jueves, 31 de marzo de 2011

Me bajo en Triunfo... Capitulo 8º La Condena

Capítulo  8º   La Condena

Me bajo en Triunfo


Todos los allí presentes se observaron de refilón comprendiendo que algo entorpecía la marcha de los juicios previstos y sin dar la menor importancia al suceso, retornaron a sus conversaciones los unos y a sus vacíos los demás.
Los guardias civiles que habían sido los protagonistas en la detención de Morral, en el día de los hechos, hacía un buen rato que se paseaban inquietos y nerviosos, como queriendo solucionar de un plumazo y darle fin para siempre al expediente. Hasta que en una de esas idas y venidas, se acercaron al hombre del telegrama, que estaba sentado observando aquel pintoresco carrusel de circunstancias, comentándole con un soslayo en los labios que por fin se iba a celebrar el juicio. El hombre asintió con la cabeza y con su mirada hizo un gesto, a modo de seguir poseyendo la paciencia necesaria.
Lo que se avecinaba, se podía presumir, viendo lo advertido y oído lo dicho. Aquellos guardias estaban expectantes, con tanta demora y con tanto preámbulo.
Les importaba mucho que se solucionara ese enredo sin retrasos. Uno de ellos hacia meses lo habían destinado fuera de la plaza y cada vez que se celebraba la vista tenía que desplazarse, con el consabido gasto que genera todo eso. No ya monetario, si no en molestias y perturbaciones personales.
El otro agente seguía destinado en la zona dónde se efectuó la detención pero, aquella noche había estado de servicio y estaba más lánguido que una marmota en su periodo de dormancia.
En la distancia el presunto acusado les miraba disimuladamente, como si por él no fuera la cosa. Apoyado de la misma guisa y fumando deleitosa y felizmente acompañado por su representante.
Incidió el oficial apareciendo de nuevo y con voz aguda hizo la nombradía: Morral Silla. _El truhán se acercó acompañado de su representación legal y les hizo penetrar en la sala de juicios dónde debía enfrentarse al juez. Siguió voceando los nombres de los guardias y del testigo y a estos les mantuvo en la puerta sin darles paso, de momento no parecía hacer falta su concurso.
El fiscal y el abogado, habían llegado a un acuerdo y lo que faltaba era la sentencia del Sr. Juez. Pedían seis meses por el robo del vehículo y la otra falta la juzgarían unos días más tarde.
Mientras se celebraba la vista, ya estaban preparados los restantes invitados para que fuera una cadena el entrar y salir y dejar listo para sentencia a los cuatro casos que trataban de solucionar aquella mañana.
El abogado del patrón que había despedido a su empleada, hablaba con su defendido, y la parte contraria ya debía tener preparada la estrategia particular al respecto. Se habían movido poco, aquellas dos mujeres; la defendida y desgairada. Matilde Vinuesa y la togada representante de la misma, con una tranquilidad pasmosa, una junto a la otra sin apenas haber comentado ni discutido nada, desde que los conceptos quedaron claros, estaban a la espera con su desiderátum.
Los dos hombres acusados de robo, eran los que más homogéneos y sosegados estaban, percibían que no sería benigno el tratamiento a su acción. Magín con su simpatía y llaneza disfrutaba de aquella situación, como tenía por costumbre. Posiblemente fuera la última acción movida de su existencia, en la que se notaba útil y por supuesto lo había gozado hasta la extenuación, no pudiendo aplacar los nervios de su compañero Roque, que no sabía cómo ni dónde ponerse.
Le embargaba un miedo penetrante, que le impedía ser persona, abocándolo a endilgarse como un animalito de compañía. Después de esta vivencia no iba a encontrar en su devenir más que desazón y olvido.
Amelia, luciendo su morada ojera, fumaba con cierta inestabilidad por la situación tan peculiar. Destino incierto, perdiendo lo menos posible, razones existían, a favor, es posible, pero ya no sería igual su existencia, se produjo un cambio súbito que hacía variar las costumbres, o por lo menos modificarlas en gran medida. Situación dantesca pero vital.
Al punto se abrió la puerta y salieron de juicio, Morral y su docto que sin mediar palabra entre los que allí se encontraban fueron paulatinamente abandonando el lugar, llevaban un rostro sereno y además el delincuente hasta favorecido. Nunca es demasiado castigo para esta caterva y si lo fuese tratarían de revolverse contra sus propias creencias y quedarse igual, no tienen remordimiento, viven el minuto, no existe pasado para ellos, el futuro es incierto, con lo cual no lo programan. El abogado había cumplido con su trámite y ya no estaba obligado a más. En unos segundos se perdieron sus siluetas al fondo del corredor. Tras ellos iba el judicial que se detuvo frente a los concursantes, que esperaban en la misma entrada. Los agentes y el testigo de aquella incoación, participándoles que no fue necesaria su aportación en aquella vista, devolviéndoles sus credenciales e invitándoles a marchar.
_ Ya se pueden ir todos ustedes _ Indicó el oficial _ Aquí, tienen su documento_ Siguió elocuente dirigiéndose al policía que tenía más cercano. El que le preguntó directamente y sin preámbulos.
_ ¿Qué le ha caído?
_ Seis meses y un día _ Replicó el judicial, mirándolo y sonriendo con un gesto revelador. Dándole los detalles sin demasiado entusiasmo _ Habían quedado el Fiscal y el abogado de acuerdo para solicitar la pena _ Finalizó sus comentarios el oficial de sala, mientras el otro agente soto vocee replicaba.
_ Hasta que lo pesquen en otra más grave _y dirigiéndose a su compañero siguió _Luego dicen que si hay delincuencia.
El compañero no dijo absolutamente nada, permaneció callado como un muerto observando la reacción del paisano.
El testigo escuchaba pero no pronunciaba palabra, se limitaba a oír sus alegatos. Allí se despidieron con un saludo, sabían que se volverían a encontrar no muy tarde, el juicio para la resolución definitiva ya tenía día y hora y todos debían estar de nuevo esperando participar, o no hacerlo, pero lo que si era de obligado cumplimiento es el estar presente.
Los casos pendientes de aquella jornada quedaron en manos del destino, unos se resolverían y otros seguirían pendientes. Todos los allí presentes obedecían y representaban un papel. Anduvo en silencio los pasillos y bajó las escaleras hasta llegar a la puerta principal. Pensaba para sus adentros: _”Después de tanto follón, de aguantar toda esta mierda, tener que abonar los gastos, las horas perdidas. Aún tendré que dar gracias por no abonarme los destrozos y gastos, ni de las molestias. Después de tanta comedia... ¡callaremos! No sea que protestando agraviemos a esta Justicia, tan caprichosa y tan irritante“_ Completó su cavilar fatalista valorando la situación, tan diáfana para él y tan extremadamente complicada para otros_ Mascullando a solas mientras paseaba por la avenida. _“Evidente que no es el Talión de las Sagradas Escrituras, todo ha evolucionado, no existen “Salomones” con su espada dando ejemplo de equidad. Los humanos hemos complicado y vejado a la “Verdad“, ya no se puede creer en cuasi nada, artículos están para cambiar el color real de las cosas que con mucha filosofía dicen que el negro es claro y el blanco, oscuro”_ ¡Tampoco es una regla fija!



Final de la Segunda parte de Me bajo en Triunfo
Cualquier semejanza con personajes reales y con situaciones aproximadas es producto de la coincidencia.
Reservados los derechos.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Presentación del Crack 2009

El martes pasado día 29 de marzo, fue presentado en las instalaciones de Can Xic de Viladecans, el programa de Vilapoética, donde ya estaba dispuesto el libro del Crack 2009,  con la participación de más de 200 poetas y escritores, de diversos lugares de nuestro país y también alguno hay que reside fuera de él. El acto estuvo asistido por los ponentes Abel Santos, Celia Miralles, Noemí Trujillo, Gemmna Rodriguez y Petra Jimenez, que nos dieron una pincelada de lo que será el Festival de Poesía del próximo dia 9 de Abril, dentro del Primer Festival de Poesía y Microrrelatos de Viladecans. Doce horas de poesía ininterrumpida, con actuaciones de folklore español, cantautores y demás aportaciones artísticas, como el Ballet y el baile regional. Los ponentes aprovecharon la oportunidad para la presentación de los libros El Crack 2009, donde como decíamos, algunos poetas y escritores hemos aportado nuestro granito, en una Antología de Relatos Cortos, que ha coordinado nuestra amiga Noemí Trujillo. Edición impresa por Parnass Ediciones. Relata unas historias reales por verídicas de cuantas ideas sobre la Crisis actual, han descrito los numerosos autores de esta colección de cuentos. 
 De las cuales iremos dando referencia en este blog a medida que vaya pasando el tiempo. La sala del "Terrat", que es la segunda planta de Can Xix, estaba a rebosar de personas, autores, fotógrafos, acompañantes, críticos de arte, expositores, todos ellos con una única misión. Velar por las letras y el arte. Intercambiándose puntos de vista, y formas de afrontar las consecuencias llegadas por esta recalcitrante crisis mundial, que a los escritores nos afecta de forma desmedida. El ambiente era estupendo, a la vez que de compromiso con toda la temática, que se puso sobre el tapete y que se iba discutiendo y conformando entre todos los allí asistentes. También pudimos tener entre las manos, la edición del Primer Concurso de Microrrelatos de Lorenzo Silva, del que se ha hecho una publicación con todos los microrrelatos finalistas;  presentados en el Concurso. Del cual también he sido agraciado y agasajado con ese distintivo, en elegir un mini escrito de mi puño y letra para aunar el esfuerzo y para el apoyo de Anceo. Nuestra
Asociación Cultural. Para finalizar con todo el gran y redondo encuentro, se presentó también el libro de Antologías, coordinado por Micaela Serrano, dónde cuenta un poco la trayectoria y quienes somos los que pertenecemos y hemos participado en los tres volúmenes. Dando un poco de nuestro Curriculum y de lo que estamos preparando. Dejando al margen de nuestra ficha una poesía compuesta por los intervinientes. En representación de Retalls d'Art estuvimos Diego Garnica, Ana Otero, Lola y Mario Manuel y un  servidor, que aprovecho para dejar huella escrita y fotográfica de lo sucedido para todos aquellos compañeros que no pudieron asistir, por motivos personales y como no, a los amigos entrañables que siguen estas crónicas urbanas del bloguer:     Lo que siento..., lo escribo.
La tarde se cerró y se pospuso hasta el dia 9 de abril, que comenzará el tan esperado Festival de Vilapoètica, a los que todos y cada uno de vosotros estais invitados a asistir y disfrutar de los cuentos, la narrativa, la poesía, la pintura, fotografía, y todos y cuantos mensajes artísticos podais imaginar. Con participaciones estelares dignas de ver y escuchar, en ambiente relajado y distendido, donde podremos aprender, disfrutar y emocionarnos.
Estaremos encantados de recibiros y de atenderos como merecéis... Para acabar recibir mi más afectuoso abrazo, con el reconocimiento que os guardo.






martes, 29 de marzo de 2011

Casa de Almeria en el Barrio de Gracia

La Asociación Cultural Andaluza más antigua en Barcelona es la Casa de Almería, sita en la Calle San Luis de la ciudad Condal, data desde el año 1950, desde cuando realiza una serie ingente de actos para los asociados y los simpatizantes. Con excursiones a varios puntos del litoral catalan, inclusive se han atrevido a salir del mismo, en grandes salidas. Bailes regionales, enseñanza de la danza de Sevillanas, flamenco y todo tipo de actividades todas ellas dirigidas a sus parroquianos. Ha sido declarada de Utilidad Pública y posee el escudo de Oro de la Provincia de Almeria. Está situada dentro del popular barrio de Gracia desde donde puedes recibir clases de baile, en ensayos semanales a cargo del Cuerpo de Baile Virgen del Mar, en la Rondalla con Coros del Maestro Ortiz. Además de la Coral de la Casa de Almería, a cargo de la Directora Doña: Alelí Vázquez Solis. El grupo de Zarzuela, realiza los ensayos semanales para socios integrados, bajo la tutela de la misma directora.

