domingo, 15 de junio de 2025

El sobrino del señor cura.

 

 Presumía de su pariente, como si fuera un gran hombre.

—Mi tío Manolo, es el que le reparte el correo al Papa de Roma. Es un gran tipo. Es algo más que Cardenal. El segundo de la curia. En el Vaticano lo quieren mucho. Decía Miguel apostado en la barra de la cantina a sus colegas, que dudaban de sus palabras.

—No será para tanto Miguel, amenazó el cantinero dudando y sin equivocarse. Sus comentarios eran normalmente falsos. Aquel camarero le conocía bien y sabía que Miguel adolecía de lealtad. Era cínico, embustero y traicionero con los que le rodeaban tan solo por darse el pisto que jamás tuvo.

—Anda vuelve a tu casa, que vas algo cargado y estás haciendo el pavo. Acabó indicando el mozo de la barra.

—Si yo os contara, —manifestó el sobrino. Haciéndose de nuevo el interesante ante una parroquia que lo despreciaba y sin remedio prosiguió.

—Toda la historia que me pasó mi madre, es auténtica. Si supierais algo de ella, aunque tan solo fuese la mitad, callaríais como bellacos. Repitió con contundencia esa frase, que le pareció tonificante.

—Que sois unos bellacos. Pero os puedo asegurar que mi tío es el brazo derecho del Papa.

Conjeturaba con bullicio y menoscabo. Dándole grandeza al hermano de su padre, su tío carnal. Manifestando detalles incomprensibles, sobre un sacerdote que ni su sobrino conocía y ahora lo rememoraba porque al morir le dejó parte del dinero que cosechó durante su ministerio. Propiedades terrenales y bienes amplios, que debería repartirse con el resto de los herederos. Entre ellos la que decían era prima de Don Manolo, y fue durante los últimos veinte años, la mujer que le calentó en la cama.

Miguel era un tipo que disimulaba bien ante las personas que no le conocían y en primera instancia, pasaba por leal y honrado. Cuando la realidad que lo soportaba era de ser un embustero y descastado personaje.

Inventando historias artificiosas, por sus ganas de resurgir ante sus allegados.

El tío era uno de los tantos sacerdotes que están perdidos en uno de esos pueblos abandonados. Enviados del cielo a mitigar las penurias de los pobres, debiendo procurar amparo a los feligreses. Sin prosperar ni enriquecerse.

Aparte de otras ganancias subrogadas que saborean algunos indignos confesores. Sin pensar en los necesitados, los descarriados, y los faltos de fe, que en todos los pueblos existen.

Ese ínclito religioso que tanto valoraba su sobrino, supo agradar al pueblo y agradecer a este, que con sus dádivas, regalos y pernadas vivir feliz sin penurias. Sin faltarle el sosiego y encariñar a más de una necesitada, pudiendo en nombre del espíritu santo concebir felicidad espiritual y sexual. Dejándolas satisfechas a espaldas de sus maridos, en un lugar que muchos catalogarían como “El culo del mundo.”

 

Los Garganta Carmena fueron en su día una familia de “Quinquis” de la parte alta de Albacete, que se dedicaban al trapicheo de los mercadillos. Pertenecían al grupo social y marginal, con atributo errante, que se dedica a la quincallería. Actividad habitual merodeadora, vendiendo o reparando ollas de segunda mano y baratijas por los alrededores de la ancha Castilla y parte de la alejada Extremadura.

La familia la componían los padres y sus cinco hijos que andaban en aquellos carruajes vendiendo toda clase de minucias habidas y por haber. Pollos de corral, gallinas ponedoras, de los corrales que asaltaban a su paso. Reparaciones y soldadura de toda clase de marmitas y pucheros. Vendiendo además toda la siega espigada en la cerrazón de la noche. Hurtos en las muchas granjas que encontraban en su senda. Aportando a su ferretería aquellos frutos secos y de temporada que dan los nogales, almendros, naranjos y manzanos que estoicos aguantan el clima, tormentas, pedrisco y a los mercheros que invadían los plantíos sin vigilancia. Al descuido y con cuidado en no tropezarse ni por asomo con el cuerpo de la Benemérita forestal. La que recorre como ellos, con ojos vigilantes los caminos, con un oficio completamente opuesto al de estos cosecheros de lo ajeno.

Todo sucedía en una época añeja, y trasnochada cuando Restituto y Gumersinda los padres de Micaela, Antonia, Rafaela, Manolo, y Tomás, buscaban solución para despegarse de alguno de sus hijos, por la falta de posibilidades. De mitigar la hambruna, poder descansar en la vejez y dar una salida aquellos hijos, que sin culpa inquirían caminos, sendas y lugares sin oficio ni beneficio.

Amparar a siete personas a comienzos del siglo XX, en aquellos raquíticos años cuarenta y cinco. Se hacía muy cuesta arriba, cuando no tenías ni tan siquiera terreno, ni ubicación donde caerte muerto.  Incluso era costoso a los que no tenían que dar explicaciones a nadie y vivían de la rapiña y del menudeo por los caminos de España. Ellos eran quinquis del más puro estilo y costumbres. Sin embargo también pensaban y viendo que la vaca no daba para tanto se reunieron aquella noche alrededor de una fogata y masticando unas garrofas, decidieron.

Aquellos padres, muy a pesar suyo habían de soltar amarras por lo menos con tres de sus descendientes. Los hijos de la calzada, el barbecho y de la oportunidad, no necesitaban demasiadas explicaciones para convencerse que debían separarse para vivir. La conversación en el extrarradio de Tobarra, fue definitiva. Reunidos todos en la cena, bajo unos inmensos algarrobos, Gumersindo les dijo que Manolo sería recluido en el Seminario de Hellín, Antonia la más espabilada y descarada la colocarían en casa de alguno de los potentados de la ciudad de Archena, y Tomás, quedaría en Mazarrón cerca del mar, con una familia lejana, la que a cambio de su esfuerzo le daría cobijo hasta la mayoría de edad. Estos parientes tenían una carbonería, y no podían tener descendencia. Con lo cual sería atendido si lo merecía como un hijo sin faltarle oficio, pan y manteca.

Los padres se quedaron en el carromato con Rafaela y Micaela, que serían las que soportarían el peso del negocio ambulante que regentaban.

