La mayoría
de los asociados hacían ascos al puesto de mandamás, en aquella corporación tan
desavenida. Sin embargo parte de la totalidad de la tropa que administró antes
el consorcio, y aunque lo disimulaban, querían disponer.
Ser los
destacados prebostes de aquel distrito. Los hacedores de las distracciones de
una barriada que esperaba apego, risas y conveniencias, y recibían tan solo
enredos, críticas, mal avenimiento y denostaba por lo general al que se ponía
por delante con intenciones de creatividad.
Muy lejos
de atraer con educación y honradez al cúmulo de personas que se reunían en aquellos
locales.
Lo que
perseguían es la presidencia del ateneo, a costa de desbancar a la actual directiva,
costase lo que costase. Sin miramientos ni bagatelas. Por lo que cada vez los
improperios, insultos y descalificaciones eran más acuciantes.
Siempre promulgados
a espaldas del criticado, para después hacer cara de bueno y exponer con
indecencia, lo contrario.
— “Quien
lo habrá dicho.” —Se escuchaba entre los pasillos, cuando eran ellos mismos
los promotores.
Manifestaciones
hechas siempre a espaldas de Jesús, el gerente actual, ya que en su presencia
no se atrevían. Todo lo contrario. Le hacían el papelazo y la rosquilla como
cínicos indecentes, hasta que se giraba y de nuevo lo ponían como un trapo
sucio.
La última
desunión venía dada por las diferencias de Franco y Doroteo, dos componentes
destacados hasta entonces del círculo de la llamada Felicidad. Dos colegas
identitarios de aquella colectividad, que por celos rabiosos, envidias y
negativismo, se llevaban a matar y en cuanto tenían oportunidad se insultaban con
inquina. Tratando de convencer a parte de los socios y predisponerlos en su
favor.
Tan gordas
se hicieron aquellas disputas que tuvo que intervenir seriamente entre ambos, el
delegado del barrio. Después de una afrenta suscitada una tarde, en la propia
sala principal de celebraciones. Ante la mayor parte del asociado que atónito
veía semejante disputa, sin llegar a creérselo.
Aquel consorcio
de entidades sociales de la villa se resquebrajaba y el subalterno social, tuvo
que poner fin a las desavenencias y de forma salomónica actuó. Poniendo de
patitas en la calle a todos los que estaban implicados en aquel espectáculo tan
grosero. Dado que el señor Jesús se negaba a deshacer la junta y volver a
celebrar nuevas elecciones.
La guerra
había estallado. Se formaron dos batallones, dos tendencias, dos grupos de
socios y mucha desilusión. Cada cual barría para su casa, y ninguno explicaba
ni daba las reales razones por lo que se había llegado aquel punto de no
retorno.
Jesús sabía
que si provocaba nuevos comicios, no salía escogido, perdiendo toda la
conveniencia que le daba estar en aquella silla, y fue aguantando hasta que la
sociedad, rompió con lo que se conoce como normal.
No tardaron
los muchos impresentables de uno y otra tendencia en opinar con manifestaciones
fuera de contexto, como suele pasar incluso en la política. Nadie tenía base de
lo sucedido, más que Franco, el que había levantado todo el ruido y había desmadejado
la practicidad de Doroteo, que hacía una labor digna y feliz con sus discípulos.
Hasta que se cansó y dejó de meterse en camisas de once varas. Participando
en lo que podía, pero sin interesarle para nada las muchas repercusiones que
antaño llevaba.
Franco sabía
de buena tinta que presentarse solo a unas posibles nuevas elecciones, no le
sería factible. No solo se precisa ser atento con los viejitos, colocar el
acomodo en ristre en la sala en cada acontecimiento, cortar entradas en los
espectáculos, y hacerse el simpático. Es necesario tener un suficiente don de
gentes, el saber presentar una ponencia, la responsabilidad civil con
asociados, llevar un mínimo de criterio con los libros de caja, y repartir las
subvenciones como se debe en todos los casos. En eso adolecía.
Así que
preparó un plan decepcionante y poco analizado. Con ayuda externa ya acordada. Sólo
el ínclito Franco, es incapaz. Llevar solo semejante milagro para él es
imposible. Carece de capacidad, aunque se crea que es fenomenal.
Hasta que un
ángel de la guarda, interesado en sacar pecho, que sabía de sus intenciones y
ganas de ser el jefe supremo, lo engañó como a un nenito, y el cándido de
Franco, picó en la urdimbre que le tendieron con su beneplácito.
Pretendiendo
que este convenio pasara disimulado a los votantes afectados y no hiciera
demasiado ruido para que no se les viera el culo.
En primer
lugar se hizo del partido político, por aquello que nadie recordara que no a
mucho fue objeto de una sanción, y por la cual fue expulsado de la junta del
ateneo. Regalos, empanadillas, pasteles, helados y otras menudencias hizo como ofrenda
de afecto y presentes de pura amistad con todos los gerifaltes que le salían al
paso, hasta conseguir aquel ambiente que deseaba.
Se asoció
con Tiburcio, que ya en otrora había colaborado en causas menores sin concierto
y acabaron como el “Rosario de la Aurora”, discutiéndose y calificándose
entre ellos como perros. Hasta que por arte de “birlí biloque”. Nadie puso
freno y se dio una desgracia más en el debe de Franco y otra miseria sumada al
haber de Tiburcio.
Ambos están satisfechos, mientras los dos medran llevándose lo que pueden. El ateneo adolece de divertimento, y de francachela, pero como nadie se queja, pues todo va bien.
¡Aunque de pena!
fecha. 12 junio 2025
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