Si después, nos damos un paseo por este barrio de Gracia, podemos apreciar, todo lo de bucólico que entraña, en sus callejas, plazuelas y esquinas, con edificaciones modernistas con sabor a  MCM, de aventureros que fueron a hacer las Américas y volvían de Cuba o de Filipinas a principios del siglo XIX. Engalanados todas las casitas y en sus balaustradas reposan las macetas con flores y plantas tan bien atendidas. Pintadas sus fachadas con una gracia propia de personas que respetan ademas del barrio, su contorno y medio ambiente. Es un barrio ruidoso debido a la alegría que entraña en sus esencias, calles angostas y límpidas repletas de niños que juguetean bajo las miradas observantes de sus madres. Comercios repartiendo vida y color a lo largo del trayecto. Las farolas advirtiendo desde cuando data el entorno. Barrio de buenas gentes, amantes de la diversidad de la amalgama y variedad de gustos. Paseo agradable en las tardes de otoño, cuando las hojas de los árboles caen sobre las aceras advirtiendo en la estación en la que te encuentras, dándote esa necesidad de vivir tan agradable y reconfortante. Es itinerario indispensable merodear por las calles de Gracia, un auténtico placer divisar y sentir de cerca, la ciudad entrañable, que en ese punto deja de ser nerviosa para transformarse en cálida, cercana y rural. Al llegar a la plaça del Diamant, (Plaza del Diamante), lugar dónde la escritora catalana Merçé Rodoreda, basó su novela del mismo nombre. " La plaça del Diamant", vivencias de la posguerra, relato preciso del momento catalán de aquellos años, descripción magistral de sus personajes, entre ellos aquella...  "Colometa", que sufrió tantas desventuras y que tan magistralmente Rodoreda, nos servía para los amantes de las letras.
 Por ello, en ese paseo que daba con mis dos buenos amigos Juan José y José Añez, dos almerienses de pro, afincados en Barcelona desde hace muchísimos años, buscando detalles en la Casa de Almería, queriendo confrontar datos y sensaciones por si hubiere caso y acabando la gestión con ese largo paseo que dábamos, caminando cansinos, parándonos por cualquier cosa y motivo, dándole camino a la palabra para acabar en este espejismo que es el bonito barri de Gracia.  Amigos los que me seguís, no perder la oportunidad de estos privilegios que nos regala la vida, que no son populares, ni tampoco vulgares, son detalles y homenajes que debemos darnos a nosotros mismos. No cuesta dinero, no desestabilizan la balanza de pago de ninguna economía, no está recetado por ningún médico, como previsión al colesterol o a la hiper tensión. Recomendable para todos, como es el pasear con buenos y queridos amigos, recorrer en paseo por las calles de este barrio mencionado o de otro similar, que en el mundo los hay por doquier y acompañarnos a ratitos solitarios de un buen libro para amenizar si a bien lo tienes, tu ilusión y tus sueños, que por no nombrarlos con asiduidad, no significa que no existan en todos nosotros.
Gracias por leerme y por tener esa paciencia, en sostener esta amistad que a pesar de la distancia no deja de ser entrañable y duradera. Con todos mis respetos, mi reconocimiento y mi cariño. E.Moreno

lunes, 28 de marzo de 2011

Me bajo en Triunfo... Capitulo 7º . Sentencia

Capitulo 7º  Se prepara la Sentencia

Me bajo en Triunfo


Entró con gesto chulesco, tratando de no llamar la atención y haciendo el menor ruido, con el grasiento arrebol de una sonrisa. Se dirigió raudo al despacho del oficial, como si conociera por experiencia lo que debía hacer, salió después de darse a conocer y justificar su presencia con el documento nacional de identidad, apoyándose en la pared frontal la que daba acceso a otro apartado, junto al banco que ocupaba el encausado por malos tratos y abuso sexual, el pintoresco y rechoncho de pelo cano.
Entrecejo velloso y disparejo, moreno mugriento, ojos aviesos, la cara jeringada, vista perdida. Calzaba zapatos deportivos de color blanco con franjas negras longitudinales, cordones de lino, tiznados como las fritangas. Sin calcetines, su altura era prolongada, evaluando su mezquindad de perverso, sus piernas flacas y fuertes. Flequillo de mechón negro que tocaba la frente, la tez castigada por el sueño o por el agobio. Pantalón negro ajustado, camisola morada con anagrama y leyenda en el pecho, chaleco sin mangas de color marrón fosco, con hebillas en los laterales, del bolsillo le asomaba la reproducción de un balón de fútbol anudado por unos eslabones nacarados que pertenecían a un llavero. Reclinando su espalda sobre la pared, haciendo un ángulo de quince grados a juzgar por la sombra que proyectaba en el suelo. Permanecía encantado. Bostezando de aburrido, sin el más mínimo gesto por taparse la boca, mostrando un paladar y una dentición abandonada. Le faltaban dos molares y un colmillo, que se observaba al airear la cavidad bucal. Debido a lo rugoso de su cara por mor de las muecas producidas, bien asemejaba un andoba de gran calibre y de higiene corta. Sus manos grandes con dedos entrenados, teleféricos y de uñas acusadas y largas, sobresaliendo la del meñique por su enjundia. Adornadas con anillos de gran valía, que contrastaban y relucían en unas extremidades tan desagradables como desatendidas. Su mirada hiriente, ensamblaba con rasgos plebeyos, aún le hacía más frío y flemático. Observando sin recato y con descaro a cualquier persona o cosa, haciendo gala de multitud de mohínos.
El abogado de Morral hacía entrada por la puerta de la gran sala. Como su defendido no se había presentado a la vista anterior, éste letrado no le conocía personalmente y entró directo a preguntar al agente judicial. Se identificó fehaciente ante el funcionario, para representarle y poder repasar con su cliente la estrategia para su defensa.
El letrado, joven despierto y comedido, recién licenciado, concursando en el caso, como togado de oficio. Tarea designada por la ley a los acusados sin poder adquisitivo elemental. Amparados por las disposiciones del Código de Enjuiciamiento Criminal.
Las leyes que entre otras, a veces parecen también, estar hechas para beneficiar a los que las quebrantan invariablemente. Abonan y desmayan con elegancias y sutilidades a los delincuentes baratos. Olvidando sin piedad y menoscabo a los afectados de sus desmanes y tropelías. Gentes todas ellas, que además de pagar religiosamente los impuestos que ayudan a componer los presupuestos del Pueblo, han de retribuir las facturas y alcances de la desdicha, de una parte de la sociedad, que no hay Deidad, sea capaz de encarrilar.
Los zócalos, el piso, todo lo que permanecía allí le era familiar o por lo menos conocido, al no haber cambiado absolutamente nada desde la última vez que anduvo por la zona, salvo los hombres y mujeres acusados, testigos y policías, que eran otros sujetos aunque pertenecían a la misma laya.
La vista del caballero del telegrama y del traje dril, se iba a perder siempre en la figura del proscrito con llavero deportivo, que apoyado continuaba en posición de descanso a discreción y seguía abriendo sus fauces leoninas, retocándose el flequillo aceitoso que yacía sobre su frente.
Al pronto se abrió la puerta y aparecieron el abogado joven y el judicial de turno, llegando a la altura del “cánula” que absorto permanecía como hibernado.
_ ¿Eres, Morral?  Preguntó el oficial
_ ¡Sí, yo soy! - contestando con prontitud, sin mover un ápice de su cuerpo, ni retocar su postura de renegado
_ Este señor es tu abogado _Volvió a aducir el oficial_ Dejándoles a solas y retirándose por el foro, desapareciendo entre tantos y tantos personajes.
No era el mismo abogado que le había salvado en la comisaría de recibir tantos sopapos, aquel leguleyo era bastante más viejo y locuaz, aunque también le representaba como agente de oficio. Se estrecharon la mano, y se presentó el legista, ya con la toga puesta y su cartera de piel en la mano. Tomándolo por el brazo lo casi empujó, desplazándole hacia un vértice de la sala que era dónde menos gente merodeaba, llegando a un banco de madera grande que permanecía libre fuera de aquel corredor.
El hombre del telegrama, como se imaginó, el movimiento que iba a tener el abogado con su defendido, por haberlo observado en ocasiones anteriores, se había instalado momentos antes cerca de ellos, con su oído preparado para ser notario de todo lo que estuviera a su alcance y seguir mirándolo, si no con descaro si con disimulo y estar a la expectativa. El banco estaba justo debajo de un gran ventanal, que proporcionaba una claridad lumínica tras los cristales lustrales moteados al ácido.
La pareja de personajes, se ubicaron uno frente al otro, a pesar de saber que les estaban observando, en posición de confesión por parte del Docto, reclinado hacia él, le anunció con voz tenue y disipada.
_ Como sabrás, se trata del robo de un auto.
_ Sí, ya lo sé _ contestó Morral
_ Eso de la alcoholemia, ¿es verdad? _Continuó el abogado
_ ¡Sí!, iba cargado, algo llevaba _ replicó Morral, asintiendo con su cabeza y retocándose de nuevo su aceitoso tupé que le tapaba los ojos a la vez que miraba alrededor con fugacidad.
_ El fiscal solicita seis meses, debemos convenir estar de acuerdo para poder rebajar la pena. Qué te parece_ Le iba susurrando el jurisprudente al oído.
_ ¡Qué más da! _Admitió el encausado con un gesto de importarle muy poco.
_ ¿Estás ahora con la condicional, verdad? _ Le comentó de nuevo mirando unos pliegos que sostenía en sus manos, revisándolos rápidamente por encima.
_Si, así es_ Afirmó nuevamente el personaje, colocándose un cigarrillo en la boca y ofreciéndole otro a su acompañante que lo aceptó.
Siguió observándolos tras su conversación, que una vez finalizó el interrogatorio del abogado, se levantaron y se separaron, volviendo a la sala de espera. El pollito se volvió a dejar caer donde había estado poco antes, apoyando la planta de uno de sus pies en aquella pared tan renegrida y nefasta.
En otro banco, que estaba a la derecha, se había aposentado el hombre del traje color garbanzo. A su lado permanecía una mujer de mediana edad, muy descarada y con el suficiente desparpajo como para domeñar a cualquier listillo que quisiera enredarla. Propietaria de una zahúrda de costumbres libertinas, que por razones de la vida se había liado con un fulano mayor, con pasta gansa y por aquello del conflicto de intereses lo amenazaba y lo extorsionaba, hasta que la esposa legal del mencionado zutano, bastante más joven que él, se enteró y hubieron disputas sangrientas, escándalos y alevosía.
De hecho la esposa del amancebado lucía un ojo pardo por uno de los trallazos que propinaría Candela en el momento de su particular batalla.
La gracia Candela, nombre de pila de la amante, apellido Roa, como la famosa artista de vodevil, que trabajaba a principios de siglo en los suburbios de la urbe. Datos de la acusada según el panfleto que pendía del tablón de causas. Unos treinta años, rubia teñida y bien plantada, con más experiencia y mundología que la famosa Madona y más tiros pegados que el fusil ametrallador del comandante Alegrías.
Candela estaba intranquila, moviendo sus pies y sus manos de forma neurótica, se retocaba el moño, se lo deshacía y lo volvía a recoger después de airearse el pelo, remodelarlo con sus manos, enrollándolo y sujetándolo con una de esas pinzas modernas plastificadas de color brillante que sobresalen tanto entre el cabello de las féminas.
Sus palmos grandes y finos, con dactilares largos, precisos y ágiles, decorados por unos anillos auténticos de zirconita. En la derecha un sello de oro macizo abrazándole el anular, en sus muñecas dos pulseras de oro con engalanado de medallas. Sus brazos descubiertos largos moteados por lunares amarronados, que mezclados con el vello y con la piel después del rigor de los rayos uva, los hacían descamados. Las uñas de las manos cuidadas, largas y pintadas de color rojo, también le servían a modo de herramienta para rascarse cualquier parte que le venía en gana, sin recato. El maquillaje de su cara, debido al enojo que tenía cuando miraba a sus opositores brillaba y le denotaba su treintena alargada, bien llevada pero sujeta a su aspecto.
La consorte como parte acusadora, Amelia Sans, porte educado y fina hierba, morena clara, bajita y con cara de excombatiente de las Brigadas Rojas. Defendiendo lo que creía era propio y poco dispuesta a perder lo que tenía, que supuestamente además de la pensión, el acomodo y la buena vida, era el hecho de aguantar a aquel vihuelista y mujeriego. Cabello liso, cuidado, recién salido del secador de algún estilista reconocido, brillaba y sobresalía por su limpieza y efecto. Tocada con un collar de perlas del Caribe, manufacturado desde Manacor, adornaba su cuello tenso y grueso. Vestida con pertenencia y elegancia, dejaba vislumbrar sus piernas envueltas en medias blancas de fina licra y sus zapatos que provistos de un tacón altísimo, relucían como el nácar y disimulaban su poquita estatura.
Acompañada del causante de los hechos, su esposo, culto pero enamoradizo como un trapo de Cachemir. Con una edad para que le sirvieran la sopita ni fría ni quemando y con precaución de las corrientes de aire que suelen dejar huella en las cervicales.
Nariz de bebedor de cerveza y con una cuenta corriente bastante saneada. Nervioso, por estar justo entre las dos últimas mujeres que lo habían visto en calzoncillos y sin ellos, una por derecho de pernada y la otra por amor al contado.
No sabía dónde colocar sus manos, que sudorosas secaba con un pañuelo de papel, su mirada se perdía en la figura de la acusada que debía entrar ante el juez, por la causa de agresión y de extorsión que en pie ya esperaba junto a su abogada.
Armando, recibía de vez en cuando un codazo en los riñones, propinado por Amelia su esposa, que con claridad se había percatado de la insistencia de las miradas del antañón y no permitía esa licencia en su presencia.
_ Aún no tienes suficiente, con lo que has estado haciendo durante estos años con tus hijas y conmigo, que si has llegado dónde estás, ha sido gracias a nuestro sacrificio, que hemos aguantado todo lo que te ha venido en gana _ Replicaba Amelia
El esposo la escuchaba y no pronunciaba, ni siquiera le ofendía lo que estaba oyendo.
_ Si crees que todo va a ser igual, a partir de ahora, vas listo, menos mal que sospecharon algo tus hijas y te pusimos el detective, que siguió tus pasos hasta que se descubrió todo el pastel. _ Seguía acusativa Amelia, muy encendida y rabiosa
_ Vergüenza debía darte, con lo viejo y lo asqueroso que estás, visitar a esas mujerzuelas que te han sacado todo lo que se han propuesto. Si nos despistamos nos arruinas. _ Incidía Amelia
_ ¡Dime canalla! Cuantas joyas y dinero le has regalado a esa furcia, que la muy puta no deja de mirar. Estoy segura que piensa de ti lo mismo que yo, que eres un gilí y un bobo.
_ ¡Déjame en paz! No me aturdas. _ Contestó Armando, tratando de justificar.
Desde la parte opuesta Candela observaba todo lo acontecido, sin importarle un bledo. Todo aquello era historia. Aprovechó su oportunidad con el tipo. Cuando antes había sido otro personaje y en el futuro será con alguien.
El oficial comenzó a nombrar a los primeros encausados para entrar a juicio, el fiscal y los abogados estaban preparados para comenzar con sus intervenciones.
_ ¡Ramón Navarro! _ Gritó el oficial, por dos veces, esperando contestación, miró a un lado y otro, con sus ojos aguileños, recibiendo la callada por respuesta, se introdujo de nuevo de donde había salido, cerrando la puerta tras sus pasos. Una nueva espera se cernía.