Tras aquella reunión nadie se atrevió a preguntar nada. Decidido estaba por parte de los padres y aquello era ley de mercheros y se debía cumplir a raja tabla.

En una semana llegaron a Hellín donde se quedó instalado Manolo Garganta Carmena, en las instalaciones del seminario. Sin una lágrima ni disgusto.

Se despedía de su linaje a los 12 años. Aquel muchacho sabía que a partir de entonces comenzaría una etapa completa y muy diferente que en su futuro le permitiría llegar al lugar, desde donde con el tiempo y a futuro, un sobrino suyo hijo de Micaela, presumiría de sus hazañas escuchadas con sus amigachos. 

Acto seguido y llegando a la zona de las famosas aguas termales de Archena, Antonia la segunda hija de los Garganta, una moza de diecisiete años, quedaba en casa de los señores de Planverdejo, regentes del Balneario Popular, como sirvienta y ayudanta de cocina. Una vez la señora de la hacienda dio el visto bueno a la muchacha, al reconocer su desparpajo y su falta de preparación académica, que es lo que les interesaba a los condes, para poder dominar a sus lacayos.

Camino hacia el mar y en unos días, llegaron a Mazarrón a casa de aquellos parientes carboneros, donde descargaron a Tomás de 11 años, pero que ya desarrollado, les serviría muy bien de mozo y de esclavo. A cambio de la manutención, escuela y comida.

 

De todo aquello habían pasado más de cuarenta años. Restituto el patriarca y Gumersinda, hacía décadas que faltaban. Al igual que Micaela, Rafaela y Tomás. Este ultimo murió en el presidio de Vigo, infectado por unas fiebres tifoideas que contrajo en su ultima condena.

Micaela se instaló con el tiempo en Barcelona. Se casó con Damián y tuvo tres hijos, Fernando, Miguel, el que presumía de su tío cura, y Florencia.

Tanto los padres y dos de los tres hijos murieron. Micaela en la Residencia de los Sauces de una población cercana del Llobregat, Fernando en Mallorca y Florencia en el barrio chino de la ciudad, asesinada por uno de los clientes del putiferio donde trabajaba.

Rafaela mujer prudente y nada continuadora de los apellidados Garganta Carmena, fue enfermera en San Pablo, dedicando la vida al prójimo llegándole su hora siendo soltera y devota.

Aquella moza, Antonia, la que se quedó en Archena, y el destino la envió a San Pedro del Pinatar, se casó y tuvo un hijo con Joaquín Patiño, un peluquero de la zona de la playa. Le perdieron la pista tanto los padres como los hermanos, y ninguno puso medios para saber que tal les iba la vida.

Ya viuda, en una de las excursiones que hacía Antonia, hacia lugares ignotos, creyó conocer al cura que daba la misa de doce en Canjáyar. Localidad de la provincia de Almería perteneciente a la Alpujarra en el Valle del Andarax.  

Era su Manolo. No tenía casi dudas. Se acercó y al llegar a su altura el cura se abrazó a ella, con unas lágrimas de sentimiento, tan profundas como reales. Comentando que la había descubierto entre la feligresía aquella mañana, y emocionado, creyó que Dios, había escuchado sus plegarias.


autor Emilio Moreno
Junio de 2025



jueves, 12 de junio de 2025

Aspirante ilusorio.

 

La mayoría de los asociados hacían ascos al puesto de mandamás, en aquella corporación tan desavenida. Sin embargo parte de la totalidad de la tropa que administró antes el consorcio, y aunque lo disimulaban, querían disponer.

Ser los destacados prebostes de aquel distrito. Los hacedores de las distracciones de una barriada que esperaba apego, risas y conveniencias, y recibían tan solo enredos, críticas, mal avenimiento y denostaba por lo general al que se ponía por delante con intenciones de creatividad.

Muy lejos de atraer con educación y honradez al cúmulo de personas que se reunían en aquellos locales.

Lo que perseguían es la presidencia del ateneo, a costa de desbancar a la actual directiva, costase lo que costase. Sin miramientos ni bagatelas. Por lo que cada vez los improperios, insultos y descalificaciones eran más acuciantes.  

Siempre promulgados a espaldas del criticado, para después hacer cara de bueno y exponer con indecencia, lo contrario.

“Quien lo habrá dicho.” —Se escuchaba entre los pasillos, cuando eran ellos mismos los promotores.

Manifestaciones hechas siempre a espaldas de Jesús, el gerente actual, ya que en su presencia no se atrevían. Todo lo contrario. Le hacían el papelazo y la rosquilla como cínicos indecentes, hasta que se giraba y de nuevo lo ponían como un trapo sucio.

La última desunión venía dada por las diferencias de Franco y Doroteo, dos componentes destacados hasta entonces del círculo de la llamada Felicidad. Dos colegas identitarios de aquella colectividad, que por celos rabiosos, envidias y negativismo, se llevaban a matar y en cuanto tenían oportunidad se insultaban con inquina. Tratando de convencer a parte de los socios y predisponerlos en su favor.

Tan gordas se hicieron aquellas disputas que tuvo que intervenir seriamente entre ambos, el delegado del barrio. Después de una afrenta suscitada una tarde, en la propia sala principal de celebraciones. Ante la mayor parte del asociado que atónito veía semejante disputa, sin llegar a creérselo.  

Aquel consorcio de entidades sociales de la villa se resquebrajaba y el subalterno social, tuvo que poner fin a las desavenencias y de forma salomónica actuó. Poniendo de patitas en la calle a todos los que estaban implicados en aquel espectáculo tan grosero. Dado que el señor Jesús se negaba a deshacer la junta y volver a celebrar nuevas elecciones.

La guerra había estallado. Se formaron dos batallones, dos tendencias, dos grupos de socios y mucha desilusión. Cada cual barría para su casa, y ninguno explicaba ni daba las reales razones por lo que se había llegado aquel punto de no retorno.

Jesús sabía que si provocaba nuevos comicios, no salía escogido, perdiendo toda la conveniencia que le daba estar en aquella silla, y fue aguantando hasta que la sociedad, rompió con lo que se conoce como normal.

