domingo, 9 de noviembre de 2025

Los culitos duros que gustan a mamá

 


Los hermanos Timonera, salieron a respirar un poco después de la trifurca que presenciaron en la última discusión de sus padres. Ellos ya habían decidido romper por lo sano y empezar con los trámites de un divorcio que tenían que haber emprendido hace años. O incluso de haber sido más listos, y no haberse casado jamás. Su relación fue un tanto atropellada por las conveniencias de unos padres que no emplearon ni un minuto en educar, querer y soportar a sus propios niños.

Aquellos hermanos Héctor y Nuria, habían crecido demasiado rápido. Y si nadie lo remediaba les esperaba un destino muy semejante al de sus padres.

No tuvieron apenas infancia, ni ese apego que los niños buscan a edades tempranas. Así que en aquel balcón Héctor quiso hablar con Nuria y desahogarse. 

— Te das cuenta, si esta situación se hubiese dado hace tan solo cinco años, lo habríamos sentido mucho más. Le decía Héctor a Nuria, su hermana de trece años, y ella le respondía con un aplomo impensable. Coherente y medido como si ya estuviera en la madurez.

—Pues mira nene, que tú tendrías diez, y yo nueve años.

Tan solo eso. No te apures que lo superaremos. No somos los primeros ni los últimos afectados con decisiones que toman personas que presumen de adultos. Sin embargo, creo yo, que son arbitrajes egoístas, que tan solo obedecen a sus conveniencias. Héctor quedó pensativo antes de pronunciarse y soslayó.

—Eso es evidente, pero iríamos de casa en casa. Sin que nos adivinaran ni mucho menos. Me refiero que viviríamos con los tíos o abuelos. De no pasar por el calvario que tuvo que sufrir Rocío. Hemos tenido mala suerte.

—Es que tienes miedo, Héctor. Debes estar preocupado. Déjate ir, que lo que sea sonará. Piensa un poco, chico…la mierda que han montado no la disuelve nadie. Con ello, ya lo tienen decidido. Ya sabes de la sangre fría que disfrutan.

—Mujer. No creo que lleguen a ser tan despreocupados, imagino que nos querrán.

—Ya lo veremos. Mientras no seamos un trueque o munición de intercambio y jueguen con nosotros para su beneficio todo irá bien. Hizo una pausa y le comentó con angustia.

—¿No recuerdas que le pasó a la prima Rocío? ..., llegado el momento del divorcio de los tíos Pepe y María, nadie quiso hacerse cargo de ella, y al final acabó en una casa de adopción. Por lo tanto, a nosotros nos puede pasar igual. Comentó con desdén Nuria, al apesadumbrado Héctor.

—Mientras no nos separen, aceptaré cualquier cosa. Añadió Héctor y siguió en sus trece, escarbando en el pensamiento de su hermana.

—Qué crees que van a hacer. Los veo muy distantes y agresivos. No es fácil, y como siempre nosotros en medio de todo, echándose culpas que ni tan siquiera vienen a cuento. Sin fijarse que estamos presentes y somos los únicos afectados. Compungido susurró Héctor dándole la palabra a Nuria.

—La decisión mamá y papá ya la han tomado. Ya los conoces. Dijo la niña, agregando en un tono de retintín, que le arrancó la sonrisa al hermano.

—No son malos, pero para mí y te lo digo con reservas. Igual me equivoco, pero actúan de forma tan simulada, porque no nos quieren.

Somos una carga para ellos. Acabó aquella sentencia la buena de Nuria sin ambages.

Crees que se han querido en algún tiempo, o todo ha sido una camama. Instó el muchacho, meciéndose el cabello y dejando que Nuria le instruyera.

—No me vayas a decir, que no lo has descubierto. Tú mismo cariño, lo has soportado más tiempo que yo!

Creo que se faltaron el respeto hace muchos años, y cada cual ha hecho su vida con una promiscuidad velada. Que nadie quiso frenar y evitar lo que tenemos que soportar nosotros los hijos no deseados. ¡Porque somos eso! ¡Ni más ni menos! Producto de una noche de borrachera y meneos que llevaron a engendrarnos. Es duro que hable así de los papás, pero es que no tiene explicación alguna.

Se detuvo para secarse un par de lágrimas y añadió

—A quien le puede importar la vida de los hijos. ¡Pues a los padres de verdad! ¡Únicamente actúan de esa forma! Aquellos que viven en el límite de la indecencia. Hizo un preámbulo Nuria para respirar, pensar y continuar con su largo alegato.

—Son los dos adúlteros, pero eso, les debe venir de familia. Sin ir más lejos a los abuelos, hay que darles de comer a parte. No les importa nada ni nadie. ¡Coño! Rocío es su nieta como lo somos nosotros y la dejaron adoptar por aquellos millonetis.

