lunes, 26 de mayo de 2025

Esto que está pasando es real.

 

Se amoldó en su butaca, aquel sillón de piel rugosa y amarronada con amplias orejas circulares que le sobrecogía la cabeza y protegía de petulancias arribadas del limítrofe espacio cercano. Ya había consumido su almuerzo de medio día, y pasaban del primer cuarto, las agujas del reloj pendular que quedaba frente a él. Marcando las quince horas y dieciséis minutos, de aquella tarde de un mes cualquiera en su vida. Una vida sedentaria, aburrida y tediosa. Dada en un hombre apático, y distante que le costaba darse cuenta de su propia realidad. La que lo hundía en la miseria emocional sin retrasos.

Se negaba a conectar su televisor a menudo. Pensaba que no valía la pena perder el tiempo detrás de aquellos espacios tan humillantes, que tildaban de forma constante al personaje de turno. Al que sus propios conocidos, y allegados lo ponían a caer de un burro. Sacando sus desdichas al descubierto para que el vulgo las conociera.  

Escuchaba la radio. Sintonizada a menudo su canal acostumbrado. Sin dejarse llevar por la costumbre. Buscaba siempre una emisora neutra. Aquella que no tuviera, o quizás se le notaran menos, las tendencias políticas. Evitando siempre las opiniones depravadas sin especificidad y las muchas tendencias obsesivas de algunos de sus locutores. A veces tenía suerte y se relamía por el decoro de aquella emisora, que respetaba tanto la gramática como el idioma y aquella ética perdida reencontrada.

Sin atender si no venía a cuento, a las nuevas fórmulas inclusivas. Modernidad traída por los muchos eruditos e indocumentados de los que presume el país. Huía como del agua hirviendo, de aquellos que intentan imponer sus tendencias y tratan de evitar, que cada escuchante tenga su sentir individual. Siempre respetando otros modos, y variantes, con sus reglas de la cordialidad, las del juego limpio y de la versatilidad.

Empresas de comunicación asociadas que recurren en muchos instantes y franjas horarias por ser fácil ahora. En comentar, a veces con descaro, de las consecuencias de los elementos climáticos.

Como de las derivaciones fatales y bélicas que repartidas por el globo sufren sin control muchos ciudadanos.

Por consecuencias derivadas de las guerras, la migración, el hambre, el frío, y de las tantas inclemencias sufridas.

Gustaba encontrar diversidad informativa y real. No de aquellas cadenas estatales que consiguen aburrirlo y dormirse en un sueño sutil.

Se quedó frito. El corte en la audición por la publicidad, del royo que estaban emitiendo en aquella frecuencia, le consumó y tras notar una música relajada le invitó a cerrar sus ojos y quedarse muerto. No sin vida, pero muy muerto. Inmerso en una ensoñación tan real como si la protagonizara.

 


Notó felicidad. Estaba generoso y preciso, joven y atrayente. Desde la otra acera aquella señorita le miraba y le hacía gestos para que cruzara la calle y le prestara ayuda urgente. Se había quedado frenada, al rompérsele uno de los tacones de su zapato y le citaba para recibir auxilio. ¡Que guapa! Pensó, y al fijarse supo que era Dominique Designe, la presentadora de Referencia Mensual. Un espacio cultural que se emite los viernes por la noche en la franja del Prime Time, de la televisora Cable 2000.

Cruzó la avenida y se plantó frente a la actriz ofreciéndole sus servicios, a los que ella se sumó agradablemente, solicitando su consejo.

—Eres Paco…, ¿Verdad? Interrogó la guapa y rubia señorita.

—Sí, el mismo. Paco Fenós. Me conoces. Preguntó el dormido que ya metido en la fábula creía estar al lado de Dominique.

—Como no te voy a conocer, si te veo cada viernes en tu casa, mirando mi cuerpo muy descarado. Con la excusa que sigues los debates.

—No… Perdona. Yo sigo tu programa. Me gustas tú, es verdad. Y el espacio. Es muy divertido y a veces me pones a caldo, con esos escotes que llevas. Me haces soñar y te lo agradezco. En cuanto a los temas habría mucho que discutir.

—No seas embustero señor Fenós. Es que no sabes que yo desde el otro lado del televisor, veo a todos mis fans, a los que me siguen desde sus casas. Informó Dominique.

—Pues no lo sabía. —Anotó con vergüenza desde su hipnosis el abducido Paco y siguió.

—Como jamás me has llamado la atención, ni diste señal alguna de rechazo para decirme que no te mirara tan descarado. Pensé que el programa está grabado, y no os dais cuenta de nada. Sin apreciar que me conoces tan bien, y que no notabas mi encanto por ti.

—Bueno, Paco. Dejémoslo aquí. —Acotó la presentadora.