No tardaron los muchos impresentables de uno y otra tendencia en opinar con manifestaciones fuera de contexto, como suele pasar incluso en la política. Nadie tenía base de lo sucedido, más que Franco, el que había levantado todo el ruido y había desmadejado la practicidad de Doroteo, que hacía una labor digna y feliz con sus discípulos. Hasta que se cansó y dejó de meterse en camisas de once varas. Participando en lo que podía, pero sin interesarle para nada las muchas repercusiones que antaño llevaba.

Franco sabía de buena tinta que presentarse solo a unas posibles nuevas elecciones, no le sería factible. No solo se precisa ser atento con los viejitos, colocar el acomodo en ristre en la sala en cada acontecimiento, cortar entradas en los espectáculos, y hacerse el simpático. Es necesario tener un suficiente don de gentes, el saber presentar una ponencia, la responsabilidad civil con asociados, llevar un mínimo de criterio con los libros de caja, y repartir las subvenciones como se debe en todos los casos. En eso adolecía.

Así que preparó un plan decepcionante y poco analizado. Con ayuda externa ya acordada. Sólo el ínclito Franco, es incapaz. Llevar solo semejante milagro para él es imposible. Carece de capacidad, aunque se crea que es fenomenal.

Hasta que un ángel de la guarda, interesado en sacar pecho, que sabía de sus intenciones y ganas de ser el jefe supremo, lo engañó como a un nenito, y el cándido de Franco, picó en la urdimbre que le tendieron con su beneplácito.

Pretendiendo que este convenio pasara disimulado a los votantes afectados y no hiciera demasiado ruido para que no se les viera el culo.

En primer lugar se hizo del partido político, por aquello que nadie recordara que no a mucho fue objeto de una sanción, y por la cual fue expulsado de la junta del ateneo. Regalos, empanadillas, pasteles, helados y otras menudencias hizo como ofrenda de afecto y presentes de pura amistad con todos los gerifaltes que le salían al paso, hasta conseguir aquel ambiente que deseaba.  

Se asoció con Tiburcio, que ya en otrora había colaborado en causas menores sin concierto y acabaron como el “Rosario de la Aurora”, discutiéndose y calificándose entre ellos como perros. Hasta que por arte de “birlí biloque”. Nadie puso freno y se dio una desgracia más en el debe de Franco y otra miseria sumada al haber de Tiburcio.

Ambos están satisfechos, mientras los dos medran llevándose lo que pueden. El ateneo adolece de divertimento, y de francachela, pero como nadie se queja, pues todo va bien.

¡Aunque de pena!




 

 





autor :Emilio Moreno
fecha. 12 junio 2025



lunes, 9 de junio de 2025

Catalogaba de Obispo, a su amante.

 


Era una mujer extravagante muy rara y poco honrada. Soltera, cobarde y traicionera. Jamás decía una verdad. Estaba regañada con la exactitud. Así montó su vida desde el final de su pubertad, con errores demasiado graves y acciones inconfesables. Procedentes de una afección de nacimiento, que habían ocultado sus valedores, pero que a todas luces demostraba en cuanto opinaba, reía y razonaba. Además por una educación precaria recibida por parte de su madre. Otra pieza singular. Que a todos los hijos que parió, les dejó mácula indesmayable de por vida.

Aurora Clara, le tocaba razonar con ella misma. Ni tan siquiera eso. No tenía arqueo para analizar lo mucho o lo poco vivido y disfrutado.

Por tantos escenarios infamantes que sucedieron a lo largo de su dilatada e indecente subsistencia. Le faltaba un hervor, sin embargo sabía cuales eran los principios de moralidad a los que faltaba a menudo. Sin importarle a quien hacía o no hacía daño. Era una mujer que a simple vista daba pena, pero cuidado con las confianzas, que podían reportar fuertes compromisos sin antídoto de alivio. Una pieza personal de cuidado con declives de gatuna agresiva.

Ahora ya estaba en la fase de la vía alternativa, entrando en el carril de su vejez, sin darse cuenta de ello. Que con descaro olvidaba creyendo que la gente la miraba con celos, por un encanto y presencia, diluidos aun y usando cremas nutritivas con el contenido de ácidos hialuronicos. 

La falta de nutrición, de aspecto y apariencia, por cuidar el saldo del banco, la hacían avara. Sin darse caprichos si no los costeaba el ajeno. Antojos alimenticios, o por divertimento, quedaban fuera de su norma. Al pensar que eran caros para su economía. Imaginando la pobre infeliz, que viviría más allá de los cien años de paso. Desterrando el pensamiento de soledad, que le horrorizaba. Pudiéndose ver desvalida con semejante situación a esa edad y sin el cobijo necesario. Sabiendo que nadie se encargaría de ella, tal y como hizo Aurora Clara, con sus cercanos.

Todos esos espejismos la desmadejaban. Forjándola a ser aún más tacaña, egoísta y hambrienta.

Denostada por amistades y familia, que sin remedio al llegar celebraciones, no tenían más remedio que invitarla. Padeciendo por el espectáculo que desempeñaba. Ansia en comer, en tragar para llenar su estómago falto de la costumbre de un menú equilibrado y por los tantos bocados sabrosos que atizaba a cuantos manjares hubiera. Descubría sin darse cuenta, su conducta incívica. No hablaba, no sacaba conversación, ni departía con la confianza de afecto para los suyos. Jamás le sucedían cosas, no compartía ocurrencias ni permitía libertades. Tan solo escuchaba, asentía y devoraba como un vulgar roedor si quedaba algún alimento en la mesa.

Sin precisar ni importarle que la miraran y cada cual pensara para sus adentros, la mala educación exhibida y el apetito que la desahuciaba.

Aquella velada con amigos la gozaba contundente. Por el manjar dispuesto para el consumo que le permitía como siempre llenarse el buche a tope.

Aurora como tradición, creaba acto silencioso de presencia. Sin pronunciar palabra, sin dar opinión. Ni tan siquiera reía con las barbaridades que decía Llorens que era uno de los amigos, que no saludaba desde la muerte de Cornelia. Madre de la famélica. Muriendo aquella mujer en circunstancias muy raras. 

Llorens no tenía demasiado claro, los motivos que dio Aurora sobre la muerte de Cornelia, y como siempre buscaba respuestas convincentes, de todo lo que le había contado aquella desquiciada. Sabiendo que no todo era como lo explicaba. La conocía de toda la vida, y recordaba lo embustera que podía ser sin proponérselo. Había algo en el suceso que no casaba, con lo que le habían informado al investigador en la Residencia de los Bérchules donde estaba ingresada a la fuerza. Podrían ser perfectamente, detalles incorrectos y raros, por lo que aún y a pesar de haber pasado los años, le quedaba pendiente en el tintero al agente. Sería defecto profesional, ya que el tal Llorens era un intelectual privado de la Comisaría de Los Ángeles.

