Como estaba programado. El bus partió de su lugar habitual
a las 7,30 de la mañana, con todo el personal, animado y esperando pasar un
feliz fin de semana, en aquel hotel Don Juan, muy cerca de la playa, bajo la
etiqueta de excursión de la pre navidad. Nos esperaban dos días de estupendo
disfrute, porque uno sabe; a veces, …que
lo va a pasar en grande, lo intuye.
Tan solo con mirar alrededor y ver la cantidad de placidez
que reparten ciertas personas. ¡Fíjate!
…Que incluso el número del asiento del autocar, era bonito el 19 y el
20, nada más que viendo esos exponentes, la mente se escapó a recordar aquellos
años, en los que teníamos ese número de primaveras vividas.
El bus se dirigía ya por la nacional, en busca del
restaurante que nos habría de atiborrar de embutido y de buenas viandas. El
guía, iba mencionando detalles de lo que íbamos a degustar, donde y de qué
forma. Como ya nos tiene acostumbrados.
_Por cierto
Raimundo, apúntate un sobresaliente, que de vez en cuando es bueno que se digan
las cosas ciertas y reconozcamos tu valía, que no queden disimulados tus méritos
por la fuerza de la costumbre y por creer que tú tienes el deber otorgado, en
que todo salga…”a pedir de boca”.
Siendo solo tuya la responsabilidad, en mantenernos a los demás encantados y
que solo usemos el poder de la palabra para exigir. Por costumbre las cosas
salen bien, si hay alguien que las trabaja y las prepara con antelación, en
caso contrario salen como Dios quiere. Por ello, a ti Raimundo un brindis desde
nuestro más equilibrado dogma._ Acreditó la voz de la conciencia. Que nos
ampara y vela.
Ya sabíamos, donde, qué comíamos, y cuando llegábamos, por
lo que en el ómnibus, se relajaron los cuerpos sobre los enternecidos asientos,
que nos agarraban desde la seria calidez del cinturón de seguridad obligatorio.
La cesta de caramelos iba por el pasillo del coche, recalando en cada
entradilla de los asientos. Los hay que los prefieren de café y leche, otros de
fresa y por último los más glotones, aprovechan para atesorar caramelos de
todos los colores y gustos.
¡Corre… corre! que podamos agarrar asiento pronto, y sentarnos
juntos en el restaurante._ Decían aquellos que vienen poco con nosotros, al
bajar del bus.
Con esas prisas mañaneras de tomar algo caliente para que
pase mejor la pastilla de la tensión y la del colesterol, que bien localizada
llevan en las alforjas. Los demás, los que sabemos, que hay pan para todos y
además sin apenas correr, dejamos que entren de estampida y busquen el mejor
sitio, que a la postre, a la hora de ir a desocupar la vejiga, es el más lejano
a la palangana y padecen por aquello …de
que no llego y …verás como al final, me meo encima. ¡Corre,
nena, que me cago!
_Parece que hemos sacado el alma de penas_, mira que
tragas ¡tío!_. Le decía su sobrino. Pues no creas que hoy estoy algo desganado,
he dormido mal, por esto del madrugón y la verdad que no me he pasado._
Respondió aquel señor orondo, que va sentado en el 36.
_ Anda y no engañes. No has dejado de zampar en todo el
tentempié, y parecía que se iba a acabar la morcilla y el queso ¿Qué no cenaste
anoche? Después dices que no sabes, de donde te viene el rechoncho que
muestras, háztelo mirar, porque devoras sin masticar y no debe ser demasiado
bueno.
_ Ahora, me quedo frito, mientas recitan poesías y escucho
la música country, y al llegar: nuevo, perfecto para dar guerra.
Sonaba la musiquita de la canción “No te vayas de Navarra”, cuando el chofer cambió de marcha para
tomar ese repecho con la suficiente fuerza del motor y no dejar morir la velocidad
de crucero. En esas los turistas, cantaban acompasados la tonadilla. En la
estrofa de:””Si tu quieres que te quiera mocetona, flor morenaaaaa””. “”No te
vayas de Navarraaaaaaaa””.