Capitulo 7º de la novela Me bajo en Triunfo
Todos los personajes, escenas y comentarios, corresponden a la ficción
cualquier sekejanza a los hechos, personas y entidades, seran fruto de la coincidencia
...Continuará

domingo, 27 de marzo de 2011

Inauguración Museo de Sant Boi

El pasado sabado dia 26 de marzo abrió sus puertas el tan esperado Museo de Sant Boi. Que fue inaugurado por el Alcalde del Consistorio Don Jaume Bosch, que se hizo acompañar de la Consejera  Montserrat Mirabent y el Diputado de Cultura  Sr. José Manuel Gonzalez.  Además de la representación que envió la Generalitat de Catalunya al acto, que fue breve y ameno. Los interesados se agolparon en los jardines de Can Barraquer y tras tomar un refrigerio pasamos en grupos de 25 personas a ver las magnificas instalaciones que posee el complejo. Este museo está equipado con la última tecnología y el visitante puede perderse en un mundo precioso, conociendo detalles de nuestros antepasados, constumbres y formas de vida. Este espacio pasa a formar parte y a profundizar el conocimiento de la ciudadanía, en la averiguación de su historia local, en forma agradable y sencilla. Dando relieve a la figura de Rafael Casanova. Conseller en Cap de la Generalitat de Cataluña. Una de las referencias históricas mas importantes de la Ciudad. El nuevo complejo de Can Barraquer, la casa dónde vivió Rafael de Casanova, en sus últimos años. Dentro del barrio antiguo e histórico, justo al lado de las Termas Romanas.


Me bajo en Triunfo... Capitulo 6º Desenlace Inaudito

Capitulo 6º Desenlace inaudito
Me bajo en Triunfo 


Seis meses justos habían pasado desde la primera vez que estuvo entre aquellas paredes, confundiendo al oficial de juzgados y con un telegrama en las manos esperando que lo atendieran, ahora ya sabía lo que debía hacer y a ello se dedicó. Buscaba al oficial de sala, pero evidente no era la misma persona, lo supo en cuanto le visó, se acercó con la citación y el documento de identidad personal en la mano y sin mediar se lo ofreció, éste le miró y tomó nota en su cartapacio y le invitó a esperar.
En el primer banco, sentados permanecía un hombre alto y recio, más que fibroso grueso, pelo grisáceo, con su abogado, representándole por querellas con una empleada de su industria, la cual había sido despedida por finalización de contrato, con denuncia interpuesta por la asalariada. Abusos deshonestos y algo más. La zagalona esbelta y original permanecía en pie junto a su representante; una letrada femenina y feminista que tenía más cañonazos pegados que la famosa Agustina de Aragón.
Alta seria y bien plantada, con su cabellera larga y tintada en rubio sobre sus espaldas. Nariz de apagavelas y lindos ojos que protegía con unas gafillas de diseño. Sus labios cubiertos por el carmín de un color carne, brindaban al asomo de unos dientes corregidos de forma artificial, las orejas no se le distinguían por mor del pelo que hacía de telón y las ocultaba. Vestida con un corte muy apropiado al efecto, presumía de su talle. Sobre el traje colocada la toga negra con pliegues muy planchados y las bocamangas de bordados artísticos. Unas piernas largas y modeladas por los rayos uva terminaban en unos pies de talla moderada que protegía con unos zapatos negros de charol que semejaban cristales. En sus manos unos pliegos supuestamente relativos al caso de Matilde, la clienta que le refería no sin temor, pasajes de su propia historia, a los que atendía con agrado.
La patrocinada de la guapa abogada de nombre Matilde Vinuesa, una mujer chocante, más bien raída, vestida con una minifalda no propicia a su edad, ni al cuerpo, demostraba una visión de poca elegancia y de descuido, enseñando parte de sus piernas, y de sus varices azules que a pesar de no ser de una edad avanzada, se le marcaban como autopistas de largo recorrido. Blusa roja, abierta hasta la encrucijada de los senos, que tampoco invitaban a ningún sueño dilecto.
Todas estas sumas individuales añadidas al desamparo del entorno, evidenciaban a los cuatro vientos, la escasa calidad de su higiene personal. Nada recatada, ni con ánimo de la menor compasión.
_Yo entré, a trabajar en la empresa por mediación de una amistad _ Decía Matilde directamente a Lucrecia su abogada, y proseguía.
_ Todos los favores se han de pagar, y en mi caso por partida doble _ enunciaba con descaro, colocándose bien la roja blusa.
_ Tanto insistí a mis amigos y tanto lloré, que en mi anterior trabajo me iban a echar a la puta calle, y por empalago y matraca me colocaron a trabajar en este obrador. Seguía charlando, mientras Lucrecia, se la miraba con bastante pena, viendo que tenía frente a ella una pobre desvalida con muy poca instrucción y menos moralidad.
_ Lo mío me costó y quedé satisfecha, pero al poco, no sé cómo, estaba liada con el jefe y me sometía y sodomizaba, creí sería buena táctica para que mi contrato fuera perdurable. Pero el muy cabrón ha cambiado mi compañía y mis atenciones, por otra tía que ha contratado últimamente y que es peor que yo. _ Sentenciaba sin ambages.
_ Pero ese mamón no sabe con quién se juega los cuartos, porque yo no estoy dispuesta a dejar mi trote. Él me importa una mierda, puedo encontrar otro idiota que me distraiga. _ Finalizó su charla por un gesto que le hizo Lucrecia.
_ No estás obligada a contármelo, ni se te ocurra mencionar absolutamente nada delante del fiscal. No te beneficiaría nada. _ Replicó la licenciada percatándose de la clase de gente que era su representada.
_ No diré nada, pero a usted, si quiero explicarle, de esa manera me desahogo. No puedo decirlo a nadie más, ni siquiera a mi familia. Siempre me han tachado de fresca.
Lucrecia volvió a tomar la palabra diciendo, _ Engañas mucho, Cuando te conocí, hacías el papel de víctima y pretendes ir de pobre y desgraciada, cuando veo que eres una persona completamente distinta.
Quería indicarle con aquellas frases que era una mujer hipócrita y disoluta, pero la pobre Matilde, ni se enteraba. Todo lo contrario, creía que la estaba compadeciendo por su mala suerte.
_ ¡Ah Sí! Gracias a Dios, yo soy muy liberal y voy a mi bola. Lucrecia calló, después de aquella sentencia y dejó a la infeliz que agotara su dramática perorata.
Matilde demostraba ser una persona embustera, lianta y muy traidora. No le daba importancia más que a tener un curro, para ganar las pelas que luego ahorraría de forma enfermiza y tener un jefe o un amigo que de vez en cuando le pagara con prebendas los favores que quizás sin nadie pedirlos ella brindaba.
Cariacontecida y con sus ojeras hinchadas de la propia desazón que ostentaba, charlaba sin ton ni son, dando la cuchipanda a su interlocutora, que no sabía cómo ponerse, ni evadir todo el cúmulo de desventuras que explicaba.
_ Mire que le diga, _ comentaba Matilde. _ El último regalo que me ha hecho ese chichimolla, _ indicando desde lejos al banco del empresario_ Han sido un conjunto de braguita y sostén, lencería fina de color negro. Entonces, fue cuando la licenciada puso punto y final.
_Te repito que no sigas hablando de esta cuestión que no viene al caso, piensa que se ha interpuesto una denuncia por abusos deshonestos y si te descubren a quien van a repasar es a ti. Comprenderás que he de defenderte en el caso concreto que nos ocupa, sin entrar en valoraciones diferentes ni añadiduras de última hora. He de ser creíble y me cuentas unas cosas que no sabía. _ Acabó la frase, con los ojos desorbitados

