La mayor de las hermanas, Agnes de la familia Carson se había casado y antes de poder ubicarse en su pisito que aún no estaba completamente edificado, sus padres Caleb y Winifred, le habían facilitado de forma natural el compartir por la amplitud y comodidad la gran residencia familiar.
Dando así un respiro a los recién casados con el consiguiente ahorro, en tener que adquirir casa en el carísimo Londres. Con lo que le daban la posibilidad a su hija mayor en seguir viviendo en el domicilio de siempre.
Ocupando y compartiendo todas las partes comunales, así como el
servicio de doncellas y chóferes que la familia disfrutaba desde hacía lustros.
Disfrutando de sus momentos de amor en los aposentos amplios y
señoriales de la mansión. En su intimidad la pareja de Agnes y Owen, podían
retirarse desmarcándose de cualquier contratiempo.
Las hermanas de Agnes, eran más jóvenes que ella, aunque tampoco se
llevaban demasiada diferencia de edad.
Sally de catorce años y Harriet de trece, ayudaban a su querida
hermana y ahora más que nunca. Sabían que iba a ser mamá en cuanto cumpliera
con el plazo de embarazo.
Era una familia de las pocas que destacaba por el buen trato que tenían entre ellos, y así todos disfrutaban de la compañía y se repartían los agasajos y beneficios.
Iban pasando los años y el primero que por enfermedad faltó fue Caleb,
que murió sin hacer ruido. Ingresó en el <huerto de los callados>,
por una insuficiencia renal, que acabó en pocas semanas con su vida.
Entonces la vivienda de nueva creación de Agnes y Owen ya estaba
lista, pero al faltar el cabeza de familia, la mamá Winifred, les rogó no
abandonaran la mansión, y se quedaran a vivir con ella en la morada de la Magpie
Residence.
Aquella temporada Agnes estaba muy ocupada en su tarea profesional.
En la oficina de Ingeniería Comarcal, como jefa de departamento y Owen viajaba
a menudo siendo el secretario de un alto cargo del Foreign Office, con
lo que la mayor parte del trabajo y atención de los hijos de ambos recaían
sobre el cuidado de su tía Sally, que se encargaba de bañarlos por las mañanas
y las noches y tenerlos siempre al cuidado.
Llevarlos al colegio, darles la merienda, procurar que hicieran los trabajos escolares y atenderles en sus sueños. En una palabra hacer las veces de una verdadera madre, pero con sus sobrinos.
Logan el niño de seis años, quedó bajo la tutela de la tía Sally. Su
hermana Noah la princesita de cuatro añitos, estaba con los cuidados de la
hermana menor de Agnes, la tía Harriet, que prefería el trato con la sobrina.
Además las dos muchachas habían de compartirlo con los estudios de
cada una de ellas. La primera acabar la carrera de Institutriz de infancia y la
menor farmacéutica del reino.
Para Logan era una dicha que su tía lo desnudara y lo bañara, le
pasara la esponja por su piel y que en los recovecos de su cuerpo con sutileza
usara sus manos para enjuagarlo.
Todo era una normalidad y una práctica. En las noches el niño se
desvelaba y llamaba a su tía, para que lo acompañara y que ambos pudiesen
descansar juntos, en la cama haciéndose compañía, hasta que el sobrino quedaba
completamente dormido.
Al principio Sally veía que la reacción de Logan era de excitación,
pero no le dio la más mínima importancia, hasta que pasados unos meses al
sobrino carnal se le enturbiaban los ojos al ser frotado por su tía, mientras
lo lavaba.
La joven creyendo que el niño la incitaba, lo puso en conocimiento
a su hermana Agnes, la mamá del niño y está le quitó importancia, como si fuera
una normalidad de aquella estirpe.
—Ya no recuerdas los meneos que recibíamos cuando jugábamos con
papá. Nos gustaba a todas y no poníamos problema a las caricias. Lo recuerdas,
verdad, o ya te has olvidado de lo que perjudica.
—Bueno— dijo Sally—pero ahora se trata de tu hijo Logan y yo no soy
papá. Soy su tía y punto. Ya sin querer entrar más lejos de lo que pienses tú.
—No seas mema. Sally. Es normal que le gustes. Eres una mujer guapa
y el crío está muy desarrollado para la edad que tiene. Para él significas su
primer placer mundano. Síguele el juego y verás como pronto se olvida. Fíjate
que el niño entra en el placer de la vida de sopetón.
