lunes, 26 de junio de 2017

Desnuda en la 611 del Ritz



Milagros Lucrecia García era una mulata resuelta, de una estatura mediana y con un tipo de ensueño. Le faltaba algo de imaginación para desarrollar con éxito ciertos asuntos delicados. No tenía paciencia, como su amiga. Sin embargo tampoco le faltaba ingenio, malicia y picardía, cuando se trataba de engañar para conseguir alguna prebenda o ganancia. Era amiga de Irene, compartía muchas vivencias con sus amistades latinas. El grupo de amigos peruanos, que poseía desde hacía un tiempo. Con los que ambas, bebían de ellos los consejos y los practicaban a “pies juntillas”.

Los que metieron a Irene y a su compañero en los trapiches sociales, y del mercado de personas. Negocio que les suponían grandes ganancias y dolores de cabeza.
Estos colegas ahora residían todos en Miami, y eran los que procuraban los contactos con personas sudamericanas para la venida a España, su estancia, su contrabando y sus peligros.

Excepto Pupi, la amiga tan íntima y fiel de Irene, la Cubana, que le escuchaba y secaba sus lágrimas, la que acariciaba sin recato, cuando esta lo necesitaba, la consorte fiel de la enigmática y sigilosa Irene.

Milagros, había pasado por momentos de necesidad imperativa, la trajeron a España desde Miami, camuflada con documentos de turista y ya jamás retornó a su Riohacha Colombiana de nacimiento, donde allí tiene hijos y un divorcio, sin arreglo con un botarate poco trabajador y menos honrado.

Dominando dos idiomas, los más importantes, recaló en Barcelona, donde Irene, la colocó en el Gimnasio donde ella paseaba su palmito con Nayim, hasta que por consecuencias, y amistad cada vez se acercó más a ellos, hasta que se cayó dentro de la cama de Narciso.

Aquella tarde Mila, esperaba a un grupo de caballeros, desde la República Dominicana, para una demostración in situ de lo que ella había ido a vender en las Navidades pasadas. Un circuito de turismo con gente especial, y con destino final en Europa.
Una encomienda que Nayim le hizo a Mila, a espaldas de Irene para el inicio del fin de aquella trama que llevaban de idas y venidas y de negocios fraudulentos.
No reconocidos y totalmente prohibidos, desde la justicia del país y penado por el fisco español.

De no afinar bien, ahora que las cosas se comenzaban a poner tan serias, pronto serian ellos, parte de la carnaza de lo que las noticias arrojaban a diario. Por ello pretendían finiquitar y traspasar todos los bártulos a las visitas que recibirían en la tarde.
En la súper estancia 611, esperaba Mila a medio vestir. Hasta que fuera hora del almuerzo para bajar al comedor y encontrarse con Jason y Rocco, ambos enviados para el cierre de la ultima operación y de buenas a primeras, recibió un aviso desde recepción.

__ Señora un caballero, de nombre Narciso Yates espera ser recibido por usted.
__ ¡Bien, sí! Déjenle subir por favor.
Se puso una bata semitransparente por encima para tapar todas aquellas esquinas romas y volcánicas y se acercó a la puerta para estar atenta a la llegada de la visita.

El ruido del elevador, delató la llegada a la planta y con la puerta entre abierta, y viendo como se acercaba el meritorio y Narciso, esperó hasta recibir a la visita en el zanguan.
Un saludo poco cordial y una propina molona al empleado, fueron los gestos apáticos que hizo Narciso al llegar al quicio del acceso
Un beso al aire, sin cálculo de diana y un quítate que paso, fue toda la bienvenida o alegría que sintió el hombre por aquella maciza mujer.
Cerró la puerta tras de sí, y esperó apoyada en la misma, abriéndose un tanto la bata de seda para dejar emerger los pechos, mientras Narciso, sin más ignoró a la bella madama, que esperaba decepcionada, un acalorado beso de pasión, que no hubo.

__ Muy jodido debes estar__ dijo Mila, con apatía__, cuando ni me hueles papito. Tan grave están las cosas por estas ¿latitudes?
__ Tienes alguna llave de la casa de Irene, ¿la tienes? Imperó Nayim, sin preámbulos y sin educación.
__ Yo no tengo de Irene, más que su gratitud y su recuerdo. Esa pena por su muerte. Unas ganas de llorar y un miedo atroz. ¡Eso tengo tan solo de ella!
__ ¿Te entregó a ti__ preguntó Nayim__, un par de talones, o algo que tuvieras que entregarme, antes de despediros para diciembre, algún documento, fotos, o lo que sea?

__ Nada papito. Hice lo que tu me ordenaste. Silencio y disimulo con Irene. Teatro con ella, diciendo era un viaje personal. Ver a mi gente, y no le comenté que zanjaba negocio, ni parrala alguna.
Cumplí con lo que tu me confiaste al pie de la letra. Ni llamadas, ni mensajes, ni whats. Nada de acercamiento con nadie. Teléfono celular parado hasta el retorno.
__ Estoy en una dificultad grande__ comentó Nayim muy acojonado.
__ Cuando salí de casa de Irene, me dejé olvidada una bolsa con todas las pruebas incriminatorias que había recogido de su casa para traerme y destruir. Sin hallar lo que realmente buscaba. Abandonando la llave dentro.

__ Dime Nayim, te lo pregunté por teléfono y no quede convencida de la respuesta. Igual creías que te iba a dejar de querer, o te iba a delatar por todos los meneos ¡nada de eso! He de saber, con certeza, si tu has tenido algo que ver con esto ¡La mataste tú a Irene!.

__ No, yo no fui, para nada__ contestó Nayim, balbuceando.
__ Estamos con el culo al aire ¿verdad? __ asintió Mila.
__ No sé que pasará, a partir de ahora. Intenta zanjar esta tarde todo el chocho del negocio y te deshaces de todas las consecuencias.
Iré a la Comandancia a dar parte de su desaparición, como si no supiera nada. Solo que la encontramos a faltar en el Dir gimnasio.

Intentaré no inculpar a nadie y veremos, que pasa. Palmira también la visitó por lo visto poco antes de que muriera y ha dejado un cúmulo de huellas, que con seguridad darán pronto con todos nosotros.

Se despidieron, con un abrazo y con la idea de volver a verse, pasado este trance, salió a la calle y tomó un taxi hasta la Comisaria de Penitens en Gracia, en la avenida de Vallcarca, muy cerquita de la parada de metro de la L3.
Se acercó al guardia de puerta y le comunicó que venía a poner una denuncia por desaparición de una amistad.







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