domingo, 21 de septiembre de 2025

La Magistrada ensayista.

 










—En pie. Preside este juicio la magistrada Doña Clara Deverd Justin. En el caso del asesinato de Rosendina Carmona. Pronunció el auxiliar de la sala mientras entraba la jueza y ocupaba su sillón de presidencia.

Los asistentes en aquel salón de instrucciones se pusieron en pie. En silencio mientras tomaba posesión de su butaca la magistrada.

Tocada con su toga roja mientras el auxiliar judicial le apartó el sillón y ella tomó acomodo. Ordenando con una voz medio templada y oprimida.

 —Pueden sentarse.

El auditorio presencial sonó con rigor, sin evitar el clásico murmullo, y ocupó sus localidades, de las que se habían erguido momentos antes.

Los componentes de la vista y ayudantes de los letrados, ya estaban activos. Acompañando al grueso de aquella representación judicial.

Un taquígrafo (en la parte inferior de la escalinata), un secretario y un alguacil, todos prestos a las órdenes de su señoría.

Como siempre las partes eran las habituales en un origen procesal. Siendo las que iniciarían la causa legislativa, para quedar resuelta, tras la sentencia de la Magistrada. Después de legislar los conflictos o controversia presentadas, por parte de la Fiscal, y refugiadas en su caso por la defensa

Juristas y procuradores, letrados de la Administración de Justicia, acompañaban a la Enjuiciadora, sin olvidar a peritos y traductores e intérpretes legales. Además de los testigos, que estos estaban prestos pero fuera de la sala.

Era el clásico procedimiento donde intervenían diferentes personas con roles específicos. Definidas con claridad las partes demandante y demandado.

En aquel instante la jueza les anunció, que se aproximaran al estrado los representantes legales de las partes.

Los abogados se arrimaron a la tribuna y convinieron con ella.

La parte defensora. La abogada que representaba al acusado, era Virginia Vidarra Terés. Que actuaría tras la Fiscal, Doña Madrona Cortés y Grasilla.

Perteneciente a la fiscalía y que actuaría como tal. Recayendo este litigio acusatorio, en su persona. Muy refutada y con fama de severa.

Con el noventa por ciento de los casos ganados, los que representaba por oficio, a los que sumaba éxitos. Siendo cada querella una condena.

La misma que presentaba cargos contra Marcelo Botada Sentí. Un asesino reincidente y salvaje con sus víctimas.

Con cargos de asesinato contra Rosendina Carmona. La que fue hasta poco su esposa.

Además de infringir abusos vicarios contra dos de sus hijastras.

La Magistrada principal, una vez había departido con la fiscal y la defensa, indicarles como prefería resolver las inconveniencias y los clásicos avisos demostrativos, las hizo volver a sus respectivos pupitres. Mientras tomaba la palabra para ordenar que entrara el jurado popular. Dando paso al auxiliar judicial para que hiciera entrar en la sala al completo a los escogidos como tribunal. Que se compondría de los diez y ocho miembros, que ya hacían presencia en el acto.

Repartidos equitativamente en nueve mujeres y nueve hombres. Los cuales en su momento pasaron con las garantías legales su aptitud y solvencia, para determinar llegado el instante un veredicto. Todos ellos al entrar giraron la cabeza para conocer al acusado, y observar en la postura que estaba junto a su defensora.

Una vez estaban los protagonistas en aquel recinto se escuchó la voz asíncrona de la magistrada.

Damas y caballeros lo que debo decirles no me tomara mucho tiempo, compórtense, están ante un caso de asesinato. Un homicidio realizado contra la vida de Rosendina, que Dios la tenga en la gloria.

Seguidamente le dio la palabra a la fiscal, para que expusiera los hechos y formulara su petición de condena. Se levantó una mujer, recia y cejijunta, que obedecía al nombre de Madrona Cortés y Grasilla. Dirigiéndose al centro del hemiciclo y comenzando su alegato.

—Quiero que ustedes se pregunten que clase de humano le quita la vida a otro, simplemente porque le satisface. Que clase de salvaje arrebata una vida a la mujer con que comparte sus días y noches.

Cuál es la fiera que viola a dos niñas menores porque le viene en gusto. No existe entre los irracionales. Sólo se da en inquisidores baratos de nuestra sociedad, que creen ser el ombligo de sus víctimas y pueden hacer con ellas lo que les viene en gana.

—Aquí lo dejo, finalizando el fundamento y continuó.  

—Ya verán a lo largo de este proceso, como ocurrieron los hechos y el porqué de este indecente suceso, que nos tiene empleados a todos nosotros para sacar conclusiones y la Magistrada pueda emitir la condena.

Por parte del Ministerio Fiscal, pedimos treinta años por homicidio y diez por abusos vicarios. Dio las gracias y pasó la palabra a la abogada defensora. Volvió a su rincón y en ese instante, doña Virginia Vidarra Terés, alzaba su figura para proceder con su súplica desde el lateral de la ubicación donde estaba aquel jurado popular.

Mirándolos a todos ellos de lado y dando además cara hacia el grueso de las localidades del público, para ser entendida, escuchada y comprendida

—Señores y señoras del jurado. Ustedes saben que en ocasiones, las personas con dificultades matrimoniales y sujetas al engaño. Inmersas en el adulterio de sus propias esposas, cometen actos reprobables no controlados, que son dignos de corrección. Trances incomprensibles perdiendo el oremos y cayendo en una especie de enajenación mental inquisitoria.

Difícil de adivinar. Que es el delito que cometió mi representado. Un hombre vulgar como tantos, que al llegar de sus ocupaciones, encuentra a su pareja con una relación prohibida. Momento en que pierde los estribos y sin querer la estrangula.

Espero que a lo largo de esta vista, quede mitigada y sobre todo consentida, la ingenuidad de mi representado, que cometió el delito cuando estaba poseído por su rabia.

Gracias por su atención. La abogada se miró a la Jueza de la sala y con un gesto y su voz anotó.

—No diré nada más por el momento Señoría.

Aquel encuentro comenzó su desarrollo, y fueron pasando por etapas todas las declaraciones habidas y escuchadas con atención manifiesta, por la enjundia, y la diversidad de pareceres instruidos.

Su Señoría, Doña Clara Deverd Justin, además de intentar cumplir con su obligación e impartir equidad, tomaba buena nota, de lo que se iba planteando en aquella vista, y casi dictaminada, mucho antes del adelanto de las causas. Dilemas y significados que le servían para el argumento de su novela.

La que no sabía cómo concretar y esperaba que la condena que se preveía, le sirviera para concluir aquella incoherencia que estaba cometiendo.

