domingo, 3 de agosto de 2025
Festival de los Castillos, año 2025. Valderrobres-
miércoles, 30 de julio de 2025
Si no fuera por esto, o por lo demás.
Aquella
vivienda molona, había quedado maqueada, después de las profundas reformas que
le hicieron aquellos abuelitos, en su tiempo. Lola y Chus. Fueron transformándola a medida que iban
acopiando recursos de lo sobrante de sus mensualidades.
Ya estaban
a punto de disfrutarla al cien por ciento. Se habían jubilado hacía tan solo
tres meses y esperaban por parte del Ayuntamiento, los permisos de residencia
para ocupar aquel esfuerzo trasformado en vivienda, que ya iban a inaugurar,
ocupándola como residencia habitual.
La pareja se
había conocido hacía más de veinte años. En uno de los viajes que hacían con el
Imserso, siendo además casi vecinos del barrio. Por ser Chus el tendero de la
tienda de ultramarinos donde Lola compraba a diario.
En aquel
tiempo, ambos separados en trámite de divorcio, y los niños habidos eran de
Lola, todos ellos jovencitos.
Chus había
estado en pareja con una americana no hacía demasiado. No cuajando la cosa y
sin el menor de los compromisos, dejó de asistirla por motivos que se buscó
ella misma.
Libres como
el aire, Lola y Chus, se entendieron en principio y se unieron en pareja. Esperando
ver cómo les iba, hasta que el tiempo el cariño y la razón les puso en marcha.
Se enamoraron
y se unieron.
No sin el
compromiso de la crianza por parte de Lola de sus dos niñas, que llegaron a
querer a Chus, como si hubiese sido su padre fisiológico.
Vivían sus
vidas de la forma más agradable que les permitía su naturaleza.
Lo que
significaba que estaban jóvenes y podían soportar aquellos altibajos que el
destino propina.
Entre los
dos compraron aquella casa en el pueblo de sus sueños. A pesar de rechazos y
contratiempos naturales, que sufrieron por parte de la familia.
En
principio por unirse en la compra y escriturarla a nombre de los dos y después
por aquello de y si…
—<<Y
si os separáis. Se preguntaban en secreto los amigos>>.
—<<Qué pasará con la casa, quien se la quedará. Aducían los más egoístas>>.
—<<Alguien
exigirá, para acaparar y disfrutar de la misma… Invocaban los envidiosos.
—<<Seguro que tendréis peleas. Decían la familia y amigos de Lola y los sobrinos de Chus, que jamás habían visto bien que el soltero del tío, se uniera con Lola>>.
Como
siempre opinaban todos. De forma gratuita, los conocidos, y no digamos los
allegados, que siempre están para un apuro.
Aquello era
una odisea. Una especie de chiste.
Alguno de los
opinantes gratuitos, ya pensaba en el futuro. Haciendo sus quinielas y
apuestas. En quien estaría en mejor posición, quien sería el más beneficiado.
Todas las cábalas imaginadas.
Excepto,
pensar en la felicidad de aquellos tortolitos, que parecía disfrutaban, viendo cómo
familia, conocidos, amigos trataban de solucionarles la vida mientras la
tuvieran y después la muerte cuando llegara.
Comentado por
todos, la decisión de ir a vivir al pueblo, estaba en boca de sus conocidos,
como si hubiesen de pedir permiso para disfrutar la disposición que tomaron. Tan
solo por el placer de hurgar en los sentimientos ajenos. Sin que además viniera
a cuento.
—<<Mira
que tú; Lola. Tienes hijos de otro matrimonio>>. Opinaban los íntimos.
—<<Lo
habéis considerado. Porque será un lío en el momento que faltéis>>. Juzgaban
los enterados.
—<<Y
más si no está escriturado en el testamento. No me veas>>. Atribuían los poco
informados muy escandalizados.
—<<Las
cosas han de estar muy claras… Aún y así, siempre hay líos>>. Discutían
los hermanos y sobrinos de Chus a espaldas de cuantos beneficiarios hubiera>>.
Consejos vendo, que para mí no tengo. Que la gente suele dar sin más, aunque
no a menester ni los pidas.
Aquella
compra fue una oportunidad que se les dio años atrás. Que se presentó sin más, después
de un paseo por la parte más antigua de la villa, donde había nacido Lola
Zarasmendi. Una mujer que vivió prácticamente su vida entera en la ciudad. Alejada
de la villa que la vio nacer.
