lunes, 24 de abril de 2017

En el día de la rosa y del Libro



Amareció pronto, tanto que eran las seis del día cuando sonó el despertador. Iba a tener que desplazarme, a la localidad del oro lado de mi río.
No tuve indecisión, me tiré de la cama y de la mesilla de noche tomé mis lentes, para segundos después adentrarme en el servicio, y disfrutar al pasar por un lavado lento, caliente con un centrifugado a base de toalla de algodón. Un afeitado con loción y un despertar de lo más inusual para ser un domingo, de esos que no se debería llevar prisa, más que para disfrutar.
Me miro en el espejo indiferente y casi no quiero conocerme, el subconsciente, lo que yo llamo en plan de broma, el subsistente mi amigo, el jodido y recalcitrante mudo, que no me habla, solo me demuestra y exige.

Al que le cuento mis chistes y jamás le gustan, o cuando me hablo a mí mismo, para recriminarme solo, aquello que ni yo mismo entiendo de mi.
No sé si os pasa algo parecido, pero a mi desde muy joven, el tipo ese me ha estado criticando sin mediar palabra. Sin embargo cada mañana al despertarme al primero que me dirijo es a él.
¡Bien pues! ese “subsistente”, como os decía; al verme en el espejo, ha puesto una cara de guasa, que no me ha quedado más que volverme a remirar, para ver lo que él quería que viese.
Con pena me he refugiado en el ayer, en el antídoto personal para no perder los fuelles y seguir con el ritual del reciclado matinal. ¡Eso quería que viese! Mi aletargamiento, mi desplazado entre la juventud y la senectud.

Antes de salir de casa, tomé un zumo con esas grajeas de la tensión que sirven para deshacerte el hígado poco a poco y sin que te des cuenta, aun y sabiendo que lo hace, lo dejas como si no importara la cosa.
Llega el momento que imaginas, sin decirlo a nadie. De algo hay que morir y piensas en otra cosa, para no seguir dañándote a ti mismo.
El tráfico apenas, inexistente, los semáforos tan rojos como tomates.
Los verdes ni los hayas, puesto que a poco que puedas los cruzas como un alarido, es el permiso de paso, el boleto de marcha. Así que no aprecias el por qué de ese reflejo esperanzador, como el color que significa.
Pronto estoy en la vida, he llegado de nuevo, he despertado de verdad ¡ahora sí! Me doy cuenta de las cosas, de que es la hora de encontrarme en el parking. Ya respiro sin la ayuda auto asistida del “SubsistenteEl día del libro y de la rosa aparece frente a mi de lleno, con todo su esplendor y sus consecuencias.
Me gustaría ser un león para comérmelo todo_ frase que dice un amigo, que lo tengo en buena estima y mucho cariño. Y me viene a cuento esa reflexión, por el trabajo que debo desempeñar hoy, y no es otro que firmar mis libros a aquellos que pueda convencer.
Esos lectores arriesgados que buscan literatos nuevos, esos amigos que creen en lo que les cuentas y que agradeces tanto su deferencia para llevarse tu libro de poemas o tu novela.
La canción de Peret, dice_: la fiesta va a comenzar, y tengo órdenes severas, y el que venga como quiera...¡No dejarlo entrar!
Me concentro y pronto me encuentro con Alejandro. Amigo, que ofrece una posibilidad de tomar un cafecito y comentar algo dimanante de lo que nos conjuga hoy.
El resto ya es ¡VORÁGINE! Barahúnda entre la ficción y la poca realidad en la que creo.
El día ha ido pasando, las horas se desencadenan solas sin miedo, sin parapeto, sin excusas sin más. He disfrutado tanto que ni yo mismo me lo creo, han pasado las primeras seis horas que no me di cuenta.
Ha sido una canción agradable, he estado hablando de mi novela, del mundo de la trama de la narrativa, que he tenido que comenzarla tantas veces como personas se han puesto al abasto, a mi lado para que por lo menos y con muchísima educación, volviera a empezar. ¡Es curioso!
¡Volver a empezar! Como hago cada día y en ocasiones y días más de una vez. Voy a confesarte un secreto, me encanta hablar contigo. ¡Sí ... a ti te hablo!
No finjo. Eres tú. ¡Es a ti! A quien me interesa hablarle, por ello te doy las gracias, y si pudiera en este instante y te tuviera cerca, te estrecharía un buen abrazo, por comprenderme en silencio y por dejar que me queje tanto. Sin motivos.

En resumidas cuentas, ha sido un día glorioso, pero de esos que la Gloria, solo la disfrutas solo, en silencio. ¡¡Vale!! con el Subsistente, que no dice nada, pero se queda con todo, y hoy debe estar conforme porque me ha regalado un caluroso y bien recibido suspiro cada vez que te firmaba una novela, para llevártela contigo para siempre.






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