Impensable por lo arriesgado y desleal, demostrando que como escritora tenía poca imaginación y mucho delito corregible y castigable. ¡Como jueza Dios dirá!

Dejó de buscar un final a su invención, pensando en que la propia realidad le daría la salida que necesitaba. Basándose por completo en la complejidad de la historia, que trataba de juzgar. Acción ilegal e inaudita, que de haber sido descubierta por alguno de los letrados de la vista, podría haber tenido serios problemas, por incumplir con lo más sagrado de la Adjudicatura. Lealtad, libertad y justicia. Detalles que la decana carecía.

Así que en el grueso del desarrollo final de la novela, sería según dictaminase y dispusiese los avatares de lo tratado “in situ” por las letradas que le estaban haciendo el trabajo literario. La disposición y trayectoria que tomaba el juicio estaba dentro de las alegaciones normales del ministerio de la defensa y fiscalía. Sin embargo en la aceptación de algunos trances parecía que se tratara de un relato previsto o de un protocolo escrito con anterioridad.

Lo que despistaba y desorientaba a la fiscalía. Por no regirse por una reflexión tradicional.

La Magistrada seguía con sus intereses con lo que anotaba cualquier detalle que pudiera ser significativo para su ficción. Ensayo que una vez concluido, corregido y publicado por la editora de su señoría, iba directamente al Criminal Festival of Bloody stories, que traducido es el Festival Criminal de relatos sangrientos.

Por ello y sin más, el protagonista de la novela de la funcionaria era el acusado de aquella causa. Marcelo Botada Sentí. natural de los Bérchules, municipio de Granada. El que había comenzado su trayectoria criminal desde muy joven.

Pudiendo driblar los delitos cometidos dadas sus facultades innatas para delinquir, contra la propiedad privada, robos atracos y desfalcos.

En lo referente al trato íntimo con sus parejas. Aquellas que llegó a tener, se libraron de él. Despreciándolo por maltratador, menos la última víctima, que pagó los resultados con su vida.

Lo aborrecieron por el trato indecente a que las sometía. Los insultos y golpes propinados a escondidas.

En la actualidad había sido detenido por el atentado y crimen, contra Rosendina Carmona su expareja, y por violación vicaria contra las hijas de la mujer.

La periodista Nuria Ayunes del rotativo El Escándalo, la seguía desde hacía años, porque sabía de la falsedad de esta literata jueza, o jueza literata. Sin dudar una tramposa. Consiguiendo laureles literarios arbitrarios.

Nadie discutía su rigor, aún y sabiendo que no eran relatos de autora. Tan falsas, que se alejaban de la certidumbre y retórica establecida.

Calcos de los juicios que fallaba. Levantando la curiosidad de la cronista Nuria, que lo publicó, y generó resultados.

Dudar de Clara Deverd Justin. La justiciera. Era impensable en el mundo literario, entre sus colegas, aunque no todos tenían exactas opiniones sobre ella y su forma de proceder.

La autora firmaba sus novelas con un seudónimo, que a Nuria, no le pasó por alto. Intentando desviar la atención de su dedicación literaria, sin comprender los motivos.

Cuando Nuria, levantó la trama de Su Señoría, tuvo un accidente casual desnucándose en la puerta de su casa, en condiciones muy poco claras.

La novela se publicó con el título: El violador de la Alpujarra. Fue un fracaso de ventas y en la presentación del Criminal Festival of Bloody stories, no fue seleccionada entre las diez primeras.

Al acusado de dar muerte a su esposa y maltrato a las hijastras, Marcelo Botada Sentí, lo condenaron por dos delitos. A treinta años de prisión por el homicidio de Rosendina Carmona su expareja, y por la violación de las dos menores a doce años de cárcel en la Penitenciaría de su región.

Las investigaciones de la muerte de Nuria Ayunes, quedaron sobreseídas por falta de indicios y pruebas.



Autor: Emilio Moreno.














fecha. 21 de septiembre 2025

viernes, 19 de septiembre de 2025

Valentía no sé, lo siguiente.

 







Sonia había escrito a un concurso de televisión para encontrar pareja. Atiborrada de esperar que el destino le propusiera hombre con el que compartir cama, risas y amparo. ¡Estaba harta de esperar! No había tenido demasiadas oportunidades en su juventud, y el muchacho por el que se desvivía y pirraba, era demasiado timorato y poco decidido.

Mediatizado por sus padres, los cuales le buscaban, lo que entonces se denominaba “<Un buen partido>”. Hijo de un artesano forjador del pueblo, que pertenecía a una estirpe de vanidosos integracionistas.

Tan solo por ganarse mejor la vida que sus convecinos, hacían selección. Discriminando quien eran amigos y los que jamás entrarían en su círculo. Por lo cual el niño tenía prohibido acercarse a ella.

La joven, prometía por belleza y encanto, viviendo otras aventuras con muchachos forasteros que llegaban al pueblo, con los que perdió y encontró gozo.

La decisión de participar en esos eventos públicos de “encuentros” se dio viendo que su tiempo se esfumaba, que las carnes de sus antebrazos, se hacían blandas y ñoñas, colgando pellejos. Sus ojos dejaban de ser preciosos, y sus pechos se aliviaban y descargaban sobre su vientre.

Una mañana viéndolo todo perdido, se decidió a romper con su vergüenza y la mentira de estar conforme siendo una sumisa. Ansiosa de sexo, necesitada de querencias y rabiosa por haber dejado perder las pocas oportunidades que se le presentaron, por aquello de creer que vendrían “otras golondrinas mejores y provistas de riquezas”. ¡Mierda para todo eso! —<pensó y se decidió>. 

Intuía que más pronto que tarde, algún hombre llegaría a enamorarse de ella. Se harían compañía y cruzarían juntos ese lapsus de vejez que a todos llega.

El tiempo se le echaba encima, se había dedicado a perderlo en pijadas y en creer en los milagros, cuando no existen. Ni han existido jamás.

Sin embargo por los síntomas accidentales de la salud de Sonia, comprendía que restaba poco para entrar en la vejez. 

Mientras la seleccionaban y escogían para participar en ese coñazo, en el que conocías gente diferente, se instaló en el centro de la ciudad en uno de esos hoteles que están acondicionados para estacionarse por una temporada.

La guapa y cuarentona Sonia, venía de un poblado del noroeste, con un clima desagradable la mayor parte del año. Cuando se instaló en el Hotel Comodoro, la vida le pareció que era de color claro.