Mientras en aquella reunión se reía, se charlaba y se rememoraban tiempos pasados, incluyendo temas de actualidad. Fondos sin trascendencia, incluso pasajes de la puesta a punto de su graduación, pasado de todos cuantos participaban del encuentro. Partes intrascendentes de ocurrencias pretéritas, y de barbaridades cometidas entre todos ellos, en el tiempo de estudios. 

Aurora Clara, masticaba y disfrutaba teniendo su boca colma de manjares, que engullía sin menoscabo. Cuando se le acercó Llorens con intención de sonsacarle algo de información, a la probadora insaciable de canapés.

— Te has casado Aurora. Vives con alguien. Tienes hijos.

—No. Estoy sola, desde que murió mamá. No estoy por la labor de mantener a ningún capullo.

—No digas eso mujer. Que todos necesitamos de alguien que nos escuche. Además sé de buena tinta que tu tenías un meneo de faldas con tu jefe, al que llamabas el Obispo. ¡Cómo acabó aquel rollo! ¿Recuerdas? que me lo contabas. Incluso me habías pedido algún consejo, caso de que su mujer lo descubriera, para que tus espaldas estuvieran cubiertas.

—Oye Llorens, tú te inventas cosas o te has vuelto tonto. Yo jamás te comenté nada de eso. Ni me tiraba a mi jefe, ni me enredé con un Obispo. Quiso dejar claro la mujer, con una nueva mentira. Metiéndose una aceituna rellena en la boca.

Negando que en su día, queriéndole dar celos a Llorens, le contó los revolcones que se regalaban empleada y patrón.

Fue entonces cuando recordó el funcionario, lo que le habían advertido sobre la protagonista farsante, que no recordó al inicio de su charla con Aurora, y la de trabajo que le costó quitársela de encima, en aquel tiempo que ella pretendía seducirlo.

—No…Perdona Aurora. No me invento nada. Eras tu la que recababas información sobre los contratiempos del adulterio. Pero igual estoy equivocado y te confundo con una representada, que asesinó a su madre mientras dormía. Llevo tantas cosas en la cabeza, que a veces…dijo Llorens, haciéndose el loco. Aurora desquiciada y fuera de si embistió con la desfachatez de siempre.

—Tampoco pude decirte eso. Cuando vi a mi madre que se atragantó, dejé que pasara tiempo a ver si volvía a tragar normalmente. Ya se lo dije, ¡Traga que te ahogas! No me hizo caso. Peor para ella. Quizás fui tarde a dar el aviso. Mala suerte. Se engollipó pero se murió entonces, porque le llegó su hora. Imaginas lo que me costaba tenerla a pan y cuchillo en Los Bérchules. Gastaba toda su pensión y encima yo tenía que poner algunos duros más. Sabes que te digo. Respiró después del traguito de la copa de vino y suspiró diciendo.

—Creo que ha descansado y me ha dejado descansar a mí.

Llorens la dejó que siguiera agotando la bandeja de jamón ibérico y se apartó de semejante princesa.




autor: Emilio Moreno.
junio de 2025



 


martes, 3 de junio de 2025

— El truco del concurso. —

 

 







En el pueblo de San Bartolino de Lóbrego, existía un gran número de artistas por metro cuadrado. Todos ellos bien avenidos pero dispersados. Con ganas de darse a conocer fuera de aquellos límites virtuosos de su zona de comodidad. Desperdigados porque cada uno actuaba por su cuenta y dentro del pueblo, no se notaba aquella vena que nacía de los hijos del santo Bartolo.

Poetas y trovadores, cantantes líricos, pintores y ensayistas, literatos, todos con un bagaje original, por ser moderadamente conocidos fuera de su villa. En la que amantes de la cultura y lectores existían pocos, y ¡sí…!, muchos detractores de toda la novedad artística y científica aportada.

Sin embargo con ellos se establecía la norma y el dicho de, Nadie es profeta en su tierra.

Hasta que un tipo perspicaz, oportunista como la suerte, medio político y muy risueño, supo encauzar toda aquella demanda para beneficiarse en un futuro de un modo u otro. Ya que él estaba muy bien relacionado con gente del cabildo de la asamblea, el alcalde de la villa y con sus concejales. Y de tanto en vez les hacía llegar algún presente con promesas, que no sería muy difícil levantar un Certamen literario de terror y suspense. Con el nombre de aquel pueblo, que se aburría entre su mucha tranquilidad.

No siéndole al concienzudo moderador dramaturgo difícil sacar partido de toda aquella vorágine inducida. Aprovechando la fiebre de la nueva tendencia en Galas y Concursos llamados Negros. Que no eran otros que las novelas de Crímenes de toda la vida. Las que contenían historias singulares algunas, mezcladas con otras soporíferas e inaguantables.

Bautizadas en según qué localidades en inglés, por aquello de la enjundia y la pronunciación llamativa y concursal. Presentando a los autores locales junto a otros escritores poco referenciados del espectro nacional. Mezclados entre otros, los menos. Que eran conocidos en todas partes.

Relatos tétricos con argumentos que quiebran con violaciones, vejaciones y demencias. De las novelas de terror, difíciles de digerir. De alegatos llenos de muerte, sexo y brutalidades por vejámenes existentes. La tendencia actual, que viendo que en más de media nación, se propagaban como las setas, las llamadas semanas culpables y tenebrosas. Que a la gente les iba encantando y a medida que transcurrían los años, más enraizaba y se popularizaba.

Aquel divulgador ideó su propio festival, tal y como les había vendido a los gestores políticos del pueblo. Llevándolo con el dinero de la Asamblea Comarcal, al mismísimo San Bartolino y bautizándolo con el nombre de aquella urbe, dándole una pronunciación muy británica. Bartolomiuw Very Black.

Siendo muy negro, no. Mucho más allá de lo tostado. Tenebroso y asesino. Con unas normas copiadas de otras ciudades que ya lo celebraban desde hacía años, y con alguna compostura que al comisario del invento, le venía al pelo. Buscó un jurado, y con el dinero y las ayudas de benefactores, y por supuesto las subvenciones lucrativas comenzaron la singladura.

