Acostó
a los niños después de haber pasado un turno de juego y de explicarles el cuento de Ane Kaona,
siempre tenía que improvisar y no podía repetir las leyendas a sus hijos, debían
ser diferentes cada noche, ya que con sus memorias de elefante, le recriminaban
y debía comenzar de nuevo.
Santi,
les explicó un extraordinario relato, cuasi real, sin saber cómo, y sin más ilustraciones,
sin darse cuenta se llevó a su dormitorio y después de dar las buenas noches a
su esposa, quedó dormido entre las almohadas blancas de la cama.
Estaba
profundamente dormido, cuando sucedió que el cuento se tornó y quedó como si lo
estuviera viviendo con los ojos cerrados, tendido en su lecho y respirando
suavemente…
_ No
conozco persona más desagradable que ella_ Le comentó Santi a Lidia mientras le
intentaba sacar más detalles de aquella mujer tan aparentemente noble, pero tan
mezquina.
_ Es
su carácter, Si no le llevas la razón se cabrea y deja de hablarte, además es
tan impresentable que se cree el centro del mundo. Ya ves como trata a su ayudante
que es su propio marido. ¡Como a un pelele de tramoya!
_ Si
supieras la faena que nos ha hecho.
_ ¿A
quién a ti? ¿Faena?, pero si es, de lo más bobo que existe. Y esa sociedad es
falsa. Todos sus componentes son familia suya. ¡De que van! Aparte de hacer las
reuniones en la mesa de la cocina, tomándose un cortado deciden su porvenir. Ella,
pudiendo salir a vender sus cacharrerías a la lonja ya tiene bastante. ¡Claro y
que lo suyo sea lo mejor! Pero dime…
que clase de faenas te ha hecho a ti y a quien más.
_
¡No vale la pena airear nada! Mejor lo guardo y no lo cuento, porque después
ya sabes. Las paredes hablan y se dicen demasiados embustes. Lo mismo después me
perjudica, me veo en un lío por una chorrada de la señora Ane.
Aquella
mujer a la que aludían estos amigos necesitaba ser reconocida en todos los ámbitos
por donde pasaba, le era obligado que sus aliados, vecinas, sus camaradas, sus familiares,
hasta su perro caniche vieran que ella era portadora de un encanto especial que
no pudo demostrar durante su juventud,
ni mucho menos después.
La
pobre Dorotea, se hacía llamar Ane, por ser más chic y porque su madre la había
bautizado con el nombre de Ana Dorotea_ y no le gustaba_, además en aquel
tiempo en la comunidad autónoma donde vivía estaba muy bien visto, el que los nombres
propios fueran originarios. Debido quizás a lo que tuvo que sufrir en su
primera infancia, no soportaba a su madre, no solo por el nombre compuesto que
le atizó en el bautismo. La detestaba sin paliativos.
Había
nacido en un pueblecito de la meseta y se vino emigrando, buscando un trabajo,
un porvenir, un ambiente, un dinero con
el que poder vivir. Era el tiempo de la escasez y con ganas de trabajar se conseguía
por lo pronto pan para sofocar las maletas del hambre que llevaba atrasadas.
Ya
por aquellos entonces, plagiaba frases, se hacía de palabras de otros y
pretendía ser más insigne que la propia Doña Sara de Montiel y Montijo,
propietaria del cortijo de donde hacían jornales sus familiares y desde donde
se nutrían sus componentes.
La
misma ojeriza que le tenía a la señora, ya le llevó por algún que otro
derrotero maltrecho, y causaron graves repercusiones a su madre, que la denostó
una y otra vez, hasta que harta la niña kaona_ que es como la conocían en su
pueblo_, de ser reprendida por sus malos modales, apañó su hatillo y se vino a
la gran ciudad. Creyendo llegar a ser una Diva de la Cultura, con su prosa, en
sus versos y en su impronta de artista incomprendida.
En
la ciudad, tampoco era la chica más guapa, ¡no era una mujer cañón! , ni la más
delicada, ni por supuesto simpática, ni además la mas instruida, por lo que pasaba
totalmente desapercibida al mundo. Al tratarla y saber de su perfil doloso y de
su genio de “peón portuario”, sencillamente la dejaban de lado, sin desprecios,
viéndose también ignorada del conjunto.
El carácter
de Ane era rudo, más bien tenía perfil de macho infame, pero no por sexualidad ¡NO!
Era
desagradable como un picor anal. Es una tía sencillamente difícil de mirar. Que
no muestra confianza ni agrado.
Contenía
sus envidias, y solía caer bien a todo
el mundo, hasta que la conocían y a la primera de cambio, por una simple
discrepancia, por una pura diferencia de opinión, les montaba el “pollo”, donde
estuvieran y con mala educación.