No mediaron en que la niña se quedara en la familia. Con eso demuestran la clase de gente que son.

—Es cierto… Nuri, cuando lo pienso, quizás fue lo mejor. La prima Rocío, igual ha tenido suerte y está estabilizada. De quedarse con sus padres, la hubieran vuelto loca. Fue interrumpido con agresividad por Nuria.

—¡Loca, o viciosa! Como lo son nuestros queridísimos tíos. Son gentuza. De lo peor con que puedas tropezarte. Argumentó la joven, volviendo al tema que les atañía... El divorcio de sus padres.

—Lo que no entiendo es porqué se han aguantado tantos años. Esta gente como papá y mamá, no deberían tener hijos. Los olvidan, los desprecian con sus decisiones y despropósitos y encima después presumen diciendo a los cuatro vientos; que los hijos son su vida.

Nuria dejó que Héctor aportara su opinión, al verlo atribulado y algo negativo después de aquella manifestación revelada.

—No te lo pierdas Nuri, que encima son tontos. Después de pasar por tan malos momentos, parece que no escarmientan y se buscan otros rollos, sin dar carpetazo al que les quita el sueño. Siguen con sus andadas, y se han liado los dos con otras parejas, que además también tienen hijos. Igual se creen que la vida les va a dar otra oportunidad. Volverán a cagarla porque viven a lo loco.

Nuria suspiró y se miró a su hermano, ofreciéndole sus manos para que notara el mucho afecto que le tenía y a la vez tocara con los pies en el suelo.

Después de secarse un par de lágrimas el mocito le comentó a Nuria.

—Parece que en vez de trece años, tengas cuarenta. Tienes una reflexión más ajustada que mamá. Sé que tú también padeces, pero disimulas para que yo no me precipite.

—¡Que sepas! Dijo Nuria—Que esto que les ha pasado a nuestros padres, lo intuí antes que tú. Desde luego no voy a defender a ninguno de los dos.

Siento a fin de cuentas cariño por ellos, y si me apuras más que cariño; pena. Sin embargo la actitud de mamá no la entiendo.

Ella ha provocado la caída de la familia y de una forma u otra nos abandonó al liarse con su profesor de gimnasia.

—Que quieres decir Nuri, con que fuiste la primera en intuir la infidelidad de mamá, viste algún detalle o notaste alguna rareza en ella.

—¡Claro! …Sabes que a mamá siempre le han molado los guapos, supongo que lo notabas. Se le iba la mirada tras los culitos duros.

Un día vino a recogerme a la escuela y noté que había llegado con alguien que no era papá.

La sorprendí haciendo gestos a un desconocido, que después ha resultado ser su penúltima pasión. Le ordenaba con la vista que la esperara fuera

Esa tarde fuimos a merendar, cosa rara en ella, que jamás tenía un detalle conmigo. Me llevó a la cafetería Keki, y en un momento dado me dijo, que no me moviera de la silla donde merendaba y que vigilara los abrigos, que volvía enseguida.

Se levantó y se encaminó a los lavabos, los que quedan fuera del local. Aquellos servicios que están en el jardín. La seguí por una intuición y comprendí que tenía una aventura con Marcel.

Se besaban como locos, con el peligro que los viera cualquier conocido. Ella se dejaba trastear entre los pechos y me callaré a lo que mamá fue capaz de aguantar y permitió.

Quedé sin aliento. Volví a la mesa y no probé ni el chucho de crema, ni el vaso de cacao.

Cuando volvió observé que Marcel, se despedía de ella a lo lejos, con una mueca dulce y ella ni gesticuló al ver que la miraba, y con descaro me preguntó —¡Que miras. Eres muy descarada! Que es lo que miraba y por qué no me había tomado la merienda. No le contesté. Al cabo de unos días fui yo la que provoqué la pregunta y le comenté.

—¿Mamá, tú quieres mucho a papá? Me respondió sin pasión y vi que mentía.

—¡Sí lo quiero mucho! Porque me preguntas semejante idiotez. Yo le contesté con toda mi picaresca, y sin miedo, ya que ella no lo tuvo en que la pudiera ver cuando la magreaba aquel tipo. Le respondí.

—Porque he visto como besabas a un señor que no conozco y te tocaba las tetas. Se alteró medianamente. ¡Creo que lo hizo para que me diera cuenta! y de esa forma no tener que dar demasiadas explicaciones. Fue entonces cuando me amenazó diciéndome.

—Eres una sinvergüenza. Como abras la boca y se lo digas a alguien te mato. 


   

Autor : Emilio Moreno





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