miércoles, 25 de junio de 2025

La última de un junio abrasador

 

El viaje fue en principio normal, el madrugón fue casi extraordinario. La noche anterior, no hubo quien durmiera. La temperatura en la alcoba era superior a la acostumbrada. Ahora la llaman alegremente como NOCHE TROPICAL. No se podía descansar, era imposible, desesperante y abrasadora. A las cuatro de la madrugada, completamente mojado en su propio sudor, decidió levantarse. De cabeza entró sin pensarlo, bajo el chorro y una abundante ducha de agua helada hizo que recibiera su cuerpo, que ya sin nutrientes declaraba una guerra sofocante. No recordaba otra situación parecida a la de la noche del 26 de junio. Siempre hay una primera vez, pensaba obsesionado el desvelado viajante.

Claro que podría ser peor, de estar enfermo. Conectó la emisora de radio preferida y comenzó de nuevo con el ritual del aseo. Otro baño, y todo lo que conlleva esa condición diaria empleada.

El taxi en la puerta lo recogería las siete en punto, y no era cuestión de hacerlo esperar. Aún le sobró tiempo para repasar todos los componentes de la casa, que estuvieran en modo pausa hasta el retorno a la misma.

Se concentró en lo que le interesaba y su mente lo llevó treinta años atrás.  Que tiempos aquellos, los mismos que se le escaparon sin poder retenerlos en sus haberes por las prisas, la falta de costumbre, y la escasa experiencia retenida, aun y creyendo en aquel tiempo que lo dominaba todo y con todo podía.

El taxi llamó a su puerta y ya estaba hacía cinco minutos esperando en el umbral. colocó sus maletas en la cajuela del Mercedes y se ató con el cinto de seguridad, como el que se adhiere concienzudo a la vida. El comentario habido con el conductor fue la dirección del destino. Comenzó la travesía, el placer, la dicha de poder volver a reencontrarse con su destino que, a fin de cuentas. Es el que lo viene persiguiendo toda la vida.

Bien… Estamos en la cuenta atrás. Buen viaje amigo. le deseó el chófer, y el viajero respondió con agrado meneando el ceño con desenvoltura. El pronóstico del tiempo nos dice ue viene una ola de calor profunda, que tendremos que sobrellevar como podamos.

Felices Vacaciones a todos, procurad ser felices, no discutir por nada y aceptar todas las posibilidades que nos presente el momento. yo soy _decía el viajero_ De los poco resistentes a la idiotez, pero viendo, escuchando y soportando lo que nos rodea, también seremos cómplices del sopor que produce el calor.













Autor: Emilio Moreno 
fin de junio de 2025

La Verbena de San Juan - 2025.

 






Prudencio del Puedo, es un pensador extraordinario. Ahora a su madurez es cuando le sobreviene aquel pensamiento de lo acaecido con anterioridad, que no supo, no pudo o no quiso analizar en su momento. Sabe que ahora y aunque su tiempo sigue siendo oro. No debe retrasar más la tarea que sigue pendiente valorando o quizás excusando lo sucedido antaño.

Normalmente iba a plazos, poniéndose tareas inconclusas, que a su vez le hacían disfrutar, ya que recordaba con agrado a los que le fueron allegados por motivos varios y a los demás. A los que no podía soportar, incluso a los que pudo detestar por situaciones, posturas o traiciones recibidas.

Llegado el mes de junio, y para ser más exacto la noche mágica y cósmica del día veintitrés. La antesala a quemar en la hoguera particular de cada cual. Todas las sobras, penas y martirios del periodo cuando miméticamente le sobrevinieron aquellas efemérides.

Fue su cita con el recuerdo. Cuando se celebra la verbena más sonada del año. La fecha donde la experiencia del veterano caballero, le retrotrae detalles y gentilezas. Exhorta a sus amigos, colegas, compañeros, sonriendo al recordar los momentos agradables en la más estricta comandita. Instantes sucedidos en un periodo de vida pasada, que jamás podrán dejarse a un lado.

Como es natural los hostiles, momentos y personajes también suman. Aunque en el tiempo la mente trata de olvidarlos y quedan obsoletos y despintados.

En la existencia de cada cual, verdaderamente los individuos y situaciones pasan por tus frecuencias marcándolas en cierto modo, y algunas subsisten como auténticos modelos de cordialidad, de respeto y de estima.

Sin remedio otros sujetos y actores, gracias a Dios los menos, desaparecen con el mismo olvido suprimidos, quedando dentro de la inconsciencia borrando el dolor, la repudia y su ocaso. 

En su balcón tomando la brisa con nostalgia, recordada después de haber brindado por la salud. Como no podía ser de otro modo, y aprovechando su soledad, en dar comienzo a la cita de su recuerdo. Con aquella gente, conocida y que celebraba su onomástica en aquella fecha precisa.

