Es para desternillarse,
en la consulta médica.
Después de prórroga inerte,
en consultorio aparente
y citarlo por pantalla,
desde un circuito cerrado.
Dónde tramita y vigila,
con la visión de un buen cine.
Colgante desde aquel techo,
publica números raros
indicando la secuencia,
de las visitas pendientes
componiendo unos guarismos
de notación muy extraña.
Con música se acompaña
la aparición de la cifra,
que corresponde a la entrada
suministrada al llegar,
por una tele asistencia,
que te indica tu lugar.
Aguardando aquel momento
solita te ha de informar
anunciándole al sufrido
que puede cruzar la puerta
de aquel longevo pasillo
donde lo
visitaran.
El crónico se levanta
y cumple su requisito.
La vicaria no se excede
y así sigue reposando,
de su fatiga en consulta,
y en una tregua, pregunta,
al asustado paciente.
Mirando muy de soslayo
y sin querer levantarse
de la butaca acolchada;
que interroga meramente.
Cuantos gramos le soportan,
le pregunta al enfermito,
por no llamarle gordito,
y así interpela capciosa,
sin mirarle ni a los ojos,
indicándole por señas
tome asiento en aquel córner.
Mientras espera respuesta
desde su silla girada
para evitar la contagie
tras su antifaz resguardada.
Tras aquella recepción
altera al buen equilibrio,
del usual y espantadizo,
que nervioso se indignaba
al ver la poca asistencia
que mostraba sosegada,
la enfermera y encargada.
Al no querer molestarse
en medir al espantado.
Controlar como Dios manda,
al enfermo disgustado.
En la báscula del fondo,
romana que espera al lado,
con su propio mecanismo,
modelo para asistirle
incluso para medirle.
Detalle del que prescinde
para mirar su contorno
calcularlo de otro modo,
más cómodo y placentero
y que anota con esmero
a ojo de buen cubero,
que es como esta pasante,
visita a cualquier enfermo.
No hace mucho en mi ventana
salía a cantarles nanas,
en tiempos no tan lejanos
que todos recordaremos,
y cuantos lo merecían.
Dato que sigo creyendo,
y agradecido y eterno,
reconoceré su gesta,
y son los que lo merecen,
por brindarles con honor
su dedicación humana.
Por lo visto esta asistente,
tuvo una tarde nefasta,
no le hacen gracias las chanzas
atendiendo a sus enfermos
sin levantar el tasajo
y en vez de hacer su trabajo
sigue así de reposada.
Aviso a quien corresponda
y no lo tomen a guasa,
rescaten de las consultas
a las no profesionales.
Porque entre visitas guiadas,
atrasos no computables,
errores que se comenten,
funcionarios enchufados,
con citas en la distancia,
por teléfono, y sin fondo,
consiguen de los pacientes
la incredulidad patente
que muestran sin más antojo
Al final los hospitales
serán tristes carcajadas
repletos de enfermedades.
Sanatorios para ricos
y gente considerada.
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