 

Aquel poeta, Lucas Carrasquero, ya hacía unos años que se presentaba al concurso. Un festival que no pasaba de ser rural y montañés. Con relatos presentados no demasiado extensos, para que no fuera difícil ni estoico para escritores. Y menos para aquel jurado que dicen no estaba dirigido, mi mediatizado.

El Certamen obligaba con una condición indiscutible. Exigencia que había puesto el Alcalde de San Bartolino, que los sucesos ocurrieran y la trama sucediera en la propia villa. Nombrando personajes, callejuelas, patinejos y demás localizaciones concretas. El resto se lo dejaba al organizador, que lo dispuso copiando las bases de Brótenles, pueblo cercano, que tenía más antigüedad y experiencia.

Expuestos y mecanografiados en el idioma nacional y con la descripción de costumbres, asesinatos, ficciones y que todos ellos hubieran sucedido dentro de la localidad que hacía el gasto, y la que patrocinaba aquel certamen semejante al de los pueblos de alrededor.

Con la idea de hacer crecer el número de visitantes y turistas, haciendo gasto en la pensión de la tía Blasa, el restaurante del cojo, el estanco del tío Críspulo, la bodega de Moncho, y la cafetería de Manolo. Además del Castillo medieval del siglo XII, y la sacristía de la Iglesia de Santa Matilde, a las afueras del casco viejo.

Preparaba Lucas sus ensayos para competir dentro de las normas que establecía aquel acaecimiento anual. Simposio que le podía brindar al amigo Carrasquero, un prestigio por ser cuanto menos, triunfador y finalista del concurso, dándolo a conocer fuera de su pueblo. Tal condición proponía Ramirita Mochales de Corticoides, la farmacéutica, que aficionada a la escritura, también participaba con un ensayo al que le ponía sus ilusiones.

El promotor del evento era un tipo que todos creían era sensible, que ayudaba a los iniciados, y además hacía sus pinitos como trovador. Lo que se conoce como un tipo muy favorecedor, en aquella comunidad de la ancha Castilla.

Villa que se hacía conocer por su buena cocina, su mejor encanto rural, su balneario para impedidos mentales y su buen clima. Seco y fresco en verano y ribereño y calefactado en invierno. Al estar cerca de dos ríos imponentes, y consagrada por la cultura el abolengo y la magnificencia.

De su antigüedad, la que procedía desde la Edad Media. Fortalezas y cimentaciones históricas que la avalaban por siempre, con o sin concurso, de la modalidad de Bartolomiuw Very Black.

Aprovechando la coincidencia, ya se sumaban a voces interesadas en comparar aquella zona, con otra europea, que no se parecían en nada. Gente del turismo usurera producía en hacer famoso su enclave a toda costa. Queriéndole otorgar sin venir a cuento, que la zona era muy parecida, si no exacta a la conferida con una región autóctona de los Alpes Suizos. Todo lo más lejos que se pudiera suponer. Sin ser lugares análogos ni paisajes afines, algunos estaban obcecados en querer que fueran semejantes, tan solo por llamar a gentes que vinieran a veranear. Dado que el territorio tenía suficientes encantos como para ser singular. No tenía la necesidad de compararse con ninguna otra parte del mundo. Ni tan siquiera abotonarlo con un Festival que a nadie interesaba.

Provechosos negocios de turismo y de rutas de viaje desconocidas. Quizás intenciones futuras no muy lejanas, por impedir que se fuera despoblando aquella zona por el éxodo de la juventud, que desaparecía en cuanto ganaba la mayoría de edad. Transformándose en parte de la España vaciada. Al estar situada el tan cacareado Sant Bartolino en medio de la nada, y que tirases por cualquiera de los puntos cardinales, no existía ciudad de renombre o importancia cercana, a tiro de piedra, ni tren ni transporte que pudiera acercarte con comodidad. Estaba lejos de todo, por ello tenía y consagraba aquel deleite.

Muy en contra de muchos de los habitantes que no les encantaba que sus calles se llenaran de gentes no conocidas, sus carreteras de multitud de vehículos y sus restaurantes y bares de extraños. Aunque se tratara del Bartolomiuw Very Black.

El periodo de inscripción estaba abierto, y según decían los iniciadores, participaban escritores de todos lados, incluso alguno desde la otra parte del gran Atlántico. ¡Que decían los ilusos promotores, engañando, como suelen hacer!

Datos que jamás contrastaban con nadie, ni existía explicación alguna a los posibles interesados, ni justificación con la elaboración de estadísticas fiables, hechas por el secretario del ayuntamiento del pueblo.  

El jurado tampoco se conocía. Se patrocinaba a bombo y platillo, pero sin nombres conocidos ni famosos que certificaran la autenticidad de lo juzgado.

Según decía el comisario del acto, los protagonistas de las decisiones eran jueces muy puestos en las letras, pero que jamás nadie los presentó, ni tampoco se daban las condiciones de saber si todo era auténtico y estaba dentro de la legalidad.

La cuantía del premio no era alta, era más bien irrisoria, y celebraban el fallo del festival en día festivo, por si el ganador fuese algún literato de fuera de las fronteras y caso de ser premiado, le diera tiempo de presentarse a recoger un galardón, que debía ser retirado por el autor. Detalle que si se diera, sería harto imposible, que se cumpliera por motivos y gastos que corrían a cuenta del premiado. Con lo que costaba más, el ajo que el pollo. Perdiendo interés en ese critérium, cualquiera que supiera calcular.


Matías Señante, un profesor universitario afincado en esa localidad, se leía los relatos que el mismo día del fallo, se ponían a la venta por un precio módico en la misma sala del ensayo. Analizaba con interés los relatos y pronto pudo observar que algunos de los finalistas, nombraban la población de San Bartolino de Lóbrego, haciendo copia y pega de algunas publicaciones ya editadas en otras divulgaciones. Tratando de presentar una obra falsa y ensuciar el programa. Dejando al Bartolomiuw Very Black, a la altura ínfima de un encuentro que ni era negro, ni azabache ni cárdeno. Alegando el gran Matías, que los únicos beneficiados del critérium, eran los comisarios o delegados de esas tramoyas. Aupados y haciéndose conocidos y famosillos, para futuras elecciones políticas. Con opciones de conseguir un escaño, un sillón, un sueldo y un bienestar para toda la vida, a costa de la literatura. Vilipendiándola de forma indiscriminada con su proceder. ¡Como siempre! Vergüenza sin paliativos. 


