martes, 19 de noviembre de 2024

El sorteo.

 



 
Aquella familia recién llegada, paseaban por la plaza del pueblo. En la Villa se celebraban las Fiestas Patronales. Era la fiesta de agosto. La gran celebración de cada anualidad. Aquella gente, estaban recién llegados a la población. No conocían apenas a nadie. Excepto unos convecinos de la zona de donde ellos venían.
Los Mondego, habían comprado una casa arcaica del casco antiguo que necesitaba una reforma integral con urgencia. Ellos eran una gente muy abierta, dadas las circunstancias de la época, con sus reservas pero agradables con el prójimo y ocurrentes si llegaba el momento.

Tal y como mandaban los cánones de la educación y de la integración en lugares y con gentes no conocidas. Era integrarse cuanto antes en aquella sociedad, y así lo pretendían. Conseguir ese punto, lo antes posible y mantenerlo como ilusión desde ese momento. Intentando participar de todo lo que diera de sí, aquella metrópoli.

Su aspiración en la integración comentada era manifiesto. A pesar incluso de las reticencias que encontraban con los lugareños. Distancias evidentes que notaron al querer compartir de entrada momentos de vecindad. Aún y con todas las reservas comunicativas, que ofrecían algunas personas del pueblo, trataron de comprender, que a según que personas, les cuesta más que a otras abrirse con los recién llegados, o con lo que ellos denominaban, en algunos casos de forma despectiva, como forasteros. Notando que el poder departir con según que personajes del pueblo, les iba a ser costoso, o quizás imposible. Dado que notaron que era una comunidad muy cerrada, y con dificultades para aceptar a los que no conocían. Alejados de todos los resultados que ofrece la libertad bien entendida.

Allí de entrada, si no eras de la peña, si no te habías criado con ellos en la escuela, si no habías pasado todas las vacaciones de tu infancia en el pueblo. Lo tenías muy mal. A no ser que te llevaras amigos de tu punto de procedencia. Una lástima, que no pudieras disfrutar de las fiestas con los nacidos en la villa, que de haberse dado el caso. Ellos son los que te hacen disfrutar y pueden enseñarte todas las cosas buenas y divinas que tiene el lugar. No bastaba con ser amable y generoso. Nadie los conocía y por lo tanto los miraban como dicen en aquella zona: Al descuido y con cuidado.

Gracias a Dios, que aquellos nuevos residentes llegados a las fiestas, conocían a los González Tinturé. Una familia llegada años antes a la urbe, al haber heredado una vivienda de sus ancestros que gozaban y pasaban algunos períodos, usando aquella propiedad, como vivienda vacacional. Gente, que aún no habían conseguido congraciarse con nadie de la vecindad, ni de la villa, a pesar de visitar aquella zona, en los últimos diez años. Hacer gasto en restaurantes, bares y dispendios en las obras a las que tuvieron que enfrentarse para dejar su morada habitable, y en condiciones adecuadas.
Con los González, recorrieron los entoldados de fiestas y disfrutaron de las orquestas venidas con música preciosa, y de los menús ofrecidos por los albergues y tabernas. En todos aquellos días de paseos y festejos, pudieron mezclarse con nadie de la villa.
Recorrieron la fiesta sin poder compartir la ilusión o alegría de aquellas personas autóctonas, residentes en el lugar. Aquello era inaudito, y no se podía catalogar a aquellas personas, como la “alegría de la huerta”.

Pronto pudieron descubrir los Mondego, que les ocurriría como a la familia de conocidos que los acompañaron aquellos días.
Les costaría mucho relacionarse con aquellos habitantes, que siendo alguno de ellos, buena gente. También contaban como en todos los recovecos de la piel de toro, incluso en las familias. Con envidiosos, rencorosos y resentidos que no les agradaba, que gente de otros lugares comprara propiedades en el pueblo, y trajera costumbres extrañas con las que no estaban cómodos.
A la familia Mondego, les parecía un mal sueño, y que hubieran retrotraído en veinte años hacia atrás. Los jóvenes y las generaciones no admitían a nadie que fuese forastero. Era una especie de coto cerrado. Se reunían por peñas, según las quintas y las muchachas escogían de bien jovencitas, al chaval que sería su marido. Desde la pubertad, ya tenían atado al que sería su esposo, por ser las féminas las que seleccionaban.

Por lo que si alguno de ellos no tenía presencia, dote, o belleza quedaba excluido de ese festejo. Era normal, que hubiera tantos solteros y mujeres sin pareja en aquella villa, con edades diversas. Al no haber tenido oportunidad de festejar, ni de favorecer las normales relaciones que existen en cualquier sitio. Los muchachos entre levas de edad y por las quintas militares, se relacionaban más o menos bien en el casino, en sus asociaciones o peñas, dejando al margen lo que les provocaría el futuro. Siendo pocos los que no regresaban después de su servicio militar y buscaban futuro en otros lugares. Así aquella juventud iba cumpliendo edad, hasta que de buenas a primeras se encontraban en el casino solos, los varones.
Sin amparo, ni medida. Tomando cerveza y renegando de todas las bondades de una convivencia. Ellas, los domingos a misa de doce y el paseo por la rambla principal, mostrando el último vestido que les había cosido su abuela o su madre. Cuidando ancianos y amargadas por la poca gratitud que les había regalado la vida.
 