En
el telar de tejido acrílico, la maquina en que la pusieron a tejer en la
empresa de jubones, “Hilo de Plomo”, la que arrancaba cada mañana a las seis y
donde perfilaba pecheras de elásticas a destajo, donde se ganaba el sueldo, en
la que trenzaba esa ropa para la posterior confección de camisas.
Cantaba,
pensaba en ser estrella, engendraba frases inconexas que anotaba en las
etiquetas de los fardos del papel de estraza. Creyendo que algún día sería algo
más que una simple costurera automatizada.
Como
muchas señoras, tras pensar y contar lo conveniente, se retiro al casarse, y se
dedicó a su casa, sus hijos, trabajos manuales, diseño de trapos, madame de
consejos, pintura abstracta, bricolaje domestico, y con nada cuajaba. Era como la gallinita
ciega del talento
Probó
cientos de actividades culturales, a la vez que perfeccionó algo su modo de
hablar y de leer, y sus ganas le llevaban a ingresar donde hubiera tendencias
modernas sobre literatura, imagen, música poesía. Sin tener probabilidad, ya
que no tenia base escolar para poder conseguirlas con facilidad. La suerte en
estos menesteres es escurridiza y no fácil de tropezar si no contienes
ingredientes de elaboración.
Los días
fueron cayendo del calendario y sin pensar pasaron treinta. Ahora se tinta el
cabello de rojo frenesí y se lo deja tan abandonado que le nacen unas tiras
negras a modo de mechas desaliñadas, entre el pelo pintado que parece la
artista bruja de las películas de Cruela de Vil. ¡Eso sí! Si a bien lo tiene,
te da una lección magistral de peluquería, que también entiende y según ella
bastante. ¡Es una dama crack del talento!
_
¡Venga dime que os ha hecho! _ Volvió a repercutir de nuevo Lidia, queriendo
saber y disfrutar de sus disparates.
_ Me
dijo que tenía que marcharme de la empresa_ dijo sin mirarla Santi_ porque le habían dicho unas cosas, que no
puede repetir, una persona que tampoco puede descubrir y que sin falta he de
dejar la firma.
Dado
que ella que ha sido quien ha levantado la sociedad, puede ser perjudicial y
nocivo para la compañía. Cuando le dije que clase de cosas le habían dicho y
quien_. No te rías dijo Santi mirándose a Lidia_ ¿Sabes que me dijo? _. Sin
esperar respuesta continuó_ Que no las podía decir, ni al que se las había
comentado. Rieron todos de sopetón al unísono.
_ ¿Y
su socio que decía? ¡Bueno su adepto! El marido_. Acabó su duda Lidia, riendo e
imaginando la respuesta.
_ ¡Qué
va a decir! Si no pueden hablar, con la de trampas que tienen entre los dos, el
día que la administración política se dé cuenta, y tiren de la manta los joden
y los rifan_. Afirmando con la cabeza, respondió el amigo Santi.
_ Es
la misma envidia. Igual creen que les vas a quitar el puesto, de gobernanta de
la corporación y no van a poder cortar el bacalao o, hacer lo que les viene en
gana, con los recibos falsos que os hacen firmar, para luego presentarlos como
gastos reales_. aseguró Lidia, mirando con desdén por la ventana de sus propias
ensoñaciones, despertando del sueño a Santi de forma inmediata y con pesadez.
Se
había levantado Santi a tomar sal de frutas y se avivó de un sueño pesado que
mientras saneaba su estómago con los frutos efervescentes no recordaba, ni por
asomo y cuando volvió a la pitra se quedó colgado del sueño en su continuación.
Que le definía y metía de nuevo en aquella alucinación……
Transcurrieron
muchísimos años, en aquel país pasaron miles de cosas feas, como en casi el
mundo entero. Ellos, Ane y su acólito pudieron soportar todos los cambios de política
internacional, nacional y local, siguen dando que hablar, a pesar de que ellos
no se dan cuenta. No tienen sentido del ridículo, son tragaderas de aguas
fecales, se hartan de detritos ajenos.
Le
hacen la pelota a todo bicho político viviente, dicen que ¡Sí!, y también ¡Sí señor!, a todos los
politicastros de la ciudad, venderían su alma por menos precio que Judas vendió
al maestro, ….pero siguen aferrados,
más que eso. ¡Enganchaos a la teta!
El
despertador sonó con estrépito y es más con brutalidad, Santi se levantó y en
la hora del desayuno le contó a su esposa Lidia, todo el sueño que había
tenido, y la premonición de lo que le iba a pasar próximamente.
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