En ese instante salía el oficial de turno, a colocar las listas en el tablón. Un hombre de unos cincuenta y tantos años, serio y concentrado en su quehacer, de mediana altura, pelo escaso y extremadamente aseado con orejas y nariz prominente. Vestido con gran sencillez, sin corbata con el cuello de la camisa abotonado y un pantalón gris marengo escrupulosamente planchado, sus zapatos brillaban y desentonaba con la suciedad del suelo donde pisaba, que hacía un contraste definitorio de lo lícito y su antónimo.
Prendidas ya, en el tablón de informes las vistas y cuestiones pendientes a celebrar en esa jornada, la gente se arremolinó en torno al expediente el cual, indicaba fehaciente y riguroso los datos necesarios para conocimiento de togados, acusados y testigos. Los juicios estaban descritos por orden de comparecencia y hora de celebración, indicando la causa, el denunciante y los representantes policiales que hubieren intervenido. A medida que los allí interesados saciaban su información se apartaban disimulando como si la cosa no fuese con ellos.
Roberto Diéguez, acusado, cargos. Malos tratos y abusos, después de leerlo en compañía de su legista se retiraron a sus localidades pasando frente a la denunciante, sin mediar ni mirada de soslayo.
Sobre la cincuentena de edad, obeso y largo tanto en la estatura como en las apariencias. Vestido deportivo y con talla de vividor, hombre de empresa, cultivado y ególatra. Sin estridencias charlaba con el togado que le representaba en la causa.
_ Con las pruebas que aportamos, no creo demoren mucho la sentencia. _ Decía con voz tenue el abogado de Roberto.
_ Lo que no entiendo, es como se ha enredado la cosa. Eso me pasa por hacer favores a los amigos. _ Criticaba el acusado.
_ Sobre todo, nos ceñiremos a la estrategia que tenemos discutida, supongo que no se ha quedado nada en el tintero. _ Apostillaba el abogado.
_ Creo que lo he contado con todo lujo de detalles, pero se lo volveré a referir para dejarlo sentado._ Proseguía Roberto, comenzando a explicar con mucho detalle.
Ingresó en mi empresa por mediación de unas referencias que traía de unos buenos amigos y todo funcionaba como un reloj. A parte de las insinuaciones que ofrecía esta arpía, que las declinaba por sistema, por estar en las instalaciones de trabajo y porque no tengo como norma, liarme con empleadas.
Un día, ya no fue insinuación fue atropello, y no reparé en que traería consecuencias, ya que los dos somos mayorcitos y las cosas creía que se las había dejado muy claras. De eso al abuso, dista un abismo, además no es mi conducta, ni necesito merecer por la fuerza y menos a esta chica que carece de luces. _ Con un ademán concluyó su relato.
_ Bien, no le demos más importancia, espero que el señor juez entienda y disponga a favor nuestro.

Frente a ellos en el banco de la izquierda según se salía del corredor hacia la Gran Sala, sentados dos hombres entre veinticinco y treinta años acusados de robo a mano armada a una Institución Benéfica, los cuales habían sido detenidos en el momento del atraco por las brigadas policiales de la ciudad, en pos de una llamada que había efectuado un residente del Centro al observar que se estaba desempolvando algo que no era normal. Uno de los hombres alto y delgado con cara de poco resplandor, bastante calvo, de orejas carnosas y grandes, vestido con pantalón de paño grisáceo y cazadora de piel marrón, esperaba tranquilo fumando tabaco sin boquilla. El compañero de su misma altura con el pelo recogido en una goma tras la coronilla, con cara de gallo de pelea, bigote poblado y gafas de sol graduadas. Vestido con ropa deportiva, mostrando grandes músculos que sobresalían por su tamaño de la manga corta de su camisola, reposaba mirando descaradamente a los que allí permanecían.

El pasante de estos individuos les había comentado por unos instantes y parecía que estaba tratando con la fiscalía en referencia a sus casos según mostraba y platicaba con aire enérgico y desenrollado. _Soy vuestro abogado de Oficio y me gustaría comentar un poco vuestra defensa _ Comenzó diciendo.
_ ¿Cómo entraron en la Residencia? _Preguntó directamente el abogado.
_ Se cagó de miedo el vigilante, y ni siquiera le empujamos, es un cobarde se arrinconó_ Contestó Miguel, el de las orejas grandes
_ Cómo es que elegisteis esa entidad para dar el golpe_ masculló el abogado.
_Sabíamos de ella, por mi madre, que reside ahí y antes de entrar en el chiquero, le visité varias veces_ Adujo el del pelo atado a la corona
_Que pretendíais alcanzar con asustar a tanto abuelo, entre ellos a familia vuestra_ El abogado con más soltura y tuteándolos
_No queríamos asustar, queríamos la pasta que encontrásemos en la conserjería y en los bolsillos de las yayas, casi todos tienen algún dinero y todos cargan con él. Así que es fácil recogerlo._ Siguió diciendo el de la cola, llamado Rafael
_Os habéis jugado la libertad _ El abogado
_ Una mierda para todos, quien nos ayuda, estamos enganchados a los picos, somos adictos, jugadores, maleantes, no podemos subsistir, no me importa lo que quieran hacer conmigo, ni la pena que me caiga. _ Dijo el compañero Miguel, rascándose bruscamente sus grandes orejas
_ Teníamos que chutarnos y como tenemos la tarjeta Visa caducada, allí fuimos. _ Acabó Miguel, con sorna y sin importarle absolutamente nada.
En el centro del pasillo, la parte contraria, los atracados. Un hombrecillo pacífico de edad avanzada acompañado por otro interno que le impartía seguridad. El vejete miraba por encima de sus anteojos a los dos hombres que a lo lejos parecían con la mejor coartada del mundo. Al cabo, estos señores que ocupaban el núcleo perimetral del pasillo, fueron a ubicarse en uno de los rincones, fuera del alcance de las miradas ajenas.
Los dos bribones quisieron quedarse con la recaudación de una Residencia para la tercera edad de una localidad cercana a la ciudad. Serían las diez de la noche, cuando aparecieron estos depravados, recién salidos de prisión, con libertad condicional y sin un céntimo en el bolsillo y haciéndose pasar por familiares de un interno, intentaban acceder a las instalaciones. Como quiera se habían presentado fuera de las horas habituales, el celador les ponía dificultades para su acceso.
Bajo el influjo de la abstinencia obligada, se cometen atrocidades sin mesura y con un golpe arrinconaron al vigilante y se colaron dentro del edificio. Comenzó la camorra, las amenazas y las brutalidades en busca del dinero que pudiese hallarse en el lugar. Aquel hombre; Roque, que estuvo acompañado de otro pensionista, el señor Magín, en el centro del corredor, viendo lo que se protagonizaba y desde un recoveco, con la ayuda de un teléfono móvil que pocos días antes le habían obsequiado sus hijos se puso en contacto con Seguridad Ciudadana.
Tras un periodo de asedio fueron las cosas a la normalidad, quedando tranquilos en la paz que ofrecen normalmente estas Instituciones.
_ Tú hiciste lo que debías, pero y lo bien que nos lo pasamos. No lo olvidaré nunca. _ Decía con alegría Magín, el pensionista dirigiéndose al compañero.
_ Yo, que no recibo visitas de nadie, encontré esta aventura estupenda. Nadie nos aprecia de cerca. Las enfermeras te tratan con ese desencanto, que en la televisión nada más pasan birrias, el hastío es grande. Cuando vi lo que se formó, seré sincero, disfruté mucho. La lástima que todo lo bueno se acaba pronto.
_ Todo lo que quiera Magín, pero podía haber pasado algo muy fuerte. _ Dijo Roque, el que llamó a Seguridad.
_ ¡Roque! Por el amor de la Esencia divina, eres más aburrido y más cobarde que nuestro capellán. Estos muchachos en ningún momento nos hicieron pasar miedo, ni nos apuntaron con armas de ninguna clase. _ Magín.
_ Bueno, a fin de cuentas con la ayuda de Dios y gracias a mi Luisito, que me regaló el móvil, todo salió bien. _ Roque
_ No te confundas, que estos chicos están desesperados, sin futuro y además necesitados de un poco de cordialidad. Van sin un clavel en la faltriquera, nadie les da función, sólo reciben soberbia. _ Hablaba Magín, con la mirada puesta en los dos acusados, haciéndoles jeribeques.
_ No les mires, ¡hombre! _Ordenó Roque
¡Calla, de una vez cobarde! Si pasa algo podrás volver a usar el regalo de tu Luisito para avisar a algún jiliflauta, antes de cagarte en los pantalones. _ Replicaba Magín, sin dejar de observar a los acusados.
_ ¿Te crees capaz de resolverlo todo, con la edad que tienes? - Roque le atosigaba con aire de enojo y cuasi paralítico de miedo.
_ No es eso, pero abre los ojos, cuanto hacía que no teníamos algo diferente que comentar en la Residencia, aparte de los achaques y de los dolores de huesos. No te das cuenta, que al día siguiente de la aventura, esas abuelas que no querían ni mover la silla, todas pretendían bailar pasodobles. _ Magín apostillaba con salero
_ Conmigo, no baila nadie. _ Balbuceó Roque con antipatía.
_ Con tu Luisito, ya tienes bastante. Que equivocado estás, lo mires por dónde quieras. Si te pudieras valer por ti mismo y no causaras fastidios en el entorno familiar, no estarías de residente y le habrías tirado a la cabeza el teléfono a tu Luis, que es tan timorato como tú y te regala esas bobadas para que no le canses, mantenerte distraído y olvidarse de ti a ratos, que creas que te echa de menos y poder mitigar un poco su conciencia. _ Habló Magín sin perder la sonrisa.
_ Mira quien fue a hablar, te escucho y das la sensación que tienes cuarenta años y solo tienes el doble. A quien quieres engañar, que el Cielo no te castigue por ser tan atrevido. _ Apuntó el devoto Roque.
_ Serás bocazas, Dios nos ha olvidado hace muchos años, no se queda con nada de nadie y todo lo pagamos aquí. No nos lo llevaremos a ningún sitio, tanto nombrarlo también podrías interceder para que a estos chavales no les pase más de lo que tienen. Tú que tanta licencia tienes, que eres tan amigo de Dios, del capellán y de la ermita entera, reza un poco por ellos.
Lo crees justo, hemos pasado una guerra y con todo lo que hemos padecido aún estamos aquí, pero yo no he durado tanto para acusar y señalar con el dedo a nadie y menos a estos nenes, que están desorientados. Luego te remorderá la conciencia. _ Argumentaba con gracia el abuelillo Magín.
_ ¡Calla! Que no sabes lo que dices, desvarías cada día más. _ Contestó serio Roque, pensando en lo que había manifestado su compañero.
_ No sé, si tendré oportunidad de hablar en este pleito, cosa que me haría mucha ilusión, pero si me dan bola, diré que estos ingenuos, no tienen culpa, que no les castiguen más y que si algo les han de dar es un buen empleo y una cura para desintoxicarles.
Magín no paraba de hablar, de pronto arguyó algo que le sobrevino, como si recapacitara. _ Sabes el miedo que pasé, cuando estuve condenado en la guerra, la única vez que me han juzgado en consejo de rebeldía.
Me hicieron prisionero en el frente y entonces ¡sí! que era desgraciado, me sentenciaron a muerte. No te imaginas, como lloraba cada noche, cuando nadie me veía, pensaba en todo lo que no podría hacer nunca, en mi familia, que entonces si la tenía._ Triste y compungido, hablaba con el alma, con la nostalgia de lo pasado, de su gente.
Estaba acobardado, me quitaban la vida, la arrebataban de un tiro, sólo por encontrarme en mi pueblo cuando estalló el conflicto, por mis ideas de juventud. Entre los compañeros nos alentábamos, las pasé putas. Además de la hambruna de las enfermedades y de la poca preparación, me faltaba experiencia. Ahora que la tengo, me fallan las piernas, los brazos, hasta la familia me ha abandonado, soy viejo y molesto en cualquier lugar. _ Decía Magín no sin emocionarse un tanto, al haber dado un rápido repaso a su historia.
_ ¡Qué razón tienes! _ Le replicó Roque, que disimuladamente había escuchado todo lo que había pronunciado entre dientes Magín.
_ Si pudiera volver a reanudar mis pasos. Siempre con miedo, obedeciendo y tan esclavo. Para que ahora nadie se acuerde de uno. Pero hemos de hacer lo que está mandado, si no el señor director nos dirá…. _ No acabó Roque, sin ser interrumpido.
_ ¡Coño! Con el señor director, que venga con sus huevos a defender lo que es suyo y no esconda su jodido culo en su butaca. _ Argüía Magín
_ Menudo capullo, ese ¡sí! que está colocado, pero con gente como tú, nunca le faltará la tranquilidad._ Le interrumpió Roque_ ¡Vamos a dejarlo ya!
Magín siguió mirando con simpatía al dúo que sin más estaban esperando la sentencia. El abuelo revivió en minuto su pasada juventud llena de recuerdos, gratos pocos y dolosos muchos. Era historia.

