martes, 28 de junio de 2011

Glaucoma congénito


Corría el mes de marzo de 1977, en uno de los viajes que hizo desde Arriondas_ Asturias_, a Barcelona. Mariana, una mujer de treinta y tres años de edad, hija de unos adinerados comerciantes llegados de Cuba los cuales se habían hecho millonarios en las Américas y que por motivos de una enfermedad que le afectaba seriamente a los ojos, visitaba la ciudad condal y la clínica donde le habían aconsejado podrían aliviar esa Maculopatía. Deterioro que su degeneración de mácula, la estaba sometiendo y que poco a poco perdía la vista sin remisión.
Una vez que desde su tierra natal, habían concertado visita en la prestigiosa clínica de Don Miguel Estaqué para ser visitada por sus doctores en el sanatorio de esa misma institución. Detalles, que les habían proporcionado los señores Miranda. Amigos de los padres de Mariana, a los cuales este mismo organismo había intervenido de cirugía de córneas en ambos ojos, a su ahijada y se los recomendaba efusivamente como uno de los centros punteros dentro del mundo de la oftalmología.

Como el tratamiento debía ser prolongado y para evitar que los viajes llegaran a mermar la salud ya, precaria de Mariana, habían reservado refugio en una de las residencias cercanas al complejo médico, una habitación en la Pensión de Angeleta, situada en la calle de Madrazo, donde estableció cuartel general durante la gran estadía en la ciudad del Mediterráneo.

Estando en la pensión y compartiendo mesa, vivencias y círculo de charla, incluso amistad y apego a los hospedados en casa Angeleta, conoció a Sixta, una negrita de Guinea, que también debía ser visitada por el doctor Estaqué, debido también a su dolencia, una glaucoma aguda híper acuciante de carácter congénito. Una enfermedad que es la responsable y se identifica por una elevación de la presión intraocular hasta un nivel que produce un daño irreversible en las fibras del nervio óptico. Esta dolencia que puede llevar a la ceguera es la más conocida por presentarse bruscamente con gran dolor y violenta disminución de la visión, perspectiva de halos coloreados alrededor de las luces, e incluso sensación de náuseas y vómitos.

Gracia; que le habían permitido las Cáritas Diocesanas, con la asistencia médica ofrecida por una de las incipientes organizaciones de Ayuda al necesitado en Naciones Unidas y, la colaboración de Médicos sin Frontera. Viajaron a España Motebu la mamá de Sixta y ella misma para ser tratadas.

Motebu, estaba preñada, en el espacio que acompañaba a Sixta para la curación de los ojos. Ella, también padecía la misma deficiencia y los doctores de igual modo la trataban. Por compasión y humanidad, unificando a las dos pacientes en un solo tratamiento, como auxilio añadido al cargo de la Beneficencia.

Mariana, apadrinaría a ese bebe, al que le pusieron Asanghono, y que pudo estrechar en sus brazos dado que el nacimiento se produjo en aquella época. Parto que como era de esperar fue atendido por el departamento sanitario de la ciudad y, bajo el amparo de las ayudas diocesanas y todas las organizaciones para refugiados que participaron.

Ya llevaba once meses en la pensión, tras una larga espera y evolución entre las operaciones el restablecimiento y las visitas de control, decidió mudar de alojamiento.

Mariana a pesar de seguir en contacto con los ya, amigos de la hospedería y volver frecuente a visitarles, se alquiló un piso chiquito en Plaza Molina. Haciéndolo residencia habitual para sus estancias en Barcelona. Cuando convenía lo cerraba y a temporadas lo usaba en sus frecuentes viajes, ya por causas medicas, como por visitas de turismo y de placer. Era su segunda residencia que le daba una comodidad amplia, sin contar el ahorro que le suponía frente al gasto de la pensión

Con los meses, le dieron alta médica definitiva, para poder retornar a su Asturias. Cuando aconsejada por los doctores, había quedado repuesta, a tenor de posibles complicaciones y de las visitas que de tanto en vez debía pasar para ser observada por el equipo de facultativos de la clínica.

A pesar de la muchísima amistad y cariño, el tiempo deja huella de olvido. Las distancias y las ausencias entre personas, anidan distracción y descuido. Dejaron de saber una de otra y la frecuencia terminó siendo poco asidua, se hicieron lejanas y las noticias dimitieron. Ya no era como antaño, el roce era diario y continuo entre las dos amigas. Mariana ya en su Arriondas, solía saber de Motebu, por carta y el contacto fue perdiendo fuerza y languideciendo a medida que la vida pasa su paño de franela y hace que se enfríen todas las condiciones pasando de cálidas a frías.


Tras veinte años y en los cientos de veces que venía a la ciudad para sus reconocimientos, un día tras salir de la clínica, recordó su paso por la antigua pensión y se dirigió a verles, después de una larga ausencia. Mariana, llegó a casa Angeleta y faltaban todas aquellas personas que ella recordaba. Saludó a los nuevos inquilinos de la pensión. De aquellos que se habían reunidos durante tanto tiempo, no quedaba ninguno, los descendientes de los patronos. Ya no era igual, aquel clima de amistad, aquel compartir los recursos, aquellas entregas de fervor a traguitos se había escapado como se nos esfuma el agua de entre los dedos.

En aquella misma fecha y por casualidades de la vida, una de esas tardes que Mariana paseaba por los aledaños del paseo de San Gervasio, le pareció conocer a Sixta. Aquella muchacha negrita y espigada con aquellas trenzas y aquel color bruñido. No había cambiado nada y la dentadura blanca y separada de los frontales, eran sello de presentación de Sixta, la hija de Mutube. Tan despabilada y metomentodo que había tratado como si fuera de familia y padecido en la pensión Angeleta de la calle Madrazo.

La hija de Mutube y en esta ocasión en lugar de resistir aquellas carreras por los pasillos de la posada, en vez de aprender lo que es conducta educada, en lugar de cultivar lo que es urbanidad, estaba tirada en la acera como un detrito.

Sentada en el portal del mercado Sant Gervasi en una esquina de la plaza Joaquín Folguera, desecha de la vida, sucia, muy dejada y con la presencia de una indigente de las de grado profundo en la marginación social, que con un cartón a sus pies y su recipiente, admitía cualquier tipo de ayuda o limosna que le pudieran dejar caer en aquel platillo los allí transeúntes. El cabello acaracolado e inmundo y con visos de grasiento y pringoso. Unas grandes y no convenientes anteojos de sol le tapaban gran parte de su fisonomía, que por sus grandes dimensiones le llegaba por la parte superior hasta media frente y por la inferior hasta casi la juntura de los labios. En otro tiempo carnosos y bien dibujados. Labios salvajes y ardientes que transmitían energía con la característica de ser pulposos y pertenecientes a una boca grande, denotando que eran femeninos, con ese color rojo intenso natural, que son los que más favorecen a una mujer.

