viene de una entrega anterior:
Catando sus órganos ocultos
_ Bueno pues_ Confirmó
Javier_, quedamos en ello, Estela, se
queda en Zaragoza con mis viejos, hasta que tú des a luz, sin más.
Cuando quieras verla,
los llamas para avisarles y paseas, disfrutas la tarde con Estela. La vuelves a
llevar a la ferretería, con mis padres y no hay más que decir del asunto.
Jimena colgó el teléfono
sin despedirse de Javier, con unos modos propios de su talante y de sus
principios, sin el más mínimo atisbo de interesarse ni siquiera por la hija de
ambos.
En la seguridad, que en
el tiempo que Javier siguiera en Costa Rica, ella ni pisaría la ferretería de
los abuelos, que es el negocio familiar donde ella, había ayudado a despachar
desde el mostrador y de donde la muy cleptómana, vaciaba los cajones de dinero.
Reenviarlos de forma engañosa a Nayarit, para ayudar a su gente.
Ni tampoco encontraría como
norma, una tarde espléndida para pasarla a solas con su Estela.
A partir de su llegada a
la capital nicaragüense, habían reservado habitación en el Hilton Princess en
la carretera de Masaya.
Pedazo de hotel céntrico
que les aseguraba una estancia de placer auténtico con toda clase de lujos
conocidos.
Elvira y Ariel, pasaban
muchos momentos inmersos en una interminable juerga, que pretendían continuar,
durante el espectáculo desde las butacas del Gallo más Gallo. Mientras los
actores protagonizaban su labor, ellos se daban un gran festín de carantoñas.
La modelo; estaba divisando
y disfrutando de toda clase de travesuras entre los figurantes. Meneos insinuantes
por el amplio escenario, sin el más mínimo recato. Desde las localidades; Elvira
y su amigo, lo propio, se magreaban sin consuelo. Un unívoco manoseo que le
regalaba ella a su acompañante, sin cortarse y sin importarle que la vieran, chupándole
y catando sus órganos ocultos al cómodo y sibarita Ariel, que distraído por lo
que veía en el estrado y recibía en su elemento estaba como sonámbulo.
La acompañante en espera
de recibir su medida de sexo, en cuanto llegaran a la habitación del hotel,
pretendía sacar de sus casillas al comedido y vergonzoso Ariel, por el placer
que le adeudaba.
Formas y caricias sensuales,
a “gogó” le había regalado a Ariel, para que disfrutara y gozara de los sabios balanceos
de las manos mágicas de Elvira, que habían hecho enhebrar al encendido amigo.
Tras los tocamientos que
bajo el pantalón le había habilitado, consiguió colocarlo fuera de sí; logrando
dejarlo imperfecto y preparado hasta que llegados al hotel, se desatara aquel
timorato profesor y siguieran con la conclusión de aquel placer solitario,
salvaje y oscuro, que pretendía.
Nadie le ofreció un
simple beso a Elvira en el teatro, ni siquiera una auténtica y salvaje caricia,
una brutal y deseada palpación a su cuerpo y necesitaba ser embebida, influida,
introducida y penetrada por un hombre.
Directos al hotel fueron
a parar después de tanto frenesí, tanto destape y tanta sensualidad por parte
de Cheo, Cándido y de la guapa Cinta Vergaray, que añadido a sus juegos,
necesitaban recalar en el lugar apropiado.
Divertidos y exhaustos,
Ariel y su amiga tomaron al llegar un baño caliente para relajarse antes de su
diálogo probo e inflexible previo al polvo feroz e irreversible que disfrutaría
la pareja.
Buscaba que la follara
aquella madrugada, quien fuese, a poder ser su amigo Ariel, que lo percibía
límpido e inclinado a que la trotara. Desbocándola sin albardas y la corriera
como a una simple marrana; hasta dejarla completamente vacía de su flujo
vaginal contenido, como la clásica regalona asidua al sexo y al gozo. Dejando escapar
aquel líquido blanquecino que la desbordaría tras un orgasmo, con la libídine
humedecida de su sexo.
Ella, la modelo
permisiva, la mujer ardiente pretendía cobrarse toda la colaboración y denuedo que
había regalado en la demostración; para ello había preparado a Ariel, durante
toda la velada.
Necesitaba urgentemente
todas las expansiones amatorias, sin excusa ni retraso; notar aquel falo que
poseía Ariel dentro de ella misma. Ser penetrada a discreción, para disfrutar
de aquel edén prieto de mujer obnubilada, capaz de modificar la necesidad
perentoria del curso de cualquier codicia transigente.
