La cobardía del amigo Tonet,
fue tan inmensa, que llevó a Lucinda su mujer a un crucero por el mediterráneo,
para decirle que la dejaba, y que la abandonaba. Que se había liado con Teresa
Asunción, madre de una jugadora de futbol del equipo del barrio. Ahora al cabo
de los seis años de aquella confesión, Tonet está enfermo, solo y abandonado. Buscando
paradero, que según parece no va a ser fácil hallarlo. Sus hijos y su exesposa,
no esperaban la reacción que iba a tener aquella mujer que los apartó de su
lado. Teresa no quiere hacerse cargo de un afectado por una depresión profunda, y de un trastorno
mental agudo que padece, y entre otras cosas, queda reflejado por la pérdida
del placer. De interés, de memoria y sobre todo de una agresividad manifiesta.
El que fuera segundo esposo
de Teresa Asunción, Cosme, murió a los seis meses de aquel crucero, y del <
“Ahí te quedas” > que sufrió por parte de la entonces cónyuge. Dolencia
que seguramente llevaba, y sin duda se aceleró desde aquel instante fatal. Provocado
por una estrategia femenina.
Acabó sus días solo en el
Hospital, preso de una degeneración que se lo llevó por delante. Al encontrarse
desvalido y vejado. Fue una despedida rápida, sin lamentos, y sin lloros.
Ella, Teresa Asunción,
está como una rosa. Los últimos seis años dilapidó todo el ahorro que guardaban.
Disfrutando de lo que le apetecía, a costa de la cartera de su nuevo esposo.
Al enfermar Tonet, la
magnánima Teresa, fue a ver a Lucinda. La madre de los hijos del afectado, y
exesposa, comentándole muy segura.
—Lucinda, te devuelvo lo
que era tuyo. Yo en este estado no puedo continuar, comprenderás, que el mundo
es así, y no me invento nada. Por lo que tampoco me siento culpable, que se
haya convertido en una carga. No me interesa estar con un desvalido. Lucinda,
sin pestañear le devolvió una respuesta contundente, que tampoco hizo mella en
su antigua amiga. Al ser una fresca apta para asumir cualquier reflejo.
—Pues mira que te diga.
¡Lo siento! Si te has cansado de él, lo dejas tal y como lo encontraste, o
mejor dicho. Dónde comenzó oficialmente vuestra aventura. En el Crucero por el
Mediterráneo. Es un buen escenario, junto al mar, para el fin o el comienzo del
amor. Vuestro lugar idílico para rupturas… ¿No recuerdas? Donde me deshice de
mi alianza de casada, aquella que tiré al mar. Estoy segura que aquella
vivencia, aun la tienes presente. Le apuntó Lucinda sin dejar el uso de su
palabra añadiendo.
—Ahora es tarde. Además
es tu marido y ya sabes aquello …
“Hasta que la muerte nos
separe”. Hacía más de
cinco años del recuerdo de lo ocurrido. Todo estaba asumido. Todo. Cuando evocó
aquella maltratada mujer el suplicio que le tocó vivir, y de una forma súbita, e
inconsciente todo le pasó por su mente…
Estaba casado desde hacía
treinta y nueve años, con Lucinda. Habían criado a tres hijos. Todos colocados
bastante bien. Lorena, que es la mayor ya está casada con dos criaturas.
El mediano René, se alistó
en el ejército y ahora está destinado en Bosnia.
Yago, el último que les
nació, dedica su vida en el mundo de la farándula. Tonet, el padre se había
dedicado toda la vida laboral a controlar el horario de los trenes. Estaba
empleado en la Red de Cercanías desde que dejó la escuela, manteniéndose en
aquella empresa estatal hasta que lo jubilaron.
Un buen día le entraron
ganas de vivir todo aquello a lo que jamás se pudo dedicar. Su mujer Lucinda,
lo había dejado todo por la familia. Y ese todo, era ni más ni menos, que criar
a los hijos. Labores caseras y siempre dedicada a su marido.
No era una mujer muy
presumida, pero cuidaba su aspecto. Era una hembra delgada, y escasa de
estatura, inteligente y con una cabeza bien amueblada, siendo por ello esclava
de sus obligaciones. Considerada, sensible y nada ostentosa. Había sacado con
buena nota las oposiciones para funcionaria del estado y tenía pausado el
empleo, con una excedencia. Dedicaba algún tiempo a una ONG, y con ella
disfrutaba.
Lucinda detectaba desde
hacía unos meses que Tonet, mutaba con frecuencia de tendencia. Cosa rara en su
actitud de siempre, por lo que le vigilaba por si se descentraba del eje.
Tonet desde que lo nombraron
director, y tomó el poder del equipo deportivo, comenzó a una conversión increíble,
presumiendo de la edad de sesenta y cinco años. Parecía querer reiniciarse de
sus propios comienzos. Estaba poco gastado, con nada ni con nadie y falto de
aventuras.