Trabajando
como enfermera en el Hospital de Infecciosos, y que el destino, la casualidad,
la frecuencia en visitar aquella tiendecita del distrito, la fue a llevar a los
brazos de Chus Iturbe. Tendero del establecimiento de coloniales de su vecindad.
El que en
su momento la ayudó, fiándole las compras hasta que la buena mujer podía abonarlas.
Tanto fue la complicidad entre ellos, que acabaron siendo pareja.
Criando aquellas
dos niñas de Lola, que llamaban a Chus, papá, y que él las quería como propias.
A los dos veteranos,
le llegó la edad del “Si no fuera por esto.” y “si no fuera por lo demás”. Ambos disfrutaron con
mesura lo que la vida y las circunstancias le deparaban. Lolita y Cecilia, las
hijas de Lola y de Chus hicieron sus vidas y visitaban a sus viejos cuando se
acordaban.
Ellos, la
pareja que habían reformado la casita, fueron felices y se lo trasmitieron a
sus nenas. Disfrutaron la vida juntos mucho mejor que pudieron hacerlo en sus
matrimonios iniciales.
Lola se
había divorciado después de una vida de penas y apuros dinerarios. De malos
tratos y de desprecios. Hasta que llegó la democracia, que envió a su agresor
donde no pudiera molestarla.
Chus fue
objeto de un engaño matrimonial. Había sido un soltero empedernido hasta los
cuarenta años, y se fue a casar en primeras nupcias con una señorita cubana,
muy atractiva, muy bailadora, muy de cubatas, de traguitos y de caricias. Tanto
mimo daba, que se olvidó de dárselas a quien era su esposo.
Hasta que
éste tropezó una noche, sin esperarlo, con una situación de adulterio. La
esposa ya tenía los documentos de residencia y no le dolió dejar al minorista
en su tiendecita. Desapareció y punto.
Pasaron los
años y nadie esperaba que el llamado cambio climático fuera tan irreversible,
que se llevara además de viviendas, calles enteras y jardines completos. Las vidas
de cuantos esperaban tener una vejez feliz en compañía de Lolita y Cecilia.
Un veintinueve
de octubre de un año infeliz, llegó a la zona una tormenta grandiosa, tan
grande era que por no saber como llamarla la denominaron DANA.
La que
sesgó de cuajo las vidas de tantas y tantas personas, llenas de ilusión y de
futuro. De entre las que se encontraban Lola y Chus, que fueron arrastrados por
la fuerza de las aguas turbulentas, arrasando la casa, que no pudieron
estrenar.
fin de julio 2025
lunes, 28 de julio de 2025
Curso de Canto Elvira de Hidalgo.
En el
Se publicaba la noticia que adjunto en este bloguer.
Como cada año el Curso de Canto de Valderrobres se convertirá en un pequeño ciclo de música vocal, gracias al concierto inaugural que ofrecerán los profesores, el 18 de julio (20.30 horas), y al espectáculo de clausura que protagonizarán los alumnos.
Este último se desarrollará en dos días, 25 y 27 de julio (20.30 horas). En los tres casos la entrada será gratuita, aunque es necesario reservar plaza en la Oficina de Turismo de Valderrobres para controlar aforos. Los tres espectáculos se desarrollarán en el Salón de las Chimeneas del castillo.
Alba Martínez Nieto abrirá el Curso de Canto Elvira de Hidalgo en Valderrobres
Anna Feu volverá a dirigir la cita que se celebra anualmente en el castillo. Pulsar para ver el video de Alba Martinez
.
(1) Actuación de Alba Martinez en el Castillo Valderrobres 20250718 - YouTube
PULSAR enlace.
Pulsar para ver video de Cierre, donde cantan los alumnos y participa el respetable
(1) Clausura de la Novena edición, Evento de Canto Elvira de Hidalgo, 20250727 224535 - YouTube Pulsar para ver
![]() |
Divulgador del Evento, sin ánimo de lucro Concurso de Canto Elvira de Hidalgo. novena edición en el Castillo de Valderrobres |
viernes, 25 de julio de 2025
La estrella y la suerte.
La
necesidad obliga. Dice el refrán.
¿Y cómo se
remedia?
—Se
preguntaba Tino, y le respondía su ilusión sin que él; pudiera percatarse. O
sea que se rebatía así mismo. Sin hacerle caso a su delirio.
