miércoles, 17 de septiembre de 2025

Divorcio en alta mar.

 

La cobardía del amigo Tonet, fue tan inmensa, que llevó a Lucinda su mujer a un crucero por el mediterráneo, para decirle que la dejaba, y que la abandonaba. Que se había liado con Teresa Asunción, madre de una jugadora de futbol del equipo del barrio. Ahora al cabo de los seis años de aquella confesión, Tonet está enfermo, solo y abandonado. Buscando paradero, que según parece no va a ser fácil hallarlo. Sus hijos y su exesposa, no esperaban la reacción que iba a tener aquella mujer que los apartó de su lado. Teresa no quiere hacerse cargo de un afectado por una depresión profunda, y de un trastorno mental agudo que padece, y entre otras cosas, queda reflejado por la pérdida del placer. De interés, de memoria y sobre todo de una agresividad manifiesta.

El que fuera segundo esposo de Teresa Asunción, Cosme, murió a los seis meses de aquel crucero, y del < “Ahí te quedas” > que sufrió por parte de la entonces cónyuge. Dolencia que seguramente llevaba, y sin duda se aceleró desde aquel instante fatal. Provocado por una estrategia femenina.

Acabó sus días solo en el Hospital, preso de una degeneración que se lo llevó por delante. Al encontrarse desvalido y vejado. Fue una despedida rápida, sin lamentos, y sin lloros.

Ella, Teresa Asunción, está como una rosa. Los últimos seis años dilapidó todo el ahorro que guardaban. Disfrutando de lo que le apetecía, a costa de la cartera de su nuevo esposo.

Al enfermar Tonet, la magnánima Teresa, fue a ver a Lucinda. La madre de los hijos del afectado, y exesposa, comentándole muy segura.

—Lucinda, te devuelvo lo que era tuyo. Yo en este estado no puedo continuar, comprenderás, que el mundo es así, y no me invento nada. Por lo que tampoco me siento culpable, que se haya convertido en una carga. No me interesa estar con un desvalido. Lucinda, sin pestañear le devolvió una respuesta contundente, que tampoco hizo mella en su antigua amiga. Al ser una fresca apta para asumir cualquier reflejo.

—Pues mira que te diga. ¡Lo siento! Si te has cansado de él, lo dejas tal y como lo encontraste, o mejor dicho. Dónde comenzó oficialmente vuestra aventura. En el Crucero por el Mediterráneo. Es un buen escenario, junto al mar, para el fin o el comienzo del amor. Vuestro lugar idílico para rupturas… ¿No recuerdas? Donde me deshice de mi alianza de casada, aquella que tiré al mar. Estoy segura que aquella vivencia, aun la tienes presente. Le apuntó Lucinda sin dejar el uso de su palabra añadiendo.

—Ahora es tarde. Además es tu marido y ya sabes aquello …

“Hasta que la muerte nos separe”.  Hacía más de cinco años del recuerdo de lo ocurrido. Todo estaba asumido. Todo. Cuando evocó aquella maltratada mujer el suplicio que le tocó vivir, y de una forma súbita, e inconsciente todo le pasó por su mente…

 


Estaba casado desde hacía treinta y nueve años, con Lucinda. Habían criado a tres hijos. Todos colocados bastante bien. Lorena, que es la mayor ya está casada con dos criaturas.

El mediano René, se alistó en el ejército y ahora está destinado en Bosnia.

Yago, el último que les nació, dedica su vida en el mundo de la farándula. Tonet, el padre se había dedicado toda la vida laboral a controlar el horario de los trenes. Estaba empleado en la Red de Cercanías desde que dejó la escuela, manteniéndose en aquella empresa estatal hasta que lo jubilaron.

Un buen día le entraron ganas de vivir todo aquello a lo que jamás se pudo dedicar. Su mujer Lucinda, lo había dejado todo por la familia. Y ese todo, era ni más ni menos, que criar a los hijos. Labores caseras y siempre dedicada a su marido.

No era una mujer muy presumida, pero cuidaba su aspecto. Era una hembra delgada, y escasa de estatura, inteligente y con una cabeza bien amueblada, siendo por ello esclava de sus obligaciones. Considerada, sensible y nada ostentosa. Había sacado con buena nota las oposiciones para funcionaria del estado y tenía pausado el empleo, con una excedencia. Dedicaba algún tiempo a una ONG, y con ella disfrutaba.

Lucinda detectaba desde hacía unos meses que Tonet, mutaba con frecuencia de tendencia. Cosa rara en su actitud de siempre, por lo que le vigilaba por si se descentraba del eje.

Tonet desde que lo nombraron director, y tomó el poder del equipo deportivo, comenzó a una conversión increíble, presumiendo de la edad de sesenta y cinco años. Parecía querer reiniciarse de sus propios comienzos. Estaba poco gastado, con nada ni con nadie y falto de aventuras.

