- Cuidado que la niña se nos queda para vestir santos. Muy
pero que muy soltera. - Comentaban unos padres nerviosos al ver que su chiquilla iba
cumpliendo años y no pescaba a nadie.
- La verdad es que la gente no la encuentra guapa. Siendo un bellezón,
sin embargo, tiene algo que no comprendo; que no excita a los hombres y está en
los casi treinta y cinco. - decía la madre; y añadía
con poca gracia
- y el gordito que la
pretendía en el pueblo, no cuajó. Exigía mucho a cambio de nada. Además, no
tenía donde caerse muerto. Un chichinabo de la horticultura, engreído y
demasiado recto en sus convicciones.
- Cierto es. - expresó el padre, con
resignación. - Nuestra Ingrid, no hubiese sido feliz con ese pájaro, porque es
madrero y avariento. El jodido no se gastaba una perra en caprichos. Es un ser
inmensamente tacaño y jamás echan una cana al aire.
¡Nada de nada! Lo único que echa al aire son las campanas y los
vítores de esquizofrenia cuando gana su equipo.
Por otra parte, - siguió la mamá desilusionada. - El muchacho estaba estigmatizado por una madre
demasiado supervisora y a nuestra Ingrid, no la hubiese dejado vivir en la paz
que ella necesita.
El padre, tomó la palabra para recordar lo que siempre decía
Ingrid. - Jamás en la vida me casaría con un obrero.
- Acotando
convencido y mascullando sin vergüenza. - Imaginas
la vida que tendría. No sería dueña de sus actos, se transformaría en una
esclava sin sueldo. Viviendo detrás de la cocina, y cuidando niños. - recordó el padre que le aconsejó en aquel
momento.
- Es preferible te
quedes como estás. El amor es como una gripe. - añadía mirando a la madre, queriendo asegurar que ella pensaba
lo mismo, y continuó apostillando muy seguro.
- tiene un periodo de
incubación, otro de efervescencia y en según qué casos, al cabo llega la calma
chicha. Recordando en voz alta y
corroborando el dato con Gilda, su esposa. La mamá de Ingrid.
- Yo creía que el hijo
de Loreto, caía en sus garras y nuestra chinita lo pescaba. Fíjate cuando nos
contó que lo embaucó con ideas románticas hasta que lo tuvo en el bote. Nos
dijo que le había confesado que la amaba. -
Hizo
un inciso para tomar aire y prosiguió. - Creo que hubo más que caricias. ¿Crees que lo llevó al catre…?
Interrumpió muy brava Gilda, entrando al trapo en tono de queja,
sin dejar que el marido dijese nada que comprometiera la honradez de Ingrid.
- Tanto como se las
dan ahora de seductoras fue incapaz de empotrarlo en la cama y si lo hizo no lo
arropó lo suficiente como para obligarlo al compromiso.
- Igual no le acababa de
gustar. - expuso
el papá. - Podría ser un tipo flojo sin la
energía necesaria y que no le convenía.
- Ya no se trata de que
no le guste, o sea más o menos laxo, que sepa cumplir o se quede a medias. Es
cuestión de engancharlo y atarlo, que la mantenga por lo menos un tiempo, así
ella va tomando experiencias.
En esta vida, nada dura
para siempre. Comprende que la nena no es una jovencita. - Se descaró aquella mujer demostrando la mala suerte que pertinaz
seguía a su Ingrid.
- Yo pensaba, que Borja, -
añadió el padre - La llevaba al
altar
- Imposible. No lo sedujo
suficiente. Ni lo comprometió como sabemos hacer bien las mujeres cuando nos
interesa se cumpla lo que deseamos.
Permitió que opinara la familia de Borja, sobre todo Loreto, su
mamaíta, que lo asustó con esas frases torticeras de:
< Si te enredas con
ella, serás un desgraciado>. Usando la manifestación de odio ajada de: <
No es hembra para ti. Es mayor que tú y se quiere colgar de tu patrimonio>. - Resumió con las frases
trilladas de siempre y finalizó con una sentencia.
- Ingrid volvió a
quedarse descompuesta, sin novio y sin futuro.
La hacía bella y resplandeciente. Olía a nardos naturales recién
cortados. Rompía una sonrisa en sus labios, y mostraba una felicidad en el
rostro que no podía evitar.
Saludó a sus padres, girando sobre su figura para que vieran el
tipo despampanante de su pequeña.
- Hola y adiós. ¡Desearme
suerte!
- ¡Claro que sí preciosa, la mereces! Ahora no te despistes. - Arguyó
la madre, mirándola y con los ojos dando instrucciones precisas sin dejar de
añadir la coletilla del perfilado.
- Mucho cuidado con
Angelita, que va detrás del oficial del buque. Que no te lo vaya a levantar, con
sus risitas de arpía. ¡Que ese pollo es tuyo!
Ingrid; queriendo corregir a su madre y quedar fina delante de
su papá, le respondió.
- Mamá, que no es un oficial
cualquiera. Es el comandante del barco y tiene nombre. Se llama Bienvenido.
Aunque le llamo cariñosamente “Nido”. Le quito el “Bien ve” que
no me gusta ni le pega al pobre. - matizó Ingrid animosa.
- ¡Muy bien! …pues al “Nido”. A ver si lo llenas y no se te
escapa, por culpa de Angelita que lo mira con mucha ambición. - Volvió a comentar la madre con inquietud y
zozobra.
- Mamá. - respondió la hija. - porqué eres así. Angelita me dijo que Nido, tiene novia en
Maracaibo, que no se entienden muy bien y están distanciados.
Por cierto, a mi amiga no le interesan los soldados, dice que
son efusivos en el campo de batalla y en casa solo piensan en la paz.
¡Creo que me será fácil seducirle!
La madre desquiciada por lo que había escuchado en boca de su
hija y con los ojos cargados de rabia no pudo aguantar su impulso y le brotaron
de su boca palabras que disparó como afilados puñales.
- ¡Eso no importa! ¡Y no me seas boba! Está muy lejos esa mujer
y los marinos tienen un amor en cada puerto.
¡Métete en su nido!
Y no dejes que clame ni que píe.
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