El ir y venir de los transeúntes, las entradas y salidas del oficial llamando con voz de barítono, el paseo de los nerviosos, los secretismos de los encausados, todos o la gran parte de ellos vociferando en tono campanudo, hacía que la concentración fuese escasa.
En aquel momento no se apreciaba el retraso de los juicios, la marcha era bastante apreciable y no se daban motivos para el aplazamiento o la demora, los policías que iban entrando como testigos de la detención de los diversos casos, hablaban entre ellos en forma prudente sin levantar más sospecha que la que acumulaban.
Al aparecer supo que se trataba del autor del robo, no quiso ni mirarlo pero tampoco podía resistirse a no hacerlo, estaba seguro de que se trataba del mismo pisaverde, después de tanto tiempo ni siquiera recordaba su cara, ni su aspecto, lo vio vagamente cuando hizo las diligencias en el fortín de la Guardia Civil. Sentado en aquel despacho, con las quijadas bien abiertas, en el tiempo que le propinaron las bofetadas y luego cuando el agente le introdujo en el despacho, ya estando presente su abogado de oficio. Súbitamente, le vino a la mente toda la historia nefasta de aquel día de mayo, cuando tuvo que enterarse de tan lamentable suceso y vivir aquellas horas de incertidumbre que se fijaron en su vida para siempre.


Fin del capitulo 6º Desenlace Inaudito
Novela Me Bajo en Triunfo
de Emilio Moreno
...Continuará

Me bajo en Triunfo... Capitulo 5º Descripción del juicio

Capitulo 5º Descripción del Juicio

Me bajo en Triunfo

Habían pasado cuatro largos meses, el asunto cuasi estaba olvidado, los recuerdos ingratos habían sido substituidos por la reciente Navidad y el comienzo del año Nuevo, que hacía pocas semanas se había inaugurado. Las noticias económicas prometían y hacían albergar grandes esperanzas en cuanto a la reactivación del país, los políticos empecinados en sus representaciones nefastas y absurdas, negando la evidencia en temas claros, llevando a la gente por los derroteros que a ellos convenía y distrayendo con grandes aspavientos de los asuntos verdaderos y de relevancia.
A los de a pié; las cosas no les sobrevienen por milagro ni por regalo y aún queda gente que está sin trabajoy lo necesita. Claro qué; si se observan las estadísticas, todas van a favor de corriente y los datosestán tomados de forma que benefician al que las promulga.
Una mañana fría del mes de febrero otra citación recibida por correo certificado, le llegaba a aquel hombre, que después de olvidar aquella odisea y dar por zanjada la vivencia, sólo pensaba en aquel desagradable asunto, cuando leía el periódico y traía noticias relativas a temas de litigios. En esas divulgaciones que abundan, dando situaciones miserables de enredos, engaños que tanto gustan a buena parte del pueblo. Fue en aquel tiempo y con aquellas circunstancias cuando quiso conocer más en profusión, aquel mundo tan soporífero que nunca había atraído su interés.
La cita daba instrucciones para presentarse de nuevo a vivir otro sueño imborrable, entre gente marginada. Lo oficial presuponía que se daba por enterado pero para más inri le obligaba a presentarse mucho tiempo antes de la vista para tomarle de nuevo los datos y que certificara su conformidad de presencia el día de autos.
De nuevo viajaron los pensamientos, elucubraciones y fantasías, por un hecho del que le producía fastidio. Era la invitación obligada a presenciar toda aquella farándula irritante, con la más genuina insatisfacción, desencanto y miseria
Aquel hombre imaginó al ladrón, que en primera instancia no se presentó y ahora, estaría detenido por alguna fechoría cometida y aprovechando su encarcelamiento le sometieran a una de las causas que tenía pendientes.
Vagamente recordaba su cara y tampoco hacía esfuerzos, ni tenía deseo de hacerlo. Daba el asunto por resuelto, le había contraído muchas molestias, para guardar sensaciones dignas. El paso del tiempo sustrae interés a lo negativoLa semana Santa de aquel año se presentaba bastante antes en el calendario que otras, el almanaque indicaba finales de marzo, aún no podía beneficiarse del buen tiempo, todavía refrescaba por las noches y las madrugadas, pero si podía acogerse al descanso y al recogimiento. No pretendía pensar en el juicio sin embargo, un mimetismo especial, como atraído por un poderoso imán, fue arrastrado a soñar de nuevo con aquel latrocinio.
Faltaba mucho trecho, dos meses, sin pretensión se abrió de nuevo en su psiquis aquella película, que tal vez entre pesadillas y a duermevela hubiere protagonizado con alguno de los actores más afamados de la cartelera actual. En pocos días nuevo comunicado de la ley, esta vez lo requería en forma de telegrama, la vista era para otra fecha completamente diferente, no coincidían ambas citaciones, pero tuvo que personarse en el ínterin a dar fe del enterado. No estaba definido el motivo, realmente se le convocaba dos veces, en fechas distintas y en juzgados opuestos. Pretendió satisfacer su curiosidad y al oficial de sala le mostró las dos cédulas requisitorias con una diferencia de fechas muy notable, después de comprobarlo le informaron que el delito se había disgregado en dos orígenes, dos causas orales diferentes y que se debían celebrar sendos juicios, ya que así lo tipificaba la ley de enjuiciamiento criminal.
No hubo más que volver a aceptar lo insostenible, no sin menoscabo y reproche por parte del hombre del traje dril, que intuía que el asunto iba a ser luengo y prolijo.
La Pascua había sido aprovechada para desconectar de las presiones, dar un descanso al cuerpo y un sosiego a modo de pausa, durante los días Santos, prescritos por el calendario y ayudado por las representaciones del pueblo, con sus procesiones religiosas, obligaban a no mantener más preocupaciones absurdas en la cabeza. El tiempo acompañó con su bonanza al recreo, a la tertulia, al contagio de buenas vibraciones, a las reuniones con amistades, a la buena mesa, un lujo incomparable.
Aunando en el aspecto cotidiano, oía con avidez noticias que reflejaba la política actual, con penosos hechos acontecidos y propiciados por banqueros del primer ranking nacional, que de hecho estaban siendo juzgados por malversación de fondos, y por asuntos turbulentos de escarnio y de estafa, que no hacían más que poner en alerta y necesariamente verse obligado a informarse sobre temas tan cercanos por su índole de semejanza. La política comenzaba a menear feos asuntos entre terroristas, acusándose entre diputados de graves delitos, con sangre de por medio. Por otra parte, esencial para ganar votos y simpatizantes, aunque para ello utilicen el desprestigio más vulgar y mezquino.
No es de extrañar haya tanta corrupción y desazón, carnaza para los descuideros que los hay y en gran número. Falta de previsión en asuntos tan sensibles como la inmigración descontrolada, las drogas que infectan a la sociedad y que no somos capaces de poner fin a tanta congoja
Pasaron lentamente los días y de nuevo se encontraba como al principio, en el andén del metropolitano, presto a recorrer la distancia y concurrir con su cita. La experiencia ya no era nueva y con mucho temple y claridad distinguía el papel que le correspondía en aquella historia, los movimientos ya no eran imprecisos, ni torpes, todo más o menos estaba ensayado, quizás fuese repetir el libreto con otros actuantes y otras excusas. A lo peor hasta conocía al huidizo ratero; aquel que en una ocasión le destrozó el coche y que ya creía no bifurcarían sus destinos de nuevo.
Con mucho tiempo de antelación se había puesto en marcha, no tenía ninguna premura en llegar, pero tampoco era de los que se retrasaba a sus citas. Se percataba de cualquier detalle por ínfimo que fuera, a parte; ya tenía en su propia condición, costumbre de practicarlo en su vida y no le ocasionaba distorsión.
Ascendió en el vagón de cola y pudo sentarse al ser principio de trayecto, habían plazas suficientes como para elegir sitio, las puertas se cerraron y comenzó la aventura. Un hombre tomó asiento a su izquierda con el periódico abierto dónde se leían con letras de portada el juicio y la fianza que habían solicitado para una celebridad; que había adquirido una popularidad amplia y extensa a causa de la prensa escrita y las cadenas estatales de televisión, por sus cuitas con enredos de bancos, de comisiones y de asuntos aún no esclarecidos. Familiarmente se le distinguía por su elegancia manifiesta, con trajes carísimos firmados por grandes diseñadores y pelo fijado con brillantina luminiscente. Hasta hacía poco fue presidente de uno de los mayores bancos de su país. Ciertamente este sujeto, si había ventilado cantidad de publicidad por tratarse de persona pública y notoria. Se había escrito ríos de tinta con sus miserias, todas nefastas, ahora iba a contracorriente.
La gente iba bajando y subiendo al transporte, unos al trabajo, otros a la universidad, cada cual concentrado en su propia problemática. De reojo iba leyendo la pancarta de las estaciones a medida que iban llegando.
Estaba en las escaleras mecánicas para efectuar el transbordo, la multitud bulliciosa con prisa le iba adelantando en su caminar, paulatinamente se acercaba al nuevo anden observando que las paredes estaban rebozadas de publicidad, invitando al consumo desmesurado.
Tranquilo sosegado y en perfecta disposición, se había apeado y se dirigía hacia la boca de salida que arrojaba a la calle. Día fascinante y luminoso, llegó a pensar que disfrutaría del camino, aprovechando la ocasión al no tener costumbre de pasear por allí, ni por asiduidad ni a las horas que entonces marcaba su reloj.
Encontraba diferente todo el espacio, los pasos directos y firmes le arrastraban sutilmente por aquella gran avenida, que desde la última vez que la empleó deambulando, la habían adornado con unas farolas excelsas con aire colonial, que todavía no estaban instaladas totalmente y que pertenecían a la nueva generación de artistas neo modernos. Mucha enjundia, más dominio ocupado y bombillas proporcionalmente chiquitas para lo que debían iluminar.
La brisa de la mañana golpeaba en su rostro, aspirando profundamente aquel aire nítido y marino, que proporcionaba la naturaleza, rodeado de los grandes árboles centenarios que adornan y dibujan un panorama delicioso, embelleciendo al Gran Arco del Triunfo, ya a sus espaldas y al parque de la Ciudadela de frente. Los barrenderos se aplicaban a desescombrar los alcorques de las aceras, de toda la hojarasca caída de los arbóreos y como no, de la cantidad de deshechos que propina la gran ciudad.
Los comercios estaban abiertos reclamando a los clientes madrugadores con ofertas llamativas, los tenderos y dependientes reflejaban en sus caras los restos de somnolencias y sus movimientos torpes y lentinos, con la mirada perdida, esperaban que el paso de los minutos les hiciera tomar el rodaje habitual para el desempeño de sus quehaceres. La retención de los vehículos ya se estaba formando en aquel sector, taxistas, madres con sus hijos camino del colegio, viandantes cruzando por doquier, abuelos tomando la brisa de la mañana, sin la menor urgencia, observando con detenimiento hacia el cielo y hacia el suelo, como implorando al Hacedor, con sus historias a las espaldas. Chiquillería revoltosa con sus carteras en el espinazo, portando sus propias dificultades de un sitio a otro. Indigentes famélicos y abandonados por la higiene, recogiendo restos de basura de las papeleras y los contenedores. Los quioscos pavoneaban las revistas y los diarios a la vista del gran público, para ser conquistados. _ La ciudad está viva. _. Pensó justo cuando subía por las escaleras del Gran Palacio de Justicia. Depuso atrás las camionetas celulares, portando reos con veredicto pendiente, que custodiados por los agentes de la guardia civil esperaban la hora de presentación.
En la entrada dos policías le hicieron desocupar los bolsillos y pasar entre el detector de metales, mientras otro en un rincón sentado frente a una cámara de rayos ultravioleta veía claramente lo que se depositaba en la cinta mecánica que lo transportaba al otro lado del fielazgo, dónde cada cual recogía sus pertenencias, allí había suficientes ojos como para ver detalles que sin dudar a cualquier mortal le pasaba desapercibido. No reparaba en nada más que en cruzar aquella barrera sin dilación y con la pretensión de que ninguna alarma alertara al personal.
Recogió lo que había depositado en la trenza transportadora, las llaves el teléfono móvil y su agenda, leyó en los carteles orientadores para saber exactamente a la planta que debía ascender, miró alrededor aspirando profundamente con resignación y contempló en décimas de segundo que no había cambiado nada.
Por la escalinata, en estado penoso, exacto a la última vez que merodeó, con la estricta iluminación, raquítica y difusa, con menos limpieza que en un muladar. Comenzó a subir peldaños, la gente estaba despreocupada haciendo conciliábulo de charlas personales, en los propios escalones haciendo tiempo o devanando sueños, otros bajaban precipitadamente sin freno y a lo loco, los ceniceros vacíos y los pretorios cubiertos de restos de colillas pisoteadas, los descansillos repletos de inmundicias, las paredes a lo largo y a lo ancho excretas, marcadas con grotesca guasa, esperaban inertes que cuando el presupuesto lo permitiera darles un rebozo de pintura.
Llegado a la planta donde está ubicada la Sala Cuarta de lo Penal, que lo recibió con idéntica postal, aglomeración de un lado a otro, voces altisonantes, humo de cigarrillos, recordó vagamente su anterior estancia y repasó mentalmente si había algún cambio en aquella gran cámara. Al igual que en la escalinata, la tilde de las paredes estaba hermanada en la indiferencia y en el desencanto, los cebadores de los fluorescentes cuasi agotados parpadeaban con cadencia de cojitrancos, los techos desnudos en la parte central, dejando ver las vísceras de las canalillas y los sostenes de la vieja instalación del aire acondicionado, que por lo visto no funcionaba, a tenor de lo que se estaba respirando.
Todo era idéntico, estricto, permaneciendo impertérrito a los sucesos. Los bancos de madera ya estaban ocupados en su totalidad por humanos que reclinaban sus espaldas en ellos, abandonando su cuerpo en espera de ser atendidos, no había novedades en cuanto al aspecto de la gran estancia, abarrotada de gente que balbuceaba como si estuvieran en la subasta regional.
Se aproximó enérgico a leer el tablón de anuncios, no estaban anunciadas las que se iban a celebrar. Se arrinconó en un recodo y aguardó, fisgoneando detenidamente a las personas que esperaban. Verificando con su avizorar quien podía ser éste o aquel, el papel desempeñado por uno u otro, el motivo de la cita y la causa. Miró su reloj y había llegado con una hora de antelación, de ahí que en la puerta de acceso al corredor, que justo linda con la Sala de Vistas, no estuvieran depositadas las listas con las razones pendientes.