El rasgo de su nariz, del estilo de las mulatas más atractivas, con ese tipo de trazas descriptivas que destacan por su descaro a la hora de husmear, esos que no evitan el disimulo al oler. Las clásicas narices simpáticas ecuatoriales. Sus brazos rudimentarios y fuertes del color del ébano acababan en unas manos poderosas acostumbradas a los esfuerzos mas excepcionales y diversos. Llevaba una blusa sin mangas abotonada hasta el cuello que adiestrada a recibir manchas de suciedad ya no disponía de parcela para que la vista reconociera atisbo de limpieza. Los pantalones en cuanto a pulcritud tenían la misma guisa. El color al estar limpios, sería amaranto. Difícil traducir modelo y textura dada la poca higiene que soportaban. Hasta media pierna mostrando unas extremidades fornidas y andadoras que descubrían al cabo unos pies sucios, mal cuidados y encallecidos que a pesar de todos los tormentos estaban acostumbrados a llegar a cualquier sitio, fuera selva, desierto o áspero asfalto, sin desfallecimiento ni descanso.

En el platillo unas monedas inertes pedían a gritos, que otros bolsillos generosos se desprendieran de algo para acompañar a los pocos caudales allí dispuestos y así hacer un montante divino que ayudara a su patrocinadora a comprarse las viandas necesarias para comer esa jornada. El cartón era un reclamo o leyenda donde se publicitaba el porqué de su autora estaba desmayada y sentada junto a él en aquella inmunda esquina.

Podía leerse en aquella proclama: “Cuando crea usted que en el plato hay monedas suficientes para comprar un panecillo. Avíseme por favor. Soy ciega. Que Dios se lo pague”.


_ ¡Sixta eres tú!

_ ¡La misma! Así me pusieron mis padres

_ ¿Me conoces? ¿Sabes quién soy?

_ ¡Eres Mariana Castañu! ¡De la Morca… en Arriondas! Tu voz es inconfundible para mí, con tantos regaños y puntualizaciones que me han dirigido. ¿Recuerdas?

_ ¡Qué haces aquí muchacha! ¡Por Dios, por Dios! Tan tirada y desasistida

_ Es la forma de poder comer y malvivir. No tengo otra opción como comprenderás.

_ ¡Dónde vives! … ¡Criatura!

_ Ahora mismo, por la zona del Parque Güell, debajo de unas verandas públicas pero es cambiante. Ya sabes cuando la policía se cansa te echa del sitio y has de encontrar otro. Recojo mis cartones, si me dejan y si no pues… ¡me busco la vida! Según viene. Como, de lo que saco en limosnas y de los contenedores de basura, de aquí cerca en el mercado. El género sobrante y de lo que encuentro o me dan por lástima. Una mierda si lo comparo con lo bien que se vivía y comía en la pensión Angeleta.

_ Cuanto tiempo llevas haciendo esta vida.

_ Pronto hará un año que llegué de Guinea con mi novio, buscando una vida más digna y ya ves. Porque yo a ti, no puedo hacerlo._ Se quitó las lentes y quedó a la vista de Mariana un espectáculo tan feo y cruel como penoso. Sixta no tenía ojos, en sus cuencas no existían globos oculares. Estaban vacías.

_ ¡Virgen del amor hermoso! _Exclamo Mariana, con un gimoteo de dolor y de rabia.

Todo aquel espectáculo sumado a la presencia tan horrenda de la negrita, daba una imagen de desespero y destemplanza particular.

_ ¡Dios bendito de los Cielos! _ Volvió a exclamar Mariana_ ¿Cómo has podido? permitir tal padecimiento a esta gente, que está tan necesitada y son tan sencillos ¡Cómo! _ decía ya para sus adentros mientras se le escapaba un llanto invisible y sincero.

_ ¡No llores Mariana! Por lo menos conservo la vida, que mis padres la han perdido.

_ ¿Cómo fue lo de Motebu? … Tu madre, ¿sufrió mucho mi buena amiga?


_ Una enfermedad infecciosa propagada en mi tierra, se los llevó a los dos por delante, aquella malaria no les respetó y tras un mes de fiebres altísimas, dejaron esta existencia. Mi madre si soy sincera, ya no tenía demasiadas ganas de vivir, después de aguantar tanta calamidad, muchos hijos y lo que me sobrevino a mí. Con tanto sacrificio de llevarme a España, para evitar mi ceguera, que por cierto, como sabes bien por lo que has padecido, la mía muy severa era de un tipo diferente al vuestro. Lo heredé de ella. Al final, no sirvió para nada.

_ No me digas que no pudieron hacer algo más para asistirte. En qué mundo vivimos, ¡Estamos dejados de la mano de Dios!


Sixta, perdió la visión, por una subida de tensión en los ojos, allí en su país. Dada las distancias tan enormes entre los poblados y la capital, sin apenas recursos ni carreteras, con escasa cobertura médica y otros asuntos que se suman, como el ser paupérrimo. Cuando las cosas se ponen difíciles, hacen que las desgracias no tarden en llegar. Los sanitarios que la asistieron para evitar dolores y complicaciones, no supieron hacer más que dejarle las cuencas, sin ojos.

Esta enfermedad de Sixta se produjo por el cierre brusco de las vías de eliminación del humo acuoso, como consecuencia de la forma especial del ojo, el recodo a través del cual se ha de eliminar este líquido, es muy estrecho y, las paredes de este ángulo se acercaron, cerrando por completo el paso. Esto le trajo como consecuencia la rapidísima elevación de la presión ocular y el intensísimo daño llamado “dolor de clavo”.