La familia Mondego, recién llegada hizo lo que pudo y fue acabando la reforma de su vivienda y se abrieron camino en la villa a comprar sus muebles y sus electrodomésticos en el mismísimo pueblo.
Dado que con las ventas, las ganancias, el negocio y la economía. ¡Nadie juega! Y aunque no te aceptaran. Aquellos mismos que te vendían la lavadora o el mueble del salón. Ni te aceptaban para charlar de banalidades, comentar como estaba el tiempo, o sentarse contigo en el Casino, y les costara darte los buenos días.
Sí que admitían. ¡Claro que lo admitían! Que les hicieras gasto en los comercios en la carnicería en la bodega y en las tiendas del territorio.

Aquella tarde los Mondego, paseaban por la plaza sumergidos en la vorágine de las fiestas y de la gente varia que había llegado, para disfrutar de la feria y de sus entoldados. Con los artistas y cantantes de las orquestas venidas. Sin imaginarlo ni por asomo. El alcalde se acercó a Tesifonte Mondego, padre de aquellos chiquillos que jugueteaban por las escalinatas, y le ofreció una ristra de boletos del sorteo que se iba a celebrar el día de la patrona.
Brindándole a comprar unas cuantas papeletas, del sorteo de la Vaquilla, que como cada año se rifaba una ternerilla o becerra. De unos 40 kilos y lo recaudado, iba a mitigar un tanto el gasto del monto, de las fiestas patronales.

 Hola, qué tal —dijo Bernús. El señor alcalde con una sonrisa abierta nada acostumbrada en él, mostrando un talón de cupones.
— Compra unas cuantas papeletas, para el sorteo de la vaquilla. Mostrando una ristra de cupones con el membrete del Consistorio. Tesifonte rio abiertamente por la situación y por la conveniencia del político. Y con la educación acostumbrada en aquel caballero, le dijo a Bernús.
— Para qué quiero yo alcalde, una vaca como la que sorteáis. Qué hago con ella, caso de ser premiado. El concejal en un extraordinario esfuerzo le dijo con talante gracioso.
 — Si te toca. Cuelgas la ternera, en el Arco del Triunfo. En tu ciudad, al regreso, o cuando llegues a tu casa, se la regalas a quien te parezca. A un vecino, o conocido. Verás como entonces, lo aceptan de buen grado y te sonríen.
El amigo Mondego, sacó un billete de dos mil pesetas, que agarró el alcalde, visto y no visto. Dándole todo el talonario de cupones de aquel sorteo y recordándole.
— No creo que nadie de los de aquí, haya invertido las dos mil pesetas en la compra de boletos. Igual tienes mala suerte y te toca la vaquilla, y tú verás que es lo que haces.
Las fiestas finalizaron y los números comprados de aquel sorteo pendían en casa de los Mondego, de una de las repisas del aparador de la sala del comedor hasta que pasados los días, el hijo menor preguntó a su papá.

 — ¿Quién habrá sido el premiado?... Preguntó el chiquitín. El padre le indicó que fuera a la plaza a enterarse del número que había sido premiado. Aquel mocito haciendo caso, apuntó el número y salió para la lonja del Ayuntamiento a comprobar qué guarismo fue premiado en el sorteo de la vaquilla del año 1994.
Al regresar a su casa con mucha alegría le dijo a su papá.
— Nos ha tocado la vaca. Papá somos los premiados… Ha salido uno de los tantos boletos que contiene nuestro talonario.
— Qué dices. Discrepó el padre. ¡Estás seguro criatura! Respondiendo el chaval alegremente, y saltando de puro gozo, al conocer que la vaca era suya. — Nos ha tocado la vaca papá. Mira el número. Ha sido el agraciado. Dijo el nene.
— Pues es cierto. Y ahora, que hacemos. Cómo la llevamos a casa. Menudo lío. Déjame pensar, que creo sea lo más apropiado regalarla.
— No padre. La vaca es nuestra. Nunca nos ha tocado una cosa igual. Dijo el chavea. Nos la quedamos y la criamos como podamos. Igual después nos da leche. El padre, reía al ver la cara de alegría que ponía su hijo, al saberse poseedor de una vaca de carne y hueso.
— Sabes que he considerado — dijo el papá.
— Que lo mejor será, regalar la ternerilla a alguien que la pueda criar y la aproveche como pueda. El niño puso una cara de circunstancias refunfuñona, comprendiendo a la vez, en que forma y modo se iban a llevar semejante vaca a la ciudad.