Fin de la Segunda Parte " Me bajo en Triunfo"
novela narrativa de suspense: escrita por E.Moreno
Los nombres de los personajes, los datos de expedientes, los lugares citados no
se ajustan ni corresponden a la realidad. Cualquier parecido con los personajes, situaciones
o datos, es pura coincidencia.
Otro capítulo publicado de la novela, sucesivamente se iran editanto hasta completar.
Reservado los derechos de autor.
En breves días. (Continuará…)

viernes, 25 de marzo de 2011

Me bajo en Triunfo... Capitulo 4º Fin de la Parte Primera



Capitulo 4º Desarrollo Creciente

Me bajo en Triunfo




Su inconsciente le sumió en el más profundo de los recuerdos...

… (((""Había llegado de bregar, aquel sábado por la tarde, una emergencia le mantuvo ocupado cuasi todo el día. Antes de alcanzar su domicilio, llenó el tanque del coche de carburante, dejándolo estacionado en su propia calle, cerca de su residencia, sin la precaución por falta de costumbre de desactivar la bobina de arranque, accesorio que se hizo instalar y que no lo utilizaba porque, creía que las contrariedades de robo, sólo le suceden a los demás.
Las fiestas Mayores de la ciudad estaban en pleno apogeo y los carruseles de los errabundos a todo tren, la gente hechizada con la situación y aprovechando el buen tiempo reinante, salieron aquella noche a festejar y disfrutar como cualquiera, caminaba con su esposa del brazo, haciendo planes quiméricos, de esos que siempre se plantean y nunca o casi nunca se cumplen. Esperando pasar una buena noche de distracción, con los amigos, charlar de mil cosas intrascendentes y sin calado, precisamente para poder disfrutar de la libertad de pensamiento y ayudar un tanto a las preocupaciones laborales y familiares que sin duda, dejan marca en toda persona que se precie.
La música sonaba, con gran estridencia, no dejando dormir ni siquiera a los que tenían ese deseo, pero se perdonaba casi todo, por celebrar aquellas fiestas que llegan de año en año.
Después de saborear todo aquel variopinto y escandaloso jaleo y de advertir como la gente se gastaba parte del sueldo en las tómbolas ambulantes, como si de obligación religiosa se tratara, reír con algunas situaciones jocosas y ver cómo bailaban las parejas hasta la extenuación, la tan traída y llevada melodía de moda, “ Macarena “, con sus cadencias rítmicas, sus movimientos alegres y sus gemidos sonoros ¡¡ “ AHUU ” !! . Dándose alegría a su cuerpo como tonada de la canción, volvieron paseando hasta su domicilio de retiro.

Era tarde cuando regresaban a su vivienda, disponiéndose a descansar, después de todo aquel ambiente festivo. El sueño desconectó sus cuerpos y sus mentes, el reloj no había recorrido demasiado trecho, tal vez cuatro vueltas el minutero corto, cuando… Sonó el teléfono, sobresaltado y soñoliento tomó el auricular.
_ ¡Dígame!
_Buenas noches; _Es usted…
_ Sí;.. ¡Diga!
_ Soy el Sargento de la Guardia Civil.
_ ¡Que ocurre! _
_ ¿Usted, es propietario de un vehículo blanco? …con la matrícula…
_ Si, lo soy, es de mi propiedad.
_ ¿Ha prestado esta noche el coche a algún amigo?
_ No,… lo tengo, aparcado cerca de mi casa
_ Aquí, me dice un fulano, que se lo ha prestado
_ ¡Que fulano, es ese! _ ¡Pregúntele, si también les he dejado las llaves!
_ Me parecía extraño; se lo refiero porque, tienen debajo del volante todos los cables despanzurrados, con el puente hecho y han roto la dirección; ¿No lo ha prestado, verdad?
_ ¡Oiga, está de broma!
¡No he prestado el coche a nadie, me lo han robado!_ dijo el hombre, aún adormitado y ya fuera de sí, intentando comprender y recordar detalles a marchas forzadas.
_ Lo suponíamos, por ese motivo le hemos llamado, para asegurar y al tiempo avisarle _ El guardia civil apostilló
_ Desde cuando, lo ha encontrado a faltar.
_ ¡Oiga! No lo he encontrado a faltar en ningún momento, ayer tarde, lo aparque en la zona de mi calle, cerca de mi domicilio y hasta ahora.
_ Bueno…, no perdamos tiempo y preséntese cuanto antes en la Jefatura Central _ inquirió el guardia.
_ ¡De acuerdo! _ Llegaré todo lo rápido que pueda, pero comprenda que me queda bastante alejado ese lugar.
Arruinado el descanso, con celeridad se lanzó de la piltra, metiéndose en la ducha, para aclarar ideas y a la vez despabilarse, después del atropello inesperado. No sabía si era realidad o imaginaba la desdicha.
Los juramentos en prosaica llegaban a las nubes, no daba crédito a lo que le sucedía… “También se ha de tener mala leche y desgracia, con tanto coche artificioso y cojonudo que existe. Yacentes en cualquier esquina, esperando caña y excitación a manos y pies de esos jodidos ladrones exaltados que además de fastidiar a los propietarios, desafían a la policía, con tanto descaro. ¡Ahora normal! Entran por una puerta y les dejan salir por otra. Pues… mira, lo cachondos que son… van y se fijan en el mío, que es de lo más corriente y sencillo.”_ Pensaba con angustia, después de estar plantado en el suelo y haber concitado toda clase de suposiciones, de injuriar a todos los rateros en general y al que lo fastidió en particular.

