miércoles, 10 de septiembre de 2025

Emisora persuasiva.

 







Baldo conectaba con la EPAK37 cada vez que se acomodaba en su lujoso Cádillac rosa. La tenía programada para que al arrancar el vehículo, de forma instantánea se conectara esa emisora. Tal y como ocurría en el Simca 1200 de su padre. Era una costumbre arraigada que tenía desde la llegada de su uso de razón. Desde su juventud, procediendo esa percepción por la opinión de su padre, el que con su obsesión consiguió que el joven se dejara atraer por sus vaticinios, reglas y sobre todo por el embeleso de aquella voz.

Se trataba de una mente privilegiada, que ofrecía soluciones en situaciones adversas y difíciles de entender.  

Fue su padre el que le imbuyó esa necesidad, de atender los consejos llegados desde la radio, porque pudieran ser una percepción, desde otros puntos de vista, y porque además eran gratuitos y no mediaba ningún interés en quien los transfería.

Para aquel muchacho se transformó en una obsesión. Escuchar aquellos pronósticos ajustados que no le correspondían. Dilemas que eran de otras gentes con argumentos comprometidos, que para su futuro, pudieran ser de utilidad.

Los escuchaba desde la emisora preferida de papá, al acompañarlo doquiera que fueran. Además de sus conversaciones, ambos se metían en la frecuencia que llevaban conectada y atentos escuchaban el raciocinio de la dama hablante.

Aquella voz incidía en Baldo de manera punzante. Era costumbre atender aquella señal.

Su iniciación seductora por aquel tono, fue aquella tarde que iba con Romu, sosegado y acomodado en el asiento del copiloto. En un tiempo en que el cinturón de seguridad, ni existía, ni lo habían inventado. Cuando notó que aquel timbre femenino se colaba en su cabeza para quedarse. Persuasivo, sensual, desequilibrante que le caló de forma directa.

Baldo era el diminutivo de su verdadero nombre. Baldomero Calasanz Buchí. Ahora un prestigioso abogado penalista de caché super alto.

En su gabinete de leguleyos, no caben medias tintas. Primaba la defensa efectiva en todos sus patrocinados.

Todos los defendidos debían ser prestigiosos adinerados y con alto nivel social. Nada más atendían a clientes poderosos, y muy recomendados por algún padrino que les cobraba una cuota de patrocinio.

Delincuentes de mucha enjundia y políticos de familias reconocidas y a la vez indecentes. Dejando de lado la conciencia y el delito. Primando por encima de todo el dinero, el imperio y el prestigio. 

En aquel trayecto, acompañando a Romualdo. Su padre, precursor y su escudo, también abogado sin ejercer. Fue cuando quedó patidifuso, y lo dejó cautivo por aquellas patrañas y efemérides que exteriorizaba la locutora. Releyéndolas con aquella ternura, y compasión que hacía de sus silencios autopistas en la imaginación del entonces muchacho. Pudiendo conseguir si se lo proponía la buena de Brisa Santis, poner piel de gallina a cualquier persona seguidora de sus auditorios.

En la EPAK37, se tocaban temas variados de toda índole y la conductora de la “Voz de Lino”, incumbía de forma superlativa en la guía del programa “Seamos naturales”.  

La insigne señora Blasa Santos, conocida en el mundo periodístico como Brisa Santis. A la que sus escuchantes solo la conocían por su tono y aliñado sonido. Ya que ella jamás había descubierto su identidad, ni se dio a conocer al gran público, y no ofrecerse en ninguna publicidad para impedir la reconocieran. Ni participar en ningún anuncio que pudiera mostrar su cara, su cuerpo, ni su consonancia. Menos aún conceder encuentros, ni signos que revelaran su figura, sus costumbres y su modo peculiar de vivir.  

El tono, la asiduidad inalterable y el acento emitido por Blasa, no descubría la edad, ni físico que pudiera ostentar, y quien atendía su programa, no distinguía la época en que nació, el cuerpo que paseaba y la belleza o fealdad, que desplegara semejante personaje.

Para Baldo, sin más, era una cautivadora de reptiles, y una seductora de situaciones. Apostando en sus conjeturas por la voz en cuestión le concedía a la galana animadora, una presencia excelsa. Una juventud y una figura que por indescriptibles, podía adorar en la distancia sin llegar a ser increíble, que para Baldo suponía decisoria enfermiza y concluyente.

Aquella estación radiofónica, la EPAK37, jamás cesaba en sus emisiones. Con lo que Baldomero, conociendo horarios en que su musa actuaba, la alcanzaba a menudo, con su personal exégesis que lo embargaba de placer.

Al coincidir en la mañana con su trayecto al despacho y en la noche, en el regreso a su domicilio, conectado desde el equipo de música del auto.