El cuñado que estaba en la conversación le dijo sin importarle lo que pensara.
— Vas a regalar la vaca a esta gente que no nos saluda y cuando te cruzas con ellos parece que te perdonen la vida.
— No pretenderás que la montemos en el Fiat Bravo, y la transportemos hasta casa. Lo mejor es ir a recogerla y regalarla, que tampoco será tarea fácil. Contando con la poca gracia que tienen algunos de los vecinos. Pensó en lo dicho y añadió
— Lo intentaremos porque no es viable hacer algo diferente.
Fueron a recoger el premio a la Secretaría del Ayuntamiento, y al entrar en la lonja el alguacil les estaba esperando, ya que la noticia le había llegado nada más ver al chiquillo mirar la lista de premiados, y les dijo.
— Casi pierden el premio. Cómo no salía el ganador, hemos retornado la vaquilla a Benifayó, que es de donde procedía.  Y ahora, no es nada fácil recuperarla. Han de comprenderlo. Les dijo muy serio el ministril. Sin dejar que respondieran los agraciados y concluyó.
— He hablado con el alcalde y me ha dicho que os entregue el valor del premio en metálico. Ya que volver a pedir la becerra, es meramente imposible.
Los Mondego, no abrieron la boca y recogieron el talón.
¡Muy agradecidos!


viernes, 15 de noviembre de 2024

Los bisabuelos del visitante.

 



 

En el día 5 de agosto del año de gracia de 1980, aquellos buscadores de historias familiares llegaron al pueblo de sus antepasados. El reloj marcaba sobre las dieciocho treinta de la tarde, y ahí comenzó la emoción de aquellos que querían saber algo más de sus bisabuelos. Unos ancestros de los que no tenían demasiada información. Quizás porque los acontecimientos no permitían presumir de aquella familia arcaica que pasaron sus vidas sin penurias y escasez, que otros menos favorecidos por lo particular y al cabo fueron más felices. No habían sido informados más que de sus nombres, y alguno de los pasajes más graciosos que ofrecían cierta alegría. Sin embargo, del mollar de las cuestiones ocultas, jamás abrieron la boca para comentar detalles. Ni para que sucesores posteriores conocieran realmente que cosas ocurrieron. Dejando sin intuición, sucesos que jamás tendrán luz, para que hijos, sobrinos, primos y demás, estén al corriente. Quedando completamente en secreto, al no estar al tanto de los detalles. Nunca les informaron de nada. Ni tan siquiera los sacaban a relucir o los recordaban. Ocultando asuntos escabrosos, que no interesaba salieran a la luz, ni tampoco airear. Quedando en el olvido.

 Ni más ni menos que pararon frente a la casa de la calle del Val donde se presentaron a la vecindad. Fue allí donde se dieron a conocer, y por aquel efecto de llamada salieron de sus casas, vecinos y conocidos, tras la emoción del momento. Corrió la voz, al instante.

Alguien. Unos desconocidos venían recabando información de personas, que hacía más de setenta años se marcharon de la villa. Aquella buena gente, llenó lo que ellos denominaban “la replaceta”. La plaza del Val.

La primera persona que conocieron y que a la vez ella recordaba al bisabuelo del visitante, era Rosario Norza, hija de Milagros y Esteban, el carnicero.

Al poco tiempo se presentó una señora mayor de ochenta años que se llamaba Pilar Tejero, la que se ilusionó al conocer que su amiga de la infancia Carmen Ruiz, se encontraba bien de salud y vivía en un distrito de Barcelona. Comentó que habían sido amigas en la infancia y que la recordaba perfectamente.

Ese día, ya caída la tarde los recién llegados, dieron un recorrido por el pueblo que presentaba en aquel verano del año ochenta, un estado francamente dejado y derruido.

En el paseo, fueron a la casa de Lázaro “El tripeta”, que entonces contaba con una edad respetable. Noventa y seis años. Pasearon por las calles de Embid, comentando y haciendo memoria del año 1918. Año de la Pandemia Española, que fue cuando falleció Doña Cocha Puig, esposa del barbero y sanador. Hablando sobre algunos temas entre vecinos, y volviendo a rememorar aquellas fechas. Los ancianos discutían, unos tienen mejor memoria que otros y señalaban dónde estaba la barbería de donde salió el cadáver de la bisabuela Concha.

Estuvieron estancados cambiando impresiones, en la calle Nueva, que según algunos memoriones había vivido el matrimonio de Saturio y Concha, con sus tres hijas. Para después mudarse a vivir a la replaceta. También habían vivido cerca de la casa de Juana, <la peluquera>. Que fue amante del barbero y practicante de aquella villa y a la vez esposo de Doña Concha.

 Contaron de nuevo, la historia del romance entre el barbero y la peluquera, que por supuesto ya se había convertido en una leyenda. Relatos que en el pueblo, iban pasando de padres a hijos, y por lo visto a los descendientes de la tal Juana, no se les consideraba por ningún anciano y vecino del lugar, gente de bien.

Todos los allí reunidos, referían las buenas manos que tenía Saturio para su trabajo. Se le consideraba muy buen profesional, y toda la familia gozaba de un prestigio adquirido. Influencia que después se perdió un poco, al pasar aquellos acontecimientos de la muerte de la esposa, en condiciones especialmente raras y enigmáticas.

Dejar morir a Cuca, una mujer llena de vida. La esposa del practicante de la villa, que se entendió como una dejación por parte del sanitario, quizás embebido por la seducción del adulterio que tenía con Juana y que aprovechando la ferocidad de la pandemia del año dieciocho, hicieron creer que la muerte fue debida a las fiebres malignas de aquel virus.


 Baltasara pronto recordó con afecto a Carmen Ruiz, hija de Saturio y de la fallecida. Ahora la anciana Baltasara, afincada definitivamente en Embid, después de haber vivido muchos años entre Madrid y Barcelona, refería sus recuerdos. Mujer muy coqueta y cuidada, con su pelo teñido de caoba y sus manos de uñas esmeriladas, que agitaba de arriba abajo, con una gracia especial.