Partió de su casa vertiginoso y veloz como el lanzamiento de un obelisco a manos de Sansón, caminando con ligereza en busca del ferrocarril que le transportaría aquella madrugada a la Jefatura, de la ciudad colindante, la más alejada posible, la que correspondía al sector de la población donde habían detenido a los delincuentes en la redada; allí le esperaban, aquellos policías, para hacer el atestado y tomar declaración.
Descendía precipitadamente las escalinatas vecinales intentando apurar al máximo. A esa hora temprana y en esa época, los días están levantados, no presidía todavía el sol, pero las luces diurnas acompañaban a las farolas del barrio. Anduvo con zancada doble, casi corriendo, viajaba por las calles, sin notar la mucha pronunciación y los desniveles, ayudado por la prisa y el peso del cuerpo, llegaba al apeadero.
El trayecto fue de lo más ingrato, ya en la estación, el tren tranvía, no llegaba, al preguntar el horario a la vez que adquiría el pasaje, no entendió al empleado y no quiso reparar en detalles. De pie, esperaba al convoy que no podía retrasarse. Las luces artificiales permanecían encendidas, a pesar de beneficiarse de las claras del día. Los pocos pasajeros que iban en aquel rumbo permanecían atentos en el andén. A juzgar por el termómetro y la hora, la jornada sería de mucho sofoco. Notó el cuello muy tenso, por la presión sanguínea que soportaba, debido al esfuerzo y la diligencia que había usado para llegar. Los minutos se le hacían interminables, al rato escuchó el pitido de la expedición y se apresuró a tomarla, en aquel vagón no iban más de cuatro o cinco personas todas ellas de poca edad, volvían de disfrutar de la noche del sábado, costumbre ya muy arraigada en nuestra sociedad, además de haber sido festivo por los festejos Patronales que acostumbran a ser muy celebradas. Repasaba a los individuos del tranvía, los imaginaba con curiosidad, como queriendo averiguar de dónde provenían o hacia qué lugar se dirigían. Los analizó uno a uno, ninguno de ellos le hizo el mínimo caso.
Cada cual estaba en lo pertinente, posturas de tranquilidad, caras de sosiego, cuerpo relajado, adormecimiento en el rictus, contrariamente lo que registraba el suyo, despierto y cabreado, interpretó que tenía que serenarse y retomar la calma para poder tramitar todo lo que debía.
Se apeó en la estación más aproximada al Acuartelamiento y como no sabía nada de aquel contorno, ni dónde se encontraba el reducto, preguntó al jefe de estación en qué dirección más o menos quedaba la plaza fuerte, escuchó atentamente las explicaciones y anduvo durante más de veinte minutos por entre callejas y paseos hasta llegar al lugar de destino. Todo estaba en calma, la mañana era hermosa si hubiese podido disfrutar de ella, pero todos los detalles estaban de más, iba cegado, con una idea fija y en sus adentros pedir a la providencia que además de suponerle un coste monetario prudente, no le fuera a acarrear otros gastos y dispendios amén de las complicaciones que podían sucederse.
No se cruzaba con nadie en su paseo, en su cabeza aún retumbaban las notas de la “macarena “, y el ¡Ahuehué! Pero, no podía darle “alegría a su cuerpo”, estaba ciego de rabia, era temprano y en la calle no había gente, normalmente en día festivo se duerme hasta bien entrada la mañana, los bares y tascas estaban cerrados, tampoco podía tomarse algo calentito para romper aquel ayuno obligado
En la puerta del fortín, tuvo que identificarse y le acompañaron dentro, escoltado por dos guardias llegaron a unas dependencias amplias, el trajín que había, reflejaba que durante toda la noche se había tenido meneo con los amigos de lo ajeno, trabajado para mantener el orden, y los expedientes y detenciones eran evidentes. Al poco le estaban atendiendo, luego le hicieron un gesto para que esperara en la sala contigua y cuando fuera menester le llamarían.
El mundo, y particularmente su vida le paso por la cabeza en treinta segundos, ocurriéndosele que sería de él si se transformara la oración por pasiva, las propias dudas y la falta de conocer ese mundo le hacía estar inquieto, en eso estaba cuando le llamaron.
_ Haga el favor de pasar_ Le ordenó una voz rotunda.
Al comenzar la marcha, observó a la izquierda, en una sala adyacente, al delincuente que había usurpado su propiedad y su descanso, este individuo como si la cosa no fuera con él, estaba soportando con cinismo la presión de un par de civiles, que lo sometían a un tercer grado. Sus miradas se cruzaron en un lapsus cortísimo de tiempo, pero ambos sabían que se volverían a encontrar en algún momento.
Dentro de aquellas inmensas dependencias, un furgón especial, lo recogió y lo guiaron dónde estaba aparcado el vehículo, a lo lejos lo divisó y no pudo por menos que clamar un desaire, onomatopeya vulgar que le salió con dolor del alma. Le invitaron a descender del vehículo y ordenaron que repasara los objetos personales y viera si encontraba a faltar algo.
La dirección quebrada, las puertas violadas, suciedad en el tapizado, restos de alimentos en la moqueta, cables desmayados en amasijo de escoria, detritos y restos de basura. En condiciones de pena se encontraba aquel vehículo que sólo hacía unas horas había cambiado de aspecto, desde que se vio afectado por ese suceso, una vez reposaba aparcado cerca de su albergo.
El agente lo miraba, con cara de comprender lo que estaba pasando por su interior, impertérrito y sin dar muestras de compasión preguntó
_ ¿Le falta algo? _ Mirándole descaradamente con postura de corsario.
_ ¡Oiga! Usted cree que puedo meter las manos ahí y revisar si falta algún objeto personal_ dijo el hombre dirigiéndose al guardia
_ No tenga apuro, ya lo hemos escrutado nosotros y no hay nada que le pueda comprometer_ Asintió el escolta.
Aquel ciudadano, con movimientos torpes empezó a escudriñar lo que creía tenía horas antes, pero su mente iba a una velocidad superior que sus manos, y se movía en el interior del coche como si fuese la primera vez que se hallaba dentro de aquel cacharro, porque el coche había quedado en un verdadero amasijo de cachivaches destrozados y enredados, suciedad interior y exterior de la carrocería, cintas de casete por el suelo pisoteadas, papeles y documentación desorganizada. De pronto observó que las manos le sudaban, los cabellos los tenía erizados y su cara, al encontrarse con el espejo retrovisor era la propia de un enajenado, de un loco. Dejó en aquel instante de revisar y le comentó al guardia, que lo observaba con mucha atención a cuatro o cinco pasos.
_ No veo que falte nada…
Con un gesto de su mano derecha, le indicó que volviera a subir al furgón, para dirigirse a las oficinas y poder atestiguar.
_ ¿Le es muy necesario el coche? _ Preguntó el policía, por entrar en conversación y relajar un poco el estado de aquel hombre.
_ No se trata de eso, este cabrito me ha hecho la Pascua.- Dijo indignado.
El guardia, ya no preguntó absolutamente nada, dedicándose a conducir aquel vehículo hasta la puerta de acceso al edificio.
Mientras esperaba en la recepción, oía voces que salían de una puerta entre abierta que daba al final del amplio corredor; una típica sala de tormento muy iluminada por la luz natural del día que entraba por los grandes ventanales.
Ya estaba sereno, le había bastado aquel tiempo para comprenderlo y dejarse llevar por el destino inmediato, por los sucesos que se iban precipitando uno tras otro, pero por fin paró atención a unas palabras en tono grotesco y violento.
_ ¡Te repito si conducías tú! _Sonó una voz gruesa y bravucona.
_ ¡Si no contestas, peor para ti, te lo repetiré toda la mañana! _ siguió preguntando aquella voz varonil.
Al punto y fue lo que le hizo prestar curiosidad inusitada, un estruendo producido por una soberbia bofetada que estalló en la cara de alguien. - el chasquido fue escandaloso
_ ¡No me pegue! Yo no sé nada _ respondió alguien, que por el timbre de voz, debía ser un hombre joven.