Así que entre la diversión del lugar, los tantos restaurantes que tenía para escoger su menú, la diversidad de opciones, y sobre todo, el que nadie mangoneara en sus paseos, de idas y venidas, porque pasaba desapercibida. Ya que no la conocían. Le pareció definitivamente atractivo.

Los teatros abiertos incluyendo los días laborables, comercios de todo tipo, con variedad de ropa y calzado, peluquerías, cafeterías y rincones para perderse. La imbuían en las películas que veía en el casino de la zona donde nació.

Pensó de pasada, y sin castigarse demasiado, que había perdido la mitad de su paso por la tierra, y quizás no la mitad, el completo de llegar a la felicidad soñada.

Pretendiendo que hasta que llegara esa ilusión, quería probar ese néctar invisible que desconocía. Percibió un aire de nostalgia con olor de naftalina. El que le mostraba su pretérita vivencia y seguramente, de haber salido antes de los márgenes de su zona, hubiese podido encontrar su media manzana. Sin tener ahora en su madurez, que armarse de valor. Sin poseerlo e intentar desterrar los principios anacrónicos que atesoraba. Con sus mil y una vergüenza para llegar al otro punto de su yo. De su mundo a intentar repararlo y con suerte encontrarlo.

Aquella mujer no había pasado demasiadas vicisitudes en casa. Todos los días tuvieron el plato de comida sobre la mesa. Sin extraordinarios pero, lo que se dice <hambre>. No pasó. Era hija del delegado de Correos de aquel pueblo y su madre fue siempre la hija ilegítima de un antiguo gobernador de la región, que siempre la repudió. Su madre, pudo amancebarse con Dionisio que venido de otra ciudad, y estando solo compartieron sus vidas.

La miraban por encima del hombro, como infamándola por su condición de ser hija de madre soltera. Siendo denostada a menudo. Asistiendo a la escuela hasta que cumplió los catorce años, y sus padres la colocaron como operadora en la central de teléfonos de la villa. Sin salir de su Villaldoliendo natal.

En su infancia y en su pueblecito no es que hubiera mucha distracción. Más bien ninguna, pero sí en el colegio contaban con suficientes niños como para tener profesora y poder llenar completamente un aula.

Toda aquella muchachada, crecieron y algunos, pudieron migrar a la ciudad y establecerse para no volver jamás. Otros se quedaron profesando las tradiciones conocidas, sin abandonar su área de confort. Con lo que había mayoría de mujeres solteras desesperadas sin confesarlo y excesivos hombres desquiciados que se embriagaban para paliar aquella sordina de soledad obligada.

De los jóvenes de su quinta, no congenió con ninguno. No porque no le gustara alguno de ellos. Si no porque era hija de una mamá soltera, que se había amancebado con el encargado de la Caja Postal. Sin posesiones, sin terrenos de cultivo y sin ganado que aportar a la dote.

Al morir Dionisio el que siempre hizo de padre, la invitó a que migrara, dándole unos consejos desde su lecho final. Aconsejándole buscara un hombre que la pudiera hacer feliz, y que intentara montar su familia. Vendiera, alquilara o cediera las posesiones de Villaldoliendo y dejara de lado la infancia. El agrio pasado, y si podía. Generase un futuro con garantía, que le valiera para su dicha, sin dejarlo escapar. Que se rodeara de buena gente. Amando a alguien, y haciéndole feliz, sin dudarlo. A pesar de los consejos nefastos escuchados de los que la rodearan.

 

La señorita López de la Loma, llevaba tres semanas empapándose de ciudad, de museos y mercados. De cuánto se le presentaba y podía gestionar. La salud la acompañaba y ya miraba la posibilidad de encontrar un pisito de dimensiones reducidas que estuviera en el centro de la capital para poder instalarse. Ya que si sus deseos iban hacia adelante y encontraba pareja en el show le parecería estupendo. En caso contrario, lo entendería pero jamás volvería de donde procedía. Estaba tan ilusionada, que cada jornada era para Sonia, un descubrir, un dar gracias a Dios, por el abanico de detalles que se le presentaban y pudiera abordar. Aquel día había comido en el Tío Lucas, un antro del barrio viejo. Se cuidaba en sus menús y los saboreaba un tanto triste al tener que compartirlos con su soledad. Después de tomar el café, Salió a la calle y en aquella inesperada y lúgubre esquina pasó. En el tenderete de cacharros de segunda mano, se detuvo. Mirando unas castañuelas muy antiguas que pendían del gancho de una percha. Desde el interior del cuchitril tras del escaparate la estaban observando, sin que ella lo notara. Al girarse tropezó con un espejo ancho y alto que le cubría toda su figura y se detuvo para gustarse. Llevaba escarolado el cabello, y muy mal peinado, sin importarle. Se vio tan guapa, que suspiró. El aire y la brisa lo había trastocado, y entre mecerlo y retocarlo sobre la marcha el moño perdió la compostura, cayéndole un mechón sobre la cara. Sus pestañas aun conservaban el rímel que se puso en la mañana y su cara sonrojada por la tensión adquirida del último café tomado brillaba solemne. Vestía una camisa no muy ajustada con los tres ojales superiores desabotonados que dejaban entrever e imaginar sus senos. Una falda por encima de las rodillas plisada y unos escarpines veraniegos de tirantes planos que le permitían volar por aquel paseo.

La persona que desde el interior la observaba, al notar que se interesaba por unos guantes de lana salió a atenderla y le preguntó.

—Nena. Te gustan esos guantes?

—La verdad, es que sí. Los miraba porque tuve unos iguales que me tejió mi mamá. Y me ha recordado aquellos días. Siguió argumentando, hasta que la interrumpieron.

—A ver si son los mismos, vaticinó la enjuta dependienta.

—Mujer no lo creo. Respondió Sonia, refutando.

—Estos son de adulto y a mí me los trenzó cuando tan solo tenía diez añitos. Muchas gracias por su atención, le dijo Sonia a la señora, despidiéndose muy educada.

Sonia se giró con un soslayo en sus labios hacia la intersección de su derecha, cuando aquella vendedora del chiribitil, la llamó y le dijo.

—No sé cómo te llamas y quizás no viene a cuento, pero permíteme te pregunte. Vas a algún lugar en especial.

—No señora, paseaba. Pretendía disfrutar de las edificaciones del casco antiguo.

—Pues si es así. Hazme caso, y en lugar de torcer a la derecha toma la dirección opuesta. La contraria y camina por la cera zurda. Creo que te espera la suerte que andas buscando. Sonia carcajeó abiertamente, mostrando su dentición y con mucho agrado le devolvió respuesta.