Tanto fue el ardor, que llegadas las elecciones lo nombraron presidente. Don Amancio Tonet Pezuelo, fue escogido de entre la terna presentada en aquella convocatoria. Siendo extraordinaria la afluencia de socios que acudieron a las urnas, depositando el voto en favor de aquel compromisario tan en la sombra.

Las madres de las jugadoras del equipo estaban encantadas con Tonet, por su presencia su pulcritud, su altura, y esa melena rubia que le acompañaba junto a esa mirada cautivadora, que dedicaba a los escotes de las señoras. Detalles que no pasaban desapercibidos. Sobre todo en la madre de la suplente Trikiña. Teresa Asunción, más conocida por Doña “Dromingas”, por el tamaño de sus senos. Con un escote abierto y desatado con un mínimo sujetador. 

En la terna con Amancio se habían presentado tres caballeros y dos señoras. Los que gobernarían el futuro del equipo, Meridiano Femenino balompié

Juan era el tesorero, ocupado con las finanzas. Los devengos, los pagos y las deudas, un administrador de garantía para aquella labor.

José Manuel Gómez Tercio, más conocido por Pegote, que se ocuparía de las labores sociales, y fichajes posibles. Delegado de la cantera del grupo y máximo responsable del mismo.

Ricardo Cardoso Relé, el famoso Cardo. Llevaría el encargo de los viajes y alojamientos. Reservas, fechas y hoteles, restaurantes, contratación de autocares, y casi cerrando aquella junta ejecutiva la graciosa Jesulina.

María Jesús Muñoz, masajista del equipo.

Tan solo quedaba Teresa Asunción, la “Dromingas”, que fue nombrada como la utillera del equipo. Compra del material deportivo, y vicepresidenta de la agrupación, que militaba en categoría nacional con lo que los viajes y desplazamientos eran frecuentes.

Cada quince días el grueso de la expedición viajaba por la península para enfrentarse con entidades que militaba en el mismo escalafón. Los componentes de la junta de Meridiano, no estaban obligados a viajar con las jugadoras del club, pero si era de recibo hacerlo con frecuencia.

El amigo Juan Mogollón, se podía librar por no ser preciso estuviera, dada su ocupación administrativa. Su tarea le eximía. Ocurría igual con José Manuel más conocido por Pegote, que en ocasiones viajaba para otear a jugadoras y en caso necesario fichar para aquel conjunto deportivo.

Jesulina acompañaba siempre al grupo. Era la masajista, la enfermera, la confesora de las niñas y la que atendía en el propio verde a las lesionadas.

La misma obligación que la de “Dromingas”, utillera de componentes. Encargada de los pertrechos de cada meneo. Disposición en los vestuarios de botas, ropajes, cambio de toallas y demás menesteres del cuadro femenino. Teresa Asunción, madre de la defensa central, Trinidad Kielén Torciña que aun estando de suplente, es la jugadora fuerte y bastión del equipo. Capitana de todas ellas y que normalmente la entrenadora Fuencisla Golobardes de la Mina, la usaba en los segundos tiempos por su poder persuasivo y por la furia que impregnaba en sus compañeras. Es hija adoptiva de Teresa, ya que la defensora central de la escuadra, fue dada en adopción a la Dromingas y a su primer esposo. Había nacido en Kuala Lumpur y tenía su piel tostada como el café.

El equipo estaba en la mitad de la tabla de clasificación, con lo que debía hacer un esfuerzo para escalar peldaños, y situarse entre los punteros para poder tener opciones de jugar en Europa cuanto antes. Habían ascendido hacía dos años a la división de honor, sin que nadie apostara por ellas. Era una entidad de un barrio marginal de la gran ciudad, y ninguno de sus consejeros y directivos eran profesionales. Con lo que se habían transformado de sopetón en la alegría del distrito. Demostrando que no es una ciencia infusa el dirigir a un grupo de mujeres, en un mundo de hombres, que dando patadas a un balón hicieran tan felices a tantos vecinos.

Hacía un tiempo que Teresa le hacía ojitos al conocido Tonet. Habían cenado juntos cada fin de semana. Con insinuaciones recibidas de parte de la “Dromingas”. Después solían dar un paseo y cada <mochuelo a su olivo>. Así durante meses. Sus charlas no pasaban de alguna frase picante y de la narración de sus aburridas vidas. Venía pasando esta circunstancia desde el comienzo de la liga. Con las ilusiones de cada cual que alucinaban tocando en sus charlas privadas temas candentes sin llegar a más.