José el pastor, también se esforzaba, con mucho mérito, ya que ha perdido casi toda la memoria, y escuchaba muy atento, recordando que su mujer está muy enferma. Que se está muriendo. Pablo Norza también resonaba todos los detalles que contaban en la calle del Val. Ahora es propietario de la tasca del pueblo. Que es donde se reúnen todos los viejos para tomar sus cafecitos y cervezas. Hacer la partida y hablar de fútbol y de mujeres.

En el pueblo, comentaban muy apenados, que tan solo vive una moza y recodaban que por poco tiempo, porque se marcha a Zaragoza.  Seguramente en busca de marido.

Antonio García Lázaro cuenta como cosa graciosa, que cuando era chiquito las hermanas, hijas de Saturio y Cuca, lo llevaron donde tenía la barbería el practicante y le obligaron a colocar sus dedos en uno de los enchufes eléctricos de la barbería, y el calambrazo lo tiró al suelo. Antonio ha sido durante muchos años, el alcalde del pueblo.  Vive en la casa más antigua, la mejor de la villa y la más grande, conocida por la “Casa de los balcones”. Justo enfrente de donde murió aquella mujer prudente y hacendosa, llamada Concha.

El hijo de Silvestre Gasca y de María Lázaro y la tía de ambos, Doña Trinidad García Lázaro recuerda a la tal doña Cuca, diminutivo cariñoso que le otorgaron.

Manuela Hernández casada con Vicente Lázaro que es el hijo de la señora Cirila.

Apodado, “<El Jilón>” … familia que pasan grandes temporadas en Embid, en la casita familiar, rememoran momentos pasados con Cuca Puig, la valenciana venida desde Calahorra y esposa del pinchaculos, que tantos recuerdos atesoran.

A ellos les llaman los Jilones, y al parecer su tía paseaba todas las tardes con Cuca, dando grandes caminatas mientras las niñas jugaban en la replaceta. Los padres de esta mujer hija de Marcelino y de Blasa Gil, eran amigos del matrimonio Ruiz Puig.

Aquellos visitantes, revolucionaron el pueblo en las idas y venidas. Para el vecindario era una cosa muy nueva. Que gentes de la ciudad, se pertrecharan en sus calles, preguntando por una familia, que en sus días fue insigne, o por lo menos destacada.

 

Vivieron unas horas de emoción, al saber que el biznieto de Don Saturio Ruiz Martínez, y de Doña Concha Puig Martínez, estaba haciendo preguntas sobre la vida de sus antepasados.

Visitaron el cementerio queriendo ver las lápidas de Concha. Ya no estaban. En el año 1954, hicieron unas reformas en la necrópolis, según dijo el alguacil, produciéndose una reforma por ampliación, y todos los panteones fueron desapareciendo por traslado. Se dio un bando y facilitaron aviso a las familias para agrupar tumbas y poder trasladarlas a lugar conveniente.

Los sepulcros y panteones de los que no dieron señales ni reclamaron, fueron llevados a la huesera común del cementerio. Ahora es un rincón de paz, y está muy cuidado.

 

En el castillo, lugar que denominan los vecinos, es la llamada parte antigua de Embid, y a la vez la zona más alta. Solo vivían en aquella época, los descendientes de Juana la peluquera que son los únicos que no se aproximaron al acontecimiento. Ni se sintieron atraídos en saludar a los llegados.

Entonces no había en el pueblo, más de 150 habitantes, y subía todas las tardes el médico desde la población de Paracuellos de la Ribera.

No había escuelas, ni farmacia. Nada absolutamente. A los niños que son escasos, los viene a recoger un autobús. Los lleva a las escuelas para instruirlos y darles clase, en Sabiñán.

El enclave es bañado por el Jalón, con una vega muy fértil en un hondo, desde donde se divisa en relieve la montaña circundante, con el pico de la Cocha. La iglesia de San Miguel, está totalmente derruida. Otra capilla está, donde se ubicaba el cementerio antiguo junto al lavadero y el manantial.

 

Santos lázaro cuenta que siempre ha tenido muy presentes a toda la familia del practicante. Es un vejete muy simpático y goza de muy buena memoria. Contaba como si lo viviera en aquel momento, cuando Doña Cuca, pocos días antes de morir, le mandó traer de la vega, un manojo grande de pámpanos y en una sentada se los comió casi todos. La Doña era una mujer muy de vida, con un volumen considerable.

 

Santos, es hermano de Lorenzín el que cortejaba a la hija del practicante, la joven Carmen Ruiz Puig. Lorenzo fue capitán del Ejército de Tierra, y cuenta también que él hizo el servicio militar en Zaragoza, incluso les había visitado a veces cuando las tres hermanas ya residían en la capital de Aragón.

Como anécdota graciosa, cuenta que cuando la familia del barbero llegó a la población de Embid, su madre envió a todos los hermanos a cortarse el cabello a la barbería de Don Saturio con un real a cada uno de los hijos. Cuando estuvieron arreglados le preguntaron al barbero, cuanto costaba.