—Bien. Sin problema. Le complaceré, porque algo de eso que usted invoca necesito. Muchas gracias señora, es usted muy amable.

Anduvo tal y como le había indicado aquella abuela, y al llegar a la plaza tomó la acera izquierda, amplia y diáfana, que daban sus esquinas e intersecciones a una gran plaza.

Por ser la hora inicial de la tarde, las callejas no estaban demasiado pobladas de paseantes. Sin embargo, a lo lejos notó una figura que le sorprendió.

De entrada le atrajeron aquellos andares, y la silueta no desconocida. Al cruzarse aquel hombre que a su vez la miraba insistente, caminó diez metros y se detuvo en su marcha. Girándose y quedando quieto, complaciéndose al mirar a Sonia.

Ella, notó en su nuca una fuerza impulsora que a su vez la frenó deteniéndola en un portal. Y no solo se giró para observar al caballero, si no que hasta le sonrió.

Fue un instante de miradas que tropezaban en silencio. Que después volverían a sus mundos y a sus destinos. Sin embargo aquel hombre, se acercó a Sonia y le preguntó.

—Perdona, pero no he querido ser descortés, cuando te he mirado desde la distancia me ha parecido que te conocía, y sigo pensándolo. Por ello me he volteado. ¿Nos conocemos? Preguntó gentil.

—Pues perdona, pero a mí me ha pasado algo parecido. No sé, creo que conocernos, no. Por lo menos no lo sé de buena tinta, pero sí es cierto, que su cara la he visto en algún sitio. ¿No serás artista?

—No, para nada. No lo soy. Aunque deberá perdonar mi reacción humana. Dispense mi injerencia, no he querido molestar. Que le vaya bien señorita.

—Dispensado queda caballero, que tenga buenas tardes. 

Habían pasado dos meses desde que Sonia, había enviado la participación, al En busca de mi media ilusión. Aquella mujer, ya pensaba en otras ideas, y enredada estaba limpiando el apartamento que arrendó cerca de la plaza Nueva. Cuando un mensaje le llegó notificando que había sido seleccionada para el espacio y se presentara en dos días para la grabación del mismo.  Opción que en un principio dudó en aceptar, pero al no haber hecho amistades en su nueva residencia, no lo dudó y pensó que no estaría de más personarse y participar. 

Estaba puntual en los estudios de Talismán, que es donde estaba citada para las pruebas de grabación del concurso. La hicieron esperar en un salón y pronto la colocaron en maquillaje y peluquería. Fue un momentazo, el recibimiento que le hizo la presentadora de aquel buscador de ilusiones, que salía en pantalla, los jueves en la tarde.

Le ofrecieron una copa, que ella declinó para tomar agua mineral a la espera de la persona que debía conocer en breves instantes. Y la acompañara cenando con las cámaras grabando en la próxima hora y media. Cuando la conductora del programa fue a la puerta de acceso a recibir al partenaire de Sonia y ella lo miró, quedó sobrecogida. 

Se trataba del desconocido, el que se cruzó aquella tarde en la avenida, cuando cambió el rumbo, a petición de la vendedora de guantes, la que modificó su trayectoria. Haciéndola pasear por la izquierda.

Recordando su encuentro, sus palabras y sus gestos. Además de su suerte.

El caballero también la reconoció, y su sonrisa delataba el agrado que de momento se instalaba en el set de televisión.

La guía del espacio los presentó, viendo que el filin que se daba era de los que no podía comprenderse. —Sonia, —dijo la locutora—te presento a Silverio.

Se saludaron con un beso en la mejilla y él le dijo al oído

—He tenido suerte, vuelvo a verte y estoy encantado. Ella no pudo responder, dadas las circunstancias.

Los llevaron a su mesa quedando frente a frente, mientras esperaban la carta de la cena, sin dejar de mirarse a los ojos.

—Te llamas Sonia, he escuchado, Verdad.

—Así me llaman. He quedado gratamente sorprendida con usted, ¡perdona! Contigo. Replicó Sonia. Queriendo cerciorarse le preguntó.

— De dónde eres. A que te dedicas, porqué has venido aquí, que buscas.

—Muchas preguntas de golpe. No crees. Vivo en esta ciudad, pero nací en Villaldoliendo, un lugar que ni sabrías situar en el mapa.

Sonia muy lista y antes de descubrirse, quiso ver donde llegaba aquella coincidencia. Provocándole para que hablara y poder sacar partido de sus palabras. Habiendo reconocido perfectamente al hijo del herrero.

Con lo que respondió diciendo para disimular.

—Fíjate. Creo que te equivocas. Conozco esa villa, de mi infancia. Como te has venido a vivir a la gran urbe, siendo aquel pueblito tan lindo.

Uy tan lindo. Ya sabes lo que dicen… Pueblo chiquito; infierno grande. No te imaginas los problemas que tuve. Comenzando por el abismo de mi familia. La estirpe del herrero, desconfiados y separatistas. Me independicé pronto por desavenencias. Se detuvo en seco y le dijo a Sonia, pero eso es “harina de otro costal”. Aquí venimos a conocer gente nueva, y tratar de gustar. Con lo que no voy a marearte.

Sonia le propuso continuara con esa revelación, que le era muy interesante para apreciar la calidad del alma de la persona que relata. Sin duda lo reconoció. Que aquel hombre era el Silverio de su infancia, que también descubría a Sonia.

—Me gustaba una moza y ellos se opusieron, porque era hija de una soltera.

Tampoco sé, si a ella le gustaba. Es algo que pronto sabré. Porque me está escuchando ahora.

—He deambulado por este lugar, tengo un empleo y voy tirando. Las relaciones que he tenido han sido cortas. Es difícil tropezar con alguien que en principio te entienda, te escuche y valore. Es muy espinoso.

Se frenó en seco, viendo que aquel no era un espacio de confesiones, y quiso que Sonia, hablara de lo que buscaba, de sus alegrías y de sus sueños. Hizo una pausa, sabiendo que las cámaras lo estaban registrando todo, pero sin importarle continuó. Aquella confesión le servía de declaración y ella lo disfrutaba.

—Te pareces tanto a una persona que dejé atrás. Y además se llama como tú. El pasado día, cuando tropezamos. Te reconocí. Me dio vergüenza presentarme, por si me rechazabas. Luego viendo que no me dabas crédito supe que era una odisea alucinante. Se detuvo y asintió.

—Ahora, no digas nada. Sé que eres tú. Sigues tan guapa como entonces, y creo que el destino te ha reservado para que tropieces dos veces conmigo.

He de describir mi vida, para compartirla contigo. ¡Claro está… Sí tú me aceptas! Sonia sólo respondió.

