martes, 15 de enero de 2013

Críspulo en el barrio chino


_Señor Joaquín, podría certificar que estuve ayer tarde en su clase de matemáticas y física, en el aula 10, del edificio de Maestros Industriales y Peritos, desde las seis a las siete treinta. ¡Es muy importante para mí!

_ A santo de qué, habría de hacer tal justificación, y que tú me la pidas, cuando en esta Universidad laboral, todo va por libre y quien quiere satisfacer su curiosidad, solo tiene que preguntar en Conserjería.

_ Señor está en juego mi conducta, si no fuese vital y urgente, no se lo pediría. No deseo, que los comediantes que han dudado de mi verdad, sigan riéndose de mí.  

_Debe ser muy grave el asunto__, asentó aquel hombre, tan absolutamente distante y poco agradable, mirando con bastante desprecio al joven, que le solicitaba aquel socorro

_ Le han dicho a mi padre, que ayer me vieron en el barrio chino, en un prostíbulo y debo certificar que no es así. Puesto, que estuve en su clase a la hora que me hacen en el embrollo y además usted, si lo recuerda, me hizo una pregunta de la lección, sobre física cuántica, que tuvo usted que corregirme en algún punto puesto, que no lo llevaba demasiado claro__ ¿Recuerda señor?

_ ¡Cierto es!  Recuerdo el apunte y la paradoja, por lo tanto con ello, quieres decirme que nadie pudo suplantarte en clase. Sería otro al que vieron de putas y lo confundieron contigo, ¿Quien ha sido ese mentecato, que ha levantado semejante embuste?  ¡Claro que recuerdo tu intervención en el aula!  Además__, dime tu nombre completo y número de matrícula, clase y curso__, mientras abría su cartapacio y separaba la lista de  alumnos__. Me llamo Críspulo…a la vez que entregaba con donaire su acreditación al catedrático__, cuando volvió a ser interrumpido por el profesor__. ¡Ah sí! El chaval, con ese nombre tan raro, recuerdo esa nombradía cuando paso lista en clase de primero. Desconocía ese santoral, hasta que no llegaste a este curso__, recorriendo con su índice, hasta llegar a las señas, que leyó de soslayo en paralelo que averiguaba con agrado, aquel dato para justificarlo__. Críspulo Gonzaga Iñárritu ¡Aquí estás y además no has faltado ni en una sola clase de matemáticas y física¡ 

Es posible, que no te hayan mirado a la cara muchacho y sepan con solo mirarte, que no eres un putero, que debas ir justificando a quienes igual, no se merecen el agua que beben y son ellos los que frecuentan esa zona buscando ese sexo.  Sexo que no alcanzan y que a la vez reprochan. 

_ Un jincha, que suele juntarse con mi padre, a la hora del almuerzo en la fábrica y le ha jurado, que me vio, ajetrear con una ramera, en uno de esos prostíbulos de la calle Liberación. Si fuese cierto__, apostilló el chaval__, sepa usted, que admitiría con valentía el acto, pero lo que me duele y me desquebraja, es que mi propio padre, dude de mi palabra, de la pura verdad, no solo quedando de ese modo la cosa, si no que me ha amenazado y sus amenazas son disgustos y malos tratos, habiéndome dejado a la altura de los deleznables y vulgares truhanes, frente a sus amigachos, como queriendo darse el pisto de ser un verdadero educador, cuando es para nosotros un vulgar y desastroso padre.

Con seguridad, esta noche, quiera pasar cuentas conmigo y debo ir preparado, puesto que no es la primera vez, que mide mis costillas con su correa y creo que ya es hora de parar por la vía de la cordura actos de este calibre entre mi progenitor y yo.
 

_ ¿Tienes madre? y si la tienes que dice de todo esto__. Sonsacó con descaro el profesor, perplejo por la tranquilidad, de aquel muchacho, que afrontaba su lucha diaria y se refugiaba en lo poco que podía.

