En un abrir y cerrar los ojos
pasó mi vida entera delante.
No lo inicié, ni fue por antojos
tampoco quise ser desquiciante,
admitiendo quebrantos tan rojos
como premonición anhelante,
paseó frente a mi sin enojos,
planteando una imagen semejante
sin hedor, feliz, con tonos flojos.
Casi me asustó y titubeante
seguí, mudo viendo mis despojos.
Hasta que un sobresalto incesante
rompió en pedazos, la vi, de hinojos.
Fue la muerte fea y fulminante,
que prendía ilesa de sonrojos
nutrir mi oído tan susurrante.
Al final, del final, son congojos
Aquel modo de herir sin abordar
lo conjeturé sin razón queriendo
y volver a soñar, sutil viviendo.
A menudo lo vuelvo a recordar
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