Algunos de los que coincidieron en su suceder y que hicieron mella en su experiencia. Lamentablemente los hay, que ya no estaban en este <Valle de lágrimas>. Sin embargo pronto acudieron a su evocación las diez primeras personas bautizadas como el apóstol… <Juanas… o Juanes>, que aún creía Prudencio del Puedo, disfrutaban de salud, o quizás ya no. Con las que estableció una especie de juego. 

El inicial que le sobrevino, fue en su tiempo un compañero de trabajo. Juanito Martos, de Chilluévar. Un agradable y competente joven andaluz de la provincia de Jaén, de dónde presumía. Hablando del pueblo, de la tiendecita de comestibles y víveres que gobernaban sus padres, de su aventura al llegar a la gran ciudad y como no; de las muchas chavalas a las que decía había enamorado. Autor de la pérdida del miedo en Prudencio, la ruptura de la vergüenza en la oficina. El que ayudó cuando era meritorio a salir del paso, y ser un poco más pillo. Torear a Luis Pardina, encargado de la sección y establecer buenas vibraciones con el cabeza del departamento Miguel Riazuelo, sin dudarlo el mejor jefe que tuvo durante toda su vida profesional.

Juan Martos, un seductor inolvidable de boquilla, al que siempre estuvo agradecido por enseñarle a menearse entre aquellos armatostes de IBM, llamadas Unidades Centrales, tabuladoras y cintas magnéticas, que le dieron al entonces aprendiz Prudencio del Puedo, el paso a entrar en el mundo de la tarjeta perforada, como vía de los datos de aquella época. 

Disfrutando ya de su espejismo aterrizó en el aeropuerto de su mente la imagen de Juana Caspiluna, la esposa de un “rasga calzas” reparador y vendedor de equipos de imagen, que regentaban un comercio en la provincia de Zaragoza. Toda la vida detrás de Jacinto, su consorte indecente presumido y ligón, tomando los encargos de las averías tras el mostrador del negocio y siendo una esposa más o menos leal. Aficionada a cantar aquellas jotas preciosas que bordaba al entonarlas con aquel genio, y seductoras posiciones al menearse mientras las interpretaba. Que ponía a gozar a todo aquel aficionado que las atendía, por el mensaje evidente que mandaba a sus escuchantes admiradores, por si cogían alguno de los eslóganes que mencionaba y se le acercaban a proponerle algún plan.

Mientras el marido fingía con aquella jeta que poseía, llevando una doble vida sensual y secreta. Detrás de la espalda de su Juana, que bajo una depresión irreal engatusaba y desplazaba al esposo, sabiendo de las artes duplicadas con que jugaba su Jacinto. El que daba la venia para que ella y su espectacular cuerpo yaciera también con el mozo, maduro o jovencillo que se le pusiera a tiro, y que le produjera placer sin que el esposo lo intuyera.

Vislumbrando Juana el meneo que tenía Jacinto cuando iba a reparar los equipos a los domicilios particulares, seduciendo si podía a la hembra guapa, necesitada de trato conyugal esporádico, siempre que tuviera una presencia monumental y un porte seductor.

Energía que no compartía aquel osado matrimonio de la época, que parecía vivían de espaldas a los comentarios de vecinos y reprobadores. 

Pronto imaginó a Juan Bemoles Jordán, un empleado cortito de estatura que presumía a la hora del break en la pausa del desayuno, que contaba la historia que tuvo con Luz, una muchacha canaria que conoció en el periodo que servía como militar en las islas. A la que llevó en más de una ocasión a la Fuente del Avellano dónde la placía al completo. Haciéndole promesas de matrimonio mientras se la encasquetaba, que se cumplirían sin faltar en la hora de su licencia. Tanto la enamoró, que Luz lo llevó a su casa y se lo presentó a toda la familia. Cayéndole estupendamente a los padres, al ver que era un muchacho sincero y culto. Que fue colocado en el negocio de plataneras de su papá, en sus permisos para que tuviera unos duros que poder gastar con su hija Luz.

A todo esto le llegó el permiso correspondiente y oficial, el que el Ejército paga a los soldados una vez han jurado bandera y llevan consumido alrededor de la mitad del tiempo de su servicio militar obligado. Con fines de visitar a su familia y regresar. Con alegría asumió la vuelta Juan Bemoles, y se despidió de Luz y familia.

Un mes por delante llevaba para reunirse con su gente en su localidad de residencia. Tiempo de alegría y de gozo, de encariñarse de nuevo con Maruja, su novia. La de siempre, a la que también le hizo prometer lo esperara hasta su vuelta para casarse. Tantos meses llevaban separados que en la primera semana del reencuentro dejó a Maruja preñada. Conociendo el dato del embarazo de su prometida tan solo tres días antes de retornar a Santa Cruz de Tenerife y reunirse con su amor isleño.

