Rodolfo estaba
sentado en su butaca frente a la tele para sufrir en un partido, de aquellos
que suelen emitir a última hora de la jornada deportiva, cuando la quiniela
está a punto de caramelo. Solo faltaba un resultado y que además de todo eso,
este caballero tenía muchas posibilidades de hacer pleno al catorce. De los
trece resultados ya existentes los tenía todos atinados.
La quiniela era
de esas raras, con muchos variantes en sus desenlaces y a falta de ese guarismo,
daba un pleno bastante fantasioso y enigmático en cuanto al montante dinerario.
En la predicción correspondiente al partido que faltaba por disputarse, la
tenía justificada con dos acotaciones. Ese boleto de apuestas lo jugaba con
varios pronósticos múltiples y esa casilla era uno de los que acertando, estaba
la posibilidad de conquistar el henchido premio. Le bastaba con que ganase
cualquiera de los equipos.
Podían darse
dos opciones para que le fuera premiada al completo, haciendo diana en las catorce
predicciones y además había muchas causas
de que así fuese. Ambas coincidían por lógica y por naturaleza en que esos dos símbolos
marcados fuesen los que Rodolfo tenía señalados.
Un partido
entre el Atlético y el D.Español. En la casilla claramente insertados dos diagnósticos,
a los dos se les daba como ganadores del partido. De las tres consecuencias que
se podían dar, Rodolfo había marcado la casilla seis del boleto con 1 y 2, o
sea que ganase el que fuere, tenía premio.
Eran uno y
otro, equipos en el ranking de aquel año, tercero y cuarto, con un juego
desplegado bonito, claro y muy deportivo, se habían reforzado muy a tono en pos
de mejorar sus conjuntos, muchos de los jugadores que militaban tanto en uno como
en otro bloque eran pretendidos por la mayoría de los equipos punteros de
Europa. Se preveía un apasionante match y Rodolfo con posibilidades de
encontrarse de cara con aquella suerte, que tan esquiva le había sido en los treinta
años que llevaba apostando en esa modalidad y en tantísimas otras.
Elucubración
fantástica, similar a los mejores cuentos de hadas y no digamos los beneficios
que podría aportar a la familia, aquel capricho del destino. Se veía fuera de
toda penuria y adeudo, iba a ser un autentico magnate, un acaudalado vecino.
Miraba aquella combinación de resultados de aquel domingo y había muchos pronósticos
increíbles que él tenía acertados pero que no eran ni de buen trozo predecibles
por la mayoría los grandes visionarios de las apuestas deportivo-benéficas.
La imaginación
le forzaba a creer, que en tan solo noventa minutos podría cambiarle su estatus
social, su vida, su suerte, su trabajo, aquellos deseos inalcanzables podría
asumirlos sin más, porque el gracioso y puñetero balón, entrara en una de aquellas dos barracas. Daba
igual la que fuese, pero condición sine qua non que se alojase pasada la meta
dentro de cualquier portería.
En el primer
equipo estaba "Ratón" Ayala, Rubén Cano, entre otros. Rubén un
delantero que en aquel instante era uno de los aspirantes a pichichis de la liga, el que
daría con un pase suyo la participación de España en el Mundial, además el año anterior hizo una campaña
extraordinaria y en cada partido por
difícil que fuera, marcaba como mínimo dos golazos de los que hacen historia.
En el otro equipo
el delantero Rafael Marañón, excepcional jugador y el cancerbero el gran k’meny,
el menos goleado en los tres últimos años, premiado como guardameta de
primerísima categoría, reconocidas sus aptitudes en todos los ámbitos del mundo
futbolero, un portero que le llovían las oportunidades, incluso de equipos de los
cinco continentes.
Ya estaba todo
preparado, sentado en su butaca, con su cerveza, con sus palomitas de maíz, alrededor no quería tener
a nadie de su familia por lo que se aisló y se acomodó ya, con el pijama largo
de invierno, con sus calcetines de lana y sus zapatillas de paño rojo. Estaba
inquieto, solo quedaban diez minutos para que diera comienzo aquel estupendo
encuentro, desde el televisor se notaban a las aficiones vociferar, se podían
ver a los forofos, como abroncaban a todo aquel que se interpusiera entre su
equipo y sus ilusiones.
Debido al
nerviosismo y viéndose ya en su nueva tesitura, aunque el partido no hubiese
finalizado, le iba pasando por su cabeza
la relación de personas a las que mandaría directos a la mierda, de forma irremediable y sin
paliativos:
Ángel, su
vecino, que le da el bocinazo cuando tiene puesta la música de flamenco a tope
y son más de las diez de la noche, haciéndole bajar el volumen del receptor. ¡Ese señor sabrá
lo que es ruido! _, pensaba Rodolfo con guasa_. Se cree el refinamiento interpretado
y verán todos los vecinos, lo que vale un peine, los pondré en su sitio
¡Rápido!
