—No
te bañes ahora amigo Brian, le propuso una sugestiva apariencia hecha ninfa de
mar, lo que se conoce como el ente acuático denominado “Sirena”.
La que se había posado
junto a él sobre la arena de aquella larga playa de sílices albas. De modo
virtual, permitiendo se le viera poco y escuchara con claridad.
Mientras aquel irritado
inculpado, se despojaba del traje azul marino. La ropa que habitualmente vestía
a diario, la que iba guardando sin doblar dentro de una bolsa de desecho muy gastada,
sin detalles, sin descripciones, sin nombres ni direcciones que tenía previsto
depositar junto a su teléfono móvil, dentro del contenedor de basuras de aquel litoral.
Desde donde pudieran recogerlas
al cabo de unos días, los servicios de limpieza y a la vez pasar sin el control
debido aquella desaparición que preveía se produjera al suicidarse.
Pretendiendo quedara como
una noticia simple. La de un ahogamiento habitual.
Instante en el que aquel
ser imaginario y marino prosiguió dándole razones detalladas para conseguir que
desistiera de su propósito.
Dirigiéndole la palabra súbitamente.
—También vas a esconder
tu muerte, como si fuera un ¿accidente? No te confundas, te han utilizado y lo
has permitido. No les sigas el juego. La sirena, esperó la respuesta aireada de
Brian, que no tardó en reaccionar.
—Quien
eres. ¿Por qué me has perseguido sin esconderte…? En cuanto he llegado a la costa noté que me
acosabas.
—Llámame, Celeste de la
Orilla, Orla Marina, Sirena Femenina. Como quieras. Aunque te será más fácil citarme
como Celeste. Así me daré por aludida y te atenderé con todo mi afecto, y no
entorpecerá tu descabellado veredicto.
Aquella irradiación oceánica,
después de contestar al asustado y febril Brian, siguió dando información
precisa de lo que le podía ocurrir, si se adentraba en el mar.
Que por lo menos supiera,
antes de perder la vida, que lo hacía por no tener la suficiente valentía para
afrontar lo sucedido.
Yéndose de este mundo sin conocer todos los entresijos de la trampa que le habían preparado los llamados colegas profesionales y amigos del alma, para que acarreara con todos los sinsabores de una corrupción desmedida.
—Creo que no es el
momento, de quitarte la vida. —pronosticó Celeste, de forma contundente y
prosiguió sin censura.
—Has premeditado en que
posición te deja tu ¿mal considerada decisión? Acabó la locución y aquel matiz
iluminado, quedó mudo con su pronóstico y dejó que Brian se la mirara para que
le tomara confianza y permitir seguir con los consejos.
—Todos saben; porque lo
has demostrado, que eres un tipo cobarde y miedoso, pero también reconocerán
llegado el momento—se detuvo reafirmando y haciendo un inciso. —¡Que llegará en
cuanto estéis frente al juez…! que eres completamente ajeno, al delito que han
cometido tus colegas. No eres tú el que debes pagar con la cárcel. Aquella luz
deslumbrante siguió aduciendo.
—Han falseado y modificado
asientos contables, hinchando gastos falsos e irreales en la teneduría y contabilidad.
Pagando regalías y mordidas a intermediarios. En los que te reflejan a ti como
único responsable. Siguió con la retahíla de informaciones y añadió.
—Vas a ser tú; el más
culpable de todos y el protagonista invitado, de un falso delito que quieren
achacarte. Culpas que van cargando sobre tus espaldas y dejarte con el culo al
aire. Sin más, con la falsa conducta de todos ellos, intacta y por eso te
quitas la vida. Tirándote al mar….
Dejándoles vía libre en
su delito. Consiguiendo que ellos queden como ejemplo frente al Consejo de Administración,
con la Sociedad y con la Justicia.
Aquella presencia de la orilla, se frenó en su exposición y formuló otra duda.
—Has recapacitado suficiente. Ya no musitó ni siquiera con un gesto.
Sonidos que hicieron
temblar a Brian, ya completamente desnudo y decidido a llegar a la orilla de la
playa.
El recorrido que tenía
hasta mojarse con las olas era mínimo, sin embargo, deambulaba con calma, y sin
la decisión tan clara, después del aviso que Celeste de la Orilla, le había
proporcionado.