No puso al corriente a Luz, de su devenir con Maruja. Fue un cobarde, y lo mantuvo mientras esperaba la licencia. Siguió tocando a luz, cada vez que prendía el interruptor. Una vez licenciado, volvió a su tierra con la promesa de regresar y jamás lo hizo. Se casó con Maruja, y de vez en cuando sacaba la foto de Luz, que la guardaba a oscuras en el cajón de su pupitre de trabajo. 

Juana Soledad Sorbete, es la esposa de un sumiso y prudente estanquero. Indalecio Granazón. Que se vinieron del pueblo a la ciudad buscando mejor vida y oportunidades para ellos y sus hijos. Personas apegadas a sus costumbres que a pesar del tiempo que llevan residiendo en otra comunidad parecía les era imposible adaptarse a los hábitos de la región que les da trabajo, el pan y el amparo. Sin embargo, no parece ser cierto.

Antes de conseguir la licencia del estanco, trabajaba en la Industria de Altos Hornos, fundiendo hierro y demás metales. Los horarios y cambios de turno de Indalecio, hicieron que Juana encontrara unas amigas que la descararon. Iniciándose con bastante desparpajo fuera de la órbita a la que ella estaba acostumbrada. Inculcándole costumbres como beber de forma desmedida, y esnifar serrines que no son precisamente polvos de talco. Conociendo a hombres diferentes, que llegado el momento la llevaron al catre, siéndole más infiel a su nene, de lo que le tenía acostumbrado. Indalecio por no levantar comentarios ni aguantar el ir de boca en boca, absolvió a Juana de su engaño y ahora aparentan ser los seres más felices de la tierra. Su posición actual, gracias a las mercedes de Juana, que parece ser una sílfide sobre el jergón, les ha hecho subir su categoría y pudieron conseguir licencia de estanco oficial, que le suministró uno de los amigos de la Ponderosa, que es como llaman a Juana sus grandes y vigorosos amigos. Se han olvidado de costumbres y muchedumbres de donde procedían. Siendo ahora unos presumidos inútiles que tan solo se tratan con gentes tan vacías y tan desagradables como lo son ellos. 

Juan Norberto Bifloro, simpatizante del partido que gobierna en cada momento en el país. No tiene problemas en los cambios. Llegó a ser concejal, y de la asociación de vecinos de la calle de la Panza, uno de sus punteros líderes. El amigo que tan solo se acuerda, cuando le conviene. Llama en situaciones puntuales, sobre todo al llegar las elecciones. Por si puede aconsejar y dirigir al votante que duda. Es orientador de voto. Un papanatas engreído que produce hilaridad. Se cree un artista y ser un gran estadista imaginándose tener tanta popularidad fama y poder, que ha llegado a ser una persona descafeinada. Dominada por los gastos que le producen los tres matrimonios que disfrutó. El primero con la frutera de su barrio, la que pronto le repudió por insoportable. Con la segunda esposa que era una coordinadora de las juventudes de su ciudad tan solo les duró el compromiso tres años, y lo eclipsó por chulo y mujeriego. La esposa actual, es una buena mujer, fue gacetillera de la Voz de los Mudos, y tras una publicación no permitida, la echaron y jamás ha vuelto a levantar cabeza como reportera. Sin tardar mucho se cansará de su beodo compañero, que juega y bebe como un cosaco. Ahora llegan a dar algo de pena, lo tuvieron todo y la vida les cerró los portones. Han dejado de cumplir con las obligaciones y ambos viven al margen del precipicio de la vulgaridad. 

Prudencio del Puedo, volvió a la realidad, tras haber recordado las circunstancias de los primeros cinco antiguos conocidos, cuando cayó en como conoció a Juan María Mogollón, un buen muchacho afectado por poliomielitis en parte de sus extremidades. El que por entonces se encontraba un poco acomplejado, por los movimientos anormales que tenía en ocasiones. Podía desarrollar su vida sin demasiadas complicaciones, quizás el único impedimento fuera levantar demasiado peso.  Festejó con una chica muy simpática, y todos creíamos se entenderían y llegarían al matrimonio. Un buen día nos dijo que encontró trabajo en una empresa de droguería industrial con capital anglosajón, y en ella conoció a Marisa, una ayudante de la sección de pinceles y jabones de afeitar. Dejó a Manolita, la simpática chica, sin decirle ni media palabra y ahora, ya jubilado se las da de empresario distinguido. Si tuviera un momento de lucidez, se daría cuenta que es más fácil ser normal. 

Juan Manuel Grosella, es uno de esos alguaciles que los colocan a dedo y por enchufe sin más. Saltándose las listas de espera de los que intentan prepararse para ocupar esos lugares de trabajo. Es del único que no se pueden destacar detalles positivos. La gente que le conoce cuando se refiere al personaje, siempre comenta con desdén aquello tan despectivo y tan vulgar de.

No es tonto, es lo siguiente.

