Igual, algún día, trataremos a las mujeres,
cómo
debiera ser, juiciosos y con humanidad.
Habían recalado sin permisos
en uno de los antros espaciales,
donde maltratadores criminales
faltaban al honor, por
insumisos.
Con crueldad, abren fuego sin
avisos
y las muchachas sin ser
esenciales,
se cubrían el cuerpo y cardenales.
Disimulando rastros tan concisos.
Abandonadas del cielo y
destino
malviven en las grutas malbaratas,
olvidadas por Dios, sin más
camino.
Hacinadas y sucias, timoratas,
pierden concepción, sin ver
al divino
Salvador, que las trata
como ratas.
Tras las noticias de tantos abusos a jóvenes
mujeres, no queda más que
quejarse y clamar al conseguidor humano
que pueda evitar estos abusos.
La última historia fue dada hace muy poco
tiempo y tan cerca que no queda
más remedio que denunciarlo. Al salir de
una discoteca, una mujer indefensa,
sin más culpa que la de ser lozana, y en
edad de divertirse. Fue atacada
por un delincuente, que por poco acaba con
su vida
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