Fui envuelto por su flama,
al entrar en su morada
al entrar en su morada
me recibió su espíritu
que taciturno aguardaba.
Abrí
el portón de su alcoba,
su aliento besó mi cara,
un temblor de agonía,
cruzó del pecho a la espalda
Ni era una voz, ni un sonido
no era un rumor ¡Se palpaba!
Era una imaginación,
que invade el fondo del alma.
Alada estuvo a mi vera,
para nada molestaba,
permitió ver el refugio,
de su mundo, y sus fantasmas.
¡Cómo ha sido! ¿Preguntaban?
¡Extinta la han encontrado!
Al cabo de veinte días,
de no haberse despertado.
Murió triste y en penumbra,
atractiva ya no estaba,
en la rigidez eterna,
su gesto lo reflejaba.
Era una dama distante
tímida y abochornada,
otra airosa engreída,
que todo le molestaba.
Nadie acertó con su ausencia,
ni su familia allegada.
Un suceso inesperado
dio con su muerte impensada.
La arisca aunque no lo sepa
debe cuidar el mañana,
todos tenemos desgaste,
incluso la porcelana
Nada previsto tenía
cuando murió por sorpresa
la vida se le acabó
Dios sabe si padeciera
La belleza de su cuerpo
no evitó su deterioro,
su carácter poco afable
no registró muchos lloros.
Igual intuyó su cese
igual fue muerte anunciada,
igual sospechó el instante,
igual la pillo crispada.
No esperaba tal viaje
¿Quién intuye ese momento?
Ha de ser un latigazo,
que te deja sin aliento.
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