Es joven, y si fuera de otro modo se le podría sacar partido para el beneficio de la población, pero pasa aquello de donde no hay no filtra. Si a esta persona le dieran unos galones y una manguera, por desgracia nos haría pertenecer a la cofradía del desencanto. Nadie le ha dado nada y aun y así, procura tener acogotada a la gente. 

Juan Salame Peor. Que malos recuerdos tenía el bueno de Prudencio. Fue uno de los responsables que le tocaron en su profesión por desgracia. Conocido en su casa y bautizado como Juan de Dios, el que seguramente estaba dejado de su mano. Juan era el hijo de un directivo donde estuvo enchufado y que siempre fue un tipo desleal y se aprovechó de la fama de su padre para conseguir lo que a otros les cuesta una carrera. Otro genio de la mala educación y desprecio y el desgarbo. Un tipo que a menudo y siendo el jefe de todo un departamento, se mofaba de todos ellos. Creyéndose ser un endiosado, cuando era un vulgar borrachín.

Estaba casado con una mujer de la alta sociedad, estos no se juntan con el pueblo jamás, y así les va. Sin embargo procuraba forzar a las empleadas, de su departamento. ¡Que de verdad! Algunas no sé, donde tienen el gusto.

Llegaba a menudo al trabajo mamado y oliendo a cazalla, que sus compadres lo tapaban porque estaban hechos de la misma pasta. Mejor callados, por no perder el estatus. Un tipo indeseable, merecedor del olvido. Una persona que no merecía nada. 

Juan Sánchez, taxista de la urbe. Aquel murciano agradable que además de estar casado con Maribel, durante cuarenta años, se enrolló con la Conchita. La hermana de una compañera de trabajo de su hija, con la que comenzaron en broma, haciéndose cosquillas y acabaron desnudos en la playa una noche de San Pedro. Trataron de ocultar el apego indecente, a escondidas que usaban pero llego a ser tan claro, que todos sabían del rollete y nadie preguntaba nada del meneo del taxista y la desagradecida Concepción. Que demostró ser poco magnánima, y mantuvo al chófer mientras la pudo llevar y traer con su taxi en cuantos viajes le surgían. 

Un buen día desapareció y quien sabe dónde estará.

Sus familiares especialmente Maribel, pocas referencias dan del bueno de Juan, y la tal Conchita ya ni lo nombra. Fue como dice el título de la famosa película. Lo que el viento se llevó. 

Juan José Pérez, sí que es un buen tipo y además de los que siempre recuerdan los buenos momentos. Una persona llena de vitalidad y dotes de cultura destacables que el estar una tarde en su presencia, te hace reciclar en tus ideales, tan solo por escucharlo y por atenderlo. Muchos, la mayoría de los amigos comunes, le recriminaban que se explayara en sus convicciones y trataban de cortarle, por los celos y las pelusas que expiden los versados en cualquier tema. Era imposible cortar a Juan José, ya que él siempre ha sido un extraordinario cambiador de pareceres y un conversador de temas interesantes. No hay ocasión o cita, en la que estés con él y no aprendas algo nuevo. Quizás de haber nacido en otro país fuera u no de esos líderes de masas que vemos en las cadenas de televisión americanas. O quizás si se lo propusiera, sería uno de esos llamados ahora Asesor de Contenidos, que pululan por las redes. Es un tipo fantástico.

Recuerdo aquel día que me arrancó la risa, cuando hablaba de su padre. Al que por cierto, adoraba. El que le dedicó la frase ya para mí grabada y de su pertenencia, que decía así: Dios nos libre del arranque de un gandul. Que se la dedicó su padre un día que le mandó una tarea y la hizo con tanta vehemencia que le arrancó el aforismo indicado. Motivos de salud, de distancia y de meneos largos nos impiden tener más charlas amenas, pero es para mí y de sobras un talento de la imaginación, de la cultura antigua y de la sensatez.

 

 

Había cubierto el tiempo de sus recuerdos y sin contemplaciones habían pasado tres horas de la noche de San Juan. La noche más larga del año, la que siempre se recuerda por un motivo o por otro, la que da entrada al esperado verano. Aquí fue cuando Prudencio puso final a sus elucubraciones y pensamientos, recordando a aquellas personas que en aquella noche celebraban su onomástica, disponiéndose a felicitar a los que seguía teniendo contacto.


Autor: Emilio Moreno / San Juan Año. 2025

 

 

 


lunes, 23 de junio de 2025

Madrina incestuosa.

 


La mayor de las hermanas, Agnes de la familia Carson se había casado y antes de poder ubicarse en su pisito que aún no estaba completamente edificado, sus padres Caleb y Winifred, le habían facilitado de forma natural el compartir por la amplitud y comodidad la gran residencia familiar.

Dando así un respiro a los recién casados con el consiguiente ahorro, en tener que adquirir casa en el carísimo Londres. Con lo que le daban la posibilidad a su hija mayor en seguir viviendo en el domicilio de siempre. 

