martes, 16 de abril de 2024

Métete en su nido.


 






 

 

- Cuidado que la niña se nos queda para vestir santos. Muy pero que muy soltera. -  Comentaban unos padres nerviosos al ver que su chiquilla iba cumpliendo años y no pescaba a nadie.

- La verdad es que la gente no la encuentra guapa. Siendo un bellezón, sin embargo, tiene algo que no comprendo; que no excita a los hombres y está en los casi treinta y cinco. -  decía la madre; y añadía con poca gracia

-  y el gordito que la pretendía en el pueblo, no cuajó. Exigía mucho a cambio de nada. Además, no tenía donde caerse muerto. Un chichinabo de la horticultura, engreído y demasiado recto en sus convicciones.

-  Cierto es. -  expresó el padre, con resignación. -  Nuestra Ingrid, no hubiese sido feliz con ese pájaro, porque es madrero y avariento. El jodido no se gastaba una perra en caprichos. Es un ser inmensamente tacaño y jamás echan una cana al aire.

¡Nada de nada! Lo único que echa al aire son las campanas y los vítores de esquizofrenia cuando gana su equipo.

Por otra parte, - siguió la mamá desilusionada. -  El muchacho estaba estigmatizado por una madre demasiado supervisora y a nuestra Ingrid, no la hubiese dejado vivir en la paz que ella necesita.

El padre, tomó la palabra para recordar lo que siempre decía Ingrid. -  Jamás en la vida me casaría con un obrero. -  Acotando convencido y mascullando sin vergüenza. -  Imaginas la vida que tendría. No sería dueña de sus actos, se transformaría en una esclava sin sueldo. Viviendo detrás de la cocina, y cuidando niños. -  recordó el padre que le aconsejó en aquel momento.

-  Es preferible te quedes como estás. El amor es como una gripe. -  añadía mirando a la madre, queriendo asegurar que ella pensaba lo mismo, y continuó apostillando muy seguro.

-  tiene un periodo de incubación, otro de efervescencia y en según qué casos, al cabo llega la calma chicha. Recordando en voz alta y corroborando el dato con Gilda, su esposa. La mamá de Ingrid.

-  Yo creía que el hijo de Loreto, caía en sus garras y nuestra chinita lo pescaba. Fíjate cuando nos contó que lo embaucó con ideas románticas hasta que lo tuvo en el bote. Nos dijo que le había confesado que la amaba. -  Hizo un inciso para tomar aire y prosiguió. -  Creo que hubo más que caricias.  ¿Crees que lo llevó al catre…?

 

Interrumpió muy brava Gilda, entrando al trapo en tono de queja, sin dejar que el marido dijese nada que comprometiera la honradez de Ingrid.

-  Tanto como se las dan ahora de seductoras fue incapaz de empotrarlo en la cama y si lo hizo no lo arropó lo suficiente como para obligarlo al compromiso.

-  Igual no le acababa de gustar. -  expuso el papá. - Podría ser un tipo flojo sin la energía necesaria y que no le convenía.

-  Ya no se trata de que no le guste, o sea más o menos laxo, que sepa cumplir o se quede a medias. Es cuestión de engancharlo y atarlo, que la mantenga por lo menos un tiempo, así ella va tomando experiencias.

 En esta vida, nada dura para siempre. Comprende que la nena no es una jovencita. -  Se descaró aquella mujer demostrando la mala suerte que pertinaz seguía a su Ingrid.

-  Yo pensaba, que Borja, - añadió el padre - La llevaba al altar

-  Imposible. No lo sedujo suficiente. Ni lo comprometió como sabemos hacer bien las mujeres cuando nos interesa se cumpla lo que deseamos.

Permitió que opinara la familia de Borja, sobre todo Loreto, su mamaíta, que lo asustó con esas frases torticeras de:

 < Si te enredas con ella, serás un desgraciado>. Usando la manifestación de odio ajada de: < No es hembra para ti. Es mayor que tú y se quiere colgar de tu patrimonio>. - Resumió con las frases trilladas de siempre y finalizó con una sentencia.

-  Ingrid volvió a quedarse descompuesta, sin novio y sin futuro.

 Seguía comentando la situación aquel matrimonio, cuando se abrió la puerta del salón y entró su hija, más pintada que una puerta, con un vestido precioso que le ajustaba en su talle, dejándola respirar poco.

La hacía bella y resplandeciente. Olía a nardos naturales recién cortados. Rompía una sonrisa en sus labios, y mostraba una felicidad en el rostro que no podía evitar.

Saludó a sus padres, girando sobre su figura para que vieran el tipo despampanante de su pequeña.

-  Hola y adiós. ¡Desearme suerte!

- ¡Claro que sí preciosa, la mereces! Ahora no te despistes. -  Arguyó la madre, mirándola y con los ojos dando instrucciones precisas sin dejar de añadir la coletilla del perfilado.

-  Mucho cuidado con Angelita, que va detrás del oficial del buque. Que no te lo vaya a levantar, con sus risitas de arpía. ¡Que ese pollo es tuyo!

Ingrid; queriendo corregir a su madre y quedar fina delante de su papá, le respondió.

-  Mamá, que no es un oficial cualquiera. Es el comandante del barco y tiene nombre. Se llama Bienvenido.

Aunque le llamo cariñosamente “Nido”. Le quito el “Bien ve” que no me gusta ni le pega al pobre. -  matizó Ingrid animosa.

- ¡Muy bien! …pues al “Nido”. A ver si lo llenas y no se te escapa, por culpa de Angelita que lo mira con mucha ambición. -  Volvió a comentar la madre con inquietud y zozobra.

-  Mamá. -  respondió la hija. -  porqué eres así. Angelita me dijo que Nido, tiene novia en Maracaibo, que no se entienden muy bien y están distanciados.

Por cierto, a mi amiga no le interesan los soldados, dice que son efusivos en el campo de batalla y en casa solo piensan en la paz.

¡Creo que me será fácil seducirle!

La madre desquiciada por lo que había escuchado en boca de su hija y con los ojos cargados de rabia no pudo aguantar su impulso y le brotaron de su boca palabras que disparó como afilados puñales.

- ¡Eso no importa! ¡Y no me seas boba! Está muy lejos esa mujer y los marinos tienen un amor en cada puerto.

¡Métete en su nido!

Y no dejes que clame ni que píe.

 

 

 

 


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