Aquel farmacéutico trataba de demostrar las ventajas de su descubrimiento en la reunión que asistía y que se celebraba en la Junta de Jefes de negociado de la empresa farmacéutica Curapoco.
La que trataba de patrocinar un nuevo medicamento para remediar ciertas enfermedades poco detectables y que se suelen dar más de lo deseado en la sociedad.
La dolencia está catalogada dentro de los
padecimientos, como invisible, crónica y hereditaria en muchos casos.
El lenitivo Balasorna, hace disminuir en grado sumo, esa congoja crítica. Mitiga el martirio en los afectados y atenúa en sus conductas falsarias.
Se ha probado que si se toman las píldoras bajo precepto
vigilado, se llegan a controlar resultados en los sufridos que la soportan,
dejando de ser tan tenaces, cargantes e imaginarios en sus invenciones.
Alguno de los afectados, que no son tratados con Balasorna, llega a niveles de esquizofrenia, haciéndose individuos sin límite ni sentido positivo de la realidad. Consiguiendo perjudicar a sus familias, amigos, compañeros y conocidos. Distinguiéndoles como gentes detestables.
Las pruebas del medicamento las hacen entre
doscientos voluntarios repartidos por el país, entre los que se encuentra la
señorita África. Una mujer muy lianta y penosa por lo increíble, no por sus
méritos. Si no por sus embustes.
Los responsables del laboratorio la están medicando desde hace un par de años y ahora es cuando necesitan saber y conocer, que es un remedio útil y poco agresivo en la salud de los que padecen esa neura, y además que les quita la necesidad de mentir por costumbre.
En el cenáculo de los allí presentes, profesionales
de botica y de la salud se discutía sobre las reacciones en pro al Balasorna.
Las grageas que le están surtiendo a la señorita África Azul, que así se llama
la desquiciada en potencia que no consiguen curar.
Uno de los encargados del ambulatorio médico que la
trata. El Doctor Donald Forman, les comentaba a sus colegas de modo literal.
—Hace un mes se la llevaron de la mesa de la
terraza del bar Ideal, bareto famoso y popular, que está en la plaza
California, con unos arrestos desmedidos de vaguedades manifiestas, bastante
alarmante.
El Ceo de la farmacéutica, Stanley Mendelgoin, quiso
recabar más en aquella información y preguntó directamente.
—Que significa para ti, arrestos desmedidos. Porque
igual estamos hablando de una embriaguez, que trincó la joven Azul, y en eso si
que no podemos combatir con nuestro fármaco.
—No... ¡para nada! Aunque es otra condición añadida
sin valorar, que acumula la joya de la chica. —siguió argumentando Donald.
—Me refería que se celebraba aquel día en la terraza de la mencionada taberna, el centenario del comienzo de la brema del cultivo de la vid. Junto a los jardines verdes, lindando con la estatua conmemorativa que esculpieron los artistas de la zona, para evocar, como he referido al “Viñedo” y sus derivados. Sabes a lo que me estoy refiriendo… ¿Verdad, amigo Stanley?
Sin mediar palabra hizo instintivo, un mohíno con
sus labios y quiso descifrar el porqué, y el motivo real. Por lo que se
llevaron de la mesa a África y recabó para recibir una respuesta inacabada.
—Entonces, dime por favor. Exigió Stanley a su
colega Donald. Que ocurrió que se llevaron a la chica.
—Pues que le dio un arrebato y comenzó a decir que
el escultor de la estatua, fue sobrino suyo, y porfiaba con ese cuento. Como nadie
le hacía el menor caso, entabló un nuevo dilema. Relató unas historias del todo
inventadas, que añadidas a sus mentiras cotidianas, alertó a los que la
acompañaban y creyendo que le había dado un ataque de apoplejía, llamaron a la
ambulancia y se la llevaron al psiquiátrico.
Finalizó la parrafada Donald Forman quedando el escuchante
Stanley Mendelgoin, sorprendido y adujo.
—Hecho que no comprendo, y para mí se hace
inverosímil. Ya que según el informe que poseo. Se había tomado la medicación
hacía tan solo tres horas, sin que le disolviera aquella pasión de embustera
que la delata.
Aquel accionista del laboratorio siguió preguntando
a los ingenieros médicos de la firma.
—De verdad, señores que podemos comenzar a
publicitar este medicamento con la total seguridad que funciona, o hemos de
esperar un tiempo más y seguir recabando resultados de todos los que están
consumiendo el suavizante de las mentiras.
Otro de los asistentes al certamen, el doctor Jeremy
Grosseto, que en su tiempo trató directamente a África, añadió.
—Analizamos a una enferma posesiva, inculta y
pertinaz. La que en el comienzo de este análisis frecuenté diversas entrevistas
y reuniones desde el consultorio de mis dependencias.
A la que controlaba por ser un caso excepcional y
con la que se podía hacer todas las pruebas farmacológicas, ya que ni se
enteraba y si lo hiciera, ella misma lo negaría por esa costumbre falaz que
posee.
Se escuda y se entretiene con la última historia que
se mete en su cabeza. Detalles tontos y timoratos sobre unos resultados de un
análisis que le han detectado a una hermana suya que vive bastante alejada de
su localidad. La cual tiene un marido que es un hipocondríaco del que no puede
fiarse. Creyendo del todo, que por tener esa enfermedad su hermana, ella se ha
de contagiar y esos detalles le quitan el sueño. Aprensión que aminora con los
cartones de vino barato que según ella, es lo único que le hace olvidar esa
pena tan acuciante.
Esta paciente ha tenido una vida bastante anormal, por lo que llegué a la
conclusión que padecía ciertos síntomas de desequilibrio, que posiblemente
sumado con la medicación a la que la hemos sometido, hayamos creado una especie
de monstruo humano. Sin olvidar las tendencias psicóticas que sufre, y la
aceptación que le da al suicidio como salida primordial, cuando no haya vuelta
atrás en los acontecimientos.
El medicamento Balasorna, de los laboratorios Curapoco, salió al mercado. Siendo
recetado por los clínicos de los dispensarios privados. Prescritos a sus
pacientes más reconocidos. Sabiendo de ante mano y con la certeza del paraíso,
que el que nace embustero, lo será mientras Dios le de vida, y aunque los
farmacéuticos de los grandes laboratorios hayan tratado de mejorar esas
pócimas. Siguen por docenas, repartidos los falaces y patrañeros, engañando sin
menoscabo.
autor: Emilio Moreno
mayo de 2025
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