo que tomara la palabra otro asistente.

Así fueron pasando docenas de personas que iban tocando diferentes cuestiones, todas ligadas a la gran novela que permanecía a pocos metros para ser adquirida. Hasta que el organizador, dijo que tan solo le daría la palabra a dos o tres interesados mas y dejaría concluida aquella charla. Indicando que los interesados recogieran la novela, que antes del final del evento, el autor las firmaría todas.

—Soy Pedro Sanz, y te pregunto directo. Has sido afectado en tus carnes con la pérdida de algún ser querido en esta desgracia.

—Vidas humanas no hemos sufrido, pero se nos ha negado la casa que teníamos en Beniparrell, y la casona de Silla, y Paiporta, quedando todo hecho un desastre. De la familia no tenemos que lamentar daños a nadie. Todos estaban en Valencia aquella noche del veintinueve de octubre, celebrando el cumpleaños de un tío carnal.

—Buenas tardes me llaman Lucía Meseguer, te pregunto, porque no te vimos en los funerales hechos en favor a los damnificados. A que se debe, nos preguntamos. Que un nacido en la zona, famoso no aparezca por los límites de la tragedia.

—Sencillamente no me visteis porque no me dejé ver. Iba disimulado, no era momento para venir a presumir y hacer declaraciones en las revistas. Hacer acto de presencia, y dar la cara viviendo fuera, mucha gente me hubiera humillado y con razón.

—Buenas noches Jeremías. Me llaman Noelia Elisenda y Picaporte y soy hija del pueblo. Quisiera, pudieras expresar sobre las diez disposiciones que escribes en la novela, titulada Dana vil despecha mi vida, relato que presentas hoy aquí. Mi pregunta va encaminada en saber, que consejos nos invitarías a cumplir, para evitar una próxima inundación.

Describieras con tus palabras la quinta revisión de las diez que nos propones en tu novela. Porque la verdad no lo dejas demasiado claro, o a mí me lo parece.

Yo he leído la novela, dos veces. Hizo un inciso, Noelia no queriendo descubrir nada más. Y siguió concluyendo su pregunta, mientras se lo miraba con un desprecio irrefutable, para concluir su exigencia.

—No encuentro por tu parte concreción. Te ruego nos lo aclares con palabras que entendamos todos. Gracias.

Se quedó petrificado. Jeremías se tornó a color blanco. Viendo y dándose cuenta que no podía responderle a la pregunta realizada por Noelia. No podía contestar al “tuntun”, porque la pregunta llevaba enjundia y la tal Noelia Elisenda no se chupaba el dedo.

Además la conoció en cuanto se levantó de la silla, para formular la pregunta. Disimulando y avergonzado por su ruindad, comenzó a decir.

—Quisiera responder con certeza con lo que me abordas, pudiéndote contestar con mil añagazas, pero quizás no serían inteligibles en un foro como este. Te diré que de las diez disposiciones, que menciona el libro, la quinta es la más directa para el pueblo, y nada más hay que seguir las pautas descritas para conseguirlo. El resto de las tantas disposiciones son de carácter más apreciativo y funcional, como sabes. Hizo un gesto de falsa liberación, como indicando, hasta aquí hemos llegado.

Fin del martirio, pasemos a otra consulta.

El meneo del micro buscando nueva pregunta, que el asistente derivó hacia otro interesado delegando nueva cuestión.

Noelia vio claramente, que Jeremías no se había leído la novela escrita por ella misma. Dana vil despecha mi vida, y no tenía ni idea ni de las disposiciones ni de nada de su contenido.

Porque la novela que presentaba en el Ateneo el cínico Jeremías. No hablaba ni mentaba, de ninguna disposición. Ni de las diez que le mentó Noelia Elisenda Picaporte, para probar su mentira.

No existía tal pasaje en la novela. Ni tan siquiera del invento de la quinta como le anunció ella. Para comprobar si el que dice ser autor, había leído el texto de lo que trataba de presentar. Demostrando que ni se leyó el prólogo del manuscrito antes de publicarlo.

Ya que la obra, la escribió la propia Noelia y el engreído de Jeremías no sabía absolutamente nada de La Dana vil despecha mi vida, y mucho menos que presentaba y dedicaba y firmaba una novela, escrita por la mujer que olvidó, y que en sus comienzos lo avaló.








Emilio Moreno.
autor.

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