jueves, 31 de julio de 2014

Dedicatoria





Estaba Wilson echándose en cara y recordando mientras paseaba por la alameda, todas las acciones ásperas que normalmente se esconden. Aquello que no es  agradable de rememorar.

Recapitulaba ciertos fragmentos de su memoria, no sin dificultad y empeño.
Esas efemérides del pasado que no se borran, aquellas que por comodidad o vagancia, solo subsisten en el trastero de la retentiva y no se usan por miedo y remordimiento.

_ ¡Que jodida es la cabeza! _ farfullaba para sí, mientras se detenía por unos momentos entre sus tinieblas y llenar los pulmones de aire fresco, viniente del río.

Detalles y acciones del pasado que no solían revertirse por simpatía, como ocurría con otros pasajes; más loables de tantas evocaciones dulces que visitaban a menudo su cognitivo.
Imágenes que a borbotones y sin control tropezaban de un lado a otro de la retentiva, sin respetar fechas, personas, causas, vicisitudes agradables y ruines.



Todo se amontonaba en su cabeza, la cual como norma juzgaba de forma arbitraria y prefería quedarse con lo más positivo.

¡Es más fácil desterrar lo que no conviene resonar! ¿Quién tiene apetito de flagelarse sin motivo? No estaba por la labor, pero sin duda era el día que su destino había elegido para que hiciera acto de contrición.



Nuevamente recorriendo su trastero emocional_ pensaba en lo profundo de aquella práctica, que por cierto no usaba con relativa frecuencia_. Dándose cuenta que no había una sola vez que analizara lo agrio, lo amargo y las falsas excusas.
Esa mañana se vio obligado por una pujanza extraña de su voluntad y tuvo que aceptarlo.

Desde el comienzo de su paseo por esa avenida preciosa, la que enlaza con el puente de piedra,  pensaba en lo decente de su proceder y en el inconveniente de no haberlo sido en otras ocasiones.





_ De todas formas_, pensaba_,  actúo a veces por la fuerza de las circunstancias_. Se explicaba para sus adentros y sin dejar de reconocer su escasa convicción_ La gente, conmigo se porta como quiere, sin miramientos y sin un cariño especial_, reafirmaba en sus alegatos Wilson, sin acabar de aceptarlo_. He de ser yo, ¡el tonto del cuento! y dejar que todo valga para conmigo. ¡Desprecios invisibles, burlas acalladas! y yo después, sentirme culpable del silencio irreflexivo de mis hechos.

No es justo, que mis contriciones me lleven a esta culpabilidad, a este juicio sin defensores, con una fiscalidad agravada por la conciencia y sin posibilidad de resarcimiento_. Dejó sus pensares, al llegar al escaparate de la librería, en el cruce de la carretera, y ver una noticia en primera plana en el Periódico de la Comarca que decía_: ¡No dejes de felicitar a tu amigo!




De improviso se dio cuenta, que el día cuatro del ocho, se acercaba y que no podía faltar a llamar a su amigo de toda la vida, ¡Vida profesional!  A fin de cuentas, que es cuando tuvo la suerte de conocerle, aquel día tan atareado en el Madrid capitalino de los años setenta.
Tan ajetreado por la política y por las acciones de grupos que solían traer el miedo a las familias de todo el país. Secuestros, alteraciones, atentados, disfunciones de la lógica en una sociedad que creía en que habían de llegar días mejores.


Cuando las cosas le marchaban más bien ¡mal!   A él Wilson, y en general a muchos de los obreros de a pie.
En momentos que debía reafirmar su profesionalidad frente a una situación nueva. La reciente crisis del petróleo, donde se desajustó de nuevo la economía y los precios volvieron a dar un subidón, detalles que llegaron a pedir de boca para las firmas y empresas que ajustaban sus plantillas por esa excusa y despedían a quien les parecía más feo.



En todo caso un amigo de los que merece la pena guardar_. ¡Amigo Domingo! No ha faltado ni un solo año de los cuarenta que hace que nos conocemos, en mandarme sus más efusivas buenas nuevas_. Afirmó con la conciencia Wilson_. El que me ha escuchado en largas conversaciones mantenidas por teléfono, con mis quejas, mis alteraciones y porque no decirlo, con problemas más bien domésticos y de subsistencia.



