Se amoldó
en su butaca, aquel sillón de piel rugosa y amarronada con amplias orejas
circulares que le sobrecogía la cabeza y protegía de petulancias arribadas del
limítrofe espacio cercano. Ya había consumido su almuerzo de medio día, y pasaban
del primer cuarto, las agujas del reloj pendular que quedaba frente a él. Marcando
las quince horas y dieciséis minutos, de aquella tarde de un mes cualquiera en
su vida. Una vida sedentaria, aburrida y tediosa. Dada en un hombre apático, y
distante que le costaba darse cuenta de su propia realidad. La que lo hundía en
la miseria emocional sin retrasos.
Se negaba a
conectar su televisor a menudo. Pensaba que no valía la pena perder el tiempo
detrás de aquellos espacios tan humillantes, que tildaban de forma constante al
personaje de turno. Al que sus propios conocidos, y allegados lo ponían a caer
de un burro. Sacando sus desdichas al descubierto para que el vulgo las
conociera.
Escuchaba
la radio. Sintonizada a menudo su canal acostumbrado. Sin dejarse llevar por la
costumbre. Buscaba siempre una emisora neutra. Aquella que no tuviera, o quizás
se le notaran menos, las tendencias políticas. Evitando siempre las opiniones depravadas
sin especificidad y las muchas tendencias obsesivas de algunos de sus locutores.
A veces tenía suerte y se relamía por el decoro de aquella emisora, que respetaba
tanto la gramática como el idioma y aquella ética perdida reencontrada.
Sin atender
si no venía a cuento, a las nuevas fórmulas inclusivas. Modernidad traída por
los muchos eruditos e indocumentados de los que presume el país. Huía como del
agua hirviendo, de aquellos que intentan imponer sus tendencias y tratan de evitar,
que cada escuchante tenga su sentir individual. Siempre respetando otros modos,
y variantes, con sus reglas de la cordialidad, las del juego limpio y de la versatilidad.
Empresas de
comunicación asociadas que recurren en muchos instantes y franjas horarias por
ser fácil ahora. En comentar, a veces con descaro, de las consecuencias de los
elementos climáticos.
Como de las
derivaciones fatales y bélicas que repartidas por el globo sufren sin control
muchos ciudadanos.
Por consecuencias
derivadas de las guerras, la migración, el hambre, el frío, y de las tantas
inclemencias sufridas.
Gustaba encontrar
diversidad informativa y real. No de aquellas cadenas estatales que consiguen
aburrirlo y dormirse en un sueño sutil.
Se quedó
frito. El corte en la audición por la publicidad, del royo que estaban
emitiendo en aquella frecuencia, le consumó y tras notar una música relajada le
invitó a cerrar sus ojos y quedarse muerto. No sin vida, pero muy muerto. Inmerso
en una ensoñación tan real como si la protagonizara.
Notó felicidad.
Estaba generoso y preciso, joven y atrayente. Desde la otra acera aquella
señorita le miraba y le hacía gestos para que cruzara la calle y le prestara
ayuda urgente. Se había quedado frenada, al rompérsele uno de los tacones de su
zapato y le citaba para recibir auxilio. ¡Que guapa! Pensó, y al fijarse supo
que era Dominique Designe, la presentadora de Referencia Mensual. Un espacio
cultural que se emite los viernes por la noche en la franja del Prime Time, de
la televisora Cable 2000.
Cruzó la
avenida y se plantó frente a la actriz ofreciéndole sus servicios, a los que
ella se sumó agradablemente, solicitando su consejo.
—Eres Paco…,
¿Verdad? Interrogó la guapa y rubia señorita.
—Sí, el
mismo. Paco Fenós. Me conoces. Preguntó el dormido que ya metido en la fábula
creía estar al lado de Dominique.
—Como no te
voy a conocer, si te veo cada viernes en tu casa, mirando mi cuerpo muy descarado.
Con la excusa que sigues los debates.
—No…
Perdona. Yo sigo tu programa. Me gustas tú, es verdad. Y el espacio. Es muy
divertido y a veces me pones a caldo, con esos escotes que llevas. Me haces
soñar y te lo agradezco. En cuanto a los temas habría mucho que discutir.
—No seas
embustero señor Fenós. Es que no sabes que yo desde el otro lado del televisor,
veo a todos mis fans, a los que me siguen desde sus casas. Informó Dominique.
—Pues no lo
sabía. —Anotó con vergüenza desde su hipnosis el abducido Paco y siguió.
—Como jamás
me has llamado la atención, ni diste señal alguna de rechazo para decirme que
no te mirara tan descarado. Pensé que el programa está grabado, y no os dais
cuenta de nada. Sin apreciar que me conoces tan bien, y que no notabas mi
encanto por ti.
—Bueno, Paco.
Dejémoslo aquí. —Acotó la presentadora.
