Los buitres vuelan bajo, no se apartan
de lo que consideran presa. Disimulados huelen el trofeo y calculan en su mente
negra. Ni ellos mismos se dan cuenta que hacen una labor de espera, se mezclan
con la niebla. ¡Detestable miseria!
_ ¡Está enfermo, que no lo ves!_ Le dijo
en presencia de la enfermera _ ¡Me desespera! _ criticó_. Sin embargo él, sigue
a la suya y no le bulle la conciencia. También eres hijo_ continuó hablando con
pena_ y el preferido, ¿recuerdas? la de
veces que te favorecieron a la “chita callando”, sin que nadie lo supiera.
Quizás pensabas que soy tonto, o vivo en otra esfera.
Jugando al despiste, piensa que engaña
al resto del mundo que se luce y se esmera y que sus actos son los que a fin de
la partida cuentan.
Que apatía muestran en el disimulo que
sustentan, como evitan la mirada cruda y verdadera. Es mejor para ellos observar
sesgado cuando no les esperas.
A veces pienso en el remordimiento, ¿cómo
se presenta? y trasladándolo a ellos, no les veo merma, ¿será que no tienen escrúpulo?,
que aún y estando en la indiferencia, en el pasotismo creen que cuando caminan
no retemblan, que en algún lugar desconocido tengan que pasar cuentas.
¡Ah! claro, respuesta serena para todo emplean,
como si la buenaventura caminara por su acera. Templando la mezquindad se
interesan, por cómo va ese asunto que en realidad les quema, que necesitan
depositar su bilis en el borde de sus labios cuando besan.
Con tanto trajín con tantas mentiras
viejas y ese porte de actor que exaspera haciéndose pasar por persona bella,
por el mejor hijo que padece y que sufre tanto o más; que piensa. ¿Es su forma
de entender, de zafarse del dolor, de eximirse de la responsabilidad? _Me
pregunto sin respuesta_. Igual disimula y acarrea su dolencia interna y no lo
representa.
Cierto es, que esta situación tan
desagradable no viene de nuevas, ellos los viejos, los que ahora ponen cara de
pena, esperando clemencia por tantos errores y desamor, por tanta apariencia.
Fingiendo sus aptitudes lesas, que sin darse cuenta han llegado a hacerse mayores.
¡Sí viejos! y ahora ya todo se les dispensa. Olvidando aquel daño hecho a los
que ahora deben resolver sus decadencias.
Promovieron celos y cuitas en
definitiva desavenencias entre parientes sin pensar en futuras consecuencias,
solo para ganar con la desorientación de los hijos posibles dispensas. Esas
divisiones entre sucesores jóvenes solo llevaron a que no se entendieran y
recoger ahora las secuelas.
Así crecen y viven las fieras, dando
zarpazos a ciegas, sin medir la cuantía de la pérdida. Ahora, que todo debería
ser paciencia, bondad, sentido, amor fraterno y vejez serena, surgen las desigualas
en las mentes desconfiadas por la cuantía de las posibles herencias. Afilan sus
uñas incisivas con diferencia, para mirar de conseguir aquello que les ha de
llegar por legítima consecuencia.
1 comentarios:
Cómo siempre te superas en tus escritos. Un beso enorme. Nikitta.
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