Autor: Emilio Moreno
03 de junio de 2024.




jueves, 29 de mayo de 2025

El particular garito de la avenida.

 


James se dirigía al club a verse como cada tarde con su reducido grupo de colegas. Todos ellos inseparables, a pesar de sus discusiones, opiniones y sus malditas diferencias. Conocidos, amigos y compañeros desde la primaria. Incluso con Noah y Liam, camaradas en la guerra. De los veintitantos que se criaron juntos, falta un gran porcentaje. Unos porque viven en otros lugares, otros porque están impedidos por enfermedades, y el resto porque se marcharon de este valle sin ganas. Todos ellos difuntos, y del todo pacientes. Quien sabe dónde. Nadie lo sabe, pero sin duda haciendo antesala sosegados, esperan con la seguridad que tarde o temprano, volverán a saludarse.

Significa que todos ellos pasan de setenta años. Ahora suelen reunirse en su pub de referencia. Oliver, Bruce y Gary, además del ínclito James. Que sin dudar es el que suele mover la cazuela para que nadie pierda el hervor y sigan desafiándose.

Noah y Liam, sin ser por costumbre tan asiduos, suelen frecuentar la tertulia con repetición. Noah por ser una víctima. Un ex alcohólico y pendenciero. Recién salido del “<Institute for the Deranged Mentally”>, que significa y se le conoce en latitudes hispanas como el manicomio militar. Instituto de Trastornados Mentales. También se esfuerza por no perder la última relación de afecto que le queda.

Liam Blaine ordenado sacerdote, desde la licenciatura en el ejército. Acabando la última cruzada en Vietnam colgó en un gancho su vida mundana. Es el clérigo de la comunidad. El que imparte la palabra divina en el contorno.

Oliver Rouson cuando está libre de sus ocupaciones de "sheriff", aparece para recordarles que la ley es la que mantiene el estado de derecho, que no sean ociosos y que deberían dejar de conducir, al no tener edad para circular con garantías.

De las chicas con las que solían tratarse en sus años verdes, quedan con ganas de presumir cuatro o cinco. Todas ellas abuelas. Dedicadas a repetir sus dolencias a conocidos y presumir de los nietos. No suelen asistir a la partida de dominó, ni a degustar el americano de las cuatro de la tarde. Siempre en el Nutella Café Chicago. Su particular garito que sigue estando en el 189 de la Avenida de Míchigan. 

Ava es la esposa de James. Aquellos jovencitos se hablaban desde los doce años. Fue uno de los que tuvo que marcharse obligado con las levas de las milicias a la guerra en el año 1966. Junto a Noah y Liam.

Tras un sorteo nacional, que afectaba a la juventud del país. Aquella que debía cubrir con soldados a las tropas.

Destinados los tres amigos al Valle del Drang, donde participaron en cruentas batallas.

A James lo repatriaron tras ser herido de gravedad, en combates espeluznantes, regresando a Chicago con todas las consecuencias que dejan semejantes vivencias. Gracias al amor de su vida, pudo ir recuperándose de las heridas y de las derivaciones. Se casaron tras un tiempo de paciencia y recuperación. Ava, pronto le quitó las nefastas memorias y pudo hacerle redimir el sentido normalizado. Después de recordar las peripecias amargas subsistiendo en la selva, aterrorizado por las guerrillas del Vietcong. Las escaramuzas mortales a las que se tuvieron que enfrentar y al designio de su destino. Una vez regresado a casa, James, fue sometido a sesiones de los sociólogos y gracias al cielo, a la suerte y a su esposa, comenzaron a edificar su familia.

Noah no corrió la misma suerte que su colega James. Fue apresado por las guerrillas y estuvo en un campo de concentración hasta que acabaron las hostilidades. Cuando regresó a Chicago, no era persona. Las drogas, el consumo de alcohol y la podredumbre de su carácter, le hicieron ser durante un tiempo una bestia. Herido de gravedad en campaña, sufrió amputaciones en las manos, además de las vejaciones de la conflagración, retornando desquiciado y perdido por los años de angustia y miedo.

No pudo casarse, con su novia de toda la vida. Margaret. La que también lo esperaba, y resignada tuvo que mirar hacia otra parte y olvidarlo. Al haberse convertido en un desequilibrado y alcohólico personaje.  La que en un tiempo fue su chica, aquella preciosa pelirroja inteligente profesora, no pudo apenarse de Noah demasiado. Al morir muy joven tras una enfermedad cruel. Que le evitó sufrir en demasía por su cáncer y por sus anhelos. Agravada quizás por las torturas y padecimientos, que posiblemente dimanaran de las consecuencias del estado físico y psíquico, con que se encontraba aquel joven rubio, que en un tiempo le robó el sueño a Margaret, y que a la postre enferma, se la llevó. Abandonando esta vida después de sufrimientos y malos augurios.

Liam, es el predicador de la comunidad. También tuvo que participar de toda aquella vorágine en los combates y escaramuzas. Llegó por méritos propios al grado de Mayor de Infantería. Responsable de una compañía de jóvenes soldados.

Condecorado por su valor en el campo de batalla. Liam jamás ha explicado detalle alguno de los sufrimientos acaecidos y soportados. Cuando regresó a su patria, no tuvo dificultades en adaptarse a la vida normalizada. Sin embargo rompió con Adelaida, joven y guapa prometida, que lo esperaba para crear una felicidad compartida. No fue posible. Las causas las deben saber Liam y Adelaida, pero jamás han sido declaradas.

No tardó en dedicar su vida terrena al prójimo, ordenándose sacerdote y dando servicio en su feligresía desde entonces. La que en un tiempo fue su prometida, emigró de Chicago sin hacer el menor ruido. Sin despedirse de nadie, y defraudada creyendo que jamás reanudaría su existencia.

En Lisboa la capital de Portugal, se afincó al enamorarse de Filipo, un comerciante de tejidos. Es ahora, una abuela de cinco nietos, con apariencias de haber sido feliz.