—Que solución
me das. No ves que estoy sin poder andar, mi zapato está roto y no sé qué hacer.
Por favor querido Paco Fenós, ofréceme tu ayuda.
—Claro, te
llevaré en brazos hasta aquella cafetería, y te invito a merendar. Mientras
busco un rápido para que aseguren de nuevo el tacón al calzado.
—No... Paco.
No me dejes sola aquí. No me abandones. Tengo miedo. Sin tu ayuda me ahogaría,
y ahora que te has atrevido a cuidarme. No quiero perderte, te necesito más de
lo que imaginas. Abrázame, átame a tí, por lo que más quieras.
—No mujer,
no te pasará nada. Yo estoy aquí para salvarte, como dice la canción. Le iba
diciendo a Dominique mientras entraban en la cafetería y se acomodaban en la última
mesa del local, solicitando unas galletas, con bizcochitos y sendos cafés
americanos. Cuando el dormido le preguntó a la bella imaginación que veía en su
soñar y que estaba sita en su nube.
—Dime
Dominique. Se sincera conmigo. Parece que sea un sueño. ¡Esto que me está pasando
es real! ¡Dios! Jamás me había ocurrido un detalle semejante. Pellízcame, que
no me lo creo. Le conminó Paco Fenós, disfrutando de aquella situación,
mientras se relamía más dormido que una marmota en aquel sillón amarronado.
—No por Dios—dijo
la bermeja Designe, meciéndose su cabellera, y haciéndole ojitos al engarrotado
Fenós.
—Cómo voy a
hacer esa mamarrachada, yo jamás he pellizcado a nadie. Todo lo más te pellizcaré
ahora a ti, y a ese molludo boyo que nos han servido y que debe estar morrocotudo.
—Estoy gozoso
Dominique. Soy feliz. Me has metido en una fantasía, y cuando lo explique. Quizás
nadie se lo crea. ¿Estaré soñando?
En aquel
relato ficticio la actriz quiso socavar más del pensamiento de la ensoñación de
Paco y preguntó.
—Paco tú
que me ves todos los viernes por la noche. Dime que calidad tiene mi programa. Que
contenido le notas y que es lo que debería cambiar. Interrogó la dorada imaginación
a la ilusión del inconsciente.
—Déjame que
te cuente—dijo Paco. Queriendo relumbrar ante la guapa gacetillera y expresó de
forma retórica.
—Ahora parece
que ya no importa ser del color que seas, y me parece justo. Así debió ser toda
la vida. Comenzó el dormido a descifrar. Requiriendo la atención de la
presentadora que lo escuchaba fielmente, como interpretaba desde su sueño el
intríngulis de su programa.
—Pocas
veces me siento frente a la tele. Y de verdad en según qué momentos da bastante
pena el ruido que se produce en los programas televisivos que hacéis. Los que se
han puesto de moda en todas las cadenas. Fíjate que tan solo veo tu programa,
pero no por el contenido. Si no por tu figura, por tu belleza y desparpajo. Concluyó
sin miramientos el dormido, que deliraba desde su sillón.
—No te
entiendo, Paco. A que te refieres cuando dices ruido. A la gente se le ha de
dejar libertad para opinar. Matizó la señorita.
—Estoy en
desacuerdo con el modo en la realización. Disponen a un moderador tras una mesa
ovalada. Con cuatro o cinco opinantes, sean periodistas o famosos, que ahora
les llamáis “Politólogos”. Dudando quieren hacerse notar, con voces
altisonantes. No permitiendo el tempo de cada participante y en según qué
ocasiones, hablan todos a la vez. Sin decir nada de provecho. Hizo un receso el
inerme Paco en su butaca, dormido como un saco de harina y continuó dialogando
desde su quimera.
—Les auspicia
un locutor o presentadora. Que tampoco tiene nivel y les permite que se peleen
entre sí, para mientras tanto poder engancharse y cortarles de cuajo. Sin que
la audiencia se entere claramente de nada. Dejando la respuesta pendiente, sin
su matiz. Dominique Designe, interrumpió a Paco súbitamente y le preguntó.
—Serías
capaz de venir algún viernes a mi programa.
Algo percutió
sobre la psiquis del dormido que lo hizo temblar de emoción. Con un alarido gutural
que emitió Paco, ahogándose por la alegría desde su sofá, cuando sin apenas
aire, despertó. No dando respuesta a la musa de su fantasía. Recobrando la
sensatez y sin saber que es lo que había ocurrido.
En el
momento que la emisora de radio repetía uno de los patrocinios que anunciaba. Entonces
el despierto Paco volvió a mirar al frente desconcertado.
Sonaba el
carrillón, dando las horas. Las manecillas del pendular oscilante marcaban las
seis de la tarde. Tintineando seis veces en aquel momento, de un día y de un
mes cualquiera en su vida. De aquella vida
sedentaria, aburrida y tediosa.
26 de mayo de 2025
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