El sanador peluquero, les cobró por el arreglo de todos ellos, una perra gorda, y el cambio por supuesto no lo devolvieron a su madre y se compraron chucherías.

Cuando le contaron aquellas incidencias a Carmen Ruiz, de ochenta años, los ojos se le bañaron de lágrimas, por los recuerdos y certidumbres personales.

 

Han pasado desde aquellos días cuarenta y cuatro años, demasiado tiempo. Todo habrá sufrido un cambio para mejor, las calles, los servicios, los recodos. No se yo si la población habrá crecido en habitantes. Estamos en noviembre del 2024, todos los nombrados están en el cielo, viéndonos a nosotros como desdibujamos en según que circunstancias la realidad de las cosas. Que Dios los tenga en la gloria y que descansen en paz.

Lo merecen todos ellos.

                                                  

 

 


martes, 12 de noviembre de 2024

Voy a pronunciarlo.

 










 



Guardaba este poema, y recitarlo
en el momento justo, y necesario.
No es de mi cortesía subsidiario.
Es copla normal. Voy a pronunciarlo.

 
No lo rechaces. Solo es escucharlo.
Rogaría si fuera extraordinario.
Es bolero de amor y originario,
que lo entono por ti y no olvidarlo.



 
Perdona. ¡Estaba tan equivocado!,
Retiro el verso. Lo sigo ocultando.
No es el instante de ser invocado.

 
Llegará el punto, que lo estén deseando.
Esa elegía que yo he provocado,
mientras tanto a ignorar, y disfrutando.







 








autor: Emilio Moreno
noviembre de 2024


domingo, 10 de noviembre de 2024

No me aflijo con los bobos.

 










 



Con los tontos, me altero normalmente.

Junto a ellos, la paciencia, pierdo fijo.

Provocando una risa que cobijo

bajo el disimular lento y paciente.

 

Soporto casi nada, al indecente,

que se ríe de todo, y no corrijo,

aún y viéndolo imbécil, no me aflijo.

Sin poder conseguir, sea diferente.

 

Merezco la paz. Siendo otro cedente,

y soportar tontadas de los bobos

que resisto. En mi intervalo silente.

 

Entre la cualidad, de estos ímprobos,

me salvo de ellos, cuando estoy ausente.

Condenso oído. El resto, escobos.

 

 

 




sábado, 9 de noviembre de 2024

Sin responsabilidad, ni vergüenza

 

 


Habían pasado casi dos semanas y media, desde la tragedia de la noche entre el 29 y el 30 de octubre de 2024. 

Ese día igual, se hubiese celebrado la Festividad del patrón de las moscas. Onomástica de San Narciso. Sin embargo, quedará como una fecha muy trágica para muchos de nuestros compatriotas, amigos, conocidos y familiares. Fue un día negro.

Cuando la “GOTA FRÍA” … Lo que ahora designan como DANA, se llevó la vida y enseres de tantas personas en pueblos de Andalucía, en villas de Albacete y de la ribera de Murcia y del Mediterráneo tocando a la Albufera y huerta de Requena, Chiva, y setenta y tantos pueblos más de la Comunidad Valenciana, de Castilla la Mancha y Andalucía.

Personas que ajenas a lo que pasaba, disfrutaban de sus vidas sin prever las consecuencias. Al no ser avisados por las fuerzas políticas del país, que como siempre estaban en otra pelea. Sin importarles, lo que los meteorólogos advertían hacía días. Ellos a sus cuitas, a sus discusiones y a todo menos, a socorrer al pueblo.

Alguno se pregunta. Donde quedan tantos protocolos y tantas normas, tantos mandamientos y leyes. Si después no hay nadie que las aplique. 

Y las justificaciones no nos valen.

Muchos de los que han salvado la vida, y la familia de todos ellos dan las gracias al cielo, porque ayuda y socorro, no han recibido. El destino les puso en otro lugar o se agarraron a una farola, un árbol, verja de hierro, una puerta, una esquina, o una valla. Al agarradero físico que se les presentó en ese instante. 
Quizás porque como dice el refrán… No era su hora. Pudiéndose resguardar de perecer entonces. A todos ellos les quedará la imagen del momento, y por siempre recordarán semejante desgracia. En la que no pudieron hacer nada para evitarlo.

Otros los difuntos. No se esperaban acabar sus días en la forma que sucedió. Dentro y encarcelado en sus coches, arrastrados por la fuerza de la riada, engullidos por el encabritado feroz de las aguas.  Sabemos que ante las fuerzas de la naturaleza, poco se puede hacer y aquellos deberes que tendrían que estar hechos, pues no se hicieron en su momento. Dejando que ese "Cambio Climático" con el que se llenan la boca, nos invada indefectiblemente, con esas tristes consecuencias.

No tiene nombre, ni justificación la reacción de nuestros mandatarios, y sin pretender nombrar a nadie.
(Porque todo el mundo los conoce y con razón nos avergonzamos de ellos). Los hemos de soportar. 

Ya saben aquel refrán que dice...

 “Dios los cría y ellos se juntan”

Porque entre ellos se tapan, poniendo cara de afectados. Siempre están cubiertos, se hacen millonarios, y siempre, siempre tienen excusa.

¡Vergonzoso!...

Después, todos nos quieren seducir, en el periodo de elecciones. Es penoso y difícil de corregir. Son engañadores profesionales. Claro; no todos pero...