Con el que tuve contacto muy estrecho y profesional, a diario durante tantos lustros. ¡El amigo por excelencia!
Con el que corporalmente nos habremos visto tan solo en cinco o seis ocasiones en persona. Con el tipo que tan solo pudimos estrecharnos las manos, en media docena de intervalos.
Dada la ubicación de cada cual, Domingo Plaza en Madrid, y yo Wilson Braun en Barcelona. Aquel, que a pesar de la distancia, hizo para componer entre nosotros vínculos perpetuos de amistad inacabable. El que recuerdo con máximo cariño y tanto respeto.



Los pensares, le llevaron a dejar de leer los títulos del escaparate de la librería y cruzar la calle para sentarse en una mesa, solo, en la cafetería de los cristales amplios y seguir elucubrando mientras esperaba ser atendido.
Conocía a Domingo Plaza, en el año setenta y cuatro_, especulaba a solas Wilson, continuando con el rememorar anterior_. Fue aquella noche de servicio en el departamento de gestión de la empresa.


_ ¡Donde estás tío! _ Dijo Sergio_ A ver Wilson, vuelve a este mundo y pide, que no puedo jugar contigo a las adivinanzas_ apuntó el camarero, mientras le miraba y esperaba a que volviese al redil.


_ ¡Hola! Tráeme un cortado_. ¡Sentenció!  Estoy haciendo un centrifugado exprés con mis memorias y recuerdos y ya ves, como me dejan,… ¡fuera de juego!


_ ¡Si tú lo dices! ¡Marchando un cortado! _ Desapareció Sergio, y quedó nuevamente con sus reflexiones, el recuerdo de un amigo estupendo, que a pesar de no haber coincidido en diversión alguna, ni compartir mesa y mantel en Madrid ni en Barcelona.

Merecidamente Domingo, ese Segoviano de pro, persona amable y dada para cualquier humano, que rebosa sentimiento se llevó los pensares de su amigo en la distancia, mientras tomaba su café y disfrutaba de su compañía virtual






lunes, 28 de julio de 2014

La señora Alcaldesa
































                     



El sábado pasado día 27 de julio 2014, en el patio del Castillo de Valderrobres. El fenomenal y auténtico grupo de teatro, La “Ma Peluda”, interpretó una obra de teatro del autor Jaime Cros, LA ALCALDESA, una función de lo más actual, con un reparto de papeles interpretados por los actores, de la citada Compañía, que refleja la cotidianeidad, en cuanto al comportamiento de muchos de los políticos que aguantamos, como se reparten el pastel entre ellos y de la forma que utilizan sus cargos para medrar y enriquecerse.
 
El público acudió en gran medida y prácticamente las butacas, estaban todas ocupadas. La noche fue fabulosa, ya que el clima acompañó y el entorno era de maravilla, para disfrutar de unas escenas desenfadadas, pero llenas de mensaje.
 















 















Las imágenes tomadas por el free lance, no son de calidad, ya que no pudimos hacer reportaje, dada la población habida en las primeras filas,  que impedían el hacer tomas de cerca y sin el ruido ambiental, pero si dan un ejemplo de lo que se cocía en el escenario.




























































Sorprendentemente una función ágil y con el donaire necesario, sin faltar a nadie directamente pero si dando datos y momentos que al público no le pasó por alto.




























































¡Éxito a los artistas! Aplauso para el autor del libreto Jaime Cros y felicidades a quien corresponda por dejar exhibir la obra de una forma tan democrática.
 
 

sábado, 26 de julio de 2014

Si las piedras...





¡Las piedras no pueden hablar!
¿Creemos que no lo hacen?
Hay quien las incita a temblar,
por lo que oyen y yacen.
¡Jamás lograran redoblar!
Mudas siguen. ¡Se deshacen!
¡Así han de continuar!
Por tantos siglos que pasen


Esas piedras de la ermita
que tan roídas están
velan gestas y limitan, 
¡Sus mutismos seguirán!
El oculto que trasmita
¡Nunca se revelará!
Así es ¡Piedra permita!
Su silencio sepulcral.


