En cuanto María de las Mercedes Bustillo de Gárate, esposa de Isaac, vio que sus cuñados cojeaban del mismo pie que su cónyuge, asentó el fin al enclave de alegrías y descorches etílicos desproporcionados. Situando en cintura a su marido de forma solemne y señalando que las francachelas no las iba a permitir en absoluto. Recordándole severamente su compromiso. Debía de ocuparse a tiempo completo de ella y los niños y del negocio que papá le había encomendado, cuando le sacó del asfalto. Gracias al amor que ella sentía por él, y lo que significó convencer a sus padres que el deseo del glorioso Isaac, era porque creía que se correspondía con la persona de su vida. Siendo un don nadie y no poseer lugar donde caerse muerto, con los peculios que obtenía vendiendo seguros de decesos puerta a puerta.
Aguantaba semejante panorama después de
perdonar mil extravagancias, infidelidades y borracheras. Por el miedo al
desprestigio de quedarse sola y le diera apellido a las dos barrigas que le
había hecho en tiempo récord.
Interceder ante el abuelo para que lo
admitiera en el seno de la familia con muchos ruegos y súplicas y la perdonara
dando el para bien de bodas sin desheredarla, y llegara a ser su yerno. Colocándole
sin merecerlo y conceder la dirección de la fábrica de Pozuelo de Alarcón, con todas
las promesas citadas y recoger resultados y ganancias al cabo de todos los
ejercicios.
Con ello, le refrescaba la memoria y le recordaba
su promesa referente al fin de las correrías nocturnas y su absentismo al
trabajo. Dejando esas rutinas en pasado porque esa vida había caducado. Mostrarle
las uñas y amenazarlo con hacerle llegar al abuelo de sus hijos ese cambio
repentino en el comportamiento.
En cuanto a la pareja feliz llegada de
ultramar, que se distanciara de ellos por mandato y no se le ocurriera
mezclarlos en su rutina y mucho menos en los negocios. Ni tan siquiera darle ocupación
a ninguno de los dos, por no ser esforzados ni generosos defendiendo cualquier
ocupación laboral encomendada, por no regirse a las normas y horarios.
En caso contrario ella y sus hijos le pondrían
la misma maleta con sus cuatro trapos, en la puerta de la calle. Aquella valija
falsa que acarreó cuando llegó a su vida. Vacía de proyectos, de esfuerzos y de
amor para con ella y sus pequeños, detalles que constató en el último tiempo
por su desmesurada indolencia. Decisión que tomaba del todo convencida si no
tomaba otro camino, sería su despedida y pasaporte a la libertad. Y así pudiera
seguir disfrutando de la noche madrileña, con su hermano y su legítima. Que recién
ingresados en aquella metrópoli buscaban espacio, cocido, albergue y ganas de
medrar a costa de los ingenuos que cedieran a sus chantajes.
Advirtiendo que ese convenio era de obligado
cumplimiento, ante la posibilidad del abandono inmediato, y la separación. Ya
que el divorcio aun no estaba permitido en aquella época.
En su desencanto aquella parejita y con las puertas
cerradas de quien los podía apadrinar tuvieron que hacer un nuevo pensamiento. Madrid,
para vivir del cuento es caro y si los pillaban fuera de órbita, los podían
juzgar por la ley de vagos y maleantes. Viendo que las posibilidades de
colocarse eran escasas, pensaron en buscar otro territorio. Ante la indecisión a
doblar el lomo y trabajar en lo que les saliera.
Todavía recibieron desde la bella urbe azteca,
una ayuda dineraria sustancial de los parientes, con tal de conservarles
alejados. Anunciándoles que los queridos ancianos ya estaban ingresados en una
residencia de gente pudiente y no les faltaba absolutamente ningún detalle. Por
lo que aquellas puertas también se les cerraba.
Sin noticias ni mensajes de la alcurnia
repartida por la geografía peninsular, decidieron mudarse de localidad y viajar
hasta el norte. Buscando sitio seguro, donde los papás de Jacob tenían a sus ascendentes
carnales.
Escogiendo de entre media docena de lugares la
bella ciudad marinera de el Ferrol. Ya que el único de los Velasco y Asensio, que
migró a finales del siglo XIX fue Ramiro. El primogénito de aquel apellido. Dejando
en Galicia tíos y primos que incluso algunos ni conocía.
Además, esa elección fue por ser una villa más
pequeña y quizás desde ahí ya con dirección postal más o menos fijada, podían
volver a reiniciar la búsqueda de la mamá de Adela en Barcelona, bien en la
calle donde vivían antes que ella se fugara, o por la dirección del hospicio
reformatorio donde fueron ingresados sus dos hermanos.