Martínez,
compañero del “curro”, que no deja de exigir calidad y rapidez, _ Cada día me toca
las bolas y refriega mi falta de atención, la poca visión del trabajo y las
pocas ganas de hacer las cosas en condiciones, _ argumentaba Rodolfo, con irritación y proseguía en sus
cábalas. _ Oportunidades en la empresa, el pelota de turno que va y le dice al
jefe, todo lo que descubre en el patio de operaciones, el que después quiere
parecer el mejor aliado y el sobresaliente camarada.
Ambrosio que dice ser buen amigo, a cada momento nos está
pasando la cuantía de su nómina por los morros, como queriendo demostrar que él
es mejor y que no he tenido chance en la oficina, por falta de interés. _ Argüía Rodolfo con rencor. _ El listillo del pueblo, el
que al llegar aquí procedente de su aldea, comió más mendrugos de pan duro que
nadie y por un golpe de suerte entró en la gran empresa de automóviles y a base
de horas extras y de su servilismo
natural, se apalancó. Detalles que él
mismo sabrá y no confiesa, subió sin ascensor para radicarse en la planta de
dirección_. Seguía manteniendo aquel
pensamiento interno, mientras tragaba cerveza y repasaba a sus colaterales más
allegados_. A mi primo Jaime, que todos los días de visita nos tienta
las pelotas y presume de dirigir mejor su casa y de criar en mejores
condiciones a sus hijos, que los lleva a mejor escuela, que tienen mejor
televisor y que normalmente regala
clases de moral, cuando igual se debería mirar en sus principios y ser más normal
e íntegro, con los allegados._ Debatía para sus adentros con antipatía._ Cuando le hemos
pedido, algún dinero de ayuda por problemas nos ha dicho que trabajara más y
que perdiera menos el tiempo en el bar de casa Lucio, y eso que Lucio, es su
cuñado.
Álvaro el jefe de
división, que nos tiene en el punto de mira y le encanta explotarnos a cada
rato, con la excusa de que le exigen más producción, controla las idas y
venidas al lavabo. Al final no nos dejará ir a mear._ Discurría Rodolfo, con poco atino y algo cargado de la mucha
cerveza._ Siempre con la
canción ¡Cuidado! menos despiste y mas implicación en las tareas de la oficina,
es un explotador de empleados. El que nos amenaza con una falta grave, por las
infracciones a la puntualidad y al absentismo.
A Germán, el casero, que por no pagar a tiempo alguna vez el
alquiler, nos amenaza con la puta calle. ¡Menudo
tipejo asqueroso! Suelo retrasarlo
justificadamente ¡Eh! …Me he
visto morado alguna vez para salir a la puerta de la calle, sin ser visto ni
perseguido, no comprende ni entiende. El día primero de cada mes, has de tener
pagada la renta del piso. Sin alcanzar que a veces, pues; por falta de
previsión o por gastar más aquí que allá, se olvida uno del arriendo_. Seguía mostrando sus
cualidades innatas sin prevaricación
Mercedes, la hermana de la mujer, que siempre me ha tachado de
hombre de mal fario, de poco trabajador, incluso hasta de borracho temporal y
de jugador empedernido y transitorio. A ella, le daría con un fajo de billetes
en los morros.
A la suegra, que siempre me comparaba con artistas maravillosos,
echándome en cara, que no le llegaba a su hija ni a la altura de sus rodillas,
que nunca había tenido ganas de ser alguien, ni tan siquiera de sacar a la
familia como debiera, adelante sin las ayudas de la parroquia. Igual pretendía
la muy bruja que la alimentara yo. ¡Anda y que la zurzan!
Al monitor del gimnasio, Primitivo, siempre aconsejando y
fastidiando que dejemos de tomar cerveza para que pierda la panza desaforada, y
al ir al lavabo pueda ver el chorrito de pis caer dentro de la taza del
inodoro, sin manchar el suelo como los puercos. Si que le voy a dar como a los
cerdos pero va a ser con un billete de doscientos dólares.
El cerebro se le
había escapado, dispersado en lo que le gustaría y ya llevaban quince minutos
de la primera parte y las oportunidades de uno y otro equipo han sido muy
claras, tanto que los nervios le han llevado a consumir la tercera birra de la
caja. Solo en el salón, acompañado de los botellines, imaginando lo que ya se
veía como claro y perfectamente viable.
Cavilaba a
solas y con la Estrella de cebada en
la mano, viendo a los jugadores en los avances por el campo, y entretanto, como
mañana en la oficina, afrontaría el día, con qué alegría accedería al despacho
del señor Torres _. Evadido en sus pensares…”” un capullo enchufado,
chulo y grotesco, amigo del antiguo jefe de personal, que le había aupado con
malas trazas y llegado a esas alturas por pelota y por desvergonzado, haciendo
la vida imposible y despidiendo a compañeros según le venía en ganas. Un
desgraciado con nombre y apellidos, que se las da de mil hombres y no sabe la “o”
con un canuto””.
_ ¡Qué me dirá mañana!
Cuando lo mande a tomar pastillas_, pensaba con una sonrisa grandilocuente
y sucia.
