domingo, 22 de junio de 2025

Que no escape ¿Va en el barco!

 

La familia Destróller era una de las tantas que pululaban en aquel tiempo. Buena gente hasta entonces. Labrada a base de decepciones imperativas. Sin la posibilidad de escoger. Naciendo en un seno fragoso, donde el destino les concedió dicha exigua. Entre ellos y debido a su paupérrima pobreza, apenas podían comer y escasamente se tenían apego. Mucho disgusto y desunión que obedecía al cariño entre ellos, la formación recibida y a la escasa instrucción escolar.

Vivían en el Sozocrosto. Una zona donde se habían instalado hacía decenas de años las barracas del Hogar Angínez, aunque ellos cuando les preguntaban, por vergüenza decían que venían de otra zona menos conflictiva.

La componían los padres y dos niñas. Bartolomé Destróller y Gíngeris Martrizeo. Eran pareja, sin haber pasado ni por lo civil ni por lo eclesiástico, y tenían entre ambos una hija. Lucinda, que la criaban a granel junto a otras chiquillas de la barriada.

La mocita mayor, Cornelia era tan solo hija de Gíngeris. Primogénita de una relación esporádica que había tenido y que procuraron entre todos llevarla en el más severísimo secreto.  

Durísima infancia de las niñas que tuvieron que soportar escenas de todo tipo, unas veces provenientes de papá y otras de la poca amabilidad de la madre.

A la escuela fueron escasamente hasta que pudieron defender un empleo, y con esas fueron colocadas muy pronto las dos niñas.

Cornelia cuatro años mayor que Lucinda en el mercado de abastos, como panadera y la más pequeña entró de aprendiza en la carnicería de la señora Fuentes.

A base de ahorro y esfuerzos pudieron mudarse de zona a un pisito no demasiado grande, pero ya con las comodidades exigidas, donde la vida se hacía algo más llevadera.

Cornelia conoció a Jerry Cris, en la barrita de la esquina de su casa, el que pronto le echó los tejos y no tardó demasiado en ocupar parte de la nueva vivienda de la familia Destróller Martrizeo.

Un joven hecho en las cuadrillas y por las esquinas, sin oficio, y que le sobraba talento para embaucar a doncellas. Pudo incluso con su cuñadita de quince años, que sin que el resto de figurantes pudiera descubrirlo, algún meneo carnal tuvo. Certificando la calidad y el apego que Lucinda tenía por su tata, a la que en cuanto podía traicionaba con su novio.

Comprendieron que en el recinto de aquella vivienda, no podían vivir todos. Los desencuentros eran cada día mas acuciantes, y se respiraba muy a menudo, oxido en lugar de oxígeno. Con lo que Cornelia y Jerry Cris, se buscaron la vida encontrando vivienda en la zona y celebrando un matrimonio que pocos esperaban.

Sin apenas darse cuenta Lucinda apuntaba señales de saber lo que quería y cuando lo quería. Iba trabajando en la carnecería de la señora Fuentes y llegó a hacerse una oficial bastante apañada, donde pudo ir ahorrando para sus cosillas y sus salidas los fines de semana.

En el Brasil do Mondongo, una sala de fiestas de mucho disfrute y buenos brebajes alcohólicos, tropezaron. Se lo pasaba de miedo y de lujo. Donde aquella tarde casual, bailó con la ansiosa Lucinda. La rubia agradable y promiscua creía era el más guapo y el más apuesto de la sala. Hasta que derretidos por la pasión inmediata se conocieron para proseguir aquellas prácticas de circulación sensual.

Franky Culmonta, decía ser un transportista a sueldo, de ganado entre comunidades. Empleado de un matadero de pueblo. Un joven en busca de pasión desmedida, que tenía una gracia exportada, difícil y engañosa.

Un genio del desconcierto, cobarde, cínico y muy atento, que podía disimular si se lo propusiera, ser el enviado del espíritu santo nacional.

Estaba según decía, en periodo militar, de permiso y a punto de embarcar en el destructor Road Island, donde aún le faltaban más de dos años para su licenciatura.

Nadie pensó en que si el futuro se torcía se podrían complicar muy mucho las cosas. Aquella pareja siguió adelante con su disfrute carnal y con los arrumacos y excitaciones de la rubia Lucinda.

Franky quedó prendado y enganchado, tanto que al llevar el cántaro a la fuente, sin preservar filtros, embudos y “evade sucesos” se llegó al éxtasis. ¡Se preveía cantar un Bingo!

La excitante enjundiosa y rubia mujer entró en la fase de generar vida. Sin esperarlo nadie. Quien iba a imaginar que con tan solo un polvo se contagiara. Que tarde y noche la de aquel día en el Brasil do Mondongo. Menudo gozo, que divinidad satisfacción y deleite. Como se lo pasaron de bien. Inolvidable.

Antes de despedirse se habían dado las direcciones y se juraron amor eterno, a la vuelta del viaje en el Road Island, y una vez licenciado el primoroso Franky Culmonta, se casarían como Dios manda. Aquello fue un amor disparado.

¡Qué fuerte!


Pasaron tres meses de aquel aquelarre cachondo entre el marino y la carnicera, y ninguno de los dos se habían dado señales de vida, ni de aquí te espero. todo se había olvidado.

Hasta que tras los mareos que sufría a menudo la dependienta del mercado, se hizo la prueba del “<predíctor>” y surgió lo que nadie esperaba. ¡Se cantó un Bingo!

—¡Anda y como puede ser —Dijo Lucinda. —Si yo llevo cuidado siempre que me las bajo y según con quién. Que faena más cutre—se quejaba. — Es impensable y ahora qué coño hago. Sin desespero se lo comentaba a Cornelia, que aunque no lo dijera se alegraba, por todo lo que callaba en lo referente a Jerry Cris, su marido y hermana, y siguió escuchando mientras se quejaba.

—Pues mira Cornelia no tengo idea quien puede ser el padre. —Le decía a su hermana.

—Tu sabrás nena con quien te juntas. Desde luego cuidado y miramiento no tienes con nadie y jamás te importan los resultados.

—Creo que es de Franky, y si no lo es, pues lo siento. Lo pasamos muy bien en el Brasil do Mondongo.

—Piensa en que decisión has de tomar—comentó Cornelia— y si es como dices de Franky, has de ir en su busca. Apáñate que el barco ha recalado no demasiado lejos de aquí y siempre puedes llegar antes de que zarpe de nuevo.

Jamás encontró al que buscaba. Nadie se personaba con el nombre de Franky Culmonta. En aquel destructor del Road Island, ni tan siquiera en los listados de levas de la marina, existía ese personaje. 




autor: Emilio Moreno
22 de junio de 2026


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