Emprendió
la marcha hacia su destino inmediato. Encaminándose a validar los boletos de
aquella semana y a la vez comprobar si la deidad Fortuna, le había
acariciado por mera casualidad, en lo jugado con fecha de la semana pasada.
Bajaba la
Avenida, y seguía en su mundo, a la vez que se saludaba con los que se
tropezaba sin percatarse tan siquiera de ello. El hola y adiós que no falte.
Cumplía con la cortesía y su educación miméticamente y seguía elucubrando
refranes.
—El que juega por necesidad, pierde por obligación. Y por ser una máxima siempre se cumple. Aquí sí que no hay “tú tía”.
Sin
embargo, el propio Tino no hacía caso a las pocas posibilidades de conseguir un premio
extraordinario, y cada lunes desde hacía años, iba a cambiar aquellos boletos
con los números exactos por si sonaba la flauta.
Pretendiendo
acertar, con la misma combinación. Que jamás cambiaba, con guarismos que conocía
de memoria, y que la
suerte nunca los disponía como él los situaba en su
pronóstico de juego, ni aparecían en el mismo
orden.
Juntos y unidos
por la gracia de Dios. Hermanados como confidentes y vecinos, en buena compaña.
En el caso
que alguno de los dígitos escogidos apareciera, siempre faltaba el resto. Y
pensaba, para no desanimarse. A la próxima va la vencida.
Imaginando
en su alveolo mental. “Qué haría” … ¡Sí de verdad tuviera en
su papeleta, el pleno de aciertos!
Si por
aquellas casualidades… Algún día “Se despertaba con la tonadilla de las
Mañanitas” y pudiera disfrutar de una de las situaciones más improbables de la
existencia de los humanos.
—Se
contestaba solo y nervioso, y sin hallarse se decía repantingándose burlón.
—Para mí no
quiero nada.
¡Mentira! …lo
decía con la boca pequeña.
¡Bien lo sabe Dios!! Pero …se lamía los
labios con fruición y volvía a soñar con los ojos abiertos. Fantaseando en nada
y con todo.
Imposible
no era. Difícil sin dudarlo. Darse en el cálculo de probabilidades se
presentaba arduo. Aunque y si el milagro proveyera, sería bienvenido.
De repente
quedó inerte. Sin el alucino necesario y el encandilo que imaginaba.
Ya estaba
frente a la tiendecita de Matilde, la que regentaba aquel almacén de víveres.
El negocio
de ultramarinos heredado de sus abuelos, y ahora con la modernidad transformado.
Además del negocio de toda la vida, Matilde era la que suministraba la
felicidad en el barrio. Regentaba en el mismo local, la nueva administración de
Loterías.
En el
colmado había otros clientes antes que él, con lo que tuvo que pedir tanda y
esperar, como es natural.
<Pensaba
en la situación, en el tiempo, en el dolor de piernas y en su caminata diaria.
Para nada en temas políticos, ni en algo que tuviera que ver con ellos.
Porque de
verdad, esos personajes sí que no han de jugar en ningún tipo de tómbola, ya
que por lo que sea. Están bendecidos.
Alguno de
los denominados vulgarmente como “¡Redentores del pueblo!” No necesitan de rifa
alguna, ni de esa puñetera suerte.
Esa bicoca de vivir medrando, la encontraron en las urnas de su camino y ninguno la suelta.>
Volvió al
mundo real, para hacerse comprobar aquellos boletos pertenecientes a la semana anterior.
Esperando como siempre todo lo más, alguna terminación con una mínima devolución de lo
gastado y punto.
Tenía
asumida que con los sorteos no levantaría cabeza, ni podía afrontar la vejez,
que se le iba acercando inexorablemente y sin demoras.
Le llegó el
turno, y Matías que iba delante de él, salía jurando en hebreo.
—Ni siquiera el reintegro. ¡Mala leche! Decía el amigo, mientras desaparecía por la esquina.
Ya frente
al despacho blindado por aquellos cristales antibalas y anti todo, le saludaba
Matilde.
—Hola Tino,
que tal. Preguntó la dependienta con el agrado y simpatía acostumbrado.
—Ya ves
Mati. De nuevo por aquí. A repetir la combinación y esperar a ser tocado por la
varita de la dama de la suerte.
—Vamos a
ver que nos dice el lector de premios. Los voy pasando uno a uno y lo vemos.
Los tres primeros tickets pasaron y aquella información repetía incansable NO PREMIADO.