Tanto fue el ardor, que llegadas
las elecciones lo nombraron presidente. Don Amancio Tonet Pezuelo, fue escogido
de entre la terna presentada en aquella convocatoria. Siendo extraordinaria la
afluencia de socios que acudieron a las urnas, depositando el voto en favor de
aquel compromisario tan en la sombra.
Las madres de las jugadoras del equipo estaban encantadas con Tonet, por su presencia su pulcritud, su altura, y esa melena rubia que le acompañaba junto a esa mirada cautivadora, que dedicaba a los escotes de las señoras. Detalles que no pasaban desapercibidos. Sobre todo en la madre de la suplente Trikiña. Teresa Asunción, más conocida por Doña “Dromingas”, por el tamaño de sus senos. Con un escote abierto y desatado con un mínimo sujetador.
En la terna con Amancio
se habían presentado tres caballeros y dos señoras. Los que gobernarían el
futuro del equipo, Meridiano Femenino balompié
Juan era el tesorero,
ocupado con las finanzas. Los devengos, los pagos y las deudas, un
administrador de garantía para aquella labor.
José Manuel Gómez Tercio,
más conocido por Pegote, que se ocuparía de las labores sociales, y fichajes
posibles. Delegado de la cantera del grupo y máximo responsable del mismo.
Ricardo Cardoso Relé, el
famoso Cardo. Llevaría el encargo de los viajes y alojamientos. Reservas,
fechas y hoteles, restaurantes, contratación de autocares, y casi cerrando
aquella junta ejecutiva la graciosa Jesulina.
María Jesús Muñoz, masajista
del equipo.
Tan solo quedaba Teresa
Asunción, la “Dromingas”, que fue nombrada como la utillera del equipo. Compra
del material deportivo, y vicepresidenta de la agrupación, que militaba en
categoría nacional con lo que los viajes y desplazamientos eran frecuentes.
Cada quince días el
grueso de la expedición viajaba por la península para enfrentarse con entidades
que militaba en el mismo escalafón. Los componentes de la junta de Meridiano,
no estaban obligados a viajar con las jugadoras del club, pero si era de recibo
hacerlo con frecuencia.
El amigo Juan Mogollón, se
podía librar por no ser preciso estuviera, dada su ocupación administrativa. Su
tarea le eximía. Ocurría igual con José Manuel más conocido por Pegote, que en
ocasiones viajaba para otear a jugadoras y en caso necesario fichar para aquel
conjunto deportivo.
Jesulina acompañaba
siempre al grupo. Era la masajista, la enfermera, la confesora de las niñas y
la que atendía en el propio verde a las lesionadas.
La misma obligación que
la de “Dromingas”, utillera de componentes. Encargada de los pertrechos de cada
meneo. Disposición en los vestuarios de botas, ropajes, cambio de toallas y
demás menesteres del cuadro femenino. Teresa Asunción, madre de la defensa
central, Trinidad Kielén Torciña que aun estando de suplente, es la jugadora
fuerte y bastión del equipo. Capitana de todas ellas y que normalmente la
entrenadora Fuencisla Golobardes de la Mina, la usaba en los segundos tiempos
por su poder persuasivo y por la furia que impregnaba en sus compañeras. Es
hija adoptiva de Teresa, ya que la defensora central de la escuadra, fue dada
en adopción a la Dromingas y a su primer esposo. Había nacido en Kuala Lumpur y
tenía su piel tostada como el café.
El equipo estaba en la
mitad de la tabla de clasificación, con lo que debía hacer un esfuerzo para
escalar peldaños, y situarse entre los punteros para poder tener opciones de
jugar en Europa cuanto antes. Habían ascendido hacía dos años a la división de
honor, sin que nadie apostara por ellas. Era una entidad de un barrio marginal
de la gran ciudad, y ninguno de sus consejeros y directivos eran profesionales.
Con lo que se habían transformado de sopetón en la alegría del distrito.
Demostrando que no es una ciencia infusa el dirigir a un grupo de mujeres, en
un mundo de hombres, que dando patadas a un balón hicieran tan felices a tantos
vecinos.
Hacía un tiempo que Teresa
le hacía ojitos al conocido Tonet. Habían cenado juntos cada fin de semana. Con
insinuaciones recibidas de parte de la “Dromingas”. Después solían dar un paseo
y cada <mochuelo a su olivo>. Así durante meses. Sus charlas no
pasaban de alguna frase picante y de la narración de sus aburridas vidas. Venía
pasando esta circunstancia desde el comienzo de la liga. Con las ilusiones de
cada cual que alucinaban tocando en sus charlas privadas temas candentes sin
llegar a más.