—Dios mío, se han cumplido mis plegarias. ¡Gracias!



Fecha. 19 septiembre 2025.












Autor: Emilio Moreno

 


miércoles, 17 de septiembre de 2025

Divorcio en alta mar.

 

La cobardía del amigo Tonet, fue tan inmensa, que llevó a Lucinda su mujer a un crucero por el mediterráneo, para decirle que la dejaba, y que la abandonaba. Que se había liado con Teresa Asunción, madre de una jugadora de futbol del equipo del barrio. Ahora al cabo de los seis años de aquella confesión, Tonet está enfermo, solo y abandonado. Buscando paradero, que según parece no va a ser fácil hallarlo. Sus hijos y su exesposa, no esperaban la reacción que iba a tener aquella mujer que los apartó de su lado. Teresa no quiere hacerse cargo de un afectado por una depresión profunda, y de un trastorno mental agudo que padece, y entre otras cosas, queda reflejado por la pérdida del placer. De interés, de memoria y sobre todo de una agresividad manifiesta.

El que fuera segundo esposo de Teresa Asunción, Cosme, murió a los seis meses de aquel crucero, y del < “Ahí te quedas” > que sufrió por parte de la entonces cónyuge. Dolencia que seguramente llevaba, y sin duda se aceleró desde aquel instante fatal. Provocado por una estrategia femenina.

Acabó sus días solo en el Hospital, preso de una degeneración que se lo llevó por delante. Al encontrarse desvalido y vejado. Fue una despedida rápida, sin lamentos, y sin lloros.

Ella, Teresa Asunción, está como una rosa. Los últimos seis años dilapidó todo el ahorro que guardaban. Disfrutando de lo que le apetecía, a costa de la cartera de su nuevo esposo.

Al enfermar Tonet, la magnánima Teresa, fue a ver a Lucinda. La madre de los hijos del afectado, y exesposa, comentándole muy segura.

—Lucinda, te devuelvo lo que era tuyo. Yo en este estado no puedo continuar, comprenderás, que el mundo es así, y no me invento nada. Por lo que tampoco me siento culpable, que se haya convertido en una carga. No me interesa estar con un desvalido. Lucinda, sin pestañear le devolvió una respuesta contundente, que tampoco hizo mella en su antigua amiga. Al ser una fresca apta para asumir cualquier reflejo.

—Pues mira que te diga. ¡Lo siento! Si te has cansado de él, lo dejas tal y como lo encontraste, o mejor dicho. Dónde comenzó oficialmente vuestra aventura. En el Crucero por el Mediterráneo. Es un buen escenario, junto al mar, para el fin o el comienzo del amor. Vuestro lugar idílico para rupturas… ¿No recuerdas? Donde me deshice de mi alianza de casada, aquella que tiré al mar. Estoy segura que aquella vivencia, aun la tienes presente. Le apuntó Lucinda sin dejar el uso de su palabra añadiendo.

—Ahora es tarde. Además es tu marido y ya sabes aquello …

“Hasta que la muerte nos separe”.  Hacía más de cinco años del recuerdo de lo ocurrido. Todo estaba asumido. Todo. Cuando evocó aquella maltratada mujer el suplicio que le tocó vivir, y de una forma súbita, e inconsciente todo le pasó por su mente…

 


Estaba casado desde hacía treinta y nueve años, con Lucinda. Habían criado a tres hijos. Todos colocados bastante bien. Lorena, que es la mayor ya está casada con dos criaturas.

El mediano René, se alistó en el ejército y ahora está destinado en Bosnia.

Yago, el último que les nació, dedica su vida en el mundo de la farándula. Tonet, el padre se había dedicado toda la vida laboral a controlar el horario de los trenes. Estaba empleado en la Red de Cercanías desde que dejó la escuela, manteniéndose en aquella empresa estatal hasta que lo jubilaron.

Un buen día le entraron ganas de vivir todo aquello a lo que jamás se pudo dedicar. Su mujer Lucinda, lo había dejado todo por la familia. Y ese todo, era ni más ni menos, que criar a los hijos. Labores caseras y siempre dedicada a su marido.

No era una mujer muy presumida, pero cuidaba su aspecto. Era una hembra delgada, y escasa de estatura, inteligente y con una cabeza bien amueblada, siendo por ello esclava de sus obligaciones. Considerada, sensible y nada ostentosa. Había sacado con buena nota las oposiciones para funcionaria del estado y tenía pausado el empleo, con una excedencia. Dedicaba algún tiempo a una ONG, y con ella disfrutaba.

Lucinda detectaba desde hacía unos meses que Tonet, mutaba con frecuencia de tendencia. Cosa rara en su actitud de siempre, por lo que le vigilaba por si se descentraba del eje.

Tonet desde que lo nombraron director, y tomó el poder del equipo deportivo, comenzó a una conversión increíble, presumiendo de la edad de sesenta y cinco años. Parecía querer reiniciarse de sus propios comienzos. Estaba poco gastado, con nada ni con nadie y falto de aventuras.

Tanto fue el ardor, que llegadas las elecciones lo nombraron presidente. Don Amancio Tonet Pezuelo, fue escogido de entre la terna presentada en aquella convocatoria. Siendo extraordinaria la afluencia de socios que acudieron a las urnas, depositando el voto en favor de aquel compromisario tan en la sombra.

Las madres de las jugadoras del equipo estaban encantadas con Tonet, por su presencia su pulcritud, su altura, y esa melena rubia que le acompañaba junto a esa mirada cautivadora, que dedicaba a los escotes de las señoras. Detalles que no pasaban desapercibidos. Sobre todo en la madre de la suplente Trikiña. Teresa Asunción, más conocida por Doña “Dromingas”, por el tamaño de sus senos. Con un escote abierto y desatado con un mínimo sujetador. 

En la terna con Amancio se habían presentado tres caballeros y dos señoras. Los que gobernarían el futuro del equipo, Meridiano Femenino balompié

Juan era el tesorero, ocupado con las finanzas. Los devengos, los pagos y las deudas, un administrador de garantía para aquella labor.

José Manuel Gómez Tercio, más conocido por Pegote, que se ocuparía de las labores sociales, y fichajes posibles. Delegado de la cantera del grupo y máximo responsable del mismo.

Ricardo Cardoso Relé, el famoso Cardo. Llevaría el encargo de los viajes y alojamientos. Reservas, fechas y hoteles, restaurantes, contratación de autocares, y casi cerrando aquella junta ejecutiva la graciosa Jesulina.

María Jesús Muñoz, masajista del equipo.