_ La tengo, pero en estos difíciles temas, que tendría que apostar su valentía, en defensa de sus hijos, se esconde como un bulto asustado y sumiso y accede a todo lo que le ponen por delante, admitiendo de forma inexplicable, realidades infectas de verdad y no llevando jamás la contraría, a quien le recriminaría con creces, el haber actuado en contra de los dictámenes de su doctrina. 

El volante con la certificación, se lo extendió a falta que pasara por Administración a que le dieran validez, en formato oficial, con los correspondientes sellos de autenticidad y firma del jefe de estudios. Una vez validó toda la secuencia de pasos y salió a la calle, con el sobre cerrado y sellado dirigido a sus padres. De retorno a su casa, le vinieron los pensamientos amargos de aquella mañana de marzo de mil novecientos sesenta y tantos.

 

Quien sabía lo que iba a suceder aquel día__, pensaba, mientras esperaba el bus hacia su domicilio__, podría ser uno de tantos, anodinos, para un chaval de 16 años, para un meritorio de oficinas, para un chavalín que ya ayudaba a su familia con un trabajo que ni le gustaba, ni le apetecía, pero que era preciso cumpliese, por motivos de aportar algún efectivo a la familia, ayudar a la cesta de la compra y pagarse lo que consumía, estudios y libros incluidos.

Como si el haber nacido…, la mala economía, los malos humores familiares, los fracasos de los mayores, los esfuerzos que contraen una existencia; fuesen culpa de él.

Había madrugado, para ir a su trabajo, lejos de su vivienda, el traslado de cuarenta y cinco minutos del autobús, le dejaba a quince minutos andando de la empresa donde prestaba su asistencia, un negocio, que se dedicaba a la metalurgia, un trabajo el suyo, que consistía en hacer recados para los empleados de aquel taller, poner sellos en las cartas, llevarlas a correos, ordenar el almacén de archivo, traerles los cafés y el botijo de agua, barrer los suelos del despacho y aguantar toda clase de vejaciones habidas y por haber de aquellos jefes que le asignaron tan míseros, indeseables, asquerosos, y viles personajes. Su turno comenzaba a las seis de la madrugada las 6:00 AM, por supuesto tenía que estar puntual, lo que significaba, que el despertador le sonaba cada día a las cuatro y cuarenta. El obstáculo más importante, es que familiares suyos trabajaban en la misma entidad, lo que acrecentaba en mayor medida, la vigilancia que tenían sobre aquel meritorio que solo quería hacer las cosas bien, que se las reconocieran y poder salir a su hora para por la tarde proseguir con sus estudios. 

Aquella mañana, un peón de la sección de matrices, Simón Santos, un personaje de unos treinta y ocho años, acabado por el alcohol, el juego y la mala vida, le contaba a su amigo Ramón, padre de Críspulo, que había estado en el barrio chino, disfrutando de los placeres mágicos, que ofrecen las chicas del amor al contado, en la barra del bar Unión de Pechos. Dándole detalles al tal Ramón, de las delicias de la carne que había saboreado. Escuchaba y disfrutaba a la vez que añoraba de los goces de la vida y que posiblemente, no pasaba una noche de luces y bohemias, hacía muchos años. Dado entre diversos motivos, que era un hombre rencoroso y lleno de envidia, que aguantaba una familia, sin aquel agrado que se necesita para llevar alegrías, sonrisas, y algún que otro deseo para celebrarlo en común. 

No siendo bastante las explicaciones sensoriales, táctiles, olfativas y auditivas, relacionadas con el desenfreno que le daba Simón a su amigote Ramón, que le aseguró haber visto a Críspulo, si no allí mismo, cerca de la zona, engatusando a una señorita fascinante, detalle que sirvió para encender al tal Ramón, ya caliente y excitado de los episodios narrados por Simón, para que se incendiara como las teas lumínicas de los lupanares del barrio. 