Ocupando y compartiendo todas las partes comunales, así como el servicio de doncellas y chóferes que la familia disfrutaba desde hacía lustros.

Disfrutando de sus momentos de amor en los aposentos amplios y señoriales de la mansión. En su intimidad la pareja de Agnes y Owen, podían retirarse desmarcándose de cualquier contratiempo.

Las hermanas de Agnes, eran más jóvenes que ella, aunque tampoco se llevaban demasiada diferencia de edad.

Sally de catorce años y Harriet de trece, ayudaban a su querida hermana y ahora más que nunca. Sabían que iba a ser mamá en cuanto cumpliera con el plazo de embarazo.

Era una familia de las pocas que destacaba por el buen trato que tenían entre ellos, y así todos disfrutaban de la compañía y se repartían los agasajos y beneficios. 

Iban pasando los años y el primero que por enfermedad faltó fue Caleb, que murió sin hacer ruido. Ingresó en el <huerto de los callados>, por una insuficiencia renal, que acabó en pocas semanas con su vida.

Entonces la vivienda de nueva creación de Agnes y Owen ya estaba lista, pero al faltar el cabeza de familia, la mamá Winifred, les rogó no abandonaran la mansión, y se quedaran a vivir con ella en la morada de la Magpie Residence.

Aquella temporada Agnes estaba muy ocupada en su tarea profesional. En la oficina de Ingeniería Comarcal, como jefa de departamento y Owen viajaba a menudo siendo el secretario de un alto cargo del Foreign Office, con lo que la mayor parte del trabajo y atención de los hijos de ambos recaían sobre el cuidado de su tía Sally, que se encargaba de bañarlos por las mañanas y las noches y tenerlos siempre al cuidado.

Llevarlos al colegio, darles la merienda, procurar que hicieran los trabajos escolares y atenderles en sus sueños. En una palabra hacer las veces de una verdadera madre, pero con sus sobrinos. 

Logan el niño de seis años, quedó bajo la tutela de la tía Sally. Su hermana Noah la princesita de cuatro añitos, estaba con los cuidados de la hermana menor de Agnes, la tía Harriet, que prefería el trato con la sobrina.

Además las dos muchachas habían de compartirlo con los estudios de cada una de ellas. La primera acabar la carrera de Institutriz de infancia y la menor farmacéutica del reino.

Para Logan era una dicha que su tía lo desnudara y lo bañara, le pasara la esponja por su piel y que en los recovecos de su cuerpo con sutileza usara sus manos para enjuagarlo.

Todo era una normalidad y una práctica. En las noches el niño se desvelaba y llamaba a su tía, para que lo acompañara y que ambos pudiesen descansar juntos, en la cama haciéndose compañía, hasta que el sobrino quedaba completamente dormido.

Al principio Sally veía que la reacción de Logan era de excitación, pero no le dio la más mínima importancia, hasta que pasados unos meses al sobrino carnal se le enturbiaban los ojos al ser frotado por su tía, mientras lo lavaba.

La joven creyendo que el niño la incitaba, lo puso en conocimiento a su hermana Agnes, la mamá del niño y está le quitó importancia, como si fuera una normalidad de aquella estirpe.

—Ya no recuerdas los meneos que recibíamos cuando jugábamos con papá. Nos gustaba a todas y no poníamos problema a las caricias. Lo recuerdas, verdad, o ya te has olvidado de lo que perjudica.

—Bueno— dijo Sally—pero ahora se trata de tu hijo Logan y yo no soy papá. Soy su tía y punto. Ya sin querer entrar más lejos de lo que pienses tú.

—No seas mema. Sally. Es normal que le gustes. Eres una mujer guapa y el crío está muy desarrollado para la edad que tiene. Para él significas su primer placer mundano. Síguele el juego y verás como pronto se olvida. Fíjate que el niño entra en el placer de la vida de sopetón.

Somos humanos y aunque sea jovencito también le va la marcha desmedida. Ha salido a nosotros. Déjate llevar. Acabó diciéndole Agnes a su hermana.

Rogándole encarecida a Sally hacer lo necesario para tranquilizarle. No fuera que esa medida de prohibición le quitase la personalidad que se le exigiría de mayor.

Poniéndole como ejemplo de nuevo, lo que disfrutaban ellas.

Todas las hermanas con su papá. Cuando las duchaba y las acariciaba, metiéndose en la bañera con ellas, hasta conseguir el regodeo formidable que tanto gustaba a las tres. Aquel placer casi olvidado que todas las hijas de Winifred y Caleb, disfrutaron hasta llegar a la pubertad. Con los cosquilleos que les hacía su padre.

Regocijo convertido y abolido en el inicio de la juventud. Al salir con los chicos del instituto, vecinos y guapos conocidos. Los amigos de siempre a los que entonces éramos nosotras las que les metíamos mano y acariciábamos tomando el control, mientras ellos se quedaban embobados.