Tan solo quedaba Teresa Asunción, la “Dromingas”, que fue nombrada como la utillera del equipo. Compra del material deportivo, y vicepresidenta de la agrupación, que militaba en categoría nacional con lo que los viajes y desplazamientos eran frecuentes.

Cada quince días el grueso de la expedición viajaba por la península para enfrentarse con entidades que militaba en el mismo escalafón. Los componentes de la junta de Meridiano, no estaban obligados a viajar con las jugadoras del club, pero si era de recibo hacerlo con frecuencia.

El amigo Juan Mogollón, se podía librar por no ser preciso estuviera, dada su ocupación administrativa. Su tarea le eximía. Ocurría igual con José Manuel más conocido por Pegote, que en ocasiones viajaba para otear a jugadoras y en caso necesario fichar para aquel conjunto deportivo.

Jesulina acompañaba siempre al grupo. Era la masajista, la enfermera, la confesora de las niñas y la que atendía en el propio verde a las lesionadas.

La misma obligación que la de “Dromingas”, utillera de componentes. Encargada de los pertrechos de cada meneo. Disposición en los vestuarios de botas, ropajes, cambio de toallas y demás menesteres del cuadro femenino. Teresa Asunción, madre de la defensa central, Trinidad Kielén Torciña que aun estando de suplente, es la jugadora fuerte y bastión del equipo. Capitana de todas ellas y que normalmente la entrenadora Fuencisla Golobardes de la Mina, la usaba en los segundos tiempos por su poder persuasivo y por la furia que impregnaba en sus compañeras. Es hija adoptiva de Teresa, ya que la defensora central de la escuadra, fue dada en adopción a la Dromingas y a su primer esposo. Había nacido en Kuala Lumpur y tenía su piel tostada como el café.

El equipo estaba en la mitad de la tabla de clasificación, con lo que debía hacer un esfuerzo para escalar peldaños, y situarse entre los punteros para poder tener opciones de jugar en Europa cuanto antes. Habían ascendido hacía dos años a la división de honor, sin que nadie apostara por ellas. Era una entidad de un barrio marginal de la gran ciudad, y ninguno de sus consejeros y directivos eran profesionales. Con lo que se habían transformado de sopetón en la alegría del distrito. Demostrando que no es una ciencia infusa el dirigir a un grupo de mujeres, en un mundo de hombres, que dando patadas a un balón hicieran tan felices a tantos vecinos.

Hacía un tiempo que Teresa le hacía ojitos al conocido Tonet. Habían cenado juntos cada fin de semana. Con insinuaciones recibidas de parte de la “Dromingas”. Después solían dar un paseo y cada <mochuelo a su olivo>. Así durante meses. Sus charlas no pasaban de alguna frase picante y de la narración de sus aburridas vidas. Venía pasando esta circunstancia desde el comienzo de la liga. Con las ilusiones de cada cual que alucinaban tocando en sus charlas privadas temas candentes sin llegar a más.

Amancio Tonet viajaba con el equipo sin su esposa, aunque se le consideraba un caballero. Casado con hijos y nietos que sabía muy bien hasta donde podía defender su privacidad y la de los suyos. Sin embargo Teresa era una mujer separada de su primer esposo y en la actualidad su segundo matrimonio estaba pasando por malos momentos, con lo que se había encaprichado de la melena y personalidad de Tonet.  Dado que los ojos del pavo, siempre iban a parar entre la canalilla de su escote. El que cada vez estaba más holgado y al descuido con cuidado mostraba sus pezones.

Lucinda la esposa de Tonet confiaba en su marido. El amor que tenía por ella y por sus hijos le hacían incapaz de cometer adulterio. Por ello la cónyuge se quedaba en su domicilio, atendiendo la casa y preocupada por la Orden Numantina Generosa, que es la ONG que representaba. Sin embargo advertía que algo se cocía en sus espaldas que no llegaba a descubrir.

Teresa Asunción lo tenía todo más claro y si de ella dependiera, y se diera la opción de salir beneficiada, dejaba plantado a Cosme Morillas su marido, que ya comenzaba a peinarse las incipientes astas. Asumiendo que el amor si llega… —<pensaba la Dromingas>. —No hay que dejarlo escapar. Siendo de la opinión de aquella máxima de. —<La oportunidad, la pintan calva>. Con lo que si lograba engatusar a Tonet, se liaba la manta a la cabeza y tiraba hacia delante.

El tiempo corría y el trato de Amancio con Lucinda, se distanciaba, y se habían dado algunos reproches entre ellos, que no le hacían bien a la cordialidad y respeto del matrimonio. Tonet, se fijaba más en su esposa, por aquello de las comparaciones pero dejando caer algunos comentarios, no venidos al caso, con afeamientos de crítica en cuanto a su presencia. Su modo de vestir y el poco maquillaje que solía utilizar. Dando queja de lo que siempre había soportado de buen grado, y con la norma y la presunción que su mujer destilaba. Lo sacaba a colación como queja, y lo usaba como desdén, y punzante arma arrojadiza, para ofenderla de un modo soterrado. Lucinda veía muy claro lo que estaba ocurriendo en Amancio. Ya no eran detalles. Eran acciones que podía llegar a imaginar, pero que se resistía a comprender, rogando que el tiempo pusiera las cosas en su sitio y sonara la música que el matrimonio siempre llevó. Por lo que ella, sin atenerse a nadie, inició los permisos para recuperar su plaza de funcionaria, que la tenía adormecida con la excedencia que solicitó. 

Un buen día se había preparado un viaje para jugar un amistoso en Italia. Se celebraba el homenaje de Pamela Banquina, una de las pioneras del calcio genovés, y para el partido de distinción tocaron al equipo Meridiano Femenino Balompié, por ser uno de los punteros en la tabla de la preferente nacional.

La alegría era inmensa en aquella asociación, por lo que iban a Génova toda la junta acompañados de sus parejas y acompañantes. Las jugadoras con sus maridos y novios y algún que otro empleado del Club. Hacia Italia, con todas las del equipo.

Sacaron pasaje en uno de los cruceros de MSC, por la ruta caliente del Mediterráneo. Regalo inesperado para muchos de los componentes de aquel grupo futbolero.

La peña corría con todos los gastos ya que aquella invitación sufragaba todo el derroche que quisieran gastar los equipos invitados. La cena fue fabulosa, con música de violines. El comodoro y capitán, invitaron a su mesa al presidente y a su esposa, que lo disfrutaron como el que más. Dando paso a la danza en aquel navío que dejaba traspasar la bonhomía de la noche.

