Amareció pronto, tanto que eran las seis del día cuando sonó el despertador. Iba a tener que desplazarme, a la localidad del oro lado de mi río.
No tuve
indecisión, me tiré de la cama y de la mesilla de noche tomé mis
lentes, para segundos después adentrarme en el servicio, y disfrutar
al pasar por un lavado lento, caliente con un centrifugado a base de
toalla de algodón. Un afeitado con loción y un despertar de lo más
inusual para ser un domingo, de esos que no se debería llevar prisa,
más que para disfrutar.
Me miro
en el espejo indiferente y casi no quiero conocerme, el
subconsciente, lo que yo llamo en plan de broma, el
“subsistente”
mi amigo, el jodido y recalcitrante mudo, que
no me habla, solo me demuestra y exige.
Al que
le cuento mis chistes y jamás le gustan, o cuando me hablo a mí
mismo, para recriminarme solo, aquello que ni yo mismo entiendo de
mi.
No sé
si os pasa algo parecido, pero a mi desde muy joven, el tipo ese me
ha estado criticando sin mediar palabra. Sin embargo cada mañana al
despertarme al primero que me dirijo es a él.
¡Bien
pues! ese “subsistente”, como os decía; al verme en el
espejo, ha puesto una cara de guasa, que no me ha quedado más que
volverme a remirar, para ver lo que él quería que viese.
Con pena
me he refugiado en el ayer, en el antídoto personal para no perder
los fuelles y seguir con el ritual del reciclado matinal. ¡Eso
quería que viese! Mi aletargamiento, mi desplazado entre la juventud
y la senectud.
Antes de
salir de casa, tomé un zumo con esas grajeas de la tensión que
sirven para deshacerte el hígado poco a poco y sin que te des
cuenta, aun y sabiendo que lo hace, lo dejas como si no importara la
cosa.
Llega el
momento que imaginas, sin decirlo a nadie. De algo hay que morir y
piensas en otra cosa, para no seguir dañándote a ti mismo.
El
tráfico apenas, inexistente, los semáforos tan rojos como tomates.
Los
verdes ni los hayas, puesto que a poco que puedas los cruzas como un
alarido, es el permiso de paso, el boleto de marcha. Así que no
aprecias el por qué de ese reflejo esperanzador, como el color que
significa.
Pronto
estoy en la vida, he llegado de nuevo, he despertado de verdad ¡ahora
sí! Me doy cuenta de las cosas, de
que es la hora de encontrarme en el parking. Ya respiro sin la ayuda
auto asistida del “Subsistente” El
día
del libro y de la rosa aparece
frente a mi de lleno, con todo su esplendor y sus consecuencias.
Me
gustaría ser un león para comérmelo todo_
frase que dice un amigo, que lo tengo en buena estima y mucho cariño.
Y me viene a cuento esa reflexión, por el
trabajo que debo desempeñar hoy, y no es otro que firmar mis libros
a aquellos que pueda convencer.
Esos
lectores arriesgados que buscan literatos nuevos, esos amigos que
creen en lo que les cuentas y que agradeces tanto su deferencia para
llevarse tu libro de poemas o tu novela.
La
canción de Peret, dice_: la
fiesta va a comenzar, y tengo órdenes severas, y el que venga como
quiera...¡No dejarlo entrar!
Me
concentro y pronto me encuentro con Alejandro. Amigo, que ofrece una
posibilidad de tomar un cafecito y comentar algo dimanante de lo que
nos conjuga hoy.
El resto
ya es ¡VORÁGINE!
Barahúnda entre la ficción y la poca realidad
en la que creo.
El día
ha ido pasando, las horas se desencadenan solas sin miedo, sin
parapeto, sin excusas sin más. He disfrutado tanto que ni yo mismo
me lo creo, han pasado las primeras seis horas que no me di cuenta.
Ha sido
una canción agradable, he estado hablando de mi novela, del mundo de
la trama de la narrativa, que he tenido que comenzarla tantas veces
como personas se han puesto al abasto, a mi lado para que por lo
menos y con muchísima educación, volviera a empezar. ¡Es curioso!
¡Volver
a empezar! Como hago cada día y en ocasiones y días más de una
vez. Voy a confesarte un secreto, me encanta hablar contigo. ¡Sí
... a ti te hablo!
No
finjo. Eres tú. ¡Es a ti! A quien me interesa hablarle, por ello te
doy las gracias, y si pudiera en este instante y te tuviera cerca, te
estrecharía un buen abrazo, por comprenderme en silencio y por dejar
que me queje tanto. Sin motivos.
En
resumidas cuentas, ha sido un día glorioso, pero de esos que la
Gloria, solo la disfrutas solo, en silencio. ¡¡Vale!! con el
Subsistente, que no dice nada, pero se queda con todo, y hoy debe
estar conforme porque me ha regalado un caluroso y bien recibido
suspiro cada vez que te firmaba una novela, para llevártela contigo
para siempre.
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