Entre todos la mataron y ella sola se murió

Decir que no hay ninguno, o son escasos los gobernantes, que tienen nivel político para administrar, y cuidar a los casi cuarenta y ocho millones de habitantes que tiene España, no es mentir. 

Dense por aludidas ustedes, las políticas, gobernantas, jefas, directoras, (miembros y miembras), que dijo una dama defendiendo un error en su lenguaje inclusivo. Esperaba más de esos y esas que nos prometen protección. Señores y señoras que se dedican a la política, que tampoco dan la sensibilidad necesaria, para que con su mano izquierda. Consiga el pueblo llano ventajas de su aportación.

Hoy el pueblo está de luto, porque los que han perdido a sus allegados, amigos, compañeros, y familiares, no los recuperaran. 

¡Que Dios los tenga en la Gloria!... 

Ni tampoco aquellos otros, los muchos que han perdido sus casas, sus bienes, porque después de tantas promesas hechas. Todo queda en falsedades, en lodo, en detritos, en ausencias y en el olvido.
Si me pongo a pensar, observo por desgracia que no es la primera vez que ocurre, ha pasado siempre y por desgracia seguirá pasando. 
Qué pensarán en la Europa, la de los veintisiete, cuando vean y se cercioren de todo lo ocurrido. 

A qué... y a que cosa. Se estaban dedicando los que nos han de proteger, quizás a ponerse en sitio seguro, y en lugar de enviar las ayudas, los apoyos y la protección civil, discutían porque el protocolo no cumplía con los requisitos.

Al tiempo, veremos como todo queda en "Aguas de borraja" y Los que tienen que responder y solucionar, se diluyen como el humo entre las nubes.


 









Emilio Moreno.
Un abrazo para todos los afectados, recordando
a mi familia que reside en Albal, que también han
sufrido consecuencias.

viernes, 8 de noviembre de 2024

Anestésico que atonta

 





 


Que sensación estar allí aguardando, cuando llaman por aquel altavoz, que te vayas preparando

para entrar en la antesala del límpido y amplio quirófano.

Vienen a tu mente todos los instantes anteriores que recordarás a lo largo de la espera larga a que te someten las enfermeras.

 

—Entre en el reservado y desnúdese completamente—dijo la señorita de la bata blanca y con sus gestos indicó el lugar. —deje en esta bolsa los zapatos y las gafas las coloca en la estantería junto a lo demás. Desvístase por completo y póngase esta blusa, el gorro de plástico y los zuecos de nylon, y avise entonces, que le atenderemos.

 

Obedeces y poco a poco te vas desnudando, quedándote más indefenso que las plumas que arrastran los vientos del norte, y una vez acabas. Guardas la precaución, procuras estar al tanto de todo lo que te rodea, sin llegar a comprenderlo de entrada, por aquellos nervios que aunque no quieras te abochornan. Te miras en el espejo del reservado y notas que no somos nada. No somos nada y menos sin calzoncillos, disfrazado con el gorrito verde, una bata atada a la espalda y los zuecos que evitan que tus pies toquen el suelo de aquel pasillo.

 

Pretendes estar diáfano, y llegas a creer que no tienes miedo. ¡Estás aterrado!

No sabes que pasará. Piensas que es un riesgo entrar en el sótano del cloroformo. Desprovisto, y escaso. Tan agudo y penetrante que no te inspira seguridad puedas volver a vestirte con tus propias manos.

Coincide mi recelo, muy sesudo, o por lo menos así lo creo. Estoy escaso de ideas y de decisiones y sigo sintiéndome tan huérfano y tan irreal que ni me siento al palparme, por el terror y caos al penetrar en aquella sala de espera, donde me colocan en la muñeca una etiqueta, larga y engomada que colocan alrededor de mi mano, como marcándome sin fuego, pero estampándome identificación como si fuese el próximo espécimen que han de degollar.

 

Me llevan y me estiran en una camilla procurando me sienta cómodo y al punto me enganchan la muñeca izquierda y me buscan lo que ellos llaman una vía.

—Voy a pincharte y verás como ni lo sientes. Dijo una becaria que hace una carnicería en mi brazo, sin conseguir hallar la vena. Al no conseguirlo llama a la enfermera jefe y le da instrucciones para la próxima vez, no llague tanto al paciente.

—¡Ya está. Ahora tranquilo— dijo la entendida. Vendremos a ponerte unas gotas antes de entrar con el anestesista.

Vuelvo a quedarme con mis pensares y reservas, pero dejas que todo fluya, ya nada está en tu mano, ni tan siquiera el volver a levantarte de la camilla, sin que te den el permiso para hacerlo. Ves pasar urgencias por tus lados y piensas, que esos pobres están peor que tú, pero tampoco te importa.

Los empleados enfermeros, van comentando detalles de sus días y explican sus cosas, como lo hacemos todos cuando defendemos un trabajo. Han pasado mas de cuarenta minutos y el camillero notas que te arrastra por el pasillo, deteniéndose antes de acceder al lugar del médico anestesista, y pregunta. — Estás tranquilo.

—Si lo estoy. Eso creo. No puedo estar de otro modo, ni siento frío ni hambre, ni me preguntes más que no se ni explicarme.