 

Emma está junta con Gary tras haber estado ligada y divorciada tres veces. De sus varios matrimonios contraídos sin tener la convicción de ser un ama de casa convencional, ni vocación por ser madre.

Es una de las que no finalizó los estudios medios y trabajó durante toda su juventud en la cafetería de la zona más chic de la ciudad. Su primer matrimonio fue con Hermenegildo, un guatemalteco que trabajaba en la estación de servicio. Un sin papeles guapo, complaciente y bien dotado, que tras de la celebración de una bacanal loca de anfetaminas y sexo, hubo fiesta. Creyendo al existir un retraso de semanas en su menstruación, que estaba en cinta preparó los documentos y se juntaron como pareja de hecho. Hasta conocer que había sido una falsa alarma, que la dejaba libre. Aquella aventura duró dos años y volvió a notarse desocupada, como el taxi de su segundo esposo, al que conoció, en uno de los trayectos que solía hacer los jueves. Que visitaba a su madre, en la Residencia Popular de Ancianos. Tampoco cuajó, aquella relación, con duración menor a un trienio. Quedando como amigos, y antes de consumarse su divorcio, llegó la tragedia.

Rony, el taxista tuvo un accidente mortal camino de su casa. Una madrugada a la vuelta de una fiesta de disfraces de alcohol drogas y rameras.

Emma, sin remordimientos por nada ni por nadie y como último extremo, cazó a Gary, el ahora Juez de Paz de la zona. Un apocado caballero que en silencio siempre bebió los aires por la esbelta y descarada Emma, que lo llevaba a traer, babeando. Hasta que un buen día de contrición que Gary cenaba solo en la cafetería donde ella cumplía con su oficio, le ofreció su amparo y compañía. Ella no era mujer de vivir sola, sin hombre obediente y esclavo al uso, accediendo a iniciar otra relación. Los casó Liam en el único matrimonio eclesiástico de Emma. Ahora hace ocho años, que comparten toses, dolores y vejez.

 

Mia es ahora, novia de Bruce, que habían conseguido estar solteros hasta que el reumatismo les avisó que les quedaba la cuerda justa para hacerse compañía mientras durara el vals. Ambos se gustaban desde niños, sin embargo jamás pudieron enredarse emocionalmente por culpa de sus familias que no se trataban por diferencias insalvables. Bruce emigró a Europa y jamás la olvidó. Mia, le consagró con resignación su juventud, la virginidad y la paciencia desde la distancia, hasta que desquiciado Bruce, después de cumplir una condena injusta en un presidio de Montpellier, regresó a Chicago.

Reanudando su relación con Mía que aún lo estaba esperando en el quicio de su puerta. Son felices sin grandezas, comparten sus días cuidando las plantas de su jardín y los dos caniches que mantienen.

 

Todos sin excepción y cuando pueden, se siguen viendo. Tratándose como siempre, con familiaridad, discutiendo, llorando a veces por sus cosas, hablando y desdiciendo de momentos nada normales de sus vidas. Son amigos, inseparables y según ellos, más que familia. Siempre desde el particular boliche que sigue clavado en aquella Avenida de Míchigan y se sigue nombrando Nutella Café. 

 








Emilio Moreno
Mayo, 20 de 2025

 


lunes, 26 de mayo de 2025

Esto que está pasando es real.

 

Se amoldó en su butaca, aquel sillón de piel rugosa y amarronada con amplias orejas circulares que le sobrecogía la cabeza y protegía de petulancias arribadas del limítrofe espacio cercano. Ya había consumido su almuerzo de medio día, y pasaban del primer cuarto, las agujas del reloj pendular que quedaba frente a él. Marcando las quince horas y dieciséis minutos, de aquella tarde de un mes cualquiera en su vida. Una vida sedentaria, aburrida y tediosa. Dada en un hombre apático, y distante que le costaba darse cuenta de su propia realidad. La que lo hundía en la miseria emocional sin retrasos.

Se negaba a conectar su televisor a menudo. Pensaba que no valía la pena perder el tiempo detrás de aquellos espacios tan humillantes, que tildaban de forma constante al personaje de turno. Al que sus propios conocidos, y allegados lo ponían a caer de un burro. Sacando sus desdichas al descubierto para que el vulgo las conociera.  

Escuchaba la radio. Sintonizada a menudo su canal acostumbrado. Sin dejarse llevar por la costumbre. Buscaba siempre una emisora neutra. Aquella que no tuviera, o quizás se le notaran menos, las tendencias políticas. Evitando siempre las opiniones depravadas sin especificidad y las muchas tendencias obsesivas de algunos de sus locutores. A veces tenía suerte y se relamía por el decoro de aquella emisora, que respetaba tanto la gramática como el idioma y aquella ética perdida reencontrada.

Sin atender si no venía a cuento, a las nuevas fórmulas inclusivas. Modernidad traída por los muchos eruditos e indocumentados de los que presume el país. Huía como del agua hirviendo, de aquellos que intentan imponer sus tendencias y tratan de evitar, que cada escuchante tenga su sentir individual. Siempre respetando otros modos, y variantes, con sus reglas de la cordialidad, las del juego limpio y de la versatilidad.

Empresas de comunicación asociadas que recurren en muchos instantes y franjas horarias por ser fácil ahora. En comentar, a veces con descaro, de las consecuencias de los elementos climáticos.

Como de las derivaciones fatales y bélicas que repartidas por el globo sufren sin control muchos ciudadanos.

Por consecuencias derivadas de las guerras, la migración, el hambre, el frío, y de las tantas inclemencias sufridas.

Gustaba encontrar diversidad informativa y real. No de aquellas cadenas estatales que consiguen aburrirlo y dormirse en un sueño sutil.

Se quedó frito. El corte en la audición por la publicidad, del royo que estaban emitiendo en aquella frecuencia, le consumó y tras notar una música relajada le invitó a cerrar sus ojos y quedarse muerto. No sin vida, pero muy muerto. Inmerso en una ensoñación tan real como si la protagonizara.

 


Notó felicidad. Estaba generoso y preciso, joven y atrayente. Desde la otra acera aquella señorita le miraba y le hacía gestos para que cruzara la calle y le prestara ayuda urgente. Se había quedado frenada, al rompérsele uno de los tacones de su zapato y le citaba para recibir auxilio. ¡Que guapa! Pensó, y al fijarse supo que era Dominique Designe, la presentadora de Referencia Mensual. Un espacio cultural que se emite los viernes por la noche en la franja del Prime Time, de la televisora Cable 2000.