Siguió
leyendo los resguardos por el lector, y en la cuarta papeleta de apuestas del
señor Constantino la guapa Mati. Sonreía viéndole la cara al cliente.
Aquel señor
también leía en la pantalla, el anuncio de NO PREMIADO, y seguía siendo lo acostumbrado. De pronto de buenas a
primeras.
Aquella
pantalla comenzó a parpadear indicando la información explícita de Combinación Premiada.
Boleto agraciado de primera categoría. Sin indicar la cantidad recompensada. Que
podía estar entre los dos mil euros hasta quien sabe cuánto.
—Caramba Tino,
le dijo Matilde en voz baja. Sin que los que esperaban ser atendidos escucharan
el mensaje.
—Puede
haberte tocado un buen pellizco, Fíjate que pasa de los dos mil euros y así no
te lo puedo abonar aquí. Has de ir al banco y que ellos lo tramiten, y lo
puedas cobrar, o te lo ingresen en tu cuenta.
Acto seguido
y con disimulo le hizo a Tino un mohín gestual de silencio absoluto para que
ninguno de los que esperaban tras de él, conocieran el detalle.
—Pero que
me estás diciendo. Respondió el agraciado, completamente nervioso mirando a su
alrededor por si había alguien que lo pudiera escuchar. Y siguió preguntando a
Mati, con el tono más bajo de lo habitual.
—¿Sabes
cuanto me ha tocado nena…? Puedes decírmelo. ¿Es muy gordo?
—Eso no lo
sé. Tino. Mejor calla, y no preguntes dijo Mati.
A nadie le
importa ese dato. No lo divulgues por si las moscas. Con la de cosas que
están pasando, mejor contén tu alegría y ve para casa, sin mostrar este boleto
a nadie.
En un par
de días lo llevas a la sucursal bancaria y allí te lo facilitarán todo.
Aunque
igual tan solo son dos mil euros, pero eso ya lo sabrás en su momento.
Tino
enganchó el sobre, donde la señorita Matilde había introducido el resguardo de
su apuesta y se fue directo para su casa, más contento que un tonto con un
lápiz.
Al día siguiente
en la programación de las loterías del primer canal de la televisión estatal,
la presentadora decía que había habido un solo acertante al pleno de la lotería
Primitiva, en Santa Isabel de Pertrechife, con un premio que ascendía a treinta
y tres millones de euros, para un único acertante. No daba más referencias.
Nadie ha
vuelto a ver a Constantino Sorbellano Expósito, ni a su hija María, que es con
la que vivía desde la muerte de su esposa.
Ni Matilde
la empleada de la Administración de Loterías de aquella localidad, haya comentado
en modo alguno la suerte que tienen algunos y la alegría que sufren cuando no la
esperan.
En el puesto
de loterías han colgado un cartel que dice: El premio de la lotería Primitiva
de la semana pasada, fue expedido aquí. ¡Dimos 33 millones de euros!
25 de julio de 2025
miércoles, 23 de julio de 2025
La descomedida suegra.
—No quería ir a denunciar mi propio delito. Le comentó al comisario
de Bruselas.
—Me costaba reconocer la verdad del porqué he cometido semejante barbarie.
Jamás había actuado así, y me imagino que he ido en este
desequilibrio a buscar a la mujer que más daño me ha hecho, desde que la
conocí.
A pesar de haber pasado momentos inigualables con ella.
Era la madre de Berry La Fontaine. Mi ex pareja.
Con ellas, pasé numerosos instantes deleitables. Con las dos.
Primero al conocer a la madre por casualidad, y después en mi relación con su
hija.
Siempre fue por separado, y cada cita se dio en su momento. La
verdad es que se hubieran complementado magistralmente, lo que adolecía una, le
sobraba a la otra. Las casualidades de la vida.
La madre, era una mujer atractiva, adúltera y avispada. Bastante
indecente, por ello los descalabros que recibí de su parte, eran merecidos y
quizás hasta esperados.
Los fue acopiando por celos, hasta que encontró el momento de
airearlos, para que causaran mucho dolor.
Su hija la señorita de la Fontaine, como le gustaba que la
nombraran, era de la misma pasta que la madre, pero algo más vergonzosa, con lo
cual a momentos sentía rubor por las cosas que pretendía hacer.
