Los hermanos
Timonera, salieron a respirar un poco después de la trifurca que presenciaron
en la última discusión de sus padres. Ellos ya habían decidido romper por lo
sano y empezar con los trámites de un divorcio que tenían que haber emprendido
hace años. O incluso de haber sido más listos, y no haberse casado jamás. Su relación
fue un tanto atropellada por las conveniencias de unos padres que no emplearon
ni un minuto en educar, querer y soportar a sus propios niños.
Aquellos hermanos
Héctor y Nuria, habían crecido demasiado rápido. Y si nadie lo remediaba les
esperaba un destino muy semejante al de sus padres.
No tuvieron apenas infancia, ni ese apego que los niños buscan a edades tempranas. Así que en aquel balcón Héctor quiso hablar con Nuria y desahogarse.
— Te das
cuenta, si esta situación se hubiese dado hace tan solo cinco años, lo
habríamos sentido mucho más. Le decía Héctor a Nuria, su hermana de trece años,
y ella le respondía con un aplomo impensable. Coherente y medido como si ya
estuviera en la madurez.
—Pues mira
nene, que tú tendrías diez, y yo nueve años.
Tan solo
eso. No te apures que lo superaremos. No somos los primeros ni los últimos
afectados con decisiones que toman personas que presumen de adultos. Sin
embargo, creo yo, que son arbitrajes egoístas, que tan solo obedecen a sus
conveniencias. Héctor quedó pensativo antes de pronunciarse y soslayó.
—Eso es
evidente, pero iríamos de casa en casa. Sin que nos adivinaran ni mucho menos.
Me refiero que viviríamos con los tíos o abuelos. De no pasar por el calvario
que tuvo que sufrir Rocío. Hemos tenido mala suerte.
—Es que tienes
miedo, Héctor. Debes estar preocupado. Déjate ir, que lo que sea sonará. Piensa
un poco, chico…la mierda que han montado no la disuelve nadie. Con ello, ya lo
tienen decidido. Ya sabes de la sangre fría que disfrutan.
—Mujer. No creo
que lleguen a ser tan despreocupados, imagino que nos querrán.
—Ya lo
veremos. Mientras no seamos un trueque o munición de intercambio y jueguen con
nosotros para su beneficio todo irá bien. Hizo una pausa y le comentó con
angustia.
—¿No
recuerdas que le pasó a la prima Rocío? ..., llegado el momento del divorcio de
los tíos Pepe y María, nadie quiso hacerse cargo de ella, y al final acabó en
una casa de adopción. Por lo tanto, a nosotros nos puede pasar igual. Comentó con
desdén Nuria, al apesadumbrado Héctor.
—Mientras
no nos separen, aceptaré cualquier cosa. Añadió Héctor y siguió en sus trece,
escarbando en el pensamiento de su hermana.
—Qué crees
que van a hacer. Los veo muy distantes y agresivos. No es fácil, y como siempre
nosotros en medio de todo, echándose culpas que ni tan siquiera vienen a cuento.
Sin fijarse que estamos presentes y somos los únicos afectados. Compungido
susurró Héctor dándole la palabra a Nuria.
—La
decisión mamá y papá ya la han tomado. Ya los conoces. Dijo la niña, agregando
en un tono de retintín, que le arrancó la sonrisa al hermano.
—No son
malos, pero para mí y te lo digo con reservas. Igual me equivoco, pero actúan
de forma tan simulada, porque no nos quieren.
Somos una
carga para ellos. Acabó aquella sentencia la buena de Nuria sin ambages.
—Crees que se han querido en
algún tiempo, o todo ha sido una camama. Instó el muchacho, meciéndose el
cabello y dejando que Nuria le instruyera.
—No me
vayas a decir, que no lo has descubierto. Tú mismo cariño, lo has soportado más
tiempo que yo!
Creo que se
faltaron el respeto hace muchos años, y cada cual ha hecho su vida con una
promiscuidad velada. Que nadie quiso frenar y evitar lo que tenemos que
soportar nosotros los hijos no deseados. ¡Porque somos eso! ¡Ni más ni menos!
Producto de una noche de borrachera y meneos que llevaron a engendrarnos. Es duro
que hable así de los papás, pero es que no tiene explicación alguna.
Se detuvo
para secarse un par de lágrimas y añadió
—A quien le
puede importar la vida de los hijos. ¡Pues a los padres de verdad! ¡Únicamente
actúan de esa forma! Aquellos que viven en el límite de la indecencia. Hizo un
preámbulo Nuria para respirar, pensar y continuar con su largo alegato.
—Son los
dos adúlteros, pero eso, les debe venir de familia. Sin ir más lejos a los
abuelos, hay que darles de comer a parte. No les importa nada ni nadie. ¡Coño!