Algunas de las decisiones que había emprendido Baldo, tanto en su periodo de universitario como en su proceder personal, habían sido afrontadas por los consejos o símiles dichos por Blasa desde las ondas.

Con una cierta asiduidad el bueno de Baldomero, la había escrito con un pseudónimo para evitar ser descubierto, al espacio del consultorio de “Seamos naturales”, solicitando en no pocas ocasiones algún que otro consejo o indicación.

Respuesta radiada como réplica por la frecuencia modulada donde se escuchaba el programa. Que además de servir como grueso del espacio de exhortaciones, le llegaba nítido a Baldo.

 

Habían pasado los años y aquel adolescente creció al paso de las tribulaciones, los logros y su preparación extraordinaria para representar ahora, a clientes que cada vez aumentaban. Derivado de la fama de aquel pasante penalista, que sobresalía de entre la muchedumbre.

Se había licenciado en Derecho y cursado diversos masters con el fin de afianzar más si cabe su amplia preparación.

Dentro de su trayecto y éxito era el defensor de diversos magnates que en su momento estaban fuera de la ley, consiguiendo con sus triunfos y togas, impugnaciones en casos que eran de por sí, condenas seguras de ser representados por otros licenciados. Culpables y convictos obligados.

Adquiriendo esa fama extraordinaria que le hace muy reconocido dentro del mundo de la defensa criminal a la carta.

En su gabinete ya no importaba que clase de personajes se consideraban culpables o inocentes. Todos se calificaban con el título de fieles. Mientras tuvieran un talonario saneado, no importaba el delito, el quebranto o violación, tan solo la repercusión y procedencia.

Primaba la salvaguarda y el que sus amparados volvieran a sus fechorías limpios de yerro y de penitencia.

La actriz Brisa Santis, o lo que es la misma persona Blasa Santos, había escalado en su fama unos cuantos peldaños, siendo reconocida su labor en el país, sin que nadie tuviera la mínima idea de como vestía, como lucía y en que tesituras personales se movía.

La gente se preguntaba ¿Quién es Brisa?, a que se consagra en sus caprichos, y con quien. Qué le gusta, que vicios posee, que miserias guarda, como gasta su ocio, ¿Y cómo los administra?  En definitiva ¡Qué es de su vida!

 

Hasta que una noticia cruda saltó a la palestra, relacionada con cierta locutora de radio, que había cometido un grave quebranto, al quitarle la vida a cierta amante que solía hacerle chantaje.

La fama de Blasa, era de pronóstico con lo que pronto las gacetillas de la ciudad se pusieron al adeudo y conseguir, desacreditar a la tan escondida, anónima y famosa animadora.

Los escoltas de Brisa Santis, se pusieron en contacto con la afamada tutela del camarín del doctor Calasanz Buchí, y estos, abordaron los preliminares para la peliaguda defensa.

Por una casual discrepancia surgida en una de las juristas del bufete de valedores de Calasanz, que debía dirimirse y actuar o dejar de hacerlo.

Mariona Lucchetti, informó a su jefe de la admisión de un nuevo caso, perteneciente a una famosa mujer de las redes sociales, y este como siempre hacía, se interesó por el protocolo.

Despertando su interés por la de condicionantes adversos que presentaba aquella causa. Que en principio sería llevado por la primera pasante de la firma, haciéndose cargo del argumento de las diligencias, para a posteriori derivarla al letrado más adecuado del consorcio defensor.

El director del bufete don Baldomero, al releer muy interesado aquel nuevo encargo y descubrir que se trataba de su locutora preferida, quiso concernir por aquel affaire que jamás hubiese imaginado le llegara a su mesa, y tuviera que poner toda su esencia de protector para dejar el nombre de su admirada Brisa Santis, inmaculado.

Los descubrimientos hallados por las declaraciones hechas a la defensa, revelaron que la tal Brisa, era un corpulento caballero con voz de hechicera, que mantuvo engañado a todos sus escuchadores de la radiodifusión durante tantos años.

Registrado en su nacimiento como Blas Santoles, originario de Santurce, que no era reportero, ni licenciado en ciencias de la información, ni cosa por el estilo.

Era un tipo con una “Voz de Lino”, que atraía sobre todo a las mujeres y dado el arrastre de la audiencia que tenía la cadena, lo mantuvo al frente del espacio “Seamos naturales”, aunque no fueran sinceros.

 

El gabinete de abogados Calasanz Buchí, lo defendió.

Evitándole una condena máxima, aunque tuvo que permanecer encarcelado durante los siguientes quince años. Por haber dado muerte accidentalmente según las pruebas aportadas por los letrados a su compañera.

Una actriz de doblaje, María Soledad Aguilar. Una logroñesa muy guapa que tuvo que soportarlo durante muchos años, hasta que la repudió y para que no abriera la boca, y dejara ir el secreto de su profesión la degolló.  







autor Emilio Moreno. 
Septiembre 2025