Bailando en la cubierta del maravilloso buque, tras la opípara cena ofrecida en los grandes comedores de la lujosa embarcación. Tonet le dijo a Lucinda.

—He de comunicarte algo que tengo en mente desde hace semanas. Refirió Tonet a su esposa.

—Espera a ver si lo adivino. Replicó Lucinda, con una media sonrisa. Ahora que veo desde tus espaldas, la discusión que tiene Teresa con Cosme, puede ser que esté relacionado.

—Que quieres decir, que está relacionado Cosme y Teresa con lo que voy a decirte. Preguntó Tonet

—Lo que me vas a comunicar es que me dejas. Que me has traído a este viaje, con la excusa de que fuera más fácil tu confesión. Te han adelantado. Teresa en el tocador me ha preguntado si me habías dado la noticia. Siguió aduciendo al que dejaba de ser su esposo, en ese instante, y en ese paraíso idílico.

—He considerado que la única noticia, que tienes que comunicarme tu a mí y ella a Cosme es que os habéis liado. Sin más, y nosotros sobramos. Lo único en lo que debes pensar es en el momento que llegará, en que la guapa Teresa Asunción se canse de ti, y pueda darte la noticia en un paraíso como este. Se acercó Lucinda a la baranda del grandioso crucero y lanzó su anillo de casada por la borda.



Emilio Moreno











17 de Septiembre, 2025

domingo, 14 de septiembre de 2025

Transportistas de cadáveres.

El control de carreteras se había dispues


to en el kilómetro 773, de la nacional N-420, calzada de unos ochocientos kilómetros, que prácticamente atraviesa la península ibérica y une las ciudades de Córdoba con Tarragona, pasando por Cuenca. Conectando el viaje, una vez en Cataluña, con un nuevo itinerario. Con el disimulo necesario, siendo otros arrieros los acarreadores, hasta llegar a la frontera francesa.

Era la ruta establecida y la preferida por aquella trama de delincuentes.

Al cruzar media España, y recoger en todos los puntos marcados, ciudades o pueblos, la esencia de la exportación, sin levantar la mínima sospecha.

El itinerario usado en los últimos tres años, era el más idóneo para la mafia ilegal que trabajaba a las órdenes de los gánsteres instalados con disimulo en Belgrado. Que era el punto de procedencia de las órdenes a cumplir y recepción formal de lo que llegaba.

Maniobra e intercambio hecho con aquella diplomacia profesional que usan los forajidos. Posterior a la recepción, hechas las modificaciones diplomáticas para evitar imponderables, todo quedaba dispuesto para proseguir con nuevo destino incierto. Decidido por los jerarcas de las varias empresas clandestinas que pululan sin respetar las leyes, en países de Asia. Zona de la central de operaciones y adaptación del producto para volver a ser comercializado en otros lugares.

Hasta que se rompió la cadena ejecutoria por unos intereses penitenciarios, de uno de los arrepentidos del consorcio, que con la medida tomada de aquella delación, rebajaría la condena. Al haber llegado a un acuerdo con la Fiscalía, en el inminente juicio que se celebraría en Madrid, en dos meses y medio.

Todo estaba dispuesto aquel domingo, y con la inmediatez oportuna, ya que hasta el último instante, las carreteras nacionales permanecieron abiertas libremente al tráfico, sin interrupciones policiales, hasta que la luz verde de la operación se encendió.

Se había montado un registro vial en Calaceite, a cargo de la Guardia Civil. En el punto exacto de esa calzada. En la intersección del cruce de la mencionada vía estatal con la comarcal aragonesa. A-1413, que conecta con la población de Cretas.

Punto concreto de parada obligada por los agentes de la Fiscalía Nacional, a según que vehículos, para la comprobación y revisión de mercancías transportadas por camiones, furgonetas y automóviles, en aquella fecha señalada del domingo siete de septiembre.

El cribaje y escrutinio situado en aquel paraje del trayecto, era debido a un chivatazo dado por alguien interesado. Posiblemente cómplice arrepentido del correo prohibido de componentes clandestinos e ilícitos.

Sin saber aún cual era el vehículo que acarreaba el cuerpo del quebranto, ni la clase del material escondido. Debido a la amplia gama y diversa variedad trasladada en el comercio ilegal que se perseguía.

 

Eran las cuatro de la tarde, de aquel domingo. Cuando los agentes de tráfico de la comandancia de Alcañiz, recibieron la alerta de aproximación de los sospechosos. En la esquina de aquella bifurcación el jefe del operativo recibió vía interna, una orden de máxima prioridad, exigiendo precaución en la detención del par de camiones ya identificados desde hacía unos kilómetros.

Vigilados muy discretamente, desde el origen de partida, con paradas para carga en Puerto Llano, Ciudad Real y Daimiel, hasta llegar al área de Alcázar de San Juan, en el que recogieron bultos y ya no se detuvieron hasta Cuenca. Donde también acumularon equipaje. Bultos y demás enseres que esperaban dentro de unos hangares inmensos con un cargamento frágil, que hacía antesala desde hacía horas. Dotación que ensamblaron en el interior de los contenedores iniciales. Todos ellos fletados por aquellos proveedores anónimos desde Montoro en la provincia de Córdoba.

Hasta llegar al punto que esperaba aquella inspección. En la intersección de la Nacional N-420 y la comarcal, hacia la villa de Cretas.

Allí debían ser inspeccionados con hondura los camiones que se acercaban, en aquel punto establecido de la calzada. Preparada por los servicios de la Jefatura de Tráfico. Que establecieron un punto físico de investigación con dotación de agentes de la Benemérita. Los que con antelación dispusieron la parafernalia de precaución para evitar fugas. Ganchos de artificio puntiagudos de metal, aserrados y dentados para destruir neumáticos y las clásicas vallas metálicas y conos alrededor del perímetro de la calzada.

De momento recogidos sin desplegar, hasta llegado el instante de dar el Stop. Dispuestos por si hubiera intento de fuga. Añadiendo como no, la presencia de los varios agentes debidamente armados, esperando cualquier imponderable.

A lo lejos, no a menos de cien metros, los agentes dieron el alto al primero de los dos camiones de gran tonelaje. Por el margen derecho de la vía al Volvo negro, y al segundo convoy, el más claro fabricado por Scania, fue avisado desde la misma distancia desde la parte opuesta, la izquierda de aquella calzada, para que ambos se dieran por avisados y redujeran la velocidad.

 

Ambos eran coches articulados, con una masa máxima autorizada de doce toneladas. El ruido de frenado se hizo sonoro en aquel asfalto, y la marca de los neumáticos en el suelo se fijó como la tinta al trapo.

