El viaje al
Copacabana comienza depositando las maletas en el autocar que nos ha de
transportar a Lloret de Mar. Preciosa población costera del Mediterráneo catalán.
El trayecto ha sido distraído a pesar de todo el tráfico encontrado por ser fin
de semana y además coincidir con la Festividad del Pilar. La fiesta de la
Hispanidad, festivo en casi toda España y una fecha cumbre en nuestra cultura.
La recepción en el hotel es de bienvenida y saludo, sin grandes alharacas,
sobria y sencilla, como corresponde a viajeros que aprecian los buenos momentos
y los detalles de gusto.
El Copacabana de
Rio de Janeiro, da nombre y se asemeja al de Lloret, por la cercanía de sus
playas y sus estancias maravillosas de paz, tranquilidad y sol, detalles que
también se repiten en el de nuestra Costa Brava, el que nos pilla más cercano y
cómodo del que vamos a hablar para que nuestros amigos, los que aún no han
estado lo conozcan.
El aroma del pan
tostado se confunde con el de los cruasanes y el café, que se huelen desde el
acceso al comedor. A pesar del buen olor ¿porqué el café de los hoteles, tan
flojo? _ no se qué ocurre con los estimulantes alcaloides de los hoteles del
mundo, son de lo más flojo _, por lo que después del desayuno, salgo buscando
una cafetería y ¡Sí! tomo uno de esos concentrados que te elevan la moral,
aunque la lleves por los suelos.
En Caldas, un sol
radiante y enriquecedor, el chofer donde
primero nos lleva a la iglesia, a que demos gracias por los favores. Buen
día, recorrido fenomenal y espectacular por todo lo que conocimos. Balneario de
Vichy, lujoso y precioso, jardines de cine, y aires embriagadores de buena
salud. Paseo y charla con los amigos y disfrute del tiempo, como se debe.
Cerca de la
Ciudad Condal, a unos pocos kilómetros se emplaza Lloret, con toda la
diversidad de plazas para turistas. Elegimos un hotel tranquilo y seductor,
donde se destila de un ambiente original, que a su vez simula en algunos
rincones del mismo ese aire seductor del bienestar y de la placidez. La ciudad
de Lloret, extraordinaria como ustedes conocen de sobras y a los que no se han
dejado caer por estos lugares, valga la invitación para que no demoren su
vista. Nos acogió de forma calurosa y nos brindó un tiempo excepcional que
pudimos gozar durante todo el tiempo que estuvimos. Alegría, música,
vistosidad, playas, diferencias étnicas, trato emocionante y mucha marcha.
Los pasajeros
fuimos acomodados en nuestras respectivas habitaciones y poco a poco fueron
desfilando a las instalaciones de comedor, donde la cena esperaba. Prisa
teníamos porque el baile estaba dispuesto y estos sí; que no esperan a nadie, le dan a la flauta y
al bombo y si no estás tú te lo pierdes. Por ello, rapidito, fuimos llenando
nuestras apetencias y al poco ya estábamos frente a la pista de meneo, para
mover las caderas con el ritmo tropical que usaba el discman de la discoteca,
que ponía música variada para todos los gustos.
Los bailongos se
adentraban al centro de la pista, con sus meneítos sensuales y sus ideas
puestas en aquellas féminas que despistadamente paseaban por las inmediaciones
del círculo central de la cancha. No fuera que algún despistado con ansias de danzar
quedara sin pareja para marcarse el bolero de Gardel, que sonaba en aquel
instante.
Al poco, ya
estaban casi extenuados de tanta bachata y de tanto mambo número cinco de Pérez
Prado, pero los pies aguantaban, el calor aun era soportable y los cuerpos se
retorcían con los movimientos sexys de las melodías. Al llegar los Fox-trops
lentos y pasodobles, algunos fueron en busca de la acogedora butaca y los demás
salieron al embaldosado a marcar aquellos pasos medidos que comprime el baile
de New York, Buenos Aires o los pasodobles de la ancha castilla.
Las doce de la
noche, como si se tratara del cuento de la princesita del zapatito de cristal,
nos echaron a todos a que de buena forma fuésemos en busca de los colchones y
del descanso, que la vida sigue y no todo se ha de acabar en los primeros “ubiques”.
¡Buenas Noches y tápense! que refresca en las noches de octubre cerca de la
playa.