Aquellos baños los seguía recibiendo Logan, y poco a poco Sally dejándose llevar por lo que le ordenó Agnes, admitió algunas licencias. Siguió lavándolo y a menudo quedaba satisfecho y feliz.

Un buen día el sobrino en uno de los furores, puso sus manos sobre los pechos de su tía Sally y esta sin saber que hacer, lo admitió sin molestarse.

Se notó encantada por la maestría del niño, que supo darle aquel gozo, sin pedirle permiso.

Aquella convulsión que recordaba de su niñez con su papá, y el deseo sexual disfrutado con la libido obtenida, permitió a Logan disfrutar a placer. Palpándola, acariciando y besándole los labios.

 


Al cabo todo se desarrolló como había previsto Agnes. Al inicio del año siguiente las dos hermanas, Sally y Harriet tuvieron que migrar de la casa para ingresar en la Universidad donde habían conseguido plaza. La primera en Cambridge y la segunda en Liverpool. Ausentándose de la familia por temporadas completas.

Tanto Logan, como Noah eran capaces de lavarse y arreglarse solos y quedaron al cuidado del servicio de asistencia de la mansión. Nada se detuvo en el devenir de la saga de los Carson, y sin detenerse fueron pasando los años.

 

Aquella Navidad Logan cumplía dieciséis años, y la hermana Noah, llegaba a la esplendorosa edad de casi los quince. La puesta de largo de la señorita, fiesta que prepararon para el cumpleaños del mocito y el acceso en Sociedad de Noah. Habían crecido de forma ostensible, ninguno de los dos parecía tener la edad que realmente poseían.

Fue de relumbrón, tanto Harriet como Sally habían vuelto de sus ocupaciones profesionales.

La farmacéutica Harriet desde Liverpool, y la Institutriz Sally desde Cambridge. Ya con sus vidas resueltas o a medio resolver. 

Harriet de veintinueve años estaba prometida con un doctor de Míchigan, y Sally con su treintena recién cumplida, a la espera de alguien que la distinguiera. Las relaciones habidas hasta la fecha, la dejaban vacía y buscaba nuevas ilusiones. Ya residiendo con la familia, esperaban disfrutar de la Navidad. Sin demasiadas expectativas, pero volvían a la casa donde tantas experiencias habían disfrutado.

La noche se presentaba oscura y tranquila. Cuando Sally emergió de su habitación y se dirigió a la piscina climatizada de la Magpie Residence.

Con ganas de darse un baño relajada y poder descargar toda la adrenalina que llevaba del reciente viaje hecho desde donde residía. 

Estaba en las brazadas de los placeres completos. Nadando y disfrutando. Notando el frescor del agua entre sus muslos, cuando de pronto se llevó un medio susto, al notar que alguien aflojaba la tirilla del sujetador desabrochando el sostén y dejando sus tetas al aire, mientras el trapito que le tapaba los senos flotaba a su lado. Las manecillas de reloj habían adelantado a la madrugada. Nadie mas en la piscina, ni en los pasillos de la casa.

Era Logan. Al verla en bikini se le despertó la fiebre contenida y mal llevada que tenía cada vez que pensaba en su tía Sally, la hermana de su mamá.

Aquella que hizo un tiempo de institutriz y le lavaba con aquel reposo y lujuria su falo, sensación linda que jamás olvidó. 

—Como estás Sally. No has venido a verme, quizás has olvidado los buenos momentos que pasamos.

—Hola que tal estás. Te veo hecho un hombrecito. Pareces mayor. Imagino que siendo tan promiscuo ya debes tener novia… ¡A que no me equivoco!

—Pues te diré que de momento tengo amigas cariñosas. Prisa por enredarme con alguna mema, de esas que no te ponen al poco de conocerlas. La verdad que no me apetece.

Siempre he tenido paciencia para esperar a mi tía, que me conoce, me mide y sabe que es lo que me gusta. Sally aún dentro de la piscina con el agua hasta el cuello, asintió riendo por el gusto de aquellas palabras, y sabiéndose deseada se palpó los pezones. Mientras dejaba que Logan le trasteara los muslos y el culo entre la braguita del bañador. 

—Te imaginas que hubiesen descubierto nuestras peripecias—dijo Sally y sin dejarle responder prosiguió hablando en voz alta.

—Aunque tu madre de un modo claro me dijo que te permitiera fueras feliz, y así lo hice. Se quedó pensativa dejando que el joven dijera lo que quisiera.

—¿Crees que tan solo he tenido aventuras contigo? Le dijo el joven. Piensa un poco y llegarás a una conclusión.

—No me digas que …y calló Sally, pensando en quien.