Ambas eran una piña, pero jamás creí fueran familia. Llegué a
pensar que no eran madre e hija. Buscaban diferentes ansiedades. Sin embargo, pude
concretarlo de forma fehaciente. Hizo una pausa y prosiguió hablando el amigo
Guorry.
—A la primera que conocí, fue a Madeleine Steve, en la “boulangeríe”.
O sea, la panadería del barrio. Una mujer atractiva, que se dejaba mirar sin
poner cortapisas. De las que daba motivos para que babearas si persistías en su
foco.
No tardó en invitarme a tomar un refresco en la cafetería de Moulin
Rouge, que quedaba a tiro entre mi casa y la suya. Pronto noté su ambición. Acepté
la colación creyendo que sería cosa de un tropezón y punto. Mas que nada por la
edad.
Aunque las disimulaba con talento, casi no se le notaban las
arrugas, pero las tenía. Debía llevarme algo más de quince años, a pesar de la
cirugía que resistía su cuerpo.
En la cama, era una especie de gacela instruida, pausada en el
sexo, pero insaciable en su ingesta de vodka, que la mantenía a tono la primera
media hora. Después era una especie de guiñapo pellejudo.
Sin imaginarlo y al cabo de un par de semanas, por aquellas eventualidades
fui a tropezar con su hija, en una de las salas de baile del zoco. Pronto coincidimos
en muchas cosas, tanto fue así que nos fuimos de jarana y acabamos en el catre.
Me dijo que era una niña medio desahuciada, que su papá las había
abandonado a ella y a su madre y gracias al empleo en una farmacia, de su
progenitora pudieron sacar la cabeza en una ciudad como aquella.
Mi relación con Berry fue creciendo y ya convivíamos en mi
departamento hasta que un día quiso presentarme a su mamá. Aquello fue el temblor
más grande que haya parido el universo.
En cuanto me vio, le dijo a su hija, que se había acostado conmigo.
Que se buscara otro manso que yo le pertenecía. Algo inaudito.
Berry no la creyó y por ello estuvieron un tiempo enfadadas.
Nosotros seguimos con nuestra relación una temporada muy amplia.
Hasta que volvimos de Nairobi. O sea, bastante más de dos años.
Nos separamos como pareja Berry y yo. Los alegatos por parte de
ella fueron varios y ninguno aclaratorio. Sin embargo, la causa fue por
influencias maternales sin lugar a dudas. Siendo el detonante que al final
desequilibró la balanza el haber rehecho a mis espaldas su relación con Brian Swanson,
un amigo cercano con el que en su día tuvieron una historia sexual. Anterior a mí
relación con ella. Los pretextos aportados eran los que se suelen aplicar
siempre… que la comprendía y mimaba mejor que yo.
Madeleine se dedicó a provocarme siempre, esperando sacar tajada de
ello. No le importó mi relación con su Berry, y desde que su hija le dijo que no
la creía por embaucadora, y alegó muy segura que en mí; había encontrado su
media manzana. No dejaba de ofrecerse dulcemente. No podía ser de ningún modo,
la relación con las dos mujeres y me negué.
Para poner tierra por medio, nos fuimos a Nairobi, aprovechando una
oportunidad profesional que se me presentaba y debía aceptar. Berry vio una
salida y un distanciamiento con Madeleine y me acompañó. Claro estaba. A la
madre, no nos la llevábamos.
Primero porque queríamos sentirnos independientes y rescatados de
aquella especie de control absoluto, que provocaba sobre su hija. Que sin
quererlo revertía en mí.
En otro orden de cosas, para poder administrar la delegación de la
firma de corsetería que representaba desde hacía años y donde era un destacado
comercial.
Me ofrecían un contrato espectacular, vivienda, y transporte con un
solo cometido. Reactivar en aquel país, Kenia y concretamente en Nairobi su
capital. La marca “Pointreclaire” en una de sus boutiques.
En un continente donde entonces no existía la costumbre en las
mujeres de modelar sus bustos y figuras.
Con ello nos alejábamos de Madeleine. Y a mí de verdad, me causaba una alegría manifiesta.
Guorry estaba frente al comisario policial denunciando la tropelía
que había hecho en la noche del 31 de diciembre del año 1999. Fecha en la que había
perpetrado aquella tragedia.
Delito por lo visto tan bien llevado a cabo y tan exactamente
cometido sin fallos, que incluso se les pasó por alto a todas las autoridades
de Kenia. Navidades en las que habíamos invitado a Madeleine a pasar con
nosotros.