_ Señor Torres vengo a decirle ¡Bobo! y que se meta los objetivos
del año en el culo y, si no puede
utilice una de esas tácticas de la campana de Gauss, que le ayudaran bastante
en la trayectoria por donde desembocan las cañerías del desagüe de Tiburcio.
_ No me olvidaré de ir a ver al señor Rendueles, el director de
la Caja de Ahorros del barrio, un tipejo desnutrido y usurero, que solo
beneficia a aquellos que tienen capital. Denigrando sin palabras, pero si con
detalles a todos aquellos pobres obreros que como yo, van de tanto en vez a
solicitar un préstamo de esos exprés, para poder afrontar el recibo del gas_. Imponía Rodolfo, mientras veía a Marañón regatear en el
área, a punto de meter un gol, mientras seguía_. Tendría el capricho de ponerle los dientes largos y de
indicarle que no chuparía ni una de esas comisiones que le propiciaría la buena
suerte de mi quiniela, que incluso sería capaz hasta de ir a otra oficina de la
misma entidad pero de otro barrio, y decir cuatro jeribeques graciosos en pro
del poco amparo que ha tenido con su vecindad.
No me retrasaría en ir al cura de la parroquia, don Tarsicio y
decirle que pidiese lo que necesitase, que lo tenía concedido, que todos
aquellos favorcillos que de vez en cuando nos había hecho, se los iba a
retornar con creces y que además en el cepillo de la iglesia dejaba una cuota
fija de unos cuantos miles de euros mensuales, para reparto de viandas para los
más necesitados.
Entretanto el equipo
del Español, ha marcado un gol de categoría. ¡Que
golazo!, ¡Que ilusión! _ pensaba muy
contento y alterado subiéndose los calcetines hasta el muslo y dejándolos que
volviesen a la posición de inicio.
Rodolfo no es
simpatizante de ese equipo, pero que bien le venía, que Marañón, delantero del blanquiazul
metiera ese zarpazo, le había dado la alegría de sus tardes de futbol y tabaco,
la repetición de la jugada le hacía cada vez más, creerse que le llegaban a su
puerta llamándole para entregarle en persona ese dinero, que tanto había soñado
cuando marcaba encima de ese trocito de papel llamado quiniela, esos guarismos
tan cortos e inexpresivos como son el uno, el dos o, la (x) equis, tan sosa que
nunca deja a nadie conforme… ¡Ni para ti ni para mí! Empatados.
Siguió recordando
que a su Marga, le compraría ese utilitario que necesita para ir a sus
quehaceres, y a su trabajo de limpiadora domiciliaria, sin tener que sacar la
hiel por la boca, mientras él se encargaba de las finanzas de la familia.
Faltaban cinco
minutos para el resultado final, estaba
a punto de dar la vuelta y ser realidad, perdía su equipo, pero qué más daba,
así de esa manera, él veía la ilusión de toda la vida hecha realidad.
Los calcetines
se estiraban tanto que estaban ya, hechos trizas a sus pies, ¡Que tormento! Que descalzo, que ilusión, cinco minutos nada
más. _
¡No me lo
puedo creer!
_ ¡Soy rico! y nadie lo sabe aún. A ver si de una puñetera vez acaba
el partido y doy el brinco hasta el techo y salgo a decirles a estos desgraciados
que ¡Estoy forrado! Como voy a disfrutar, si es que parece hasta mentira
podrida_. Decía con lágrimas de
alegría en sus ojos y entre trago de cerveza y flatulencias, eructos y vapores emitidos por los gases de su
conducto anal.
Finalizó el
match con un resultado adverso, dos minutos antes del final del encuentro,
Atlético empató. Marcó su gol, un gol muy tonto, tanto que nadie se lo explica.
Como pudo suceder aquello faltando tan poco tiempo para el final. El gran
guardameta se tragó un gol fantasma y la portería del Deportivo Español, quedó
perforada, haciendo que el sueño que tuvo fuera eso precisamente; un sueño maravilloso, corto e irrealizable.
Los pedazos de
calcetines negros, destrozados estaban inertes a sus pies, las gomas de
enganche en el muslo deshilachadas y feas, se los había destrozado en sus
elucubraciones, sus ilusiones y pretensiones no podían calificarse de nada
positivo, los botellines de Estrella vacíos como siempre, como sus ilusiones,
haciendo compañía a las negras medias que en su inicio eran indesmallables y
ahora eran detritos destrozados de hilo desbaratado. En el escrutinio final, todos aquellos
resultados que parecían tan anormales, fueron corrientes para la gran mayoría
de los apostantes, ya que aún y acertando trece resultados, no salía de pobre,
debía guardar su lista de personas destacadas, para mejor ocasión.
Se acostó, muy
bebido, colocó el despertador y pensó ¡Que
mala leche! Ya los enviaré a la mierda en
otra ocasión. A la mañana siguiente madrugó
como siempre, la ducha, el café, el viaje a la oficina, volver a poner buena
cara, saludar a todos sus personajes favoritos y ver aquellas imágenes que se
sucedían en el sueño, aquel que jamás se repetiría.
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