Logan le tomó la palabra y asentó sin importarle. Imagino lo debes saber, aunque te hagas la advenediza. Con Harriet, mi madre tuvo que poner freno. Jamás lo dijo, pero la apartó de mi cuarto y del suyo. Es una buena pieza.

Estaba loca por quedarse a solas conmigo. Yo la ponía dulce. Sabía dónde besarla y se desbarataba, hasta que se encaprichó de papá y lo metió en su cama. Siguió contándole a Sally, que aún no podía imaginar lo que iba a descubrir.

—Me quedo de piedra. Exclamó la despechada del bikini muy mojada y ya con síntomas de éxtasis. Esperando más información de su sobrino.

—Tú estás fenomenal. Muy guapa. Espero que en este tiempo te hayas divertido y hayas regresado sosegada. Tus pechos no han crecido demasiado, los veo abultados y fenomenales como siempre.

—Yo, estoy bien. Un poco nerviosa. Ya ves, intentando colocarme el sostén, y evitando me pongas ardiente una vez más y no me dejes en ascuas. Ahora has crecido y aunque no tengas aun los 18 años, veo que vivido estás, y si las demás te disfrutan porqué yo no he de hacerlo.

Comprende que en aquel tiempo no podía seducirte, aunque me dejabas más fogosa que un tizón incendiado.

—Nos lo perdimos los dos. Le comentó Logan. Jamás supe pedirte más, aunque veía que temblabas de gusto muchas veces. Menos mal que desde que mamá te dijo que aflojaras y cedieras, pude tocarte y dejar que me hicieras feliz casi cada tarde. De haber tenido algún añito más, no te hubieras escapado de mis deseos. 

—Vamos a dejarlo. Logan. Dijo Sally mintiendo y provocándolo para que siguiera metiéndole mano.

—No quiero líos con tu madre, y no tan solo por eso, eres mi sobrino y debes buscarte la vida como yo.

—Hablas mucho, y te engañas siempre. Te conozco. ¡Fíjate! Tienes tus manos entre mi pernada. Es casualidad, o buscas mi falo. Llevo acariciándote el vello púbico desde hace rato y no te importa. Se que te pone mucho y te gusta. Lo disfrutas y además esta noche no me vas a rechazar. Voy a disfrutar. ¡Mejor dicho! Vamos a gozar los dos en recuerdo de nuestro pasado. 

—Oye… Logan. ¡Cuidado!, Eso no te lo puedo permitir.

—Mientes para que te lo reproche, ¿Verdad…? Sally.

—Sí. Estoy mintiendo y deseando estar contigo. Eres mi pecado, pero es irremediable. ¡Vamos!

—Quien se va a enterar. Fuera de ti y de mí. Le anunció el joven, pasando a la acción.

Ahora me voy a mi habitación, si te atreves vienes. Te espero. Si no lo haces iré a por Harriet. Tu misma.

—No vayas a buscar a nadie. Estoy aquí para ti.


Aquella pareja siguió cometiendo incesto durante los veinte años siguientes, cada vez que se veían.












autor: Emilio Moreno
23 junio de 2025

domingo, 22 de junio de 2025

Que no escape ¿Va en el barco!

 

La familia Destróller era una de las tantas que pululaban en aquel tiempo. Buena gente hasta entonces. Labrada a base de decepciones imperativas. Sin la posibilidad de escoger. Naciendo en un seno fragoso, donde el destino les concedió dicha exigua. Entre ellos y debido a su paupérrima pobreza, apenas podían comer y escasamente se tenían apego. Mucho disgusto y desunión que obedecía al cariño entre ellos, la formación recibida y a la escasa instrucción escolar.

Vivían en el Sozocrosto. Una zona donde se habían instalado hacía decenas de años las barracas del Hogar Angínez, aunque ellos cuando les preguntaban, por vergüenza decían que venían de otra zona menos conflictiva.

La componían los padres y dos niñas. Bartolomé Destróller y Gíngeris Martrizeo. Eran pareja, sin haber pasado ni por lo civil ni por lo eclesiástico, y tenían entre ambos una hija. Lucinda, que la criaban a granel junto a otras chiquillas de la barriada.

La mocita mayor, Cornelia era tan solo hija de Gíngeris. Primogénita de una relación esporádica que había tenido y que procuraron entre todos llevarla en el más severísimo secreto.  

Durísima infancia de las niñas que tuvieron que soportar escenas de todo tipo, unas veces provenientes de papá y otras de la poca amabilidad de la madre.

A la escuela fueron escasamente hasta que pudieron defender un empleo, y con esas fueron colocadas muy pronto las dos niñas.

Cornelia cuatro años mayor que Lucinda en el mercado de abastos, como panadera y la más pequeña entró de aprendiza en la carnicería de la señora Fuentes.

A base de ahorro y esfuerzos pudieron mudarse de zona a un pisito no demasiado grande, pero ya con las comodidades exigidas, donde la vida se hacía algo más llevadera.