Igual conseguían dar con algún dato, pariente cercano
que les hiciera el caldo gordo y reconectar con quien estaban buscando.
No era nada fácil en aquel tiempo coincidir y
relacionarse con conocidos esenciales, por el miedo, la desconfianza vivencial,
por el racionamiento, el hambre y por no estar aun sofocados todos los frentes
beligerantes al completo y porque la gente carecía de medios. Inexistente
alegría y libertad en el ambiente, no permitía el monedero a concernir en
terrazas, bares y distracciones mundanas.
Llovía aquella tarde cuando entraron en los
lindes de la ferrolana ciudad marinera, yendo a refugiarse en la pensión O
Fierro. Cercana a la Base Naval y desde allí sin prisa alguna y con garantías
comenzar la búsqueda de los parientes, que sin sospecharlo iban a recibir un saldo
repulsivo de aquel cielo nublado con el que asomaron.
Un par de días transitaron la zona, buscando
un alojo barato donde mudarse sine die y desde ese domicilio, volvieron a
enviar correos a todos los que desde Cádiz consignaron su regreso. Dando la
dirección de donde por lo menos iban a estar una temporada y fuera punto de
contacto entre ellos y los demás.
En aquella ciudad tan solo contaban con el alias
de sus tíos, con lo que fueron directamente a la iglesia y registro, al
ayuntamiento y al hospital. No tardaron en averiguar donde tropezarían con el
apellido que buscaban.
Aquella familia había quedado diezmada por la
migración, discrepancias políticas, contrabando de tabaco, presidio por delitos
de sangre y otras virtudes.
De ahí por el que Ramiro Velasco padre de
Jacob no tenía ni quería relacionarse con sus hermanos y posiblemente la causa
por la que tuvo que emigrar de su terruño, abandonando padres, oficio aprendido,
funciones y amistades.
Antes de precipitarse en las presentaciones con aquellos desconocidos, Adela y esposo quisieron conocer y recabar toda la información sensible que pudiesen. Llegarles por sorpresa al corazón y asegurarse su propia bienvenida. Con un apoyo que querían encontrar para establecerse y vivir sin limitaciones.
En la iglesia del barrio, donde habían
residido y seguían empadronados, coincidieron con un sacerdote hijo de la
localidad que estaba al tanto de ellos. Habiendo tenido relación con alguno de los
integrantes, en especial con su tío Josué, que compartieron la clase de
primarias en la escuela y jugado mil veces en las dársenas del puerto.
Manteniendo una amistad relativa a lo largo de parte de su juventud.
Josué Velasco era el hermano menor de Ramiro,
padre de Jacob. Casado con Marina que a la vez era hermana de Jovita, la
querida mamá del recién llegado. Los que se fugaron una noche de nieblas y relente
para emprender juntos la vida que el destino les tenía prevista allende los
mares.
Actualmente y desde hacía años, aquel capellán
no tenía un trato estrecho con aquellos feligreses, obedeciendo a sus comportamientos
oscuros y debido que Josué no era devoto, ni hombre de iglesia. Más bien de
todo lo contrario. Pudiendo indicarles el clérigo sin ambages que aquella saga
quedó bastante arruinada por el deterioro de sus componentes y el poco apego. La
migración imperante en el seno parental y por diferencias ideológicas no
confesas. Delitos de la propiedad, usurpación y presidio. Con algunas condenas
carcelarias de alguno de sus miembros y otras virtudes para nada elogiables.
Josué y Marina, eran padres de tres hembras de
las cuales dos de ellas, iban por la vida descarriadas, y la menor, Amalia
vivía alejada del Ferrol en una pedanía distanciada de sus padres.
Madre de cinco hijos, todos ellos de semillas
diferentes. Hembra descarada y promiscua donde las hubiera que vivía en la
franja de los tres mínimos.
Mínimo salario, mínima salud comprometida por
los excesos, el vicio y el expendio de todo tipo de mierdas y mínimo afecto
para con sus herederos.
Sus hermanas Salud y Cornelia, residían en el
cinturón de Barcelona y se dedicaban a trajinar con su cuerpo en un prostíbulo
adyacente a las Ramblas Barcelonesas.
El resto de los Velasco Asensio estaba
disperso. Habían sido acosados durante la contienda por diferencias políticas y
a los que no habían fusilado murieron combatiendo en el frente rojo. Otros
pudieron escapar a Buenos Aires y Caracas, perdiéndoles la pista.
CONTINUARÁ….
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