Somos humanos y aunque sea jovencito también le va la marcha
desmedida. Ha salido a nosotros. Déjate llevar. Acabó diciéndole Agnes a su
hermana.
Rogándole encarecida a Sally hacer lo necesario para tranquilizarle.
No fuera que esa medida de prohibición le quitase la personalidad que se le
exigiría de mayor.
Poniéndole como ejemplo de nuevo, lo que disfrutaban ellas.
Todas las hermanas con su papá. Cuando las duchaba y las acariciaba,
metiéndose en la bañera con ellas, hasta conseguir el regodeo formidable que
tanto gustaba a las tres. Aquel placer casi olvidado que todas las hijas de Winifred
y Caleb, disfrutaron hasta llegar a la pubertad. Con los cosquilleos que les
hacía su padre.
Regocijo convertido y abolido en el inicio de la juventud. Al salir
con los chicos del instituto, vecinos y guapos conocidos. Los amigos de siempre
a los que entonces éramos nosotras las que les metíamos mano y acariciábamos
tomando el control, mientras ellos se quedaban embobados.
Aquellos baños los seguía recibiendo Logan, y poco a poco Sally
dejándose llevar por lo que le ordenó Agnes, admitió algunas licencias. Siguió
lavándolo y a menudo quedaba satisfecho y feliz.
Un buen día el sobrino en uno de los furores, puso sus manos sobre
los pechos de su tía Sally y esta sin saber que hacer, lo admitió sin
molestarse.
Se notó encantada por la maestría del niño, que supo darle aquel
gozo, sin pedirle permiso.
Aquella convulsión que recordaba de su niñez con su papá, y el
deseo sexual disfrutado con la libido obtenida, permitió a Logan disfrutar a
placer. Palpándola, acariciando y besándole los labios.
Al cabo todo se desarrolló como había previsto Agnes. Al inicio del
año siguiente las dos hermanas, Sally y Harriet tuvieron que migrar de la casa
para ingresar en la Universidad donde habían conseguido plaza. La primera en Cambridge
y la segunda en Liverpool. Ausentándose de la familia por temporadas completas.
Tanto Logan, como Noah eran capaces de lavarse y arreglarse solos y
quedaron al cuidado del servicio de asistencia de la mansión. Nada se detuvo en
el devenir de la saga de los Carson, y sin detenerse fueron pasando los años.
Aquella Navidad Logan cumplía dieciséis años, y la hermana Noah,
llegaba a la esplendorosa edad de casi los quince. La puesta de largo de la
señorita, fiesta que prepararon para el cumpleaños del mocito y el acceso en
Sociedad de Noah. Habían crecido de forma ostensible, ninguno de los dos
parecía tener la edad que realmente poseían.
Fue de relumbrón, tanto Harriet como Sally habían vuelto de sus
ocupaciones profesionales.
La farmacéutica Harriet desde Liverpool, y la Institutriz Sally desde Cambridge. Ya con sus vidas resueltas o a medio resolver.
Harriet de veintinueve años estaba prometida con un doctor de Míchigan,
y Sally con su treintena recién cumplida, a la espera de alguien que la
distinguiera. Las relaciones habidas hasta la fecha, la dejaban vacía y buscaba
nuevas ilusiones. Ya residiendo con la familia, esperaban disfrutar de la
Navidad. Sin demasiadas expectativas, pero volvían a la casa donde tantas
experiencias habían disfrutado.
La noche se presentaba oscura y tranquila. Cuando Sally emergió de
su habitación y se dirigió a la piscina climatizada de la Magpie Residence.
Con ganas de darse un baño relajada y poder descargar toda la adrenalina que llevaba del reciente viaje hecho desde donde residía.
Estaba en las brazadas de los placeres completos. Nadando y
disfrutando. Notando el frescor del agua entre sus muslos, cuando de pronto se
llevó un medio susto, al notar que alguien aflojaba la tirilla del sujetador desabrochando
el sostén y dejando sus tetas al aire, mientras el trapito que le tapaba los
senos flotaba a su lado. Las manecillas de reloj habían adelantado a la madrugada.
Nadie mas en la piscina, ni en los pasillos de la casa.
Era Logan. Al verla en bikini se le despertó la fiebre contenida y
mal llevada que tenía cada vez que pensaba en su tía Sally, la hermana de su
mamá.
Aquella que hizo un tiempo de institutriz y le lavaba con aquel reposo y lujuria su falo, sensación linda que jamás olvidó.