_ Allí, lo que hicieron es vaciarme las cuencas y dejarme como estoy. Hecha un trasto. Sin embargo, me consolé sabía que en mi país, no podría nunca abrirme camino y, vinimos a España apoyada por mi novio. Intentando buscar fortuna en la ciudad y para mitigar mi deficiencia, que por mucho que quisiera y por todo el dinero del mundo, ¡que no lo tengo! Los ojos y la vista jamás la recobraré. Al principio como conocía el idioma y con mi carencia, la gente comprendía o por lo menos, decía que lo entendía y nos íbamos apañando, en una habitación que realquilamos por la zona del Carmelo. Hasta que Tenghema, el que fue mi lazarillo y compañero, encontró trabajo en una empresa de reparto de bultos y conoció a Isabel que le gustó mas que yo y me dejo de la noche a la mañana, sin mas explicaciones que el adiós, que dijo cuando cerró la puerta tras de sí aquella tarde. De ahora hace dos meses.
_ Al dejar de pagar al casero, lo corriente es que me pusieran en la calle y eso es casi todo.

_ Por lo menos conservas la vida_, dijo Mariana entre dientes y muy entristecida_. Lo acabas de referir hace un rato tu misma y en eso te doy la razón ¡por lo menos vives! Y no estás sumida en una depresión.

_ Sabes Mariana_ dijo Sixta colocándose de nuevo aquellas horribles lentes_ Decía mamá a menudo, cuando las cosas iban regular, un dicho español que lo aprendió de los colonos llegados a Guinea y no era otro que: ¡Dios aprieta, pero no ahoga!

_ Estoy interpretando el mensaje que hay escrito en ese trozo de cartón que yace a tus pies y creo que el borde de ese plato ha rebosado la cuantía, para que puedas comerte esos bocadillos y además puedas tomarte un baño caliente. ¡Levántate y vámonos a casa! _ Asintió Mariana mientras ayudaba a Sixta a alzarse de ese portal y rescatarla de tanta desdicha



lunes, 27 de junio de 2011

Secuencias

Aquel día recogió a Jacinta en el portal de su casa. Él; Amancio la esperaba en la acera de enfrente, justo al cruzar la Gran Vía, bajo un platanero que daba una sombra permanente evitando a ese sol tan relamido y desbastador de la tarde. Fuera de las suposiciones y los comentarios vecinales, procurando mantener esa pulcritud en el disimulo y esa discreción tan deseada en las relaciones incipientes.

Diligencia anglosajona la de esta joven, haciendo honor al dicho: “más vale llegar a tiempo que rondar un año”_ El muchacho había llegado con una cuarta de tiempo antes, para evitar imponderables que se suelen suceder cuando menos esperas. Cuando apareció en el zaguán de su vivienda aquella mujer, se paralizaron los semáforos de la avenida, entrando en parálisis titubeante de color ámbar, para permitir el paso a semejante gallarda. El edificio ganó varios enteros en lustre, decoración arquitectónica y diseño esnobista, dado el arco de luz que irradiaba Jacinta.


Amancio, se deleitó con la imagen y sintió una corriente deliciosa que desembocaba en el puerto de su satisfacción personal emocionándose y sintiendo un orgullo indescriptible por ser el mismo quien acogía dentro de su círculo de afectos a aquella señorita tan linda, que expandía la hermosura de la mejor manera.

Sencilla y feliz, aquella sonrisa estructural y blanquecina, radiante de luz le llegaba al chico hasta incluso el borde de la acera opuesta de la avenida. Al verla no pudo más que pensar para sus adentros lo bonita que era aquella criatura.

_ Hola guapísima ¿Cómo estás? ¿Contenta? ¿Dónde te gustaría ir esta tarde?
_ Hola, ¡muy bien que estoy! ¿No me ves? O te falta vista. A que vienen tantas preguntas seguidas. ¿Estás nervioso?
_ Por eso pregunto, por encontrarte preciosa y con buen humor. No estoy nervioso y si así fuere, sería por la prisa que tengo en agradarte.
_ Y por qué habría de estar enojada sin motivo. Estoy sana, me encuentro a gusto con mis medidas, imposible pedirle más al cielo.
_ Olé; esa boquita preciosa que pronuncia de mil amores palabras tiesas y que las perfecciona tu propia dicción.
_ Estás de broma o hablas con guasa ¿moreno? Me confunden esas gracias naturales que despilfarras para agradarme.
_ ¿En broma contigo? Imposible, sería una cobardía imperdonable la que evitara decirte el traducido de mis ojos.
_ Preguntabas ¿Dónde quería ir? Pues llévame al cine, abordan una película divina. Mientras en el camino de ida y el paseo de vuelta podré escuchar esos requiebros buscados que tratan de impresionarme.
_ Hágase tu voluntad en esa sala de proyección, con la historia que tú has elegido, esperando que los protagonistas seamos nosotros y vivamos felices y comamos perdices, mientras dure el influjo de la historia.
_ Será un tanto enojoso comer perdices en ese recinto y a oscuras. No te aterroriza mancharte la corbata, con las fritangas de la salsita.

Fueron paseando por la amplia calle hacia la zona donde están las salas de recreación, con aquel agrado y una gran alegría. Disfrutando de los márgenes del regocijo y la placidez desmedida. En aquel cine de barrio, las butacas no estaban numeradas y los asiduos entraban buscando el lugar donde se encontraban más cómodos. Las parejas de trato prolongado, solían buscar la platea trasera o el llamado “gallinero”. Aprovechando el lugar y el momento aunque la trama de la película, no invitara y beneficiándose de la poca luz, más bien escasa del extremo de la sala, se regalaban caricias y besos furtivos, que se disfrutaban con obsesión. Aparte de perder el hilo de la película, que llegaba en según qué casos a carecer de importancia, dada la conveniencia del trueque o trapicheo.

Amancio, muy gentilhombre, se excusó de Jacinta haciendo el gesto que le esperara un minuto mientras él se acercaba a expender un par de entradas, a sabiendas que la sesión de media tarde ya se había iniciado y la película que estaban pasando había comenzado.


_ Por favor, dos entradas si es tan amable._ Amancio solicitó a la expendedora.
_ Caballero, la película de esta tarde: Con faldas y a lo loco, ha comenzado hace un ratito.
_ No se preocupe, entramos de cualquier forma. Como es sesión continua, si nos parece veremos después el trocito que nos hayamos perdido.
_ De acuerdo _ respondió la taquillera mientras Amancio acercó el billete y la empleada le cobró sin problema.
Una vez tenía las entradas en la mano, volvió junto a Jacinta y le explico con detalle lo sucedido.
_ ¿Vamos a entrar, comenzada la película?
_ Sí mujer; tampoco hace tanto tiempo, entre que dan los cortes de la semana próxima y anuncian lo que se está preparando, no habremos perdido demasiado del film.
_ Si que llevas prisa por entrar, eres así de nervioso con las cosas.
_ Anda mujer, que no es para tanto. Que dejamos de ver media docena de escenas y luego lo aprovechamos para pasear, merendar o lo que desees.