Por celos, envidia, dudas, rabia contenida, desequilibrio mental y desordenes personales, fue a buscar a Críspulo, que cuadraba unos balances que le había asignado el encargado de aquel departamento, montándole una bronca desmedida y fuera de tono, con su mala educación acostumbrada, con sus modales de ruin, con su talente de ser un tarado y taciturno desequilibrado.

Qué ejemplo de padre,  que modelo de hombre puede humillar tanto y en tan poco espacio a un mozalbete, a un hijo, a un futuro hombre, que con seguridad, jamás olvidará y siempre será motivo de vergüenza paterna.

 

Cuando llegó Críspulo a su casa, de la Universidad Laboral, Ramón, su papá;  ya le estaba esperando, en compañía de su madre y hermanos, como queriendo dar una lección magistral, y  que aquella paliza, la enésima, sirviese como escarmiento de no repetición en visitas a lugares de alterne. Al entrar, quiso saludar, pero le negaron el saludo, como si de un proscrito se tratase.
 

_ Ya le he explicado a tu madre, donde estuviste ayer tarde ¡Sinvergüenza! Yo; rompiéndome la salud para que estudies, y tú vas y me lo pagas yéndote de putas.

Luego dirás que necesitas un libro, que si la matrícula, ¡Que lo sepan tus hermanos!  la clase de chusma que eres y lo poco que aportas a la familia. ¡Te has ido alguna noche sin cenar a la cama! ¡Has pasado frío! ¡Te voy a romper la crisma! Cuando has visto ese proceder en esta casa__. Profirió toda una relación de improperios, tan solo para asustar a los hermanos y a la madre, que sumisa y sin respirar bajaba el ceño asustada y amargada.
 

_ Antes de que me azotes y me deslomes, quiero entregarte una cosa y decirte algo, ¿Puedo?__, enseñándole la carta cerrada con membrete de la Laboral 

_ ¡Pasa para adentro, que te voy a deslomar!  ¡Desdichado! ¡Qué quieres que vea!
Alguna de tus cualidades, ¡Pedazo de sinvergüenza! 

_ Es una nota que me ha extendido el profesor de la escuela, para mis padres. Para vosotros, con el ruego, ante una duda o incredulidad, podéis ir los dos a visitarle. En persona, os espera y recibirá de muy buen gusto. Y además ha comentado que él;  puede dar más detalles, a padres como vosotros, obsesionados por el buen recogimiento y educación religiosa de sus hijos. También me ha preguntado, que tipo de explicaciones te he dado, y le he respondido, que no me has permitido hacerlo, que tu amigote Simón, se había encargado de dañar tu orgullo, frente a los demás compañeros del taller y que solo quedarías tranquilo y sosegado, cuando me midas con la correa, como tienes por costumbre. 

Quedó perplejo y atolondrado, bajando su correa, que ya la tenía en sus manos para batirla con la espalda de Críspulo, que con sus ojos humedecidos, se despedía de ellos con un gesto de buenas noches y el pensamiento de que nunca se iba a la cama sin cenar. 

Abrieron y leyeron la carta, mientras Críspulo, se retiraba al dormitorio que compartía con sus hermanos a descansar, después de una jornada, bastante dura.
El reloj no se detiene y las cuatro y cuarenta de la madrugada, llegan ¡ya!

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ESTUPENDO EL RELATO. CADA DÍA TE SUPERAS.
NIKITTA.

Anónimo dijo...

GRACIAS ,ES EXCELENTE , emocionante la realidad de la vida
ANTES de una manera Y AHORA de otra.

PERMITES UN COMENTARIO: Jamas entenderé A LAS MADRES,KE PERMITIAN KE A SUS HIJOS LES TOCAREN ¡¡JAMAS!!
Rosa.

UN BESO

MUCHAS GRACIAS POR TENERME ENTRE TUS AMIGOS

GRACIAS

Juan Gutiérrez dijo...

Excelente relato. Por suerte, las cosas han cambiado mucho aunque todavía queda algún padre como el que describes, y alguna que otra madre asustadiza. Las valientes, terminan saliendo en los telediarios.

Saludos

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