Soportaban aguantando la crítica ácida de los hermanos. Las burlas de cuñadas y la mofa de los primos que sabían del engaño, y no veían por sitio alguno los cuidados prenatales, de una futura mamá que no visitaba al partero, y sin dar la importancia a las cuestiones del embarazo, no domaba los esfuerzos y atrevimientos.
Tampoco preveían el futuro inmediato. Vivían
en una insensatez, como si los demás estuviesen obligados a mantenerles
satisfechos. Mientras ellos, alegremente vegetaban sin vergüenza alguna y no
eran conscientes de lo que les sobrevenía, a pesar del ruido que comenzaba a
manifestar la familia cercana. Seguían felices y no buscaban ocupación
remunerada para afrontar el coste de la nueva vida, que habían iniciado juntos,
y defenderse con esfuerzos propios. Liberando de gastos, molestias y roces a
los abuelos que los acogieron en su casa, evitándoles costas de alquiler,
alimentación y supervivencia.
La cintura de la preñada no crecía ni la cigüeña
tenía previsto descender por alguna chimenea, para depositar una buena nueva. Tras
muchas indirectas de los padres de Jacob, se interesaron por aquel secreto nada
oculto. Interrogando con mucha cachaza y cuajo a la nuera. Ella con muchas
añagazas y excusas flojas, reveló su certidumbre manifestando con muchas evasivas
y un descaro propio de una cabaretera de vodevil, que no estaba fecundada.
Todo había sido una confusión, una falsa
alarma inexplicable qué aún y procurándolo no conseguían llegar a esa procreación
ansiada. Por mucho que pusieran de su parte, una y otra noche en sus choques de
pasión no alcanzaban lo que deseaban, llevando mil veces el botijo a la fuente,
empotrando y sacando el mástil de la gruta.
Después de aquella comedia, aquel pretender que
la gente no murmurara, de la mancha que ensuciaba a los Vallejo no se resolvía
nada. Tanta urgencia por aquella unión por evitar se le viera la panza a Adela,
quedó en un visible artificio.
Ninguno de ellos podía retroceder en el
tiempo, y desvincular aquel casamiento. A pesar de las muchas pesquisas que se
hicieron por anular semejante situación, no sin evitar el escándalo para aquel
apellido tan vanidoso.
Ni siquiera Don Críspulo Sazatornil, el tío
carnal de Jacob. Obispo de Tlaxcala y vicerrector de la basílica de Nuestra Señora de Ocotlán podía creer tener un sobrino tan memo y mucho
menos deshacer aquel entuerto.
Cansados de mantenerlos, les pusieron las
peras a cuartos. Dado que seguían verdeando y como no había niños la conciencia
trabajaba en pro de quitárselos de encima en cuanto pudieran. Dándoles un
ultimátum sin más prórrogas.
Proseguían en la casa, asistiendo en el
cuidado a los dos abuelos, sin tratar de buscarse la vida por sus medios, al no
ser fácil en gente que no tiene el hábito del esfuerzo contraído. Por lo que
desistieron quejándose de su mala suerte y compararse con la trayectoria de
cualquiera de sus hermanos, en la desgracia de no poseer negocio que le alzara
al bienestar.
Para aquella pareja todo era sacrificio y
echaron mano del préstamo y de las ayudas de sus amigos, dineros, prebendas y
venta de sus pocas pertenencias con la idea de volver a España a reiniciar sus
vidas. Los allegados del distrito federal, incluso les apoyaron y contribuyeron
en la compra de los billetes de avión o barco para que pudieran partir cuanto
antes, quitárselos de encima y dejar zanjado aquel capítulo de gastos que
generaban para subsistir.
Creyendo en su inmensa imaginación pueril, que
les ampararían aquellos bolsillos generosos de la familia que tenían repartidos
por varias regiones de la piel peninsular. Sin analizar que volvían o
intentaban regresar a la patria recién salida de una conflagración parricida,
donde por no haber no había ni consuelo.
Llegaron en un buque de pasajeros y al cabo de
veintidós días, recalaron en Cádiz, donde Adela, intentó dar aviso a los
familiares que había dejado unos años atrás sin dar señales de su fuga.
Mientras los incomprendidos se dirigían hacia Madrid, donde pretendían
establecer su domicilio.
Las cartas dirigidas a Barcelona, a Valencia,
Gijón y el Ferrol, direcciones postales que recordaban vagamente de primos,
compadres y parientes alejados, de las cuales no estaban seguros que llegaran a
término y dieran el conocimiento que ellas pretendían, fueron franqueadas.
Habían pasado muchos años sin contacto y sin un
solo gesto. Estaban las relaciones en el descuido total.
<Mientras las “terneras gordas” se mecían
en las praderas de la abundancia americana>, no se habían preocupado de los
parientes que estaban pasando hambre, enfermedades y en algunos casos
persecución. El abandono con los pobres de la familia fue completo y ahora que
a ellos se les torcía el morro, pretendían que aquellos desgraciados les dieran
cobijo, alimento y calor.
Jamás pensaron en que volverían las sombrías
calamidades y tendrían que echar mano de aquellos que sufriendo aguantaban
pasando miserias en el otro extremo del mundo. Donde justo se sucedía el fin de
una guerra cruel y dolorosa, con lo que podría ser que mucha familia, ya no
existiera y si por la gracia del cielo aun vivieran, igual ya no estaban residiendo
en el mismo lugar. Ni con seguridad profesaran el amor necesario con aquellos
que abandonaron para salvar el culo. A la vez que los dejaban en la estacada
sin un adiós.
Gracias a la “Abanicos”, una vecina que todavía
se mantenía ubicada en el mismo barrio chino les llegó la noticia.
Escrito llegado a la dirección donde habían
vivido Maruja con la hija, la evadida Adela y sus hermanos. Recogiendo aquella
mujer el ensobrado que procedía y estaba sellado en la ciudad de Cádiz.
Fue así como Maruja, supo que su hija vivía y
pudo enterarse por medio de aquella carta escrita en papel y sobre para Air
Mail, entregada a manos por su vieja compañera de sacrificios, que imaginando
sería de importancia, por sospechar que eran noticias de la hija pródiga. Se molestó
en llevarle a “Nous Barris” la misiva. Conociendo así, la noticia del regreso, casi
del mismo modo que cuando se escapó.
Un mensaje cuando se marchaba, y del mismo modo,
pocas letras para decir cuando regresaba su hija Adela. Casada, cansada y
arruinada.
Tocaba
esperar que la suerte, les hiciera coincidir
en tantos imposibles, como se daban para que aquella madre pudiera abrazar a su
hija y viceversa. Maruja instó a la “Abanicos” y en caso de recibir algo más,
se lo hiciera saber. Por ser el único punto de conexión que podrían tener entre
ellas, ante la imposibilidad de escribir a dirección desconocida con certeza de
recibo.
Adela y Jacob, se instalaron en el centro de la
capital, viviendo de momento del dinero que habían traído. Próximos y
residentes a un hermano de la saga de los Velasco, pretendían vegetar hasta que
pudieran. Sin mirar en el ahorro, sin buscarse la vida para comenzar con buen
pie, y sin pensar que el dinero se escapa como el agua entre las yemas de los
dedos. Creyendo que Isaac, consanguíneo y marido de una distinguida señora de
buena cuna castellana, sería su valedor dándole salvación siempre y podrían
disfrutar de las bacanales que preparaban y de esos tragos potentes que les
derretían el intelecto.
CONTINUARÁ….
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