Subieron la escalinata del Hall y un empleado cortaba las entradas pasadas la gran cortina de blonda anaranjada y gruesa, antes de cruzar el portón de la sala de proyección. El que dio aviso al acomodador, dado que las luces estaban completamente apagadas y no se sabía dónde había localidades libres para albergar a la pareja.

_ Síganme, por favor_, les orientaba el empleado mientras les daba razón_ que les alumbro con la linterna y les acomodo, ¿quieren muy adelante o prefieren…?
_ Preferible hacia atrás, si es posible_, le dijo Amancio, mientras se miraba a Jacinta, que ella, sonreía con ignota imaginación. Suponiendo de las intenciones saludables del acompañante, las debería controlar en aquella platea concurrida de excitados.
Pasaron pasillo hacia la izquierda, con un desnivel acentuado mientras en sus pies notaban  el beneficio de una alfombra que se suponía mullida, por el regodeo que sentían sus plantas. En la pantalla, ya se comenzaba a mascar el carrete del argumento y el ambiente olía a desinfectante barato.

Los ya acomodados pedían silencio y otros, se quejaban de la llegada de público una vez la cinta estaba en marcha, por aquello del despiste que generan las interrupciones de esa índole. Tras del acomodador y su linterna iba concentrada Jacinta, que llegados a un punto dónde el ayudante observó habían plazas indicó para que los dos se acomodasen. Jacinta hizo una especie de escaramuza y, no ocupó ni la plaza ni la fila que el farolito le indicaba, detalle que pasó por alto a Amancio que mientras ocurría el detalle, estaba de espaldas y ofrecía una propina al servicial subalterno, perdiendo de vista el lugar donde se había sentado la guapa Jacinta.
Una vez guardó la cartera en el bolsillo izquierdo del chaleco, levantó la vista y se dejó llevar por su sentido de la ubicación hasta el fondo de aquella hilera de butacas, dónde se divisaba una despampanante melena al uso y formas muy parecidas a las de Jacinta.


Se apresuró en acercarse a la que creía era su butaca de destino y sin previo aviso y con oscuridad y alevosía, sin verificación individual, ni algo que se le pareciera dejó suelta sus ganas de amparo y creyendo que la mujer que permanecía acomodada, somnolienta por los efluvios de los encantos de los protagonistas Toni Curtis y Marylin Monroe, era la ilusión de su huerta.

Pasó su brazo derecho por encima de los hombros abrazando a la dama que tan tranquila y concentrada atendía las secuencias de la gran película emitida en aquella sala.
En décimas de segundo se cruzaron las miradas de las dos personas, quedando estupefactas y fuera de sitio, como el que se desorienta en un desierto rimbombante sin arena, como el que se pierde en un glaciar paranoico de nieves perpetuas, como el que se orina patas abajo sin echar gota y se le encojen los pantalones.
No era Jacinta, no lo era. ¡Dios mío, me la han cambiado! Jamás podré encontrar una muchacha más linda que ella, Habrá sido el acomodador que en el entretanto de la programada recompensa, la ha raptado de mis quicios enajenados de seducción.

Todo pasaba en un espacio de tiempo tan breve que llegaba a ser centesimal, en la pantalla del gran cine estaban las secuencias de la finalización de la película cuando:
“Jack Lemmon en el papel de Dafne le dice a Osgut _No puedo casarme con el vestido de tu madre, no tenemos el mismo tipo ._Decía Dafne ataviado y con vestimenta de mujer.
_ Podemos reformarlo_ Le decía Osgut con cara de y ¡…que pasa!
_ He de ser sincera contigo_ le decía en la secuencia final del film a Osgut, mirando de desentrañar un lio de hombre vestido de mujer”.

El estruendo que se escuchó, provocado por el grandioso guantazo, retumbó en toda la sala de proyección, como si el obús de un cañón hubiera hecho diana sobre una cacharrería. Llenando de dedos la amplitud de las facciones de Amancio, la extremidad de la señora que sentada a su izquierda le propinó en toda la fisonomía.


_Descarado, sinvergüenza, de que vas ¿Qué te has creído?
_ ¡Tú no eres Jacinta!
_ Qué coño ¡Ni soy Jacinta ni afortunada estoy! ¡Granuja!


Los espectadores, se giraron hacia atrás al escuchar semejante bocinazo, creyendo que alguien había quedado en estado de lipotimia seducida. Jacinta en ese instante se levantó y con un chillido, avisó a Amancio que estaba esperándole dos filas más atrás, justo en la diagonal de donde le habían abofeteado.



_ Amancio, ¡No te hagas el gracioso quieres! te espero hace rato, por favor no tardes. ¡No puedo concentrarme!



viernes, 24 de junio de 2011

Acarreo



Aunque quiera olvidarlo
no consiento, ni permito
es condena y acarreo
la acepto y admito



Sabes que llevo en mis sentimientos
igual ni se nota, de tanto escarmiento
por ello me inclino a seguir sincero
aunque la sombra me niegue el último aliento



Viendo como sufre, giro la mirada
aunque lo finja sin decir palabra
siento en la noche, angustia palpable
fuego en las venas, inflama y arde



Esa pena envuelve indisoluble rutina
aunque disimule, siempre será mía
acepto al completo mi gran herejía
la llevo en mi huella todos los días



El llanto que guardo entre mis adentros
no borra memoria, ni bendición ni gloria
si cierro los ojos, siento mi gran pena
que será después, cuando yo me muera



Como podría ayudar sin dejar huella
si cuando lo intento se culpa sin tregua
ese desconsuelo será imperativo
lo pienso, lo admito y, leo lo escrito



Aunque quiera olvidarlo
no consiento, ni permito
es condena y acarreo
la acepto y admito










martes, 21 de junio de 2011

Felicitaciones en San Juan


Felicidades a ti: Juan y por supuesto a: Juana. Llega su santoral y con ello, las verbenas y el solsticio de verano, ¡ Vaya mi felicitación y mi abrazo !


No podría olvidarme de ti amigo Juan. Sabes a lo que me refiero; sin más indicaciones. Tantas y tantas salidas, encuentros y comentarios, sin olvidarnos de las risas y del afecto. ¡ Ah..., que no sabes !  Tendrás valor de no recordarlo. ¡No  me  lo  puedo  creer!
¡Claro que es a tí! ...Eres el Juan que más contacto tiene conmigo, el que me llama y se preocupa en todo momento, el que me encuentra porque me aprecia. Aquel que de vez en cuando me hace la "prueba del algodón" Todos sabemos que el hidrófilo, la pólvora y el algodón: ¡¡No engañan!!