No se oyó ruido
alguno, hasta las siete de la mañana. El despertador anuncia que te espera una
buena ducha y un buen aseo, que permitirá desperezarse como tarzán en la propia
selva, evitando el aullido de guerra. A estas edades, bien puede salir una tos
senil en vez de un chillo profundo que sacudiese el cimiento de las playas
cercanas. Es la hora de comenzar este día del Pilar, patrono de nuestro suelo
patrio.
Diana general
hora precisa e iniciadora, que es cuando los madrugadores, comienzan a pensar
en aquello de salir a caminar, o a correr, vestiditos con sus pantaloncitos de
marca y sus borceguíes de colores estridentes para llamar la atención de todo
el que se cruza con ellos. Otros, más sosegados se ocupan de la prensa y del
desayuno que frugalmente toman para poder mantener sus líneas de “boys du monde”.
Los restantes. ¡Hala venga a tragar!
entran en el comedor a desayunar, como elefantes en una cacharrería, creyendo
que se van a quedar sin nada, con mucha hambre y llenan sus platos de forma
inconexa y desmesurada, una barbaridad para la vista de los que no necesitan
lentes. No digamos para los que normalmente las llevamos.
¿Cómo podrán comerse
tantas rebanadas de pan? ¿Cómo podrán desayunar con tantos huevos? Si se los
comen todos van a agarrar una freidera de hígado que se van a ir patas abajo.
Comedores de primera, personas que suelen tener buen saque de pista y que
tragan por sus apetitos reconocidos. Después hacen fila en los lavabos para
dejar aquello que les sobra… o; piden una aspirina al primero que pillan para
mirar de bajar esa sensación de pesadez que les ha dejado tanta vianda ¡Dios
bendito, parece que se acaba el mundo!
El autocar
preparado en su zona bus, espera al grupo para llevarlos hoy, a Caldas de
Malavella, lugar dichoso, aguas termales específicas para baños, balnearios de
primer orden, aguas finas para beber reconocidas en todo el mundo.
Las sonrisas de
las damas, recién acicaladas, y suaves, van subiendo a sus respectivas
localidades, gustándose y mirando a derecha e izquierdas para ver si hay alguna
que sea más guapa que ellas. Comparando sus pieles, sus peinados y sus modos.
Los hombres con el periódico, intentando saber el resultado del partido de
anoche, y comentando el penalti que no fue y que el árbitro se tragó porque
estaba comprado por el equipo local. Ya saben ustedes, lo sintomático, lo
habitual de la vida. La importancia del futbol en la vida de ciertos seguidores
¡esencial!
La vuelta al
hotel Copacabana a comer, nos dispensó un alimento extraordinario y gustoso,
que lo saboreamos como buenos comensales, acompañados por nuestros amigos,
pudimos disfrutar de lo que es una buena sobremesa. La hora del café y de
promocionar nuestro Festival Benéfico del Día 27 de los corrientes, donde
podremos dar cita a unos cuantos artistas de música variada, donde se intentará
recaudar posibles para la ONG de Fórum para la Solidaridad, entidad que agrupa
además de nuestro país a Colombia, Perú y Bolivia, dando apoyo a los más
necesitados y con pretensión de que les lleguen alimentos y enseres a los mas condicionados.
Tarde libre en la
ciudad de Lloret, cada mochuelo a su olivo, que bien se hizo ese paseo revuelto
con los turistas, ingleses, alemanes y demás, paseando por las instalaciones
del paseo Marítimo viendo las playas y notando las gaviotas volar por encima de
nuestras cabezas, y percibiendo esa sal marina que en el ambiente suspendida,
llegaba a nuestras pituitarias.
El domingo tres
cuartos de lo mismo, nos toca ir a Santa Coloma de Farnés, a la hacienda de las
galletas Trías, buenas; muy buenas, obleas y barquillos, que se exportan a todo el mundo que
acompañados de un buen vino de moscatel, hace que lo dulce tiemble hasta el
puro estomago y así hasta la hora de la pasarela de modas. Pieles y marroquinería
para las damas y caballeros. Escasa compra se les hizo, las carteras y tarjetas
visas, van más apuradas que los suspiros de España por una buena economía. Directos
al comedor del Copacabana, comida baile y despedida.
Amigos, hasta la próxima,
con gusto les acompaño.
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