Entre
Gloria y Filomena,
nos
desbastó una corona.
De diez y
nueve punzones,
que rompe
los corazones
y a la
vez que evoluciona,
parece
que reverdece.
¡Llega la
vacuna y frena!
Tendrá
que ser con la cena
como
siempre envalentona,
y ya no
caben razones.
Ni
zapatos con cordones,
la vacuna
se inspecciona
para
ponerla en la vena
Tienen muchos
problemillas
aquellos
que la reparten,
en vez de
seguir las normas,
inseminar
si conforma,
y
adaptarse al protocolo.
No engañando
a todo el mundo
con su
mensaje difuso,
por falta
de jeringuillas.
Primero
los enfermeros,
Médicos
del hospital,
personal
en puro riesgo.
Ancianos
de ochenta, y luego
los de la
cola al final.
Y si
sobra, a los banqueros.
No me
vaya usted a engañar
y se
coloque el primero,
que me
puedo cabrear
si te
cuelas por detrás,
aunque no
te toque en cierto,
que ya te
vacunaras
y te quitaran deseo.
Ya no me
puedo extrañar.
Al vecino
del primero
lo fueron
a vacunar,
al no poderlo
pinchar,
en su
brazo que es muy feo.
Hasta lo
hicieron llorar
por
derivar el pinchazo,
inseminando
certero
al
cabecilla del pueblo.
Olvidando
al que lloraba
mientras
se chupaba el dedo.
Por ello
antes clamaba
que,
entre Gloria y Filomena,
tuvimos
que padecer
al virus
que nos mataba.
Sin
pensar por descontado
que un
grupo de sinvergüenzas
se
saltaron la cadena,
y por
conservar su vida,
fueron
ellos con sus pencas.
Sin
importarles, que otros,
que no
tienen voz ni voto,
los
inmunicen después,
por estar
desesperados.
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