El resto de agentes que disimulados esperaban en el arcén, se acercaron a la altura de los dos convoyes, unos por la derecha y otros a la izquierda.

El que circulaba delante. El primero que detuvieron era un Volvo, de categoría N3, y el segundo, el que hacía las veces de seguidor, circulaba unos doscientos metros más atrás. También detenido.

Siendo este articulado en color blanco y de la marca Scania. Exactamente de la misma gama y condición.

El sargento se acercó a la cabina del conductor y lo invitó a que descendiera del vehículo, con suavidad, pero mostrando el cañón de su fusil desde la ventanilla. 

—Buenas tardes. Por favor detenga el motor y baje del camión con los documentos del seguro, y de las materias que transporta, que vamos a comprobar la legalidad de lo emplazado, en las condiciones que va ordenado y si mantiene la temperatura aconsejada.

El chófer, un europeo con idioma español suficiente. De complexión pesada, preguntó extrañado.

—Que es lo que pasa agente. No hemos infringido la velocidad, compruebe mi tacógrafo y verá que digo la verdad.

—Lo sé, que llevas velocidad controlada desde que saliste de Montoro, pero buscamos otras cosillas. Replicó el sargento, invitándolo a descender.

—Tenga usted la bondad de bajar y mostrarme los documentos del transporte que acarrea, y abra el compartimento de carga que hemos de verificar ciertos detalles.

—A qué se debe este atropello. Podría informarme, llevo el tiempo justo para llegar a la frontera. Pretendo conservar la mercancía, que es perecedera y si usted me lo permite, debería llegar a destino antes de cinco horas.

—Sí … ¡Está claro…!  comunicó el guardia. Haciendo un gesto de …date prisa, que vienen curvas.

—Te permito los comentarios. ¡cómo no! …Lo entiendo casi todo, pero baja y haz lo que te he ordenado.

Al conductor del Scania, lo tenían ya a la altura del sargento, con los documentos de la carga y todos los acreditativos de los permisos y seguros. Aquellos muleros estaban juntos, y los dos eran nacidos en la misma zona europea.

—A ver, iremos por partes. Dijo el sargento. Dirigiéndose al conductor del primer vehículo. Mientras sus ayudantes ya buscaban por línea interna los posibles delitos de Florín y Alexandru. Recaderos de las existencias habidas en el cargamento.

—Que es lo que lleváis en la carga. Indagó el suboficial.

Alexandru el piloto del segundo vehículo, el menos forzudo apostó gracioso disimulando, mientras Florín se lo miraba aterrorizado con cara de pocos amigos.

—Llevamos carne de cerdo y cajas con vinos tintos de origen de la Mancha, aceitunas y botellas de aceite de las almazaras y molinos de Jaén y Córdoba. Nada más. Va todo indicado en los protocolos de embarque. Pueden verlo pero, si es posible, eviten por favor la demora. El tiempo es vital para que llegue en condiciones y esta detención, nos complica el tiempo de la entrega.

La carne ha de llegar en un tiempo marcado. Si nos excedemos y hay retraso perdemos el embarque, se pudre la chicha y no cobramos.

—¡Anda, que pena! ¡Y dices que no os comprobemos la carga! ... Y me lo pides tan serio. Comentó jocoso y en tono de, “átate los machos”. Aquel agente con galones de suboficial siguió el protocolo al pie de la letra. Prosiguiendo con su relato y mirándolo a los ojos.

— ¡No me digas!... Quizás lleváis prisa. ¡No lo creo!... Verdad Don Florín. Veo que vas entendiendo este chocho. Sonrió por la impronta de los dos porteadores y preguntó, al primero que tenía más cerca.

¡A ver, muchacho! … ¡Que me estás pidiendo…!, …Que haga la vista gorda y os deje marchar sin más. ¡Sabes que eso es imposible! Estad tranquilos y facilitarnos la comprobación. Comprended qué os hemos detenido por alguna causa. Y aunque queráis disimular, estoy seguro que sabéis que mercancía lleváis en el furgón.

Apresuraos y ¡Abrir las compuertas inmediatamente!

Aquellos transportistas, se vieron atados de pies y de manos y sabían que no los libraba del registro ni el “Huracán Sandrina”

 

La primera imagen que se divisaba y se percibía por el sentido del olfato, al abrir las compuertas traseras del container, que portaban aquellos camiones articulados, fue un olor fétido a muerte.

Combinado con el aroma de unas verduras que se mantenían gracias a la baja temperatura de aquel recinto metálico.

Entre frutas apiladas en cajas de plástico, sobresalían las melenas y las miradas de terror de las muchachas que iban disimuladas en el compartimento, mezcladas y semi arrodilladas, entre los enganches de la cabeza y el tronco de los cerdos ya sacrificados. Que pendían de unos ganchos desde el techo del compartimento metálico. Aguantando aquellas jóvenes la fetidez de los gorrinos sacrificados. Otros, lechones vivos, metidos en sus jaulas de arrastre y mezclados con las chiquillas marroquíes, y las mocitas andaluzas que trataban de sacar del país de forma ilegal y camufladas. Con destino a la prostitución y a los servicios que ofrecen las meretrices.

Una vez realizada la gestión con el éxito esperado, los gendarmes dieron parte por radio frecuencia a sus superiores y comenzaron por atender a las muchachas esclavizadas, hallando a dos de ellas sin vida. Con lo que detuvieron al par de camioneros que juraban no saber cual era la carga que arrastraban. 

Comunicando que ellos tenían la tarea de cruzar la frontera por La Junquera, llegando a Perpiñán y proseguir por carretera atravesando sin detenerse en la ciudad de Narbona. Hasta llegar a Bézier.

Buscar un área de servicio de esa población francesa que está ubicada en la proximidad de la autopista A9.

La conocida y afamada Truck Etape, que es el área de servicios para camiones esencial de la zona.

Esperar la llegada de la oscuridad de la noche. Descolgar los contenedores del camión de arrastre, y sin más engancharlos y acoplarlos a otros vehículos de tracción articulada, conducidos por otros transportistas que esperaban, para seguir camino hacia quien sabe dónde.

 

Al cabo de unos días en los periódicos nacionales, salía a toda página una noticia escandalosa. El mundo no comprendió ni celebró.

Sin saber a santo de qué, ni entender el motivo de la exención de condena a un exbanquero, que estaba a punto de celebrar un juicio muy sonado. Acusado de indicios de malversación de fondos, tráfico de influencias y obviando la razón mollar, por motivos políticos.





Emilio Moreno, 
autor: fecha 14 de Septiembre 2025