Dice el refrán: el roce hace el cariño. Por ello, vaya mi recordación y evocación a tí. Valorando sin dudar  a los otros amigos que se llaman también "Juan" y que además también congratulo y brindo por ellos, con afecto y ponderación.  Felicidades a todos. Solo una anecdota escribiré desde este balcón que recorre el mundo. Un inciso que de entre tantos, destacan por su simpatía. Con ello mi homenaje en el dia de tu Santoral.
Era una jornada especial que hacíamos la visita a las Cuevas de Vall de Uxo en Castellón, al principio hubieron dudas en la visita. Dado que se hacía desde una barcaza y que la profundidad aunque no era mucha, estoy casi seguro que a más de uno, le hubiese creado una situación enojosa_ caso que la barquita zozobrara_. Tras el normal cambio de impresión de _"Si ...voy;  o si ...vengo"_ Se decidió acceder a las instalaciones. Cuando nos vieron aparecer en el lugar de atraque de las chalupas intuyeron que una solo para nosotros. Ocho personas, pero como nos verían, que dijeron: "Una y Grande" y si puede ser "libre", para estos guasones. El barquero con braguero y experiencia, que estos turistas, solo con las risas pueden desmembrar la paciencia del remero y del vigia del complejo. El nivel de flotación de la barca, comenzó a perder horizontalidad a medida que iba soportando nuestro peso. Un pasito para alante; ¡A la derecha! y el meneo de la barca ¡Uy que miedo! otro pasito para atrás ¡A la izquierda!  El calado de la canoa iba hundiendo el fuselaje y parecía cuando entró el último, que éramos expatriados en patera cruzando la valentía extinguida. El barquero ¿sería incapaz? de mover aquella plataforma flotante. A todos las risas se nos fueron disipando, menos a Juan que mantenía su enjundia de buen marino. _ Estaba mareado perdido, pero sabe disimular_ En según que galerias de las cuevas _ preciosas por cierto_ el guía indicaba aqui veinte metros de profundidad, ¡ Uuiii ! Simplemente el escuchar el dato, se nos encogía el flato. ¡Que ganas tengo de salir! Se escuchaban voces, otros no decían ni... mijita, el miedo les impedía balbucear. A según quien le caía aguita desde la llamada gruta, la parte superior de la Caverna, era el preciado elemento que recogía Juan con la mano y la vaporizaba llegandonos al cogote para acolindrarnos una pizquita más. Acabó su dicharacho cuando los nervios estaban a punto de romperse, en el momento que el gondolero quiso perturbarse, a punto estuvo de saltar y dejarnos a la deriva en aquel lago majestuoso. Él, mi amigo ante la panorámica divina del agua estancada de la cueva, explicó: el milagro de los panes y los peces. Llegando a la par al muelle de los bien atracados para tomar tierra.


lunes, 20 de junio de 2011

Hispano Paulo y Aldo Gaudencio

Refería la historia con un recuerdo imborrable, como si lo estuviera viviendo en aquel preciso instante, Hugo le escuchaba con mucha atención y vislumbraba todo lo que estaba contando.

_ Antonio, tendrás muchos recuerdos de aquella época ¿verdad?

_ Claro que si, gracias a Dios, de momento la cabeza, la tengo bien y hay cosas que te quedan tan grabadas, que es imposible olvidarlas.

_ Entonces, aquella gente, entró en el pueblo sin más.

_ Como sin más, venían retrocediendo de las tropas que les comían terreno e iban huyendo_ Continuaba hablando Antonio_. Los aviones de las Luftwaffe alemana, bombardeando a todas las poblaciones, sospechosas de tropas rojas y con un miedo imposible de tragar. Nosotros éramos jovencitos y a ratos aún jugábamos con la situación, pero recuerdo la cara y el susto de mis padres y abuelos, que sabían que no se salvaban, y a lo peor se quedaban sin nada.

Era una vivencia, ¿ Una alucinación? Era una situación auténtica, un recuerdo fantástico, de cuando fue niño. Cuando todo lo que ocurre alrededor es impregnado fuertemente en la memoria. Realmente, era preciso con los detalles y en los lugares. Por supuesto en los nombres y en las personas. Cuando hablaba, su cara reflejaba la emoción, la historia se remonta a los difíciles años de la Guerra Civil y las personas del relato pertenecían algunas a su pueblo, otras cercanas a él y las demás a las Brigadas Internacionales. Los italianos, franceses y del resto de Europa, llegados para intervenir en la contienda.

_ El pueblo estaba a merced de todo aquello, los hombres válidos todos en el frente luchando. Excepto los desertores que también los hubo; los que estaban impedidos o ancianos, pero normalmente entonces los hombres estaban en el monte, con las guerrillas, escondidos o; en el frente pegando tiros.

_ Entonces en tu casa, quien ¿estabais?

_ En casa, mi padre, porque era muy viejo cuando comenzó la guerra, y no lo quisieron alistar, mi madre y mis hermanas, y yo que tenía diez años.

_ Pasabais ¿hambre? _ Preguntaba el amigo Hugo, con mucho interés

_ ¡Hambre! No, y de necesidad, algo se sufría. No se podía ir al campo a sembrar; a casi nada, porque todo estaba como un desierto, algún huertecillo se cultivaba cerca de las casas, pero todo se tenía que repartir, porque si no hubiese solidaridad en esos tiempos, no sé como hubiésemos parado.

_ La gente del pueblo, entre ellos, se ¿entendía?

_ ¡Vah! Nadie confiaba en los demás. Había habido muchas delaciones y acusaciones entre familias, ya sea por miedo, por rencor y envidia o porque la gente, somos un desastre, poco solidarios y menos humanos.

Hugo, quedaba estupefacto con todo lo que estaba oyendo, con el relato y más que eso, por todo el pormenor, por la perfección habida en la explicación, por lo que le había penetrado aquella historia y, con interés le preguntaba detalles que él, respondía al punto. Fue una noche agradable y en la que Hugo aprendió que atendiendo a las personas, se puede llegar a creer la vida mejor.

Una taza de manzanilla les acompañaba, por aquellos días el frío se hacía notar y al beneficio de la chimenea, quemando aquellos troncos que férvidos, achicharraban la piel, por el contacto existente, desgranaba la explicación con sencillez.