El auxiliar se calla y al poco empuja la camilla y quedas a merced de otro licenciado que te pregunta, por tu nombre, y de donde eres, para cortar el hielo. Es el lugar donde te colocan y te dejan medio lelo. Dormido como si fueras un demente, antes de entrar al quirófano donde extirpan y cortan sin engrudo.

—Cuanto hace que no comes. Imagino que habrás cumplido con lo que te dijeron, llevar más de seis horas sin ingerir ni mijita… ¿Verdad? Escruta sin dejar de hacer sus cosillas sin que tu las veas, porque te ponen una especie de gasa encima de los ojos.

—Llevo sin comer desde esta mañana a las diez, no he bebido ni tan siquiera agua. Nada, a la espera de este instante. Ya no obtengo respuesta, o por lo menos no la escucho.

Dudo por lo desconocido del lugar, y lo noto muy tenue. Imagino que por los efectos de esa inyección disimulada que me han colocado para sedarme de forma anónima.

 

Veo todos los conceptos y aspectos que pueden llegar a ser negros. No queriéndonos enterar de que todo puede pasar cuando estás encima de una mesa de cirugía. Notas la carencia de tus máximos y añoras aquellos mínimos, que hasta hace menos de una hora estaban muy próximos.

No he notado el rígido bisturí que abre. Ungiéndonos con sangre que debe recorrer la piel, bajo aquel cloroformo tan ázimo

 







jueves, 7 de noviembre de 2024

Bisturí de cirugía

 








 

 




Que sensación estar allí desnudo

en la antesala del amplio quirófano.

Guardas la precaución, estando diáfano,

desprovisto, y ridículo. Tan agudo.

 

Coincide mi recelo, muy sesudo

muy escaso, sintiéndome tan huérfano

con el terror y caos en aquel sótano

donde extirpan y cortan sin engrudo.

 

Dudo desconocido y tenue anónimo

Aspectos que son negros. No queriéndonos,

que te dejan carente de tu máximo.

 

Siendo un enorme mínimo tan próximo

Rígido bisturí que abre. Ungiéndonos

bajo aquel cloroformo tan ázimo

 




 


lunes, 28 de octubre de 2024

La hija del curandero

 



Aquella mujer bajó de la Rioja huyendo de su padre y de sus hermanas. sin mencionar las voces que se oían en su pueblo por la pertinaz actuación de su predecesor. El curandero, pinchaculos y barbero de Embid de la Rivera, al que se le relacionaba con unas prácticas extra matrimoniales y causante de la muerte de su esposa. Aprovechando la confusión con unas fiebres muy altas que le originaron su deceso, en la época de la llamada y denominada Pandemia Española del año 1918.

Carmen huyó de aquel pueblo donde aquel personaje que les tocó en suerte a la familia, hacía y deshacía de las suyas.

Aquel hombre que además del oficio de barbero, era el practicante médico del pueblo. Un hombre listo y calculador, que llegó a ser dueño de grandes negocios que a la postre lo llevaron a la decadencia. tras haber sido protagonista él mismo de la ruina de muchos de los que coincidieron en sus días.

Cuando se marchó Carmen dejó tras de sí a dos hermanas menores que ella, que no la respetaban, ni valoraban jamás. Ni tan siquiera cuando intentó tomar las riendas de la casa, al faltar la madre.  Por lo que decidió huir de aquel pequeño pueblecito muy cercano a Calatayud y venirse a buscar su fortuna, a una ciudad donde nadie la conociera, ni la pudiera relacionar con su pretérito.

Llegó a la capital y tras buscar una pensión en la zona de Pueblo Seco, radicó su estancia momentánea. Una mañana que iba en busca de trabajo a la dirección de una señora de postín, y esperando el transporte público en una de las paradas del llamado tranvía de circunvalación, tropezó por casualidad con aquella señorita. Allí coincidió con Rosario, una joven andaluza muy dicharachera y simpática y a la vez, lianta y mezquina que nada más conocerla entablaron una amistad que al poco tiempo se transformó en familiar.

Ellas dos se vieron en un par de ocasiones para explicarse sus penas y en nada de tiempo, Rosario la llevó a su casa, a presentarle a su familia. Estimulada por un cariño expedito y compadeciéndose de la pena que Carmen le contó en aquella charla que había comenzado aquel día en aquella parada del veintinueve. En el paralelo de Barcelona.

Carmen ya no salió de aquella casa. La madre de Rosarillo, le cedió una habitación en su propio domicilio y así es como conoció y se relacionó con Antonio. hermano de Rosario, un muchacho rudo, poco social y muy sensual, que la llevó en tres meses al altar. 

Noventa días le faltó a aquella pareja y se unieron durante toda la vida. Quizás el amor no lo tuvieron jamás, pero entre ellos engendraron cinco partos y acabaron juntos al final de sus días. Con todas las dificultades que tuvieron y con todas las repercusiones que padece una familia pobre, sin futuro que ha de criar a varios hijos.

Corría entonces el año de 1923 y en España la política y la sociedad estaba desquiciada y transfundida por los acontecimientos, que al cabo de pocos años la llevaron a una guerra fratricida entre hermanos.