—No sigas. Desiste de
pretender siempre ser un desgraciado. Esa decisión qué has tomado no es para
nada la más justa. Ni para ti, ni para todos los tipos honrados de la empresa.
A la que con ese fin que
pretendes llevar a cabo. Los dejas en banca rota. Haciendo poderosos a los
defraudadores que han cometido semejante desfalco. ¡Piénsalo!
¡Ten valor por una vez!
Reacciona como un ganador y no te dejes llevar por tus miedos.
—Esperaré un poco. Le
dijo el aturdido Brian, a la aparición Celeste de la Orilla, que le atosigaba
para impedir tomara una medida tan injusta.
—Antes de ahogarme en
esta playa, —comentó el asustado suicida— pensaré en lo que me has dicho, sobre
mi cobardía y mi falta de personalidad, y en lo poco que me valoro, por el
miedo que siempre llevo.
Creerás que te engaño, y
quizás ni me entenderás. Y aunque no sé ni quién eres, igual me has salvado la
vida.
Le anunció Brian agradecido a Celeste y sin cortarse un pelo siguió.
—Me he quedado pensativo
sin haberlo valorado. De verdad, no sé ni cómo lo había dado por normal, siendo
causas revisables. Detalles que no había tenido en cuenta y los he de evaluar.
Acabó el mensaje que decretaba
como respuesta a la Alucinación Celeste.
—Eso es lo que procede,
le encomendó la aparición de la Orilla en pro de ayudarlo, invitándole a que
resumiera su historia.
—Comienza desde el
principio. Analiza el punto de partida de todo. El motivo, las causas, las
ventajas y prohibiciones. El indicio de cuanto sucedió y su instante. La primicia
del engaño. Sin olvidar que tu propia mujer, aunque la defiendas. Está cometiendo
adulterio, con tu anuencia.
Te está vendiendo por su
interés y porque jamás te quiso. Tan solo buscaba la posición, el dinero y el
prestigio. Pretendía conseguir dejarte sin nada. En bancarrota, y meterte en presidio,
acusado de todo cuanto pueda, para encubrir su traición.
Ahora que sabe a ciencia
cierta, que vas a tirar tu vida por la borda, se frota las manos, y de qué
manera…. Se restriega. ¡Estás ciego!
Brian se frenó en su acercamiento al agua, y se sentó en la arena, desnudo, desvalido y en condiciones de sopesar su trayectoria.
Conocí a Brenda, en
aquella Convención de la industria ferroviaria. Era delegada del Partido
Costumbrista Tradicional, institución encargada del bienestar de los poderosos.
Una abogada sin escrúpulos ni decencia, me dijeron sus colegas. Detalles que no
creí, achacándolo a envidias contraídas por su valía.
Dándolo por falso, sin
detenerme a comprobarlo. También me anunciaron que se lo jugaba todo a cambio
de prestigio y fama. Sin dejar de lado el dinero, pero que de entrada no le
importaba ya que lo uno lleva a lo otro.
Pronto me encandiló y me
hizo creer que se había enamorado de mí. Cosa que me creí sin más, porque toda
mi vida he sido un engreído y un desgraciado. Que me criaron sin principios, y
gracias.
Mis predecesores bastante
tenían con ir acrecentando la fortuna familiar, que eso del cariño a los hijos,
la educación y el decoro, siempre estuvo en manos de terceras personas.
Yo; Brian Arriow, gozaba
de todo lo que ansía un maduro experimentado, menos de mundología, y me dejé
engatusar por el cuerpo desnudo de la abogada, que bien supo preparar una
situación enojosa de celos y adulterio, con la que entonces era mi pareja para
alejarla de mí y que me olvidara.
En aquel tiempo yo
representaba a la dirección general de la empresa, y al permitir que Brenda
fuera otra numeraria más del Consejo de Administración, se hizo con los
detalles financieros hasta el fondo de las consecuencias. Sin que yo
participara en ellos por la confianza que le dispensaba.
Con el contacto de alguno
de los ejecutivos de la empresa urdieron un ambicioso plan de corrupción. Donde
el dinero que les llegaba no pasaba por contabilidad alguna, yendo directamente
a una cuenta en Borneo, a nombre de un patronato inexistente, que regía Brenda
de Pardina.