_ A qué esperas Rayuelo;
tendré que rogártelo o; sabes leerme la piel
_ No será necesario Elvira,
eres una preciosidad y tú sabes ponerme. ¡Eres la única mujer que me saca de mí
otro yo!
Ya no hizo falta, hablar_,
entraron en un éxtasis y ya; no hubieron palabras; solo gestos y su pensamiento_
((todo el capricho se revelaba en secuencia,
una caricia tras otra, una urgencia controlada, un beso, un palpamiento, un
pellizco tenue, una desgarrada de uñas perfilada viajando por la espalda, sin
herir, pero marcando reguero. Una visita dactilar a zona erógena, un morreo de
labios con absorción, una succión a la piel dorada. Un deseo terminante e
inacabado, unos nervios que se escapaban de los dedos largos de su hombre, una
exigencia que reclamaba el sexo de Elvira, un trasiego por la mal llamada
indecencia. Otro descaro en la dermis, un batallar con el balanceo duro,
constante y profundo de nalgas, otra chupada
a erectos pezones, y tras del cuello, presionar con lícito cosquilleo otro
tocamiento en el mismísimo cielo de los bienaventurados. Un paseo circular por
la vagina y una chispa acalorada con lengüetazo basculante provocando plena alucinación.
Estrepitosamente bello, la prisa sin pausas de aquellos cuerpos,
que se mecían con el ritmo del escaso viento. Otra postura de misionero, que
aguantó cuantas sacudidas fueron necesarias. La dilección y apego de su vulva,
que le sabía a escarcha añeja, derretida y cruda. Tanto deseo que incontinente
se esparcía por aquel espacio lento y silente.
Cambio de ritmo, ahora más lento, para poder respirar desde su
vellocino esqueleto, para besarla en su óvulo
abierto y dejar el vertical bembo gustoso en el epicentro del placer.
Otro desplante de Elvira, con tocata y fuga, su fuego de hembra, su
pasión de fémina, y el olor del perfume mezclado con la tiesura y el tufo
entrañable de líquenes volcados en su figura.
De perder los prejuicios necios, morder lo
que inspira diez veces ciento, besar y mamar lo que se llama verbo, dejar la
saliva en aquel invento y apretar contra tu cuerpo, para dejar escapar el
aliento.
Ese salero, que se desprende en su cintura,
que combina con el color y el calor del fuego y el grosor del miembro. La
necesidad que tengo de ti_ pensaba la modelo_ de tu temblor, admitiendo, dentro
de tu profunda esponja me encuentro.
El gran deseo febril de sirena floja_, decía
Ariel, sofocando a su boca_, que se deja y se me antoja desnuda encima y sin
apenas ropa, sobre mi pecho, apretando los nervios y después de tu cuerpo de
trocada mariposa de color espeso)) _ volvieron a la realidad
Quedaron sin fuerza, extensos, sobre las sábanas calladas y cómplices de
tanta perorata.
Elvira, rozaba el labio inferior de Ariel, con su dedo anular, como
redibujándole el perfil de la boca. El historiador, la miraba y pensaba todo
aquello que estaba a punto de expresarle.
_ Dime Elvira, que has de hacer a partir de ahora, volver a España y
enfrentarte a Robert, quedarte con él en Badalona, o escaparte con Paco Xilema,
para siempre. ¿Vas a refugiarte en ellos? Dime, acláramelo; porque no llego a
comprenderte.
_ No para nada; mi ex novio y aún
amigo, el bueno de Robert, se ha liado con compromiso incluido, con una
jovencita asiática, muy mona, con poco pecho y muy delgada, del barrio de
Montigalá en Badalona. Donde sus padres y hermanos regentan un negocio de
bocatas y salchichas barato. Una freiduría en un local cercano al polígono del mercado.
Lo nuestro no podía continuar, sin saber el uno del otro, sin amarnos, sin
complicidad, sin satisfacciones y tan lejos.
Siendo yo por naturaleza tan caliente y fogosa y además tan prominente con
los tíos. Era una relación que tenía fecha de caducidad desde que yo salí de
España y me desentendí.
_ ¡Vale! estoy de acuerdo, en que esa unión no podía ser. ¡Hasta ahí lo
entiendo!; pero lo que no me trago es que Robert, conociendo; cómo es de
natural y sincero_, por lo que tu tanto has cacareado_, con la clase de persona
noble que es_, dijo Ariel preguntándose y haciendo una reflexión_, Te haya
fallado tan descaradamente sin decirte nada. Siendo tan justo y honrado como el
que más.
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