Cornelia conoció a Jerry Cris, en la barrita de la esquina de su casa, el que pronto le echó los tejos y no tardó demasiado en ocupar parte de la nueva vivienda de la familia Destróller Martrizeo.

Un joven hecho en las cuadrillas y por las esquinas, sin oficio, y que le sobraba talento para embaucar a doncellas. Pudo incluso con su cuñadita de quince años, que sin que el resto de figurantes pudiera descubrirlo, algún meneo carnal tuvo. Certificando la calidad y el apego que Lucinda tenía por su tata, a la que en cuanto podía traicionaba con su novio.

Comprendieron que en el recinto de aquella vivienda, no podían vivir todos. Los desencuentros eran cada día mas acuciantes, y se respiraba muy a menudo, oxido en lugar de oxígeno. Con lo que Cornelia y Jerry Cris, se buscaron la vida encontrando vivienda en la zona y celebrando un matrimonio que pocos esperaban.

Sin apenas darse cuenta Lucinda apuntaba señales de saber lo que quería y cuando lo quería. Iba trabajando en la carnecería de la señora Fuentes y llegó a hacerse una oficial bastante apañada, donde pudo ir ahorrando para sus cosillas y sus salidas los fines de semana.

En el Brasil do Mondongo, una sala de fiestas de mucho disfrute y buenos brebajes alcohólicos, tropezaron. Se lo pasaba de miedo y de lujo. Donde aquella tarde casual, bailó con la ansiosa Lucinda. La rubia agradable y promiscua creía era el más guapo y el más apuesto de la sala. Hasta que derretidos por la pasión inmediata se conocieron para proseguir aquellas prácticas de circulación sensual.

Franky Culmonta, decía ser un transportista a sueldo, de ganado entre comunidades. Empleado de un matadero de pueblo. Un joven en busca de pasión desmedida, que tenía una gracia exportada, difícil y engañosa.

Un genio del desconcierto, cobarde, cínico y muy atento, que podía disimular si se lo propusiera, ser el enviado del espíritu santo nacional.

Estaba según decía, en periodo militar, de permiso y a punto de embarcar en el destructor Road Island, donde aún le faltaban más de dos años para su licenciatura.

Nadie pensó en que si el futuro se torcía se podrían complicar muy mucho las cosas. Aquella pareja siguió adelante con su disfrute carnal y con los arrumacos y excitaciones de la rubia Lucinda.

Franky quedó prendado y enganchado, tanto que al llevar el cántaro a la fuente, sin preservar filtros, embudos y “evade sucesos” se llegó al éxtasis. ¡Se preveía cantar un Bingo!

La excitante enjundiosa y rubia mujer entró en la fase de generar vida. Sin esperarlo nadie. Quien iba a imaginar que con tan solo un polvo se contagiara. Que tarde y noche la de aquel día en el Brasil do Mondongo. Menudo gozo, que divinidad satisfacción y deleite. Como se lo pasaron de bien. Inolvidable.

Antes de despedirse se habían dado las direcciones y se juraron amor eterno, a la vuelta del viaje en el Road Island, y una vez licenciado el primoroso Franky Culmonta, se casarían como Dios manda. Aquello fue un amor disparado.

¡Qué fuerte!


Pasaron tres meses de aquel aquelarre cachondo entre el marino y la carnicera, y ninguno de los dos se habían dado señales de vida, ni de aquí te espero. todo se había olvidado.

Hasta que tras los mareos que sufría a menudo la dependienta del mercado, se hizo la prueba del “<predíctor>” y surgió lo que nadie esperaba. ¡Se cantó un Bingo!

—¡Anda y como puede ser —Dijo Lucinda. —Si yo llevo cuidado siempre que me las bajo y según con quién. Que faena más cutre—se quejaba. — Es impensable y ahora qué coño hago. Sin desespero se lo comentaba a Cornelia, que aunque no lo dijera se alegraba, por todo lo que callaba en lo referente a Jerry Cris, su marido y hermana, y siguió escuchando mientras se quejaba.

—Pues mira Cornelia no tengo idea quien puede ser el padre. —Le decía a su hermana.

—Tu sabrás nena con quien te juntas. Desde luego cuidado y miramiento no tienes con nadie y jamás te importan los resultados.

—Creo que es de Franky, y si no lo es, pues lo siento. Lo pasamos muy bien en el Brasil do Mondongo.

—Piensa en que decisión has de tomar—comentó Cornelia— y si es como dices de Franky, has de ir en su busca. Apáñate que el barco ha recalado no demasiado lejos de aquí y siempre puedes llegar antes de que zarpe de nuevo.

Jamás encontró al que buscaba. Nadie se personaba con el nombre de Franky Culmonta. En aquel destructor del Road Island, ni tan siquiera en los listados de levas de la marina, existía ese personaje. 




autor: Emilio Moreno
22 de junio de 2026