En ese instante apareció un guardia, alto tocado con gorra de tela y visera, de color verde oliva, invitando al afectado a acompañarlo, se levantó y comenzaron a recorrer aquel pasillo tan iluminado, al pasar frente al laberinto dónde provenían los tortazos, los sonidos y el vocerío; miró y observó a un chaval de aspecto deshilachado, con cara de no haber dormido y con el pelo desbaratado de las sonoras púas que estaba recibiendo. Las miradas se entretejieron y comprendió ahí que era el bandido que le había obsequiado con aquella experiencia. Le reconoció con exactitud, era el mismo tipo que había visto con anterioridad y que estaba recibiendo aquella presión desmedida, aunque él, mantuviera cínicamente su tesitura.
Accedieron a un escritorio reducto donde aguardaban tres uniformados y le ofrecieron asiento, el que le había invitado a acompañarle, se posó frente a una máquina de escribir y colocó una cuartilla de formulario de denuncia comenzando a preguntar por el suceso. Sus compañeros oían la declaración, que se iba desarrollando pregunta tras pregunta, mirada tras mirada.
_ ¿Cuándo ha encontrado a faltar el vehículo?.- preguntó el mecanógrafo
_ De madrugada me han llamado ustedes, diciéndome la noticia, realmente no lo he echado en falta _Respondió el interrogado
_ ¿Cuándo lo aparcó, a qué hora?
_ Ayer por la tarde, cuando llegué de trabajar, lo estacioné frente a mi domicilio.
_ ¿Conoce al sinvergüenza ese? - Haciendo un gesto despectivo y alargando su dedo índice hacia el bufete de donde salían los quejidos.
_ Es la primera vez que le veo, y me gustaría fuese la última_ adujo el hombre.
El guardia hizo un soslayo y asintió con la cabeza en sentido negativo. Se suponía que no sería la última vez que se lo iba a echar en la cara. Sacó los impresos de la máquina de escribir y poniéndoselos delante le indicó dónde debía firmar. Una vez rubricados los recogió y de nuevo le preguntó.
_ Quiere denunciar este asunto, de forma particular _ Pregunta el gendarme.
_No…, _ Declinó el ofrecimiento y siguió.
_ Este individuo ha tenido los papeles de mi domicilio en sus manos y no quisiera tener más problemas en el futuro con él.
_ Sígame, por favor.- levantándose el guardia y haciendo un ademán para que le acompañara.
Penetraron en el recinto dónde estaba el proscrito, con sus dos interrogadores. El abogado de oficio hacía poco que había llegado y daba ya instrucciones al inculpado con tono muy reservado y casi sin que los demás pudieran oír sus palabras.
Todas las miradas fueron hacía los que acababan de entrar, el agente alto con la gorra de tela y los papeles en la mano preguntó si había cantado y en el acto el abogado replicó dirigiéndose a su defendido que no dijera nada. El hombre y el ladrón se miraron con firmeza, como haciendo un pulso de valor, el comerse con la vista de desprecio y de asco que estaba recibiendo el rufián, no pudo aguantarlo por más de cinco segundos y fijó sus ojos en el suelo.
Uno de los policías que estaba haciendo el interrogatorio, preguntó directamente a aquel hombre, que estaba a punto de atacar al cuello de aquel sinvergüenza y mentarle la madre.
_ ¿Tiene que alegar alguna cosa? _ la voz era la misma, que minutos antes había amenazado con energía al revienta coches
_ ¡No! _ Respondió el hombre con desprecio. Observando al terrífico con ganas de escupirlo
El carabinero que le había tomado declaración, se lo llevó del brazo saliendo del lugar con rapidez sacando a aquel hombre que se iba a descompasar de un momento a otro, mientras el hacedor del entuerto seguía sentado esposado con las manos en la espalda, habiendo recibido más palos que una estera, tranquilamente y queriendo demostrar que no era causa de molestia.
Imposible que le sirviera de escarmiento, se reía y burlaba de todo lo que oliera a legal. No había cumplido más de veinte años pero la cara le delataba que era un redomado y detestable sinvergüenza. Su presencia podría describirse como un vividor que yace fuera de la ley, tostado, flaco y espigado, con zapatillas deportivas y tatuajes en los brazos, labios pulposos y dientes agudamente descuidados, pelo muy sucio y sin afeitarse los cuatro pelos en guerrilla que asomaban por sus asquerosas mejillas. Falto de educación y de modos, lo que se dice un malhechor en potencia y futuro homicida, un chulo pendenciero, un engendro de la alcantarilla. Sin duda, era un funesto miserable, que se había ejercitado en las calles, revuelto con vicios y barbaridades propias de una conducta depravada. Un esqueleto de penitenciaría.
Cuando le detuvieron estaba bebido. Pasaba por uno de esos controles que habitualmente hacen, sobre todo en las madrugadas de los festivos y en la precaución de evitar algunos accidentes mortales que suelen darse en la juventud a la salida de bares y discotecas. Detuvieron el vehículo, para someter al conductor a la prueba de la alcoholemia.
Por fortuna dieron el alto precisamente al coche blanco, ya que la cadencia de revisión supuestamente era de dos o tres automóviles verificados y otros pasaban el control sin ese ensayo, el destino de la vida hizo que se fijaran en aquel golfo que pasaba por allí en aquel preciso instante.
Le hicieron soplar por la boquilla plastificada que porta el medidor de alcohol en la sangre, dando positivo. Ahí estuvo el punto culminante de que su dueño pudiera recuperar lo que le habían robado y experimentara en su piel una sucesión de sinsabores.
El capricho de la casualidad permitió que el bandido, quedara bajo la tutela de la Guardia Civil, por actos reprochables que nunca se olvidan y que sus repercusiones estuvieran dando aquellos frutos."")))
Al cabo llegó la realidad, dejando pensamientos que no había vuelto a tener desde que recogió el coche ya reparado y completamente en orden, quiso despejarlo de su mente, lo había logrado hasta ese preciso instante, en el que debía permanecer allí presente para complacer a las leyes como dañado principal de la incoación.
Para aquella niña de tan corta edad era demasiado larga la espera, su madre no sabía cómo adaptarla a una postura más cómoda, en busca de que no le diera más complicaciones y pudiera dar vía a su actuación. Habían recorrido el pasillo de punta a punta varias veces y la intranquilidad de la pequeña se iba haciendo patente, ya bien sea por calor, hambre o profilaxis.
Le interesaba detallarse delante de cualquiera, pese a que para conseguirlo tuviera que hacer padecer a aquella criatura; Además del teatro y de la exteriorización que había hecho deambulando el corredor a modo de pasarela por entre todos los allí presentes, iba proclamando la clase de cortesana que era y lo poco que le importaba el bienestar y atención de aquella infeliz que bien podía haberle evitado aquel suplicio dejándola custodiada con algún pariente, mientras ellos resolvían sus cuitas.
En el marginal del corredor, se oyeron el chirriar de unas puertas, que además de sucias no las tenían nada engrasadas, tal era el desaliño del lugar dónde se deliberan y solucionan pleitos que en la balanza que es sostenida por la figura que representa la “LEY” como símbolo de justicia, habían machacado una colilla. Sensación de suciedad, de falsedad, de asco. No se podía relacionar aquel lugar, con lo sagrado que debería ser el cumplimiento del deber, de las leyes, el orden de las cosas y el donde dirimir las diferencias obligando a pagar a los responsables de tales actos y resarcir a los afectados.
El que no es visitador habitual de esos Palacios, tiene constancia de estos trances por las películas, considerando los relatos dónde insignes abogados avispados, dan el cambiazo a la certidumbre y resultan ser los criminales los indultados y los pobres e indefensos inocentes, los viles homicidas que están fuera de la implacable rectitud y les cae la máxima condena. El hombre del traje claro y el telegrama por un instante llegó a pensar que lo que estaba haciendo allí era perder el tiempo, eso que a aquella gente les sobraba y no sabían cómo ni en que gastarlo, si no era en maldades y en historias nefastas que le complican la vida al ajeno.
Por ventura para el género humano gran parte de nuestra sociedad, se dedica a tener otra clase de hábito, ni mejor ni peor, de otra índole, que no necesita codiciar las pertenencias de sus vecinos para subsistir, que le preocupa tener salud para poder seguir cumpliendo con su trabajo y su familia, que quiere llegar a final de mes sin necesidad de derrochar lo que no tiene, la que de vez en cuando ríe, disfruta y se siente feliz por el hecho, de distribuir lo cosechado con honra, la que ve crecer a sus hijos y encanecer a sus padres, la que no necesita del forcejeo para usurpar lo ajeno, que retribuye sus impuestos, para que este dispar subgénero de gentuza pueda delinquir y como término mantenerlos.
¿Dónde iremos a parar con tanta mentira? _ Se estremeció de su elucubración, mientras aquellas puertas volvían a crepitar, tras haber salido Don Ricardo y su comitiva por un lado y los padres de la niña con su legista por el otro, una parte ocupó la diestra y la otra a la izquierda del pasillo, del amplio y sucio pasaje, que por aquellos instantes no se podía respirar de tanto humo y tantas toxinas como contenía, cualquier ecologista que hubiera medido la cantidad de microbios por centímetro cúbico hubiera hecho desalojo inmediato, por el degrade del ambiente.
Don Ricardo trataba de hablar, no le dejaba su defendido, además el verbo no le fluía como antes, estaba bloqueado parecía no haber quedado demasiado satisfecho. El truhán andaba desconcertado y como no se podía esperar de otra manera, su afectuosa, lloraba amargamente sin escaparates ni ruidos, las lágrimas le resbalaban por las mejillas, siendo tan destacadas y llevando tal cantidad de amargura, que cualquier observador vería. No las usaba como recurso, del que se reparten en los entierros de compromiso, eran auténtica desventura e innegable estado de ánimo.
El sujeto rubicundo, trataba con sus brazos de arroparla en sí, pero, tenía que decir tantas cosas en tan poco tiempo, que la abrazaba y la dejaba, pareciendo más un zarandeo que un acto de piedad y de misericordia. El doctor en leyes no había conseguido lo que se proponía y como a todo facultativo que se precie, fastidia el fracaso. Quedó bloqueado su magnetismo y registraba endeblez en su mirada imprecisa y perdida, queriendo adivinar alguna frase manida para resolver aquel dilema, fumaba como siempre, no dejaba de hacerlo, pero no le apetecía nada, ya eran actos reflejos, quería que todo finalizara.
El bribón después de todo lo que adujo, justificaba pobremente su destreza, argumentando banalidades, como insistiendo en su inocencia. Trataba de camuflar una vez más los sucesos con engaños hacia su propia compañera. Respiró, mirándola y viéndola hecha una indulgente y humilde mujer. Abandonando su grotesca y falsa postura en quebranto.
Habían llegado a un acuerdo los dos abogados y eso no fue lo que el juez sentenció. En el poco tiempo que llevaban hablando en ese encuentro, que se celebró tras salir del juicio, se amontonaron tres colillas más del letrado, y como aquel que quiere desaparecer sin dejar detritos en el barbecho, con mucho sigilo tomó su equipaje que instantes antes había apoyado sobre el terreno junto a su pié derecho, comenzó a deslizarse y silenció su presencia como aquel que no quiere la cosa.
En el lado opuesto Ponce, la adulta de los pechos de silicona y la niña que por fin se había dormido, escuchaban atentamente al ramplón que les había representado, todos parecían conformes y satisfechos y todos entendían la jerigonza que les estaba largando, dilataron su marcha y dieron preferencia al grupo perdedor a salir del Palacio de Justicia
La desconsolada llorona agarrada a su querido, esperando aconsejar y tratando de que se sintiera amparado salía del pasillo, el testigo que habían aportado a la vista, andaba de prisa delante de ellos tras haberse despedido fugazmente, no había abierto la boca en todas las horas que estuvo sentado en aquel banco.
_ ¿Habría sido obligado a testificar? _ ¿Sería amigo de aquel truhán y sinvergüenza?
_ ¿Estaba tan harto de escuchar mentiras y por eso corría tanto?
No se sabrá nunca jamás. Desapareció entre el tumulto de la gente de aquellos juzgados mucho antes de lo que nadie se hubiera imaginado.
El doctor en leyes Don Ricardo, les hizo de mecenas hasta la puerta de aquel ascensor y cuando se cerró el acceso tras haberlos despedido, dio una vuelta completa a su alrededor, se le vio que respiraba profundamente y como no, encendió el enésimo pitillo, tomando las escaleras y marchando de aquel lugar sin compañía alguna.
¿Sólo y tranquilo? ¿Sólo y preocupado?.. _Había ejercitado un trámite más en su carrera.
Como en la galería, ya no estaban los agentes de la seguridad que tanto aprecio le daban a las posturitas que ofrecía la mamá de Rosita y andaba más preocupada por la sentencia de la parte contraria, sólo tenía orejas para escuchar las explicaciones del togado bajito y gordinflón y parecía que con la resolución se habían dado por satisfechos.
Aquellos tutores, que no intentaron evitar llevar a su nena de meses a su primer juicio, estaban encantados con su representante, dándole efusivamente las gracias y todo un sinfín de agasajos.
En esta vida la experiencia es como un oficio, y quién sabe si con el tiempo, todos estos escenarios no son habituales para Rosita y, un atajo abonado para la tal señorita. Con las divinas enseñanzas que se presupone le dará su mamá, con los escenarios de los antros y los consejos de su papá. Acaso si sale tan jovial y tan jocunda como la madre, no le costará un ápice el aprender las cuatro reglas de los putiferios con inusitada perfección.
Se perdieron tras sus pasos, por el fondo del pasadizo, caminando cansinamente con la compañía del abogado, que este si tomó el ascensor con la pareja y la niña.
Se deben preguntar las paredes de la Sala Cuarta de lo Penal _ ¿Hasta cuando no tendremos el gusto de volver a considerar vuestros desmanes?
En el pasaje, todavía se encontraban algunas personas entre las cuales se hallaba el hombre del indumento claro la libreta de mano y la circular, ya hacía rato estaba sentado entre los policías, que de vez en cuando se upaban y se desplazaban inquietos, como si quisieran ser más intérpretes que los propios encausados. Aquel corredor gradualmente se quedaba vacío, fue cuando volvió a aparecer el oficial de juzgado, designando a un tal Francesco Losé, como procesado. A los guardias desde su número de identificación interno y al hombre del traje dril, que ya estaba preparado cuando comenzó a escuchar a quien se invocaba. El con causado no aparecía y todos se acercaron al oficial, en aquel instante y por la causa confirmada de no comparecencia del delincuente, se suspendía la vista hasta nuevo aviso.
Los guardias ya barruntaban algo, pero aquel hombre preguntó con desconsuelo que si debía volver a presentarse de nuevo a juicio.
_ ¡Perdone! ¿Si…este fulano no se presenta, que ocurre? _ Preguntó el hombre del traje trigueño
_ Volverán a ser requeridos por citación, en cuanto sea localizado, por busca y captura _ Contestó el oficial
_ Pero, esto no puede ser, tanto ir y venir, así podemos estar toda la vida _ Argumentó el hombre.
_ Caballero, las leyes están así y ni usted ni yo, las vamos a cambiar, por tanto no tengo más que decir _Siguió arguyendo el oficial.

Se miraron los guardias y el testigo y se hicieron el clásico gesto con los hombros como… diciéndose recíprocamente. No hay nada a pelar. Todos; penetraron en el despacho de la ayudante del oficial y solicitaron un volante de presencia para acreditar su permanencia en aquel tribunal. Mientras esperaban el resguardo, uno de los agentes le comentó al afectado, que ya estaba hasta las napias de todo lo que olía a legalidad.
_ Ya le he comentado que imaginaba, se suspendería la vista _ El guardia del pelo engominado, le hablaba muy de cerca y con mucha calma, observándole con avidez.
_ Esa sensación, que ha tenido, debe ser experiencia profesional o quizás imaginación _ Replicó el hombre, mientras guardaba su turno.
_ Debe estar desaparecido y si no lo cazan a este sinvergüenza, no podrán juzgarlo _ Asintió el compañero, abriendo la boca con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
_ Bueno; pues hasta la próxima, que les vaya bien _ Masculló el hombre, dirigiéndose a los guardias a la vez que recibía de manos de la secretaria su certificado de asistencia.
Despedida calurosa, estrechándose la mano y abandonando aquel recinto. Enfilando el callejón hacia la salida, se cruzó con un fulano que llevaba el pelo teñido de color oro, un pendiente como el aro de un barril en la oreja y vestido como si bailara en algún carnaval de país tercermundista. ¿Se…tratara, del sinvergüenza que llega tarde? _Vaciló y redujo el paso, pensando, haciendo elucubraciones para recuperar la memoria de aquel día que le vio sentado en aquella silla, cuando recibía las bofetadas. No coincidían los perfiles, su memoria no le dio la razón se trataba de otro personaje. Siguió caminando, comprendió que aunque se presentara ahora el juicio estaba suspendido y no se volverían a replantear la condición de reanudar la vista.
Utilizó las escaleras para bajar, caminaba y no entendía ni el cómo… ni el porqué. No hace falta ser demasiado largo para ver y comprender, que las cosas de Palacio van despacio y si tenía suerte le invocarían pronto y a lo mejor no le volvían a convocar, porque pudiera ser, dada la trayectoria del interfecto, lo troncharan en un tiroteo, o por ajuste de cuentas le descuartizaran su abdomen con un sacabuche quincallero, tal vez en una esquina resultara víctima en un pico de esos que se colocan entre las venas, para entonar su cuerpo y colgarse como una lámpara. Quizás y rumiando más allá de lo inverosímil le condonaran la pena por haberse redimido.
Salió a la calle después de pasar ante los cientos de casos sin remediar y de las más inmundas ilicitudes. Allá quedó aquel templo repleto de granujas y canallas, que sujetos a lo que su nombre indica, “Justicia”, se resuelve poco y en muchas ocasiones lento. En cuanto al calificativo de Palacio, se conocen establos que están más higienizados.

La brisa le despejó y aprovechó para respirar profundamente con agrado, había agotado otra experiencia de su destino, intentó zafarse de las incógnitas de las últimas horas y, encaramó la avenida esta vez en sentido opuesto hacia sus quehaceres, reanudando los mismos pasos que había hecho hasta llegar al sitio dónde esperaba encontrarse con la LEY y solo advirtió depravación y una infamia abrumadora.


Fin de la Primera Parte " Me bajo en Triunfo" En breves días.  (Continuará…)
novela narrativa de suspense: escrita por E.Moreno
Los nombres de los personajes, los datos de expedientes, los lugares citados no se ajustan ni corresponden a la realidad. Cualquier parecido con los personajes, situaciones o datos, es pura coincidencia.
Otro capítulo publicado de la novela, sucesivamente se iran editanto hasta completar.
Reservado los derechos de autor.