Si yo consiguiera narrar,
susurró la piedra al viento.
Detalles podría explicar,
con la memoria de ciento,
para poderte informar
secretos sin miramiento.
¡La brisa no pudo esperar!
Por eso mucho lo siento.


Tú que callas y resistes
a todas las inclemencias.
Piedra por favor asiste
a todas mis apariencias,
por muy fuerte sigo triste
todo no son ocurrencias.
Piedra por favor resiste
dame tu intransigencia





miércoles, 23 de julio de 2014

El Wáter Cósmico_ Regresó preñada _





Cuando llegué a mi casa procedente de Barcelona_ afirmó Cecilia, sin el más mínimo rencor_, traía una mochila repletita de ilusiones, a pesar del sinsabor de nuestra quiebra emocional.
En casa no concibieron alguno de los problemas que traía, que no eran pocos.
Siendo de suma importancia para mí y para ellos, la desgracia llegada a la familia, desdicha la nuestra, que no entendieron de la modernidad y del poco cariño que demostramos tenernos, al separarnos cuando me vine, tan alegremente.
Habiendo conatos nerviosos de estabilidad dentro del núcleo familiar. ¡Ya sabes! Brotes de impaciencia, por no querer asumir los contratiempos cuando aparecen.


En cuanto a mi profesión y mi trabajo todo fue de maravilla, porque una doctora licenciada, que llegaba recién de pasar un master y unas prácticas prestigiosas y experimentando en temas tan necesarios en nuestro pequeño país, pues fui recibida a las mil maravillas por el colegio de farmacéuticos entrando en el Instituto de Investigación Nacional.  

Contra las bacterias y los virus de las enfermedades contagiosas. Para la erradicación de infecciones y exterminio de brotes reticentes, dolencias de las que ya se conocen, pero no tienen solución farmacológica. Ensayando en el laboratorio nuevos fármacos y soluciones.



No rehíce mi vida íntima, hasta bien pasados tres años, que fue cuando conocí a Edgardo, un corresponsal de guerra Chileno, que estaba cubriendo el conflicto del Petróleo entre los países de Oriente Medio, recalando en San José, buscando información de uno de los cabecillas guerrilleros, que había nacido en Panamá y que por causas que jamás me comentó se refugiaba a temporadas en Costa Rica.



Edgardo, arribó enfermo y con el trato y la costumbre de intimar nos enamoramos_ comentó afectada, mirando a Javier, que la escuchaba sin perder detalle_. Hasta el punto de contraer un rápido matrimonio civil. Por aquel entonces ya tenía a mi hija Caterina, con los tres añitos cumplidos y quería formar una familia para ella y por supuesto para mí, dejando la influencia vetusta de mis padres, que no dejaban de apretar para que se produjera ese suceso. Por no ser bien visto en aquel entonces; saber de una mujer soltera y católica practicante, con su hija y sin padre.



Al principio, todo fue una balsa de aceite y no faltaban los embelecos ni las atenciones, yo podía atender mi trabajo de investigación y él, hacia viajes hacia cualquier parte del mundo, recalando de vez en cuando en Coronado, para ver a su familia, que le esperaba con tanto cariño, como ganas de abrazarle.



Volví a quedarme en estado y mi embarazo fue una maravilla, porque con la influencia y las atenciones de Edgardo, se hizo una espera gozosa y feliz.
Caterina estaba atendida con mucho cariño y amor por parte de los dos y ¡sí! Formábamos una familia feliz y redonda.
Era una gozada, volver a casa y tener que atender mi embarazo y encargarme del cuidado de Caterina, cuando estaba Edgar los dos compartíamos las labores de la casa, la cocina, la solicitud de nuestra hija y la relación con los amigos, que los disfrutábamos como los familiares más cercanos en tantas fiestas y reuniones como celebramos.