Amancio Tonet viajaba con
el equipo sin su esposa, aunque se le consideraba un caballero. Casado con
hijos y nietos que sabía muy bien hasta donde podía defender su privacidad y la
de los suyos. Sin embargo Teresa era una mujer separada de su primer esposo y
en la actualidad su segundo matrimonio estaba pasando por malos momentos, con
lo que se había encaprichado de la melena y personalidad de Tonet. Dado que los ojos del pavo, siempre iban a
parar entre la canalilla de su escote. El que cada vez estaba más holgado y al
descuido con cuidado mostraba sus pezones.
Lucinda la esposa de Tonet
confiaba en su marido. El amor que tenía por ella y por sus hijos le hacían incapaz
de cometer adulterio. Por ello la cónyuge se quedaba en su domicilio,
atendiendo la casa y preocupada por la Orden Numantina Generosa, que es la ONG
que representaba. Sin embargo advertía que algo se cocía en sus espaldas que no
llegaba a descubrir.
Teresa Asunción lo tenía
todo más claro y si de ella dependiera, y se diera la opción de salir
beneficiada, dejaba plantado a Cosme Morillas su marido, que ya comenzaba a
peinarse las incipientes astas. Asumiendo que el amor si llega… —<pensaba la
Dromingas>. —No hay que dejarlo escapar. Siendo de la opinión de aquella
máxima de. —<La oportunidad, la pintan calva>. Con lo que si lograba
engatusar a Tonet, se liaba la manta a la cabeza y tiraba hacia delante.
El tiempo corría y el trato de Amancio con Lucinda, se distanciaba, y se habían dado algunos reproches entre ellos, que no le hacían bien a la cordialidad y respeto del matrimonio. Tonet, se fijaba más en su esposa, por aquello de las comparaciones pero dejando caer algunos comentarios, no venidos al caso, con afeamientos de crítica en cuanto a su presencia. Su modo de vestir y el poco maquillaje que solía utilizar. Dando queja de lo que siempre había soportado de buen grado, y con la norma y la presunción que su mujer destilaba. Lo sacaba a colación como queja, y lo usaba como desdén, y punzante arma arrojadiza, para ofenderla de un modo soterrado. Lucinda veía muy claro lo que estaba ocurriendo en Amancio. Ya no eran detalles. Eran acciones que podía llegar a imaginar, pero que se resistía a comprender, rogando que el tiempo pusiera las cosas en su sitio y sonara la música que el matrimonio siempre llevó. Por lo que ella, sin atenerse a nadie, inició los permisos para recuperar su plaza de funcionaria, que la tenía adormecida con la excedencia que solicitó.
Un buen día se había
preparado un viaje para jugar un amistoso en Italia. Se celebraba el homenaje
de Pamela Banquina, una de las pioneras del calcio genovés, y para el partido
de distinción tocaron al equipo Meridiano Femenino Balompié, por ser uno de los
punteros en la tabla de la preferente nacional.
La alegría era inmensa en
aquella asociación, por lo que iban a Génova toda la junta acompañados de sus
parejas y acompañantes. Las jugadoras con sus maridos y novios y algún que otro
empleado del Club. Hacia Italia, con todas las del equipo.
Sacaron pasaje en uno de
los cruceros de MSC, por la ruta caliente del Mediterráneo. Regalo inesperado
para muchos de los componentes de aquel grupo futbolero.
La peña corría con todos
los gastos ya que aquella invitación sufragaba todo el derroche que quisieran
gastar los equipos invitados. La cena fue fabulosa, con música de violines. El comodoro
y capitán, invitaron a su mesa al presidente y a su esposa, que lo disfrutaron
como el que más. Dando paso a la danza en aquel navío que dejaba traspasar la
bonhomía de la noche.
Bailando en la cubierta
del maravilloso buque, tras la opípara cena ofrecida en los grandes comedores
de la lujosa embarcación. Tonet le dijo a Lucinda.
—He de comunicarte algo
que tengo en mente desde hace semanas. Refirió Tonet a su esposa.
—Espera a ver si lo
adivino. Replicó Lucinda, con una media sonrisa. Ahora que veo desde tus
espaldas, la discusión que tiene Teresa con Cosme, puede ser que esté
relacionado.
—Que quieres decir, que
está relacionado Cosme y Teresa con lo que voy a decirte. Preguntó Tonet
—Lo que me vas a
comunicar es que me dejas. Que me has traído a este viaje, con la excusa de que
fuera más fácil tu confesión. Te han adelantado. Teresa en el tocador me ha
preguntado si me habías dado la noticia. Siguió aduciendo al que dejaba de ser
su esposo, en ese instante, y en ese paraíso idílico.
—He considerado que la
única noticia, que tienes que comunicarme tu a mí y ella a Cosme es que os
habéis liado. Sin más, y nosotros sobramos. Lo único en lo que debes pensar es
en el momento que llegará, en que la guapa Teresa Asunción se canse de ti, y
pueda darte la noticia en un paraíso como este. Se acercó Lucinda a la baranda
del grandioso crucero y lanzó su anillo de casada por la borda.
Emilio Moreno
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