martes, 7 de septiembre de 2021

El Belmondo de mi tropa.

 


¡Es verdad! Nació un siete de septiembre, del año 1947, era una persona, más grata de lo que quería representar. Se las daba de fuerte y de brutal, sin embargo, tan solo conseguía ser frágil e inseguro, por el “qué dirán”. Vergonzoso por cualquier situación, por rutinaria y sencilla que fuera. Solía quedarse un paso por detrás de las personas que acompañaba, como no queriendo dar una impresión de protagonista y siempre pasar desapercibido. Jamás pronunciaba palabra que no hubiese mascullado con antelación, y siempre en tono y en forma. Un buen tipo para que te guardara un secreto.

Nació en el seno de una familia de gentes humildes del campo, y su mundo se tradujo dentro de los límites de su villa, de su barrio y de sus gastados deseos. Instruido tan solo por los escarmientos familiares; y de la escuela primaria. Hasta llegar a la edad de trabajar, que en su caso fue a una edad muy temprana.

Lo colocaron de “chico de los recados” en un obrador. Aprendiendo un oficio, a la vez que “quitaba la mierda” de aquel antro. Aguantando los humores de los patronos, en largas jornadas, con horarios abusivos.

En cuanto a su conducta nadie se atrevió a instruirle, y pocas ilustraciones podían darle en su círculo, viniendo de la poca erudición que gozaba la familia. Todos ellos muy buenas gentes, pero sin ciencia. Fue honrado y cabal.

Le podría haber salvado y quien sabe si no lo hubiera lanzado a la fama, su parecido con uno de los actores más llamativos y guapetones de la época, Alain Delón, que, si hubiese sabido aprovechar esa veta, esa caída de cejas, y sonrisa abierta y diáfana, con las chiquillas de su pueblo, quizás otro “gallo le hubiere cantado”

Tampoco quiso evadirse de aquella colectividad tan rancia y palmaria




por los miedos y los añadidos de un tiempo de guerra sufridos, donde todo parecía pecado y desliz, provocado por sus gentes, que todo lo censuraba y criticaba.

Hoy leo en la prensa la noticia que ha muerto otro actor francés, Jean Paul Belmondo y he recordado a mi celebrado colega, como en tantas ocasiones. Aquel conversador prudente, que, en tantos puntos de vista, hizo que corrigiera el modo. El sosegado, que normalmente demostraba con ejemplo sus palabras. El cordial, por el tanto respeto que nos teníamos.

Lo he recordado en la fecha en que hubiese sido su cumpleaños. ¡Felicidades!

Dicen que una persona no muere “hasta que dejan de recordarle”. No te olvidaré nunca, Jean Paul.





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