Nació Natalia, otra niña, blanquita como la nieve preciosa y con una risa contagiosa, que nos trajo una felicidad enorme. Yo  ¡Era casi feliz!, si no me dejaba llevar por el recuerdo, por la nostalgia sobreponiéndome de aquella vida pretérita y,  lo conseguí a toda prisa. No me quedaba salida alguna. No me faltaba nada, todo estaba funcionando quizás demasiado bien.


Un ascenso en el Instituto y alcancé a realizar mis sueños. Jefa de un departamento sencillo pero muy operativo y esencial.
Mis compañeros me apreciaban y valoraban los esfuerzos en el desempeño de la dirección, a pesar de los contratiempos que siempre se suelen dar en el trato diario.
Todo tan estupendo que casi ni se podía aguantar. Los meses transcurrieron y mi hija sin darme cuenta cumplió dos añitos, y Caterina, la primogénita cinco, dulcemente guapa y muy inteligente, daba muestras de ser en el futuro una señorita preciosa y delicada.


Edgardo, en sus viajes, y en su corresponsalía de prensa, cada día se retrasaba más en sus regresos. Faltaba a su palabra, mentía, se jugaba el sueldo, se enredaba con putas, se hizo amigo del alcohol y además lo perseguían dos o tres prestamistas de lo peor del país. Tenía problemas con mujeres en casi todos los países donde desarrollaba su periodismo. ¡Inútil querer retenerle!



Cuando me exigió el divorcio, no me dio disgusto alguno, ¡porque yo!,  por aquellos entonces no le amaba, solo le soportaba y a duras penas.
Nunca comprendí como se puede dejar de amar a un tío tan pronto, con tanta rabia y con un asco extremo.  
De buenas a primeras un día dejé de pensar en él, y como si estuviera extinto el muy cabrón. Olvidé mis deberes de esposa. Dejaron su desempeño puntual, tenía mis motivos, pero aquellas cosas que ocurren a veces a los humanos, que son incomprensibles_, quedó callada por unos segundos Cecilia, mientras recogía el hilo de su narración para intentar salir de aquella intensidad.



Agradezco, no seguir con él, después de sus depravaciones de su ratería y de su creciente consumo de narcóticos, sin contar con los adulterios y trampas.

Sobre esto no me alargaré_, dijo Cecilia de repente y resoluta_, porque no viene al caso y tampoco ocupa ninguna inquietud en mi cabeza_ indicó finalizando el comentario y, siguiendo ocupada en su plato de comida, regalando una sonrisa de malestar a Javier.



Ya después de aquello, creí no poder continuar, sin embargo, Dios no adereza a los jorobados ni cumple los deseos de los desmedidos, y volví a enamorarme de Rubén un cantante de Jazz, que se las buscaba por las noches en baratos para turistas.


Mis padres entonces rompieron toda relación conmigo y con las nenas_, una lágrima apareció en su mejilla, la que abortó con la servilleta_,  por aquello de que no me comportaba, según su opinión, como una mujer sensata y madre de dos niñas.
Veían a mi nuevo amor, como otro vividor más, y ya sabes, la cantidad de consejos que te llegan a dar. 
Me acusaron de pensar con el coño, en lugar de con la cabeza, ya sabes lo que a veces llegan a cargar los consejos si no te conviene escucharlos, aunque en el fondo sepas que algo de razón siempre llevan.
Tuve una gran decepción con mi familia, pero después resultó ser aún poco lo que me habían pronosticado.



El unirte a un hombre chulo, fanfarrón, sin casi educación y creyéndose el centro del universo, por el simple hecho de ser resultón. Se paga caro con el tiempo.


¡Muy guapo!  Otro más de esos que no cuentan con nada más que con su hermosura, de los que están reñidos con el cumplir con un horario de trabajo, los que no madrugan por no existir el compromiso en sus vidas, que bebe como un cosaco y de momento no se marea y no tiene síntomas cirróticos, por ser joven y porque come y traga como un tragaldabas.
¡Fascinante  embustero!, al verle cantar y rasgar una guitarra; que mujer se le resiste. ¡Pues yo! ¡La tonta del culo!