Cruzó la avenida y se plantó frente a la actriz ofreciéndole sus servicios, a los que ella se sumó agradablemente, solicitando su consejo.

—Eres Paco…, ¿Verdad? Interrogó la guapa y rubia señorita.

—Sí, el mismo. Paco Fenós. Me conoces. Preguntó el dormido que ya metido en la fábula creía estar al lado de Dominique.

—Como no te voy a conocer, si te veo cada viernes en tu casa, mirando mi cuerpo muy descarado. Con la excusa que sigues los debates.

—No… Perdona. Yo sigo tu programa. Me gustas tú, es verdad. Y el espacio. Es muy divertido y a veces me pones a caldo, con esos escotes que llevas. Me haces soñar y te lo agradezco. En cuanto a los temas habría mucho que discutir.

—No seas embustero señor Fenós. Es que no sabes que yo desde el otro lado del televisor, veo a todos mis fans, a los que me siguen desde sus casas. Informó Dominique.

—Pues no lo sabía. —Anotó con vergüenza desde su hipnosis el abducido Paco y siguió.

—Como jamás me has llamado la atención, ni diste señal alguna de rechazo para decirme que no te mirara tan descarado. Pensé que el programa está grabado, y no os dais cuenta de nada. Sin apreciar que me conoces tan bien, y que no notabas mi encanto por ti.

—Bueno, Paco. Dejémoslo aquí. —Acotó la presentadora.

—Que solución me das. No ves que estoy sin poder andar, mi zapato está roto y no sé qué hacer. Por favor querido Paco Fenós, ofréceme tu ayuda.

—Claro, te llevaré en brazos hasta aquella cafetería, y te invito a merendar. Mientras busco un rápido para que aseguren de nuevo el tacón al calzado.

—No... Paco. No me dejes sola aquí. No me abandones. Tengo miedo. Sin tu ayuda me ahogaría, y ahora que te has atrevido a cuidarme. No quiero perderte, te necesito más de lo que imaginas. Abrázame, átame a tí, por lo que más quieras.

—No mujer, no te pasará nada. Yo estoy aquí para salvarte, como dice la canción. Le iba diciendo a Dominique mientras entraban en la cafetería y se acomodaban en la última mesa del local, solicitando unas galletas, con bizcochitos y sendos cafés americanos. Cuando el dormido le preguntó a la bella imaginación que veía en su soñar y que estaba sita en su nube.

—Dime Dominique. Se sincera conmigo. Parece que sea un sueño. ¡Esto que me está pasando es real! ¡Dios! Jamás me había ocurrido un detalle semejante. Pellízcame, que no me lo creo. Le conminó Paco Fenós, disfrutando de aquella situación, mientras se relamía más dormido que una marmota en aquel sillón amarronado.

—No por Dios—dijo la bermeja Designe, meciéndose su cabellera, y haciéndole ojitos al engarrotado Fenós.

—Cómo voy a hacer esa mamarrachada, yo jamás he pellizcado a nadie. Todo lo más te pellizcaré ahora a ti, y a ese molludo boyo que nos han servido y que debe estar morrocotudo.

—Estoy gozoso Dominique. Soy feliz. Me has metido en una fantasía, y cuando lo explique. Quizás nadie se lo crea. ¿Estaré soñando?

En aquel relato ficticio la actriz quiso socavar más del pensamiento de la ensoñación de Paco y preguntó.

—Paco tú que me ves todos los viernes por la noche. Dime que calidad tiene mi programa. Que contenido le notas y que es lo que debería cambiar. Interrogó la dorada imaginación a la ilusión del inconsciente.

—Déjame que te cuente—dijo Paco. Queriendo relumbrar ante la guapa gacetillera y expresó de forma retórica.

—Ahora parece que ya no importa ser del color que seas, y me parece justo. Así debió ser toda la vida. Comenzó el dormido a descifrar. Requiriendo la atención de la presentadora que lo escuchaba fielmente, como interpretaba desde su sueño el intríngulis de su programa.

—Pocas veces me siento frente a la tele. Y de verdad en según qué momentos da bastante pena el ruido que se produce en los programas televisivos que hacéis. Los que se han puesto de moda en todas las cadenas. Fíjate que tan solo veo tu programa, pero no por el contenido. Si no por tu figura, por tu belleza y desparpajo. Concluyó sin miramientos el dormido, que deliraba desde su sillón.

—No te entiendo, Paco. A que te refieres cuando dices ruido. A la gente se le ha de dejar libertad para opinar. Matizó la señorita.

—Estoy en desacuerdo con el modo en la realización. Disponen a un moderador tras una mesa ovalada. Con cuatro o cinco opinantes, sean periodistas o famosos, que ahora les llamáis “Politólogos”. Dudando quieren hacerse notar, con voces altisonantes. No permitiendo el tempo de cada participante y en según qué ocasiones, hablan todos a la vez. Sin decir nada de provecho. Hizo un receso el inerme Paco en su butaca, dormido como un saco de harina y continuó dialogando desde su quimera.

—Les auspicia un locutor o presentadora. Que tampoco tiene nivel y les permite que se peleen entre sí, para mientras tanto poder engancharse y cortarles de cuajo. Sin que la audiencia se entere claramente de nada. Dejando la respuesta pendiente, sin su matiz. Dominique Designe, interrumpió a Paco súbitamente y le preguntó.

—Serías capaz de venir algún viernes a mi programa.

Algo percutió sobre la psiquis del dormido que lo hizo temblar de emoción. Con un alarido gutural que emitió Paco, ahogándose por la alegría desde su sofá, cuando sin apenas aire, despertó. No dando respuesta a la musa de su fantasía. Recobrando la sensatez y sin saber que es lo que había ocurrido.

En el momento que la emisora de radio repetía uno de los patrocinios que anunciaba. Entonces el despierto Paco volvió a mirar al frente desconcertado.

Sonaba el carrillón, dando las horas. Las manecillas del pendular oscilante marcaban las seis de la tarde. Tintineando seis veces en aquel momento, de un día y de un mes cualquiera en su vida.  De aquella vida sedentaria, aburrida y tediosa.


Autor: Emilio Moreno
26 de mayo de 2025