Hugo; fumaba un pitillo tras otro y él Antonio, en según qué momentos abstraído por su relato, ni siquiera tenía la mirada fija en lugar alguno. Arqueaba sus cejas pobladas y algún detalle se quedaba en su interior, silenciado; por prudencia y por no revelar asuntos de personas cercanas.

El tiempo parecía haberse detenido, Las horas no pasaban y de nuevo metido en “harina” comentaba esto y aquello, pero resaltando a dos personas que fueron nombradas y que estas, parecía que siempre quedaron consigo. Agarrados a su mente, a sus recuerdos, forjados al fuego, para no olvidarlos jamás y que sin lugar a dudas desde dónde estén descansando, que probablemente sea en un vergel cercano. Darán las gracias a su mentor, que entonces era un niño, un verdadero y noble amigo, que trasladó con su voz ésta historia, que Hugo atendía con tanto agrado.

Una noche, golpearon la puerta de la casa con mucho escándalo, muy fuerte, nosotros estábamos cenando lo poco que había, a la luz de una vela. Nos asustamos, padre abrió y era el mandatario del partido que nos traía a Hispano. Herido de metralla, nos obligó a que nos lo quedáramos y le cuidáramos. El comisario y dos soldados, partieron sin dar tregua a explicaciones y dejó a otro, italiano para que nos pusiera al corriente.

_ Os lo tenéis que quedar y mirar de curarle, somos brigadistas, lo han alcanzado con la metralla del fuego de mortero de las escaramuzas._ Matizó el italiano

_ Hacer sitio en una de las habitaciones_ Dijo padre mirando a Purificación, mi hermana; que levantándose corrió a cumplir la petición

_ Salvadle la vida a Hispano, es valiente, honrado y mi amigo. Me llamo Aldo Gaudencio, vendré a verle en cuanto pueda, _volvió a hablar aquel soldado italiano que había acompañado a la comitiva hasta casa.

_ Espera _ dijo mi madre, _ descansa y tomate un vaso de vino, ya es muy tarde y te veo fatigado.

_ Gracias mujer, pero no puedo entretenerme demasiado, dame de beber y rápido; que voy volando._ Aceptando el trago, más por ingerir algo, que por la sed que pudiese tener.

Mientras Purificación y su hermana Consuelo, ya habían comenzado a limpiar las heridas de Hispano, que había perdido mucha sangre y estaba muy debilitado. Una vez lo habían situado en una de las habitaciones que usábamos para la matanza del gorrino, donde había un catre libre. Mi padre un hombre, más bien temeroso, se afanaba en cerrar todas las ventanas y nos hacía gestos para que bajásemos el tono de voz. Quería evitar que se extendiera aquel suceso. Madre le extendió una taza con vino negro, que se bebió de un trago, alargándola de nuevo, solicitando un sorbo más. Madre, ya había cortado una hogaza de pan y se la ofrecía con algo de tocino, al tiempo que llenaba de nuevo su tazón.

_ Gracias, señora. Volveré, cuando pueda, si no me matan. Tengan la bondad de salvar a Hispano, lo recogerán los enfermeros de la Brigada. Si muere, que no sea por falta de humanidad y atención, hagan lo que puedan por darle sepultura.

_ ¡Calla, hijo! No digas eso, es muy joven, trataremos de hacer lo que podamos, Dios, no querrá que se marche tan joven. Ten fe en la Virgen María.

_ He de irme, no puedo entretenerme más, me esperan y no les puedo fallar. Adiós y gracias por todo.

La puerta se volvió a cerrar a cal y canto. El padre, miró a su esposa y con aquellas ojeadas, sobraba cualquier expresión hablada. Ella comenzó a preparar unos ungüentos para aderezar las heridas que ya estaban lavadas por las hermanas. Las lesiones de Hispano, eran sangrantes y feas, aquel soldado además de muy sucio, enardecía de la fiebre que tenía. Se organizó como se le debía curar y puso al frente de esos remedios a la hija mayor: Purificación, que se pasó toda la noche junto al joven, secándole el sudor y la fiebre, atendiéndolo en su gravedad y dándole aquel preparado que dispuso la madre.

En muchas de las casas del pueblo, había pasado la misma circunstancia, en la oscuridad habían llamado a las puertas de algunos vecinos, para que cada cual se hiciera cargo de uno de los tantos heridos que habían caído en aquel combate.


En el espacio de aquella noche, no cesaron de escucharse los sonidos de los proyectiles y del vuelo rasante de aviones sobre aquella población, que mantenía a sus habitantes tan asustados. Hacia la madrugada el circular de camiones con tropas, encrespaban aun más, las pocas esperanzas de aquel sitio, que se había transformado en arsenal de heridos. Sobre las once de aquel día, aquella puerta volvía a abrirse nuevamente para recibir al ya conocido Aldo Gaudencio. Un italiano alistado en las brigadas de unos treinta años, que combatía con las tropas que habían enviado desde varios países Europeos.


_ Hola, gracias por abrir. ¿Cómo está Hispano? ¿Ha mejorado algo?
_ Está muy delicado, ha perdido mucha sangre y no tenemos medicinas para quitarle esa fiebre tan alta. Deberíamos trasladarlo al hospital de campaña._ Alegó Purificación con gran pesar.

_ Ahora, no se puede hacer nada, por lo que deberá permanecer unos días, con ustedes bajo su amparo. Tenemos desperdigados a varios compañeros por todo el pueblo, recibiendo asistencia de la buena gente de aquí . _ Continuó matizando Aldo_ En unos días tenemos previsto venga un furgón clínico para trasladarlos al hospital de Mora de Ebro.

_ Aldo, que vamos a hacer, si entran las tropas moriscas y lo encuentran en casa._ dijo Purificación nerviosa, pensando en los suyos.

_ Si pasara eso, ya no habría lugar a nada, sería lo último que podría pasar, entonces querría decir que todos estaríamos kaputt._ respondía el brigadista.



Pasaron cuatro días, desde que habían dejado al herido en casa de aquella familia, bajo los cuidados de la hija mayor, la que se encargaba de darle la sopa, asearlo y tratarlo. Eso hacía que Hispano fuera entablando cierta relación con ella, una vez había recobrado el conocimiento. A pesar que la infección que tenía por todo su cuerpo se extendía sin freno. Los padres y el resto de la familia de aquella casa, callaban y no manifestaban ningún detalle entre ellos ni siquiera lo sacaban a colación con sus vecinos. Era como una obligación que les había caído desde el cielo y que debían atender.