Vivieron en un alquiler de la barriada de Pueblo Nuevo, hasta que les concedieron una vivienda en la nueva zona creada para dar cobijo a los emigrantes que venían a trabajar en Barcelona, con motivo de la Exposición del año 1929.

Ocuparon el barrio llamado entonces de las Casas Baratas de Horta, o barriada de Ramón Albó, donde transcurrieron todas y cada una de sus consecuencias. Cuando ocuparon su vivienda, ya tenían dos hijos y otra venía en camino. No parando ahí la creación de vida, ya que entre el periodo de la contienda y el fin del conflicto, Carmen alumbró a dos hijas más.

Ahí comenzó la historia de la hija del curandero. Carmen una mujer bastante cultivada por derivación de la familia de donde procedía. Un padre con estudios y una madre que nacida en la Comunidad Valenciana, no se quedaba atrás en la disposición y hegemonía con su marido. En cuanto a conocimientos, habilidades, e instrucción académica. Su familia había poseído negocios de telas y de enseres.

Carmen siempre fue una atrevida por su carácter y arranques, que tendería al desarrollo de su vida, sabiendo gobernar a su esposo Antonio y los cinco hijos que engendraron a lo largo de su matrimonio.

Cada uno de los hijos vivió sus días con el bagaje y las consecuencias heredadas. Viviendo bajo el ordenamiento de su madre, que les hacía de guía espiritual. Detalle que les perjudicó siempre, ya que en su momento, ninguno de ellos supo tomar las decisiones que quizás, más les convenía. Quedando todos solteros, excepto la primera hembra, la segunda de sus hijos, que fue la que contrajo desposorio en contra de la voluntad y el deseo de su madre y hermanas. 

Diábolo el primogénito, en el comienzo de su iniciación a la pubertad, tuvo según atestiguaba su madre, una afección de poliomielitis que lo dejó semi afectado en su raciocinio durante toda su vida. la que no fue corta, ya que vivió por más de ochenta años. Soltero, raro, desquiciado y maleado por sus hermanas menores. Hablaba y gestionaba con normalidad, aunque en su persona, y en el modo de comportarse y de gestionar sus decisiones. Notabas que le faltaba un hervor. 

Cártama su hija mayor, la segunda nacida de aquel matrimonio. Fue una persona falta de seguridad, la que siempre se mantuvo en segundo plano y no quiso entrar en protagonismos ni tomar decisiones que a la larga la hubieran beneficiado. Contrajo matrimonio. Siendo la única que lo hizo, de todas las hijas. Se casó con Patxi, otro joven que provenía de familia descorsetada, con muchísimos secretos inexplicables. La pareja convivía sin escándalos de puertas para afuera. Aunque la esposa no encontró la felicidad y mantuvo silencio siempre sin hacer ruidos en la delicada trayectoria que le tocó vivir. Tuvo dos hijos, que no le llenaron de dicha.

Cuca, nacida en tercer lugar, siguió su destino, sin poder complementarlo por escuchar a quien no debía y hacer caso de lo que le perjudicó. En primer lugar a su propia madre, la que se hizo venir de un regimiento de hijos, que usó en su vejez, consiguiendo un sustento hasta que murió. Ya que usó siempre a su descendencia, del mismo modo como la obligaron a ella. Como esclavos, sin que ellos pudieran llegar a notarlo. La tercera hija de la saga, no quiso compromiso con ningún hombre. Aunque ella se entendía con un casado. Amigo de una familia relacionada con ellos, que la montaba varias veces durante el mes. Creyendo la tal Cuca, que era un secreto entre ambos, cuando realmente, familia, y amigos conocían sus relaciones sexuales, que finalizaron a la muerte del maduro, que la poseía.

 Priscila, nacida durante la guerra, adoptó la beligerancia de la época. Era un ser despreciable por su maldad, con la gente que le rodeaba incluida sus hermanas, a las que sometió de manera flagrante y decidida. por su envidia y criminalidad aparente. Estigmatizada por su rencor, que no le permitía aclimatar tanta paranoia. Consiguiendo que aquellos que la rodeaban no tuvieran ni paz ni seguridad. Era catalogada por los que después pudieron analizarla, como una vulgar pécora. Fue a sabiendas de la madre, una instigadora y desgraciada persona. Imbuida por su defecto maléfico. Una hembra, que mantuvo en el anonimato su estado sexual, sin aclarar jamás si era heterosexual, o lo quería parecer.
 Magdala, la última hija nacida cuando finalizó la contienda, fue la menor y la pieza del disloque de Priscila, que le tenía una envidia visceral y unos celos enfermizos. Hasta conseguir desterrarla de la casa familiar. Siendo la única que rompió con la familia, huyendo de la casa, cuando era tarde. Para poder vivir en paz, con su sexualidad y sus gustos. En un tiempo que aun estaba en vida Carmen, la madre de todas ellas. La que no pudo impedir, que su hija menor desapareciera de su entorno sin su consentimiento. Haciendo de ella y de su infelicidad, marchamo de costumbre en toda su descendencia. 
Magdala se mantuvo fuera del concurso del resto de los allegados y fue una persona gris y poco comunicativa. Acabó sus días muriendo sola en su apartamento y encontrada al cabo del mes de estar difunta.  
Llevándose a la tumba todos los secretos que algún día serán revelados.