jueves, 12 de junio de 2025

Aspirante ilusorio.

 

La mayoría de los asociados hacían ascos al puesto de mandamás, en aquella corporación tan desavenida. Sin embargo parte de la totalidad de la tropa que administró antes el consorcio, y aunque lo disimulaban, querían disponer.

Ser los destacados prebostes de aquel distrito. Los hacedores de las distracciones de una barriada que esperaba apego, risas y conveniencias, y recibían tan solo enredos, críticas, mal avenimiento y denostaba por lo general al que se ponía por delante con intenciones de creatividad.

Muy lejos de atraer con educación y honradez al cúmulo de personas que se reunían en aquellos locales.

Lo que perseguían es la presidencia del ateneo, a costa de desbancar a la actual directiva, costase lo que costase. Sin miramientos ni bagatelas. Por lo que cada vez los improperios, insultos y descalificaciones eran más acuciantes.  

Siempre promulgados a espaldas del criticado, para después hacer cara de bueno y exponer con indecencia, lo contrario.

“Quien lo habrá dicho.” —Se escuchaba entre los pasillos, cuando eran ellos mismos los promotores.

Manifestaciones hechas siempre a espaldas de Jesús, el gerente actual, ya que en su presencia no se atrevían. Todo lo contrario. Le hacían el papelazo y la rosquilla como cínicos indecentes, hasta que se giraba y de nuevo lo ponían como un trapo sucio.

La última desunión venía dada por las diferencias de Franco y Doroteo, dos componentes destacados hasta entonces del círculo de la llamada Felicidad. Dos colegas identitarios de aquella colectividad, que por celos rabiosos, envidias y negativismo, se llevaban a matar y en cuanto tenían oportunidad se insultaban con inquina. Tratando de convencer a parte de los socios y predisponerlos en su favor.

Tan gordas se hicieron aquellas disputas que tuvo que intervenir seriamente entre ambos, el delegado del barrio. Después de una afrenta suscitada una tarde, en la propia sala principal de celebraciones. Ante la mayor parte del asociado que atónito veía semejante disputa, sin llegar a creérselo.  

Aquel consorcio de entidades sociales de la villa se resquebrajaba y el subalterno social, tuvo que poner fin a las desavenencias y de forma salomónica actuó. Poniendo de patitas en la calle a todos los que estaban implicados en aquel espectáculo tan grosero. Dado que el señor Jesús se negaba a deshacer la junta y volver a celebrar nuevas elecciones.

La guerra había estallado. Se formaron dos batallones, dos tendencias, dos grupos de socios y mucha desilusión. Cada cual barría para su casa, y ninguno explicaba ni daba las reales razones por lo que se había llegado aquel punto de no retorno.

Jesús sabía que si provocaba nuevos comicios, no salía escogido, perdiendo toda la conveniencia que le daba estar en aquella silla, y fue aguantando hasta que la sociedad, rompió con lo que se conoce como normal.

No tardaron los muchos impresentables de uno y otra tendencia en opinar con manifestaciones fuera de contexto, como suele pasar incluso en la política. Nadie tenía base de lo sucedido, más que Franco, el que había levantado todo el ruido y había desmadejado la practicidad de Doroteo, que hacía una labor digna y feliz con sus discípulos. Hasta que se cansó y dejó de meterse en camisas de once varas. Participando en lo que podía, pero sin interesarle para nada las muchas repercusiones que antaño llevaba.

Franco sabía de buena tinta que presentarse solo a unas posibles nuevas elecciones, no le sería factible. No solo se precisa ser atento con los viejitos, colocar el acomodo en ristre en la sala en cada acontecimiento, cortar entradas en los espectáculos, y hacerse el simpático. Es necesario tener un suficiente don de gentes, el saber presentar una ponencia, la responsabilidad civil con asociados, llevar un mínimo de criterio con los libros de caja, y repartir las subvenciones como se debe en todos los casos. En eso adolecía.

Así que preparó un plan decepcionante y poco analizado. Con ayuda externa ya acordada. Sólo el ínclito Franco, es incapaz. Llevar solo semejante milagro para él es imposible. Carece de capacidad, aunque se crea que es fenomenal.

Hasta que un ángel de la guarda, interesado en sacar pecho, que sabía de sus intenciones y ganas de ser el jefe supremo, lo engañó como a un nenito, y el cándido de Franco, picó en la urdimbre que le tendieron con su beneplácito.

Pretendiendo que este convenio pasara disimulado a los votantes afectados y no hiciera demasiado ruido para que no se les viera el culo.

En primer lugar se hizo del partido político, por aquello que nadie recordara que no a mucho fue objeto de una sanción, y por la cual fue expulsado de la junta del ateneo. Regalos, empanadillas, pasteles, helados y otras menudencias hizo como ofrenda de afecto y presentes de pura amistad con todos los gerifaltes que le salían al paso, hasta conseguir aquel ambiente que deseaba.  

Se asoció con Tiburcio, que ya en otrora había colaborado en causas menores sin concierto y acabaron como el “Rosario de la Aurora”, discutiéndose y calificándose entre ellos como perros. Hasta que por arte de “birlí biloque”. Nadie puso freno y se dio una desgracia más en el debe de Franco y otra miseria sumada al haber de Tiburcio.

Ambos están satisfechos, mientras los dos medran llevándose lo que pueden. El ateneo adolece de divertimento, y de francachela, pero como nadie se queja, pues todo va bien.

¡Aunque de pena!




 

 





autor :Emilio Moreno
fecha. 12 junio 2025



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