_ Puri; puedo llamarte Puri-. Preguntó Hispano
_ Llámame, como prefieras, si te es más corto el nombre y te apetece: puedes hacerlo
_ Estoy muriendo ¿verdad?
_ Yo no creo que vayas a acabar así, entonces para que, tanto esfuerzo en curarte y mis esfuerzos por atenderte.
_ Me siento muy flojo, pero me encanta que hayas sido tú, la persona que me has cuidado en estos días, eres una mujer muy guapa y además: buena.
_ No estarás muriéndote mucho, cuando estás tratando de dar pena, o quizás piropeándome de una forma descarada.
_ Si salgo de esta, cuando acabe toda esta desgracia…. ¿Podré verte?
_ Podrás verme siempre, yo no voy escondiéndome por las esquinas, soy una chica muy joven que no tiene miedo a nadie. Otra cosa, será que nos caiga una bomba, o que esta guerra, acabe con todo lo que se menea en el pueblo. Entonces, nadie nos podremos ver.
_ Tengo fe en que todo esto acabe bien y todo este dolor, el de la heridas y el que soporta el pueblo, se diluya. Que llegue el tiempo, que nadie se acuerde de estos días tan crueles y con tanta desgracia.

Purificación era una mujer joven, guapa, con una melena en la espalda que se la recogía en un moño prieto dejándole la frente franca y escenificando unos ojos preciosos y una nariz imperceptible que movía con gracejo. Labios de fuego, referentes a una boca carnosa, y reducida. Propia de una mujer calmada y sin mucho que contar. Sin embargo, con el deseo intacto, salvaje y ardiente. Llegando a ser seductora y coqueta. Determinante en lo que quiere y que siempre lo consigue. Seria y solvente, no muy alta pero clara de piel e impoluta. Con grandes dotes

_ ¿Crees que los hombres volverán a estar cuerdos? ¿Nos dejaran vivir en paz y de forma sencilla? ¿Crees que mis padres y mis hermanos superaran estas heridas? Hay muchas preguntas que me estoy haciendo sola, en la oscuridad, mientras te he cuidado y que no le doy respuesta.
_ Puri; ¿Tienes compromisos adquiridos con alguien? ¿Estás prometida?
_ No creo que eso sea ahora mismo importante, ¿no crees? Estás muy magullado y ahora no merece la pena ni que pienses.
_ Necesito aferrarme a algo, quiero tener ganas de vivir, quiero que valga la pena luchar por salvar mi vida ¡Ayúdame!
_ Has de comer algo, y que Dios permita que en algún momento te baje la fiebre.



Aún pasaron ocho días, hasta que el furgón sanitario no se llevó a Hispano Paulo al hospital de campaña que estaba en Mora de Ebro. Las fiebres no remitían y el cuerpo de aquel joven mermaba rápidamente. Antes de acomodarlo en una de esas camillas benéficas, quiso despedirse de aquella familia. A los padres les agradeció todo el esfuerzo que había supuesto aquel alojamiento forzoso, teniendo incluso que quitarse lo poco que tenían de la boca, para alimentar a un forastero y desconocido, que había caído por gracia del destino en su refugio. A los hermanos menores, les miro con gratitud y al quedarse a solas con su cuidadora y enfermera quiso ser explicito.

_ No sé, si podré salir de esta, incluso dudo que aún y consiguiéndolo, la situación de la guerra me permita volver a verte, dado que esto no se sabe cuánto más va a prolongarse hasta finalizar. _ Seguía argumentando Hispano mirando a Puri y teniéndole una mano entre las suyas_ Si Dios me lo permite. Volveré.

Con unas lágrimas que resbalaban por las mejillas de Purificación, despedía a aquel joven que durante unos días, había podido atenderle en sus momentos menos agradables y en una situación nada prometedora._ Hispano, piensa solo en recuperar la salud, el resto de situaciones y de deseos, no siempre se cumplen, a pesar de quererlo. La vida es así de caprichosa y las cosas siempre suceden por algún motivo _ Le respondía aquella mujer joven muy concienciada.

Los heridos de gravedad, que estaban repartidos en aquella villa, entre sus vecinos, habían sido recogidos por las fuerzas sanitarias y trasladados todos al mismo lugar que Hispano. Los que se repusieron, habían sido dados de alta, volvieron a sus trincheras o escaramuzas y los que no consiguieron mejoría y perdieron la vida, fueron sepultados en el camposanto municipal.

Las tropas del otro Ejército, el de los militares sublevados, no tardaron en ir ganado terreno a las del Popular de la República y ya se hablaba que habían ganado posiciones una vez que intentaban atravesar el gran río Ebro. En una cruel y frenética batalla, donde cayeron muchos jóvenes de uno y otro bando. Una aniquilación mortal, una masacre de una y otra parte. Muerte y desolación por doquier, heridos graves, enfermedades y desencanto a granel. Batallones completos que huían retrocediendo con desesperación y gentes que tomaban la calzada con sus pocas pertenencias, comenzando un éxodo sin destino. En breve la República perdería la guerra.

Aquella madrugada, estaba prevista la ejecución de un grupo de soldados destacados del frente popular, aquellos que habían sobresalido por llevar el mando de las refriegas o que se habían distinguido por capitanear grupos de milicias. Entre tantos condenados españoles e italianos; estaba Aldo Gaudencio, un italiano valiente que había destacado por sus estratagemas militares, sus dotes de brigadista y su camaradería y afecto por los suyos. Todos ellos serían fusilados al amanecer en el cadalso de la población cabecera de Provincia.

Los capellanes y delegados del regimiento ganador, pasaron entre los infortunados condenados a muerte por fusilamiento a ver si alguno quería confesión o solicitar las últimas voluntades.

Organizándose una hilera de prisioneros que solicitaban su derecho. Según les llegaba el turno unos a los comisarios; otros a los sacerdotes que habían dispuesto para tal fin.