—Que solución me das. No ves que estoy sin poder andar, mi zapato está roto y no sé qué hacer. Por favor querido Paco Fenós, ofréceme tu ayuda.

—Claro, te llevaré en brazos hasta aquella cafetería, y te invito a merendar. Mientras busco un rápido para que aseguren de nuevo el tacón al calzado.

—No... Paco. No me dejes sola aquí. No me abandones. Tengo miedo. Sin tu ayuda me ahogaría, y ahora que te has atrevido a cuidarme. No quiero perderte, te necesito más de lo que imaginas. Abrázame, átame a tí, por lo que más quieras.

—No mujer, no te pasará nada. Yo estoy aquí para salvarte, como dice la canción. Le iba diciendo a Dominique mientras entraban en la cafetería y se acomodaban en la última mesa del local, solicitando unas galletas, con bizcochitos y sendos cafés americanos. Cuando el dormido le preguntó a la bella imaginación que veía en su soñar y que estaba sita en su nube.

—Dime Dominique. Se sincera conmigo. Parece que sea un sueño. ¡Esto que me está pasando es real! ¡Dios! Jamás me había ocurrido un detalle semejante. Pellízcame, que no me lo creo. Le conminó Paco Fenós, disfrutando de aquella situación, mientras se relamía más dormido que una marmota en aquel sillón amarronado.

—No por Dios—dijo la bermeja Designe, meciéndose su cabellera, y haciéndole ojitos al engarrotado Fenós.

—Cómo voy a hacer esa mamarrachada, yo jamás he pellizcado a nadie. Todo lo más te pellizcaré ahora a ti, y a ese molludo boyo que nos han servido y que debe estar morrocotudo.

—Estoy gozoso Dominique. Soy feliz. Me has metido en una fantasía, y cuando lo explique. Quizás nadie se lo crea. ¿Estaré soñando?

En aquel relato ficticio la actriz quiso socavar más del pensamiento de la ensoñación de Paco y preguntó.

—Paco tú que me ves todos los viernes por la noche. Dime que calidad tiene mi programa. Que contenido le notas y que es lo que debería cambiar. Interrogó la dorada imaginación a la ilusión del inconsciente.

—Déjame que te cuente—dijo Paco. Queriendo relumbrar ante la guapa gacetillera y expresó de forma retórica.

—Ahora parece que ya no importa ser del color que seas, y me parece justo. Así debió ser toda la vida. Comenzó el dormido a descifrar. Requiriendo la atención de la presentadora que lo escuchaba fielmente, como interpretaba desde su sueño el intríngulis de su programa.

—Pocas veces me siento frente a la tele. Y de verdad en según qué momentos da bastante pena el ruido que se produce en los programas televisivos que hacéis. Los que se han puesto de moda en todas las cadenas. Fíjate que tan solo veo tu programa, pero no por el contenido. Si no por tu figura, por tu belleza y desparpajo. Concluyó sin miramientos el dormido, que deliraba desde su sillón.

—No te entiendo, Paco. A que te refieres cuando dices ruido. A la gente se le ha de dejar libertad para opinar. Matizó la señorita.

—Estoy en desacuerdo con el modo en la realización. Disponen a un moderador tras una mesa ovalada. Con cuatro o cinco opinantes, sean periodistas o famosos, que ahora les llamáis “Politólogos”. Dudando quieren hacerse notar, con voces altisonantes. No permitiendo el tempo de cada participante y en según qué ocasiones, hablan todos a la vez. Sin decir nada de provecho. Hizo un receso el inerme Paco en su butaca, dormido como un saco de harina y continuó dialogando desde su quimera.

—Les auspicia un locutor o presentadora. Que tampoco tiene nivel y les permite que se peleen entre sí, para mientras tanto poder engancharse y cortarles de cuajo. Sin que la audiencia se entere claramente de nada. Dejando la respuesta pendiente, sin su matiz. Dominique Designe, interrumpió a Paco súbitamente y le preguntó.

—Serías capaz de venir algún viernes a mi programa.

Algo percutió sobre la psiquis del dormido que lo hizo temblar de emoción. Con un alarido gutural que emitió Paco, ahogándose por la alegría desde su sofá, cuando sin apenas aire, despertó. No dando respuesta a la musa de su fantasía. Recobrando la sensatez y sin saber que es lo que había ocurrido.

En el momento que la emisora de radio repetía uno de los patrocinios que anunciaba. Entonces el despierto Paco volvió a mirar al frente desconcertado.

Sonaba el carrillón, dando las horas. Las manecillas del pendular oscilante marcaban las seis de la tarde. Tintineando seis veces en aquel momento, de un día y de un mes cualquiera en su vida.  De aquella vida sedentaria, aburrida y tediosa.


Autor: Emilio Moreno
26 de mayo de 2025
 

0 comentarios:

Publicar un comentario