viernes, 8 de abril de 2016

El wáter cósmico_ Catando sus órganos ocultos

viene de una entrega anterior:



Catando sus órganos ocultos


_ Bueno pues_ Confirmó Javier_,  quedamos en ello, Estela, se queda en Zaragoza con mis viejos, hasta que tú des a luz, sin más.
Cuando quieras verla, los llamas para avisarles y paseas, disfrutas la tarde con Estela. La vuelves a llevar a la ferretería, con mis padres y no hay más que decir del asunto.

Jimena colgó el teléfono sin despedirse de Javier, con unos modos propios de su talante y de sus principios, sin el más mínimo atisbo de interesarse ni siquiera por la hija de ambos.
En la seguridad, que en el tiempo que Javier siguiera en Costa Rica, ella ni pisaría la ferretería de los abuelos, que es el negocio familiar donde ella, había ayudado a despachar desde el mostrador y de donde la muy cleptómana, vaciaba los cajones de dinero. Reenviarlos de forma engañosa a Nayarit, para ayudar a su gente.
Ni tampoco encontraría como norma, una tarde espléndida para pasarla a solas con su Estela.


A partir de su llegada a la capital nicaragüense, habían reservado habitación en el Hilton Princess en la carretera de Masaya.
Pedazo de hotel céntrico que les aseguraba una estancia de placer auténtico con toda clase de lujos conocidos.

Elvira y Ariel, pasaban muchos momentos inmersos en una interminable juerga, que pretendían continuar, durante el espectáculo desde las butacas del Gallo más Gallo. Mientras los actores protagonizaban su labor, ellos se daban un gran festín de carantoñas.
La modelo; estaba divisando y disfrutando de toda clase de travesuras entre los figurantes. Meneos insinuantes por el amplio escenario, sin el más mínimo recato. Desde las localidades; Elvira y su amigo, lo propio, se magreaban sin consuelo. Un unívoco manoseo que le regalaba ella a su acompañante, sin cortarse y sin importarle que la vieran, chupándole y catando sus órganos ocultos al cómodo y sibarita Ariel, que distraído por lo que veía en el estrado y recibía en su elemento estaba como sonámbulo.

La acompañante en espera de recibir su medida de sexo, en cuanto llegaran a la habitación del hotel, pretendía sacar de sus casillas al comedido y vergonzoso Ariel, por el placer que le adeudaba.
Formas y caricias sensuales, a “gogó” le había regalado a Ariel, para que disfrutara y gozara de los sabios balanceos de las manos mágicas de Elvira, que habían hecho enhebrar al encendido amigo.
Tras los tocamientos que bajo el pantalón le había habilitado, consiguió colocarlo fuera de sí; logrando dejarlo imperfecto y preparado hasta que llegados al hotel, se desatara aquel timorato profesor y siguieran con la conclusión de aquel placer solitario, salvaje y oscuro, que pretendía.

Nadie le ofreció un simple beso a Elvira en el teatro, ni siquiera una auténtica y salvaje caricia, una brutal y deseada palpación a su cuerpo y necesitaba ser embebida, influida, introducida y penetrada por un hombre.
Directos al hotel fueron a parar después de tanto frenesí, tanto destape y tanta sensualidad por parte de Cheo, Cándido y de la guapa Cinta Vergaray, que añadido a sus juegos, necesitaban recalar en el lugar apropiado.

Divertidos y exhaustos, Ariel y su amiga tomaron al llegar un baño caliente para relajarse antes de su diálogo probo e inflexible previo al polvo feroz e irreversible que disfrutaría la pareja. 
Buscaba que la follara aquella madrugada, quien fuese, a poder ser su amigo Ariel, que lo percibía límpido e inclinado a que la trotara. Desbocándola sin albardas y la corriera como a una simple marrana; hasta dejarla completamente vacía de su flujo vaginal contenido, como la clásica regalona asidua al sexo y al gozo. Dejando escapar aquel líquido blanquecino que la desbordaría tras un orgasmo, con la libídine humedecida de su sexo.
Ella, la modelo permisiva, la mujer ardiente pretendía cobrarse toda la colaboración y denuedo que había regalado en la demostración; para ello había preparado a Ariel, durante toda la velada.

Necesitaba urgentemente todas las expansiones amatorias, sin excusa ni retraso; notar aquel falo que poseía Ariel dentro de ella misma. Ser penetrada a discreción, para disfrutar de aquel edén prieto de mujer obnubilada, capaz de modificar la necesidad perentoria del curso de cualquier codicia transigente.