_ ¿Cómo te llamas? _ preguntó el comisario, observando el número de placa de soldado.
_ Aldo Gaudencio, italiano nacido en Milán, pertenezco a las XV Brigadas Internacionales y he combatido en la zona del Ebro.
_ Prefieres confesarte o solo bastará con conocer tus deseos o mensajes.
_ Necesito que hagáis llegar tres mensajes, importantes: el primero a mis familiares en Italia, encargaos de que llegue a manos de mi novia “Marietta Buonasera” _ decía casi con la garganta rota por la congoja._ Decidle: te esperaré en el “ángolo in cielo sinistro l’angolo accanto di l’Arcobaleno”_ Finalizó su frase en su idioma materno, mirando con tristeza el suelo de aquella celda sombría.
_ Cuál es el segundo deseo que quieres _ Dijo aquel comisionado, que dada su juventud e inexperiencia, entendía los malos tragos que le esperaban a Aldo.
_ Este mensaje es para la familia de Hispano Gaudencio, amigo intimo de mi infancia, muerto en el Hospital de Campaña de Mora, por las heridas que le produjeron las metrallas de la Batalla del Ebro a la altura de la población de Corbera, y que por falta de medicinas y de una infección galopante, al final murió cristianamente solo y desasistido por gente allegada_ Entregando la chapa identificativa del regimiento y el batallón de la XV Brigada Internacional. Siguió reclamando la última de sus peticiones, mirando al soldado mediador del Ejército Revolucionario.
_ Solicita la última_ Sentenció el mediador, con una carraspera en la garganta propia más de un desconsuelo que de una orden exigente.
_ Entregad esta medallita de la Virgen María a Purificación, la hija del leñador. La más guapa mujer del pueblo, que fue la que atendió a mi amigo Hispano en el trance de sus heridas. “prima di morire” (antes de morir) y que de una forma delicada y amorosa le alargó la vida, dándole una dulzura que jamás había obtenido de ningún mortal.

La medalla en su reverso tenía una inscripción grabada que decía “Puri era tornato per voi” que en su traducción significa: Hubiese vuelto por ti.





Recuerdas: Antonio. Estoy seguro que es ¡así!  De cuando en vez, tu memoria y la mía, viajan al encuentro de tantas historias contadas en confianza, entre ellas la de Hispano y de Aldo. Verás que aquel relato no quedó en el aire, lo recogí con mucho interés y cariño. Ahora con otras palabras, con las mías lo vuelvo a rememorar. Para que veas que las noches de “charratina” que teníamos mano a mano, solos frente a la chimenea, las evoco y disfruto encantado. Vaya una oración en la memoria de Paulo y Gaudencio, de tu familia ausente, que Dios los tenga en la Gloria y ¡Cómo no! Un abrazo entrañable para ti. En estos momentos de enfermedad. Tu amigo siempre.

sábado, 18 de junio de 2011

La luna ¡mujer!



La luna es planeta y mujer
cuando se va de fiesta
no se acuerda de volver
puntual está presente, al anochecer

Esta luna soberana,
le favorecen las poses
no se le puede engañar
porque sabe de artimañas

Femenina y caprichosa
sale en sigilo a la fresca
se maquilla y se perfuma
para sentir las estrellas

La luna ama de día,
mientras el sol se entretiene
con las nubes y mareas.
ella, cabalga y mantiene

En cuanto ella se inspira
se abre el corsé y se desnuda
muestra lunática pura
y los tifones; locura

Quedan inclemencias prendidas,
pierden su mácula impura
son alunados los vientos
crecen los mares violentos

Por lo demás seduce planetas
ocultos, que aun ignoramos
satélites que nadie percibe
los camela y los inscribe

Cuando la luna coquetea
la ilumina un rayo claro
alargando la caricia
sin prisas para ocultarlo

Un eclipse se perfila
para esta luna tan fina
el Sol, ha dado consenso
desde la tierra, es inmenso

 

La luna duda del sol
hace meses, no lo siente
no la besa, no la miente
Él, la engaña. Lo presiente

Deseo aéreo lleva Luna
constante en su singladura
es adivina, tiene fortuna
carece del amor de locura

La luna está fría y gélida
no la excita el sol, le da tinieblas
por ser noctambula y poco sincera
así están los dos, en esta espera

Revoltosa y doméstica está la Plena
vaga atrevida por la pradera
semi desnuda enseña sus transparencias
entre las sábanas, calientes tormentas llegan

Peina el cabello desvergonzada
al llegar el principio de madrugada
con los peines del cielo que son de nácar
retocando el flequillo para estar guapa

Se muestra sabia y distante
camina por semejante playa
con visos de cosmonauta
y de mujer alocada

La luna es libertina
expresa gozos y risas
celebra fiesta en los cielos
y de la tierra, tiene celos

 

Exige ternuras, recelos
pero nunca se perturba
ni transmite desaliento
esa es mi luna. La siento

La luna, gacela del cosmos
carita de astro hembra
ve las cosas como pasan
da callada por respuesta

No ayuda con sus guiños
en los propósitos ajenos
sin importarle las causas
sin entender de consejos

La luna es una emoción
con música y melodía
partitura filarmónica
cantada con armonía

En ocasiones ladina
siempre adivina el tono
sin compás, mantiene el tempo
tiene elevado talento

La luna trabaja de noche
mientras escucha reproches
pasiones deshilvanadas
ternuras que son nada

Permite cosechas agrarias
concibe hijos y amamanta
a los sin techo del mundo
los mira preocupada

A los que no tienen calma
les presta su cara mansa
a los que insultan la vida
les envía marejadas

A los que a ella se agarran
les presta el pecho y las mamas
a los nacidos de oriente
les da paciencia silente

A los que no merecen nada
los deja que se deshagan
a los justos y sinceros
les da luz para el sendero

La luna es jueza de guardia
con mayete de madera
que es el martillo que usa
para aclarar las tinieblas

La luna duerme ceñida
con pijama de franela
carga un gorrito de pico
para que la vean bella

Descansa durante el día
para no perderse vela
y desde el suelo la vemos
mientras ella pavonea

Prefiere dormir muy poco
en la alborada bosteza
disfrutando de la aurora
y de su aliento que entrega

Cuando la noche viene tostada
resuelve y quita problemas
ella es astro, milagro y espejo
allá lejos luces vean…

La luna es gran artista
y sabe actuar en plazas
se pone medias de seda
en sus piernas flexionadas

Persuade con sus encantos
mientras su brujería enseña
se dice por esos cielos
los ocultos que ella alberga

Enreda muy caprichosa
recoge su falda espesa
se desabrocha el corpiño
y espera la vida quieta

Entorna sus ojos limpios
suspira linda, se peina
cuatro caras la luna ostenta
plena, creciente, menguante y nueva

Así se precipite el designio
por ser de la naturaleza, reina.
La luna se llama Lola
Con naturaleza expresa