—Como estás Sally. No has venido a verme, quizás has olvidado los
buenos momentos que pasamos.
—Hola que tal estás. Te veo hecho un hombrecito. Pareces mayor. Imagino
que siendo tan promiscuo ya debes tener novia… ¡A que no me equivoco!
—Pues te diré que de momento tengo amigas cariñosas. Prisa por
enredarme con alguna mema, de esas que no te ponen al poco de conocerlas. La verdad
que no me apetece.
Siempre he tenido paciencia para esperar a mi tía, que me conoce, me mide y sabe que es lo que me gusta. Sally aún dentro de la piscina con el agua hasta el cuello, asintió riendo por el gusto de aquellas palabras, y sabiéndose deseada se palpó los pezones. Mientras dejaba que Logan le trasteara los muslos y el culo entre la braguita del bañador.
—Te imaginas que hubiesen descubierto nuestras peripecias—dijo
Sally y sin dejarle responder prosiguió hablando en voz alta.
—Aunque tu madre de un modo claro me dijo que te permitiera fueras
feliz, y así lo hice. Se quedó pensativa dejando que el joven dijera lo que quisiera.
—¿Crees que tan solo he tenido aventuras contigo? Le dijo el joven.
Piensa un poco y llegarás a una conclusión.
—No me digas que …y calló Sally, pensando en quien.
Logan le tomó la palabra y asentó sin importarle. Imagino lo debes
saber, aunque te hagas la advenediza. Con Harriet, mi madre tuvo que poner
freno. Jamás lo dijo, pero la apartó de mi cuarto y del suyo. Es una buena
pieza.
Estaba loca por quedarse a solas conmigo. Yo la ponía dulce. Sabía dónde
besarla y se desbarataba, hasta que se encaprichó de papá y lo metió en su
cama. Siguió contándole a Sally, que aún no podía imaginar lo que iba a
descubrir.
—Me quedo de piedra. Exclamó la despechada del bikini muy mojada y
ya con síntomas de éxtasis. Esperando más información de su sobrino.
—Tú estás fenomenal. Muy guapa. Espero que en este tiempo te hayas
divertido y hayas regresado sosegada. Tus pechos no han crecido demasiado, los
veo abultados y fenomenales como siempre.
—Yo, estoy bien. Un poco nerviosa. Ya ves, intentando colocarme el
sostén, y evitando me pongas ardiente una vez más y no me dejes en ascuas. Ahora
has crecido y aunque no tengas aun los 18 años, veo que vivido estás, y si las
demás te disfrutan porqué yo no he de hacerlo.
Comprende que en aquel tiempo no podía seducirte, aunque me dejabas
más fogosa que un tizón incendiado.
—Nos lo perdimos los dos. Le comentó Logan. Jamás supe pedirte más, aunque veía que temblabas de gusto muchas veces. Menos mal que desde que mamá te dijo que aflojaras y cedieras, pude tocarte y dejar que me hicieras feliz casi cada tarde. De haber tenido algún añito más, no te hubieras escapado de mis deseos.
—Vamos a dejarlo.
Logan. Dijo Sally mintiendo y provocándolo para que siguiera metiéndole mano.
—No quiero líos con
tu madre, y no tan solo por eso, eres mi sobrino y debes buscarte la vida como yo.
—Hablas mucho, y te engañas siempre. Te conozco. ¡Fíjate! Tienes tus manos entre mi pernada. Es casualidad, o buscas mi falo. Llevo acariciándote el vello púbico desde hace rato y no te importa. Se que te pone mucho y te gusta. Lo disfrutas y además esta noche no me vas a rechazar. Voy a disfrutar. ¡Mejor dicho! Vamos a gozar los dos en recuerdo de nuestro pasado.
—Oye… Logan.
¡Cuidado!, Eso no te lo puedo permitir.
—Mientes para que te
lo reproche, ¿Verdad…? Sally.
—Sí. Estoy mintiendo
y deseando estar contigo. Eres mi pecado, pero es irremediable. ¡Vamos!
—Quien se va a
enterar. Fuera de ti y de mí. Le anunció el joven, pasando a la acción.
Ahora me voy a mi
habitación, si te atreves vienes. Te espero. Si no lo haces iré a por Harriet. Tu
misma.
—No vayas a buscar a
nadie. Estoy aquí para ti.
Aquella pareja
siguió cometiendo incesto durante los veinte años siguientes, cada vez que se
veían.
autor: Emilio Moreno
23 junio de 2025
0 comentarios:
Publicar un comentario