Sin encontrar cadáver, ni móviles incriminatorios, ni ausencias de
la tal Madeleine, y sin denuncias ni tan siquiera recabar posibles culpas o
venganzas que hubieran sido vertidas sobre aquella mujer. Nadie me acusó ni
detuvo por semejante homicidio.
Dado el tiempo que pasó, y el remordimiento que le causaba a Guorry
quiso dar a conocer los hechos y pagar su falta.
Una vez habían retornado a su país de origen, y ya establecidos en
la Europa central, que es la zona de donde la familia al completo procedía. Se deshizo
el compromiso entre Guorry y Berry, distanciándose para siempre.
Los motivos por los cuales aquel hombre, sereno, cabal y justo asesinó
a su suegra, jamás se esclarecieron. Como si no hubiese sucedido. Acabando con
aquella mujer madura a espaldas de la propia hija. Que actuaba como si su madre
estuviera viva, no queriendo ver la presión sexual, que su mamá le ofrecía a su
esposo, cuando ella se encontraba alejada del marido.
Decidió a denunciarse a sí mismo. Por los motivos de remordimientos y de gestión de su tranquilidad personal, aun y en contra de la pérdida de su libertad.
—Así que usted—le preguntó el comisario belga.
—Me dice y asegura que en la noche vieja del año noventa y nueve,
acabó con la vida de Madeleine Steven, y según confirma que era madre de la que
entonces era su esposa, la señora Berry. Esperando la respuesta de aquel hombre,
el policía parecía no creerse la mitad de lo que le estaba confesando el que
pretendía ser acusado. Que estaba decidido a cumplir con la pena que le
otorgara el Tribunal de Justicia del país.
—¿Asesinato dice sin más?
Presionó de nuevo el agente.
—Y que es lo que le llevó a semejante acto. Le recriminó aquel delegado
después de haber escuchado toda su declaración. Que Guorry Patsow había manifestado
con antelación en aquellas dependencias policiales.
—Después de lo averiguado una vez hecha su manifestación y tras
haber recabado en la embajada de Nairobi, la capital de Kenia. No les consta muerte
de nadie en tales fechas. Según detectan tras las averiguaciones realizadas. Nadie
conoce a Madeleine Steven. Porque jamás pisó el suelo keniata.
Sí; les aparece deceso natural, tras una noche de abusos y de copas
sin control de un agregado congoleño. Habiéndose cerrado el óbito como un fallecimiento
natural.
Es más, su propia hija no denunció la muerte de su madre. Por otra
parte, añadió el jurista presente.
—La voluntariedad de un hecho acaecido en otro país, sin que haya
pruebas de lo sucedido y habiendo pasado muchos años de aquella fecha. Queda sobreseído.
—Tranquilo Guorry, no se volvió loco. Todo sería consecuencia del
champán y perdió el mundo en una borrachera. Sin pensar en las consecuencias de
sus actos. Quedándose con esa flema. Sufrida durante los veintiséis años que
han pasado.
El comisario dudando de su relato, volvió a exigir.
—Está usted seguro que la mató, que era ella y que no fuera un
engaño entre Madelaine y Berry.
—Ya no creo nada. Sin duda estoy loco. Porque mi forma de actuar según
me contaron fue brutal. Es más, fue una elucubración paranoica de alguien que
no rige con normalidad. Y yo siempre me he tenido como una persona equilibrada
y cuerda.
—Esa historia venida de un
tipo sereno y criminal, como quiere usted aparentar, no se sostiene.
Guorry ya sereno y sosegado no sabía que alegar o añadir a lo
confesado.
Cuando el policía volvió a detener el inicio de la manifestación mostrándole
dos fotos, que Guorry reconoció al instante.
—Son Madeleine y Berry, algo retocadas por los botos, pero son
ellas.
El comisario sonrió y le dijo con serenidad.
—No son madre e hija. Ni se llaman como le dijeron. Tranquilo amigo
no se violente más con asesinato alguno cometido. Estas dos timadoras están presas
en la penitenciaría de Lausana, por el mismo engaño al que le sometieron a
usted. Con el agravante que esta vez se les fue la mano y cometieron un grave delito
contra Brian Swanson, aquel amigo cercano con el que en su día tuvieron una
historia sexual.
Se las conoce como las “Desabrigadas”. Purgan condena de
diez años.
Autor Emilio Moreno
fecha 23 julio 2025