De la misma traza las mordidas
a los empresarios a cambio de favores políticos y de momios cuantiosos de
dinero se ingresaban en la cuenta de Borneo.
Con la confianza que otorga
ella a los tontos faltos de conducta y cordura sexual, y ayudada por su encanto
erótico. Cuando se bajaba sin problemas la tira de sujeción de los sostenes y
provocar al más pintado, diciéndoles cualquier cochinada, para que la tocaran una
vez tenían sus tetas en la cara. Ya tenía coartada.
Se iba enredando con cada
uno de los funcionarios hasta tenerlos pillados y hacer con ellos lo que le
viniera en gana, para después llegar la noche y venir a buscarme con la
falsedad de ser su amor, y que la hiciera suya.
Incluso llegó al punto de
manipular a mis espaldas citas sensuales que no existieron entre nosotros, con
actrices porno y tipos que se parecían a mí, caracterizándolos para que colara
y poder hacer la película de su conveniencia.
La que usaba en su favor
para romper matrimonios. Hasta que encabronó a mi pareja y me abandonó. Sin
querer saber los motivos que causaban aquel abandono, dejé se escapara aquella mujer
que en verdad me comprendía y que ahora puedo imaginarme los motivos por los
que me repudió.
Así de criminal fue,
siendo la promotora oficial del suicidio que tuvo míster Dominique de Charles, el
gerente de asuntos documentales. Persona contratada por la firma hacía más de
veinte años, para velar por la decencia de los componentes de la misma.
El que amenazó a Brenda una
vez descubrió sus andanzas. Al sacar a relucir los chanchullos que mantenía con
todo el que se le ponía por delante.
De Charles preparó
cansado de tanta maldad una rueda de prensa para airear pruebas de los
escándalos de la citada abogada. Pliegos, fotos y grabaciones que iba a
presentar el ahora difunto, que fueron ocultados por Brenda, donde se le veía
en bolas dejándose tocar, menear y follar, con el propio De Charles. Montaje
falso siempre con testigos sobornados, que pudiesen acusarle de los hechos
referidos.
Sin venir a cuento un
buen día me entero de su accidente. Se quitó la vida despeñándose desde una de
las torres de Manhattan. Un fin de semana que las visitaba acompañado de su
esposa.
Con estas artimañas
Brenda, tenía más callado que una reverenda muda, a cualesquiera de los hombres
o mujeres que se tiraba y de una manera u otra le acariciaban sus nalgas.
Después a placer y con
recochineo se lo montaba para hacerles el chantaje emocional. Coacción a la que
estaba acostumbrada para someter a sus víctimas.
Finalizó su comentario y miró de nuevo al deslumbre que provocaba la presencia invisible de Celeste de la Orilla. Que le comentó tan solo lo preciso.
—Vuelve. Vive, y jamás confíes en quien no merece.
Quedó encaminado para
volver a su despacho, con su propio análisis, certero y directo, sin necesidad
que nadie pudiese inducir a engaño sobre los hechos acaecidos.
Las pruebas las tenía en
su propio despacho. Las mismas que iba a utilizar Brenda, en su contra. Por el
asesinato que estaba a punto de cometer en el mismísimo pupitre donde trabajaba
a diario Brian. Ya que la abogada conocía que él, desesperado estaba en la
playa quitándose la vida.
Con ello, Brenda Pardina.
Una vez diera muerte a Roger Arriow, padre del mismísimo Brian, y el hijo y
dueño del negocio, suicidado el mismo día. Despejaba la ecuación con un solo
movimiento.
Quedaba como presidenta
de todos los accionistas de la empresa. Lo que pretendía y por lo que trabajó
en los últimos dos años.
Brian volvió a recoger la
ropa arrugada que había envuelto en aquella bolsa de deporte, vistiéndose y con
la ayuda de su móvil puso al corriente a los gendarmes, mientras él se
personaba en las dependencias del negocio.
Al cabo de dos semanas,
se sentó Brian con sus pensamientos, y recordó aquella luz, que en un momento
le permitió la llamara Celeste.
La autora, de acceder que
tanto su padre como él, pudieran respirar hasta que la providencia los llamara,
sin necesidad de prisas por dejar este valle.
fecha; 6-8-2025