Rocío es su nieta como lo somos nosotros y la dejaron adoptar por aquellos
millonetis.
No mediaron
en que la niña se quedara en la familia. Con eso demuestran la clase de gente
que son.
—Es cierto…
Nuri, cuando lo pienso, quizás fue lo mejor. La prima Rocío, igual ha tenido
suerte y está estabilizada. De quedarse con sus padres, la hubieran vuelto
loca. Fue interrumpido con agresividad por Nuria.
—¡Loca, o
viciosa! Como lo son nuestros queridísimos tíos. Son gentuza. De lo peor con
que puedas tropezarte. Argumentó la joven, volviendo al tema que les atañía...
El divorcio de sus padres.
—Lo que no
entiendo es porqué se han aguantado tantos años. Esta gente como papá y mamá,
no deberían tener hijos. Los olvidan, los desprecian con sus decisiones y
despropósitos y encima después presumen diciendo a los cuatro vientos; que los
hijos son su vida.
Nuria dejó
que Héctor aportara su opinión, al verlo atribulado y algo negativo después de
aquella manifestación revelada.
—No te lo
pierdas Nuri, que encima son tontos. Después de pasar por tan malos momentos,
parece que no escarmientan y se buscan otros rollos, sin dar carpetazo al que
les quita el sueño. Siguen con sus andadas, y se han liado los dos con otras
parejas, que además también tienen hijos. Igual se creen que la vida les va a
dar otra oportunidad. Volverán a cagarla porque viven a lo loco.
Nuria
suspiró y se miró a su hermano, ofreciéndole sus manos para que notara el mucho
afecto que le tenía y a la vez tocara con los pies en el suelo.
Después de
secarse un par de lágrimas el mocito le comentó a Nuria.
—Parece que
en vez de trece años, tengas cuarenta. Tienes una reflexión más ajustada que
mamá. Sé que tú también padeces, pero disimulas para que yo no me precipite.
—¡Que sepas!
Dijo Nuria—Que esto que les ha pasado a nuestros padres, lo intuí antes que tú.
Desde luego no voy a defender a ninguno de los dos.
Siento a
fin de cuentas cariño por ellos, y si me apuras más que cariño; pena. Sin
embargo la actitud de mamá no la entiendo.
Ella ha
provocado la caída de la familia y de una forma u otra nos abandonó al liarse
con su profesor de gimnasia.
—Que
quieres decir Nuri, con que fuiste la primera en intuir la infidelidad de mamá,
viste algún detalle o notaste alguna rareza en ella.
—¡Claro!
…Sabes que a mamá siempre le han molado los guapos, supongo que lo notabas. Se
le iba la mirada tras los culitos duros.
Un día vino
a recogerme a la escuela y noté que había llegado con alguien que no era papá.
La
sorprendí haciendo gestos a un desconocido, que después ha resultado ser su penúltima
pasión. Le ordenaba con la vista que la esperara fuera
Esa tarde
fuimos a merendar, cosa rara en ella, que jamás tenía un detalle conmigo. Me llevó
a la cafetería Keki, y en un momento dado me dijo, que no me moviera de la
silla donde merendaba y que vigilara los abrigos, que volvía enseguida.
Se levantó
y se encaminó a los lavabos, los que quedan fuera del local. Aquellos servicios
que están en el jardín. La seguí por una intuición y comprendí que tenía una
aventura con Marcel.
Se besaban
como locos, con el peligro que los viera cualquier conocido. Ella se dejaba
trastear entre los pechos y me callaré a lo que mamá fue capaz de aguantar y
permitió.
Quedé sin
aliento. Volví a la mesa y no probé ni el chucho de crema, ni el vaso de cacao.
Cuando
volvió observé que Marcel, se despedía de ella a lo lejos, con una mueca dulce
y ella ni gesticuló al ver que la miraba, y con descaro me preguntó —¡Que
miras. Eres muy descarada! Que es lo que miraba y por qué no me había tomado la
merienda. No le contesté. Al cabo de unos días fui yo la que provoqué la
pregunta y le comenté.
—¿Mamá, tú
quieres mucho a papá? Me respondió sin pasión y vi que mentía.
—¡Sí lo
quiero mucho! Porque me preguntas semejante idiotez. Yo le contesté con toda mi
picaresca, y sin miedo, ya que ella no lo tuvo en que la pudiera ver cuando la
magreaba aquel tipo. Le respondí.
—Porque he
visto como besabas a un señor que no conozco y te tocaba las tetas. Se alteró
medianamente. ¡Creo que lo hizo para que me diera cuenta! y de esa forma no
tener que dar demasiadas explicaciones. Fue entonces cuando me amenazó
diciéndome.
—Eres una sinvergüenza. Como abras la boca y se lo digas a alguien te mato.
Autor : Emilio Moreno


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