Amancio Tonet viajaba con el equipo sin su esposa, aunque se le consideraba un caballero. Casado con hijos y nietos que sabía muy bien hasta donde podía defender su privacidad y la de los suyos. Sin embargo Teresa era una mujer separada de su primer esposo y en la actualidad su segundo matrimonio estaba pasando por malos momentos, con lo que se había encaprichado de la melena y personalidad de Tonet.  Dado que los ojos del pavo, siempre iban a parar entre la canalilla de su escote. El que cada vez estaba más holgado y al descuido con cuidado mostraba sus pezones.

Lucinda la esposa de Tonet confiaba en su marido. El amor que tenía por ella y por sus hijos le hacían incapaz de cometer adulterio. Por ello la cónyuge se quedaba en su domicilio, atendiendo la casa y preocupada por la Orden Numantina Generosa, que es la ONG que representaba. Sin embargo advertía que algo se cocía en sus espaldas que no llegaba a descubrir.

Teresa Asunción lo tenía todo más claro y si de ella dependiera, y se diera la opción de salir beneficiada, dejaba plantado a Cosme Morillas su marido, que ya comenzaba a peinarse las incipientes astas. Asumiendo que el amor si llega… —<pensaba la Dromingas>. —No hay que dejarlo escapar. Siendo de la opinión de aquella máxima de. —<La oportunidad, la pintan calva>. Con lo que si lograba engatusar a Tonet, se liaba la manta a la cabeza y tiraba hacia delante.

El tiempo corría y el trato de Amancio con Lucinda, se distanciaba, y se habían dado algunos reproches entre ellos, que no le hacían bien a la cordialidad y respeto del matrimonio. Tonet, se fijaba más en su esposa, por aquello de las comparaciones pero dejando caer algunos comentarios, no venidos al caso, con afeamientos de crítica en cuanto a su presencia. Su modo de vestir y el poco maquillaje que solía utilizar. Dando queja de lo que siempre había soportado de buen grado, y con la norma y la presunción que su mujer destilaba. Lo sacaba a colación como queja, y lo usaba como desdén, y punzante arma arrojadiza, para ofenderla de un modo soterrado. Lucinda veía muy claro lo que estaba ocurriendo en Amancio. Ya no eran detalles. Eran acciones que podía llegar a imaginar, pero que se resistía a comprender, rogando que el tiempo pusiera las cosas en su sitio y sonara la música que el matrimonio siempre llevó. Por lo que ella, sin atenerse a nadie, inició los permisos para recuperar su plaza de funcionaria, que la tenía adormecida con la excedencia que solicitó. 

Un buen día se había preparado un viaje para jugar un amistoso en Italia. Se celebraba el homenaje de Pamela Banquina, una de las pioneras del calcio genovés, y para el partido de distinción tocaron al equipo Meridiano Femenino Balompié, por ser uno de los punteros en la tabla de la preferente nacional.

La alegría era inmensa en aquella asociación, por lo que iban a Génova toda la junta acompañados de sus parejas y acompañantes. Las jugadoras con sus maridos y novios y algún que otro empleado del Club. Hacia Italia, con todas las del equipo.

Sacaron pasaje en uno de los cruceros de MSC, por la ruta caliente del Mediterráneo. Regalo inesperado para muchos de los componentes de aquel grupo futbolero.

La peña corría con todos los gastos ya que aquella invitación sufragaba todo el derroche que quisieran gastar los equipos invitados. La cena fue fabulosa, con música de violines. El comodoro y capitán, invitaron a su mesa al presidente y a su esposa, que lo disfrutaron como el que más. Dando paso a la danza en aquel navío que dejaba traspasar la bonhomía de la noche.

Bailando en la cubierta del maravilloso buque, tras la opípara cena ofrecida en los grandes comedores de la lujosa embarcación. Tonet le dijo a Lucinda.

—He de comunicarte algo que tengo en mente desde hace semanas. Refirió Tonet a su esposa.

—Espera a ver si lo adivino. Replicó Lucinda, con una media sonrisa. Ahora que veo desde tus espaldas, la discusión que tiene Teresa con Cosme, puede ser que esté relacionado.

—Que quieres decir, que está relacionado Cosme y Teresa con lo que voy a decirte. Preguntó Tonet

—Lo que me vas a comunicar es que me dejas. Que me has traído a este viaje, con la excusa de que fuera más fácil tu confesión. Te han adelantado. Teresa en el tocador me ha preguntado si me habías dado la noticia. Siguió aduciendo al que dejaba de ser su esposo, en ese instante, y en ese paraíso idílico.

—He considerado que la única noticia, que tienes que comunicarme tu a mí y ella a Cosme es que os habéis liado. Sin más, y nosotros sobramos. Lo único en lo que debes pensar es en el momento que llegará, en que la guapa Teresa Asunción se canse de ti, y pueda darte la noticia en un paraíso como este. Se acercó Lucinda a la baranda del grandioso crucero y lanzó su anillo de casada por la borda.



Emilio Moreno











17 de Septiembre, 2025

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