viernes, 22 de enero de 2016

Asentamiento añejo



Todos perdemos el ritmo
es mi propia sensación
me lo dijo un abuelo
cuando su vigor perdió.

Casi no puedo conmigo
comentó en tono menor
prefiero estar atendido
¡Estar solo! ¡Es peor!

En la gran casa dorada
advierten: es Residencia,
parecida al Gran Hotel
de la bendita Inocencia.

No es que acceda todo el mundo
si no pagas lo que cuesta,
algunos quieren quedarse
pero, les falta manteca.

Si te ingresan no es por guapo
ni por viejo abanderado,
es porque tienes los euros,
en cualquiera de los bancos.

Es paraíso de ancianos,
es edén de jubilados,
el vergel de veteranos,
ocaso de desechados.

Fantástico por lugar
donde poco se molesta,
si meriendas;  ¡que aproveche!
Y si no;  nadie protesta

Por tener tiene de todo
no le falta  pormenor.                                 
Cada abuelo con su jodo,
como consuelo; el mejor

La monjita me pellizca
porque no quiero rezar,
la barriga se dispara
con ello me ha de limpiar

La enfermera, desespera
jarabe no quiero más.
Tiene un tufo que marea
y ella me obliga a chupar

Aparcadero de viejos,
residencia de olvidados,
viaje a ninguna parte,
estación de sepultados.

El servicio es impecable
en la hora de visita.
Cuando toca la campana
se acabaron las risitas.

La directora es muy seria
y a todos nos quiere mucho,
si no pagas mil seiscientos
ni te estruja ni te achucho.

No veo que se mejore
¿Ya le dan sus medicinas?
¡Claro señor, por la tarde!
Me pulen con trementina.

No veo su mal enmiende
con lo que el medico aplica.
El remedio no responde
¿Se toma sus aspirinas?

Si la salud es precaria,
al hospital me derivan.
La residencia no quiere
pasarse de la tarifa.

Allí me abandonan solo
en hospital  primitivo,
¿dónde están los amigachos?
De la familia el olvido

Ni me miran ni me ven
dos cortes de pelo quedan.
El medico piensa y qué:
que hagan lo que proceda.

De nuevo en la residencia
me derivan otra vez.
La directora no sabe
el tiempo que viviré

Todas las tardes a misa
me confiesan a menudo.
El cura es un Colombiano
y es un tipo cojonudo

Hoy toca peluquería
me rasuran como siempre,
me dejan unas patillas
que parezco un delincuente.

Que ronquidos por las tardes,
y la siesta en camarilla,
nos suministran a todos
una ración de pastillas.

Con ello quedamos lerdos,
enfermeras a reír.
Cuando se me cae la baba
Ni dios nos puede sentir.

No quiero cumplir cien años,
si no lo digo reviento,
disculpa si soy tan claro,
pero lo dicho mantengo.

Debería ser precepto
viniera con mandamiento,
no tener enfermedades
hasta cumplir los quinientos.













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