Hoy se cumple un año, de la noticia que nos decía que allí en la lejanía en el continente asiático, en China y dentro de una de sus provincias en Wuhan. Con referencia a la Pandemia que hemos sufrido, con tantísimos fallecidos, entre algunos de ellos. Amigos personales y quizás, sin conocer aún al cabo de un año de aquella tragedia, la trascendencia que nos regalara. Actualmente estamos con estas cifras, después de haber traspasado por una segunda ola de Contagios y estando en la actualidad en la tercera con esas cifras. Os puedo garantizar, que este mal sueño aún no se ha acabado.
España más de dos millones y medio de casos conformados de contagios y a fecha de hoy 55.441 muertes, que dicen las estadísticas. De esa cifra permítanme dudar muy mucho, porque aquí la política no es clara, y nos hacen comulgar con ruedas de tractores. Los políticos están para sus cosas y a esto según estamos, es porque se lo han pasado por el forro de sus genitales.
Los Servicios de Inmunología del Estado, se dieron por aludidos, quizás incluso antes de que la noticia llegara al telediario y alertaron seguramente, a los responsables del Gabinete de Sanidad, del Ministerio que los acoge, y a pesar de estudiar las posibilidades del riesgo de contagio. Creyeron no tendría la mínima repercusión y lo dejaron sin vigilar. Sin darle la atención adecuada, imaginando que al país, no le afectaría, y no tendría la mínima trascendencia en la nación, sin repercusión alguna, por andar muy lejos, ese bicho matón venido Wuhan.
Ese germen, mutante y dañino, que se propaga a una velocidad vertiginosa y suele instalarse, en la garganta ajena, propagada por los esputos de la saliva y quien sabe si se intercambia de otras formas. Para luego llegar por las vías respiratorias a los pulmones, afectando con la inflamación de los mismos, y arrojarles a una Neumonitis.
A Baudilio, se le perturbó el recuerdo cuando escuchó, aquellas alarmantes noticias y sin pretenderlo, volvió a los recuerdos de otrora, a sus catorce años, a emocionarse nuevamente, con las aventuras que le proporcionó aquella época.
El final de su infancia y el comienzo de las preocupaciones, de los temores y sufrimientos, el límite de los juegos y los cuentos de aventuras.
Cuando todo estaba prohibido, todo era pecado y escaseaban las verdades y certidumbres, cuando crecía y residía en aquel caserío del barrio de Sant Pere, muy cerca de la iglesia de Sant Baldiri, y del río y se dejaba llevar por las historias que le explicaba su «yaya».
El informativo de la infección microbial, y las claras referencias dadas, sin ninguna pasión, por el modoso presentador del espacio de noticias de la cadena estatal, quedaban reflejados suficientemente claros. Los referentes al mal endémico y febril, que ya mutaban en aquella región, estaban servidos, y tenía visos de ser, un claro inicio incómodo e infeccioso, originario en Hubei, una de las provincias Chinas, con capital en Wuhan.
Detalles todos que pretendían agudizar la atención del oyente.
Disposición encarnada en la propia realidad, aunque en Europa, nadie pudiera imaginarse; una forma de alimentación semejante y permitida, tan insalubre.
En aquellas latitudes, costumbres permitidas y nada conocidas, son reglas de pulcritud, diferentes y muy contrarias a lo que permite la Dirección General de Salubridad, por asepsia, e higiene.
Baudilio siguió de cerca la noticia llegada de Wuhan, relativa a las fiebres, y agudizó su curiosidad, al leer en las noticias una querella contra un médico chino, que no tardaron demasiados días en despedir, después de haberse enfrentado, con las fiebres peligrosas y dar alarma a sus colegas.
Su gobierno le destituyó, e instó denuncia, acusándole de difundir rumores en línea; e interrumpir severamente el orden social. Dejándole fuera de la Sanidad Estatal, por haber hecho referencia a lo que se avecinaba y posiblemente pretendían esconder.
Contagio que se les fue de las manos y que había tenido inicio en el Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan.
La señora Nuria, se contagió con seguridad; cuando fue a visitar a su hermano, Cristòfol, antes que a esas fiebres le dieran nombre, pero ya extendidas.
Él; hacia años permanecía interno en el hospital Psiquiátrico de Sant Boi; (San Baudilio), aquejado por un delirio de enajenación. Una especie de disfunción cerebral aguda, que le había llevado a un estado catatónico, dejando de hablar y de vivir de forma natural y tras sufrir la peor de sus explosiones.
Quitarse la vida, al cortarse la venas con un trozo de luneta, perteneciente a unos anteojos. En uno de tantos de los arrebatos homicidas que padeció, ya ingresado con los perturbados y del Manicomio.
Cristòfol, compartía su celda con Tesifonte, que procedía de una población lindante a la ciudad aragonesa de Calatayud. Un pueblito de la ribera del Jiloca, llamado Embid de la Ribera y, que solía ser visitado por su hermana soltera, Petra, mujer hombruna, ya entrada en edad y que en la actualidad y para poder estar más cerca de Tesifonte, dejó el pueblo y se instaló en una casita de la calle Mayor, justo al lado de la tienda de ropa de vestir, casa de Esteban y la ferretería Casado, de la citada población.
Los dos internos muy vulnerables, habían contraído las fiebres españolas, precisamente infectado por Petra, que la transportó de su último viaje al Aragón profundo, donde ella adquirió el microbio, sin apenas entender, donde y como. Portando el famoso (h1n1), hasta los confines del Llobregat, en la primavera del 1918. Donde estableció una especie de cadena mortal, imparable, en la que fallecieron además de los internos, la hermana.
En aquel tiempo, los presagios de la población en cuanto al microbio maligno, de las fiebres españolas, daba un balance muy poco alentador. En la zona nordeste la cepa de bacterias hizo estragos, con mucho énfasis entre las mujeres, simplemente—dijeron los epidemiólogos—por la carencia en sus cuerpos de la llamada vitamina “B”, que exigua y ausente, era vital para mantener la salud.
Dado el deterioro que les producía y el desgaste personal por la falta de hidratación manifiesta, antes de morir, las destrozaba, con aquellas décimas febriles fuera de lo normal, que superaban la magnitud normalizada de la temperatura humana, sin la posibilidad médica de hacerles descender esa difusión. Dejándolas en principio exangües, por carecer de medicamentos y medios sanitarios.
Se desconocía, como se había propagado la pandemia, los neumólogos, especialistas de las enfermedades respiratorias, creían había llegado desde la propia Francia, traída por las tropas militares americanas, las que participaban en la lucha de la Guerra del XIV, y que en España se constató era, una enfermedad devastadora, por la fortaleza viral y por la crudeza en como diezmaba a los pueblos y familias.
En el país se pudieron dar las cifras obtenidas, sin menoscabo, por no estar encasillados como clandestinos. Al no haber participado España, en la Primera Guerra Mundial.
Esos factores de fallecimiento a nivel nacional, no se establecían como secreto militar y las informaciones de salubridad españolas informaban abiertamente, con sus estadísticas de contagios. Sin ese requisito que tenían los países afectados por lo encubierto de sus estrategias.
En bastantes de las regiones españolas, hizo degollina, desnaturalizando pueblos enteros. Llegando a esquilmar en casi todo el territorio a más del cuarenta por ciento de los habitantes.
Fue precisamente aquella mañana, circulando por la A7, ya de retorno a casa, cuando Baudilio y Pepi, escucharon, por la emisora que llevaban sintonizada en su vehículo que; La Organización Mundial de la Salud, declaraba al “Coronavirus”, el cruel y denominado «(Covid-19)», como Pandemia Mundial, contemplando y admitiendo, la propia Institución de Sanidad, las repercusiones mundiales, que derivaba. Estando ya afectados de forma intensa países como: Irán, Corea y en Italia, toda la franja de la Lombardía norte y occidental, donde ya se había instalado la afección con centenares de contagios y muertes subsiguientes.
Hasta el punto, que las autoridades de su gobierno, habían declarado la zona Lombarda, en cuarentena, sin actividades habituales. Cerrando completamente su perímetro. El resto de los países del mundo, aún creían; que «”esa risa”, no iba con ellos» y, pasaba de largo, por sus pueblos y ciudades, y cuando quisieron atender de verdad, la situación, ya calculaban en el territorio nacional, con unas centenas de muertos, y las Unidades de Cuidados Intensivos, las denominadas «UCI», se iban rebozando de pacientes en estado crítico, comenzando a desbordar a los médicos y hospitales, sin haber tomado ni una decisión gubernamental.
En cuanto se conoció el contagio en la ciudad de Wuhan, hubo control absoluto, con la construcción de varios hospitales de campaña, en tiempo récord, atajando el ímpetu de ingresos en los hospitales con camas añadidas.
La bolsa de Wuhan al principio parecía que se resintió, pero muy rápido y sin saber cómo, los indicadores bursátiles, incluidos sus homónimos los del índice Nikkey, comenzaron a subir y al poco se nivelaron consiguiendo la estabilidad cotizable en la región de Hubei.
Sus gentes siguen con sus precauciones pero, la vida es bella y allí no pasa nada, mientras la desgracia ha repercutido en otra parte del mundo.
La curiosidad, fue que ciudades alrededor de Wuhan, como Nangchan, o la famosísima Shanghai no contabilizaron ni un solo contagio, estando tan sumamente cerca del punto de inflexión de la Pandemia.
No analicemos a Hong-Kong o Pekín, a éstas ni les rozó la bacteria, tampoco, en la cercana Rusia y Japón, han sufrido de momento esos rigores. Tan solo han sido afectadas las primeras potencias europeas, con la salvedad de algunas excepciones que antojan barrunto.
Sospechas por parte de Baudilio, que en su pensamiento imaginó, elucubrando una historia imposible fuera real—« que desde China, o desde la América de las fronteras con México, lanzaran al bigotudo Covid-19, sin que nadie, lo supiera, para infectar al mundo y desalojarlo de diferencias potenciales.
Cuando el Gobierno dictó las normas, Baudilio y Pepi, llegaban a casa, encantados del viaje, hablando maravillas de la zona Donostiarra, fue a partir del día 14 de marzo, cuando se inició el llamado «confinamiento» y cuando Baudilio, comenzó a tener décimas de fiebre y una tos ronca y poderosa.
El agradecimiento a los médicos y doctores, enfermeras, personal hospitalario, practicantes, ayudantes de enfermería, boticarios, farmacéuticos, comenzó a encumbrarse con motivos, fundados, por ser un personal abnegado y muy profesional, que se deja las pestañas y la vida, en atender a los cientos de casos que iban y van llegando a las clínicas y hospitales.
Se unieron la medicina estatal y la privada, en un himeneo estupendo, pero para colmo, y como resultado de los recortes habidos en el país, con referencia al gasto Sanitario, desde por lo menos cinco años, en los hangares no habían suficientes batas médicas, mascarillas, gorros de plástico, gafas anti contagio, respiradores, guantes quirúrgicos, y la infinidad del material farmacéutico que se necesitaba para que nuestros facultativos y terapeutas, no se apestaran al atender a los agonizantes víricos que iban abarcando las amplias salas de Urgencias de los Sanatorios.
Las fuerzas militares de la Unidad Militar de Emergencias, la «UME», salieron a la palestra, a ayudar, a petición del pueblo, en ayuda valiosísima, por el montaje de hospitales de campaña, y por la gran labor sorda que logran con su trabajo y presencia.
Maquinaria medicinal, accesorios quirúrgicos, Kitts de test y análisis virales, respiradores automáticos, manoplas y manguitos, mascarillas y todo lo que en España y Europa, escasea. Incluyendo, quizás, pensando en claro, hasta la vacuna «anti-Covid-19» que puede ser la tengan casi conseguida en sus laboratorios, para después suministrarla a un coste negociable.
En un hospital de Barcelona, atendieron aquella tarde a Baudilio, con bastante fiebre, la que no le había dejado pegar ojo la noche anterior. Ingresó, en principio por un comienzo de neumonitis, que era menester analizarlo y erradicarlo, su mujer Pepi, tuvo que volver a casa, a practicar una cuarentena domiciliaria; pero obligatoria, aunque no tenía fiebre y las constantes eran normales, debía cumplirlas en cuanto llegara a su domicilio.
Las urgencias en todas las clínicas están fuera de tiempo y los médicos no dan a basto con tantos enfermos.
Los amigos, y su familia, aquellos, que le quieren, respiraron y miraron al cielo, pensando y viendo que aunque había contraído el Coronavirus, podría salir adelante, porque las ilusiones y solicitudes se cumplían de tanto en vez.
Todo era esperar y prepararse para seguir cumpliendo con el Confinamiento exigido por los gobernantes, que a fin de cuentas son ellos, los que lo propician, esperando la mejoría, cumpliendo con las medidas necesarias para la pronta extinción del Covid-19.
Dejaron de pasear, de salir por cualquier cosa a la calle, a tomar el sol y el aire, a visitar a sus hijos y nietos, y la vista y el oído puestos en la radio y en las noticias para saber en todo momento, como se frenaba aquella miserable enfermedad, que desinstalaba el aire del pecho y mataba.
La jodida, ¡Mataba sin miramiento! Asfixiando, por la falta de aire en los bronquios, que inflamados reventaban impidiendo el permiso de vivir.
A todo esto Baudilio, llevaba cuatro días en la Corachán de Barcelona, luchando por su cuenta, sin el amparo de su familia, ¡Solo y asustado!
Los médicos aconsejaron a los familiares y amigos, «qué mantuvieran la calma, prohibido acercarse al hospital, porque; igual era una infección repentina y en unas horas salia de nuevo a planta.
Las lagrimas llenaron aquellos párpados en las cuencas de sus ojos. Cuando Baudilio, pensaba, notándose entubado en la capsula de la UCI, escuchando aquel traqueteo del respirador artificial, que le permitía padecer.
Ya, habían pasado mas de tres días, sin posibilidad de ver a su mujer por última vez, para decirle quizás, si la serenidad y el sosiego, se lo permitiera, sus últimas palabras. Imposible limpiarse aquellas lágrimas, que le descendían entre la barba. Temeroso, viendo que aquello, llegaba a su punto final, tuvo una visión, mientras se quedaba dormido para siempre.
«El recuerdo, le llevó directo a las conversaciones que mantenía con su abuela, cuando le narraba, lo que llegó a sufrir Nuria, al dejar huérfanas a tres hijas en aquella estela.
FIN
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