Aquel estribillo se
escuchaba desde las altas cumbres, que procelosas amenazaban a lluvia tras del
enfoque y el poco diapasón de los cantarines que, unos con más gracia, como es
lógico, pero todos a una; como los de “Fuenteovejuna”; intentaban y disfrutaban aquella popular
tonadilla.
Otros prudentes, daban oídos a aquella olla de grillos
vocingleros y palidecían al escuchar cómo se fustigaba el cancionero, riendo a
la vez y disfrutando de la poca musicalidad de los campeones del grito y de la
entonación distorsionada.
Con un par de cajones. ¡Así se canta! Lo demás son
bobadas. ¡Ole tus huesos! ¡Viva la madre que te inventó! Nada que ver con el
Festival de Música Iberoamericana.
La visita a Caldas, ya ni la cuento, porque sería una
relación de cincuenta historias diferentes y diversas, tantas como pasajeros
lleva el auto. Precioso pueblo, con sus tradiciones y encanto, quien quiera
saber más, por favor búsquenlo en los programas turísticos que les harán
disfrutar de sus tradiciones, peculiaridades y embrujo.
Lloret, se veía a lo lejos, y el hotel sobresalía por su
altura, de entre los árboles que rebozaban la carretera, y del follaje de las
plantas, tan verde y natural. Aquel paseo, ya rozaba lo bello, lo sublime. Lo
demostraban los suspiros de las señoras por algo maravilloso que intuían, ver
llegar a poco que se lo propusieran.
Los empleados del establecimiento, fueron otorgando las
respectivas habitaciones a todos los pasajeros y a medida que iban ascendiendo
al quinto piso, iban dejando sus maletas y artefactos, para bajar a los
comedores que esperaban albergar a tanto hambriento. El comer y el rascar es todo
comenzar, pues eso, adaptando a esta situación la gran canción del fabuloso:
Gran Combo de Puerto Rico, que dice: A comer pasteles, a comer turrón, y que
nos sorprenda la fiesta con este rumbón. ¡Nos quedamos hartitos! De tanto comer.
Tras el almuerzo. Esa comida española tan mediterránea,
los cuerpos pedían más madera y cada cual, optó por lo que más le
convenía, hubo para todos los gustos.
Los que fueron a dormir, los que decidieron pasear, los
que prefirieron ver televisión, los que rezaban en la capilla del consorcio
hotelero, los que jugaban al bingo, piscina, aerobic, sevillanas, mímica, cine,
para los aburridos, palanganas con agua caliente, para que mojaran sus pies,
para los exaltados, pastillas del doctor Morado. Aquellas que las tomas y
quedas sofocado. El baile para los melómanos. ¡Señores…! De todo, y para todos, que placer más
inusual, que maravilla de lugar, que sobresalto de alegrías, que derroche de
sueños.
Sepan ustedes que tras la cena, el baile, ¡Que cosa más
sublime! La de ligues que había en la barra. Las señoras y señoritas perfumadas
a todo trapo, y el paño transparente y de colores. Esperando al Fred Áster que
las sacara a disfrutar de la pieza que sonaba, a cuál de ellas más seductora y
sensual.
Los que llevaban pareja, ¡¡Esos privilegiados, nada!! A bailar con la de cada uno y a callar. Si
acaso alguna miradita, entre vuelta y vuelta, y si la Reina que se aferraba a
tu cintura, lo permitía.
Así, por encima, acabó la jornada, el primer día de Pre
Navidad, en la Excursión a la Costa Brava. ¡Ándele y apúrense!
No pretenderán que les cuente todo. Absolutamente todo,
¡Ah no!
Les dejo con el buen sabor en el pensamiento, y en la
próxima, acompáñenos, y podrán disfrutar de todo el relato, con puntos, comas y
muchísimo más.
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