_ A qué esperas Rayuelo; tendré que rogártelo o; sabes leerme la piel

_ No será necesario Elvira, eres una preciosidad y tú sabes ponerme. ¡Eres la única mujer que me saca de mí otro yo!

Ya no hizo falta, hablar_, entraron en un éxtasis y ya; no hubieron palabras; solo gestos y su pensamiento_ ((todo el capricho se revelaba en secuencia, una caricia tras otra, una urgencia controlada, un beso, un palpamiento, un pellizco tenue, una desgarrada de uñas perfilada viajando por la espalda, sin herir, pero marcando reguero. Una visita dactilar a zona erógena, un morreo de labios con absorción, una succión a la piel dorada. Un deseo terminante e inacabado, unos nervios que se escapaban de los dedos largos de su hombre, una exigencia que reclamaba el sexo de Elvira, un trasiego por la mal llamada indecencia. Otro descaro en la dermis, un batallar con el balanceo duro, constante  y profundo de nalgas, otra chupada a erectos pezones, y tras del cuello, presionar con lícito cosquilleo otro tocamiento en el mismísimo cielo de los bienaventurados. Un paseo circular por la vagina y una chispa acalorada con lengüetazo basculante provocando plena alucinación.
Estrepitosamente bello, la prisa sin pausas de aquellos cuerpos, que se mecían con el ritmo del escaso viento. Otra postura de misionero, que aguantó cuantas sacudidas fueron necesarias. La dilección y apego de su vulva, que le sabía a escarcha añeja, derretida y cruda. Tanto deseo que incontinente se esparcía por aquel espacio lento y silente.
Cambio de ritmo, ahora más lento, para poder respirar desde su vellocino esqueleto, para besarla en su  óvulo abierto y dejar el vertical bembo gustoso en el epicentro del placer.
Otro desplante de Elvira, con tocata y fuga, su fuego de hembra, su pasión de fémina, y el olor del perfume mezclado con la tiesura y el tufo entrañable de líquenes volcados en su figura.
De perder los prejuicios necios, morder lo que inspira diez veces ciento, besar y mamar lo que se llama verbo, dejar la saliva en aquel invento y apretar contra tu cuerpo, para dejar escapar el aliento.
Ese salero, que se desprende en su cintura, que combina con el color y el calor del fuego y el grosor del miembro. La necesidad que tengo de ti_ pensaba la modelo_ de tu temblor, admitiendo, dentro de tu profunda esponja me encuentro.
El gran deseo febril de sirena floja_, decía Ariel, sofocando a su boca_, que se deja y se me antoja desnuda encima y sin apenas ropa, sobre mi pecho, apretando los nervios y después de tu cuerpo de trocada mariposa de color espeso)) _ volvieron a la realidad

Quedaron sin fuerza, extensos, sobre las sábanas calladas y cómplices de tanta perorata.
Elvira, rozaba el labio inferior de Ariel, con su dedo anular, como redibujándole el perfil de la boca. El historiador, la miraba y pensaba todo aquello que estaba a punto de expresarle.

_ Dime Elvira, que has de hacer a partir de ahora, volver a España y enfrentarte a Robert, quedarte con él en Badalona, o escaparte con Paco Xilema, para siempre. ¿Vas a refugiarte en ellos?  Dime, acláramelo; porque no llego a comprenderte.

_ No para nada;  mi ex novio y aún amigo, el bueno de Robert, se ha liado con compromiso incluido, con una jovencita asiática, muy mona, con poco pecho y muy delgada, del barrio de Montigalá en Badalona. Donde sus padres y hermanos regentan un negocio de bocatas y salchichas barato. Una freiduría en un local cercano al polígono del mercado.
Lo nuestro no podía continuar, sin saber el uno del otro, sin amarnos, sin complicidad, sin satisfacciones y tan lejos.
Siendo yo por naturaleza tan caliente y fogosa y además tan prominente con los tíos. Era una relación que tenía fecha de caducidad desde que yo salí de España y me desentendí.

_ ¡Vale! estoy de acuerdo, en que esa unión no podía ser. ¡Hasta ahí lo entiendo!; pero lo que no me trago es que Robert, conociendo; cómo es de natural y sincero_, por lo que tu tanto has cacareado_, con la clase de persona noble que es_, dijo Ariel preguntándose y haciendo una reflexión_, Te haya fallado tan descaradamente sin decirte nada